Beneficios de la lectura

Algunas reflexiones en torno a los beneficios de la lectura


En su libro “Cómo percibimos el mundo: una exploración de la mente y los sentidos” (Ariel, 2012), Ignacio Morgado Bernal explora los mecanismos que se ponen en juego cada vez que interactuamos con nuestro entorno. Seguramente todos sabemos, o podemos intuir, que al leer se ponen en marcha muchísimas funciones en nuestro cerebro que posibilitan el disfrute de nuestra experiencia. Sin embargo, a veces pasamos por alto todos esos mecanismos porque no los entendemos y parecemos desconocer su repercusión. Pero así es, cuando leemos una batalla campal tiene lugar en el centro de nuestro hemisferio izquierdo, y mientras lo que sabemos del lenguaje se pone en plan "analicemos estos símbolos, signos y hormiguitas", otro gran número de procesos mentales se ejecutan, y tiran de la memoria de nuestra capacidad para entender y percibir lo que nos roza, en un proceso muy complejo y agotador si lo pensamos de forma detallada. El resultado, es mantener en activo zonas de nuestro cerebro que con la falta de uso se oxidan. Leer es un proceso de percepción y transcripción que en cada persona es bien diferente porque cada uno tiene sus propios conocimientos, su propia historia, su memoria, sus experiencias, pero también porque con todo ello, su forma de percibir el mundo es muy específica y única.

Estos procesos reclaman una predisposición de nuestra parte para comprender no sólo la sintaxis sino también para interiorizarla y crear una relación con los personajes. Esto lo afirma Keith Oatley en su libro "Ficción: Simulación de mundos sociales", una investigación en torno a cómo la literatura nos cambia y nos convierte en personas capaces de entender a los demás, de ponernos en el lugar del otro. En este libro plantea algunas de las preguntas que se viene haciendo desde hace una década en torno a la relación que existe entre el cerebro humano y la lectura. Por momentos, una lectura que puede resultar cansina, pero que nos permite entender a fondo, partiendo de diversos ejemplos cómo leemos y llegar a intuir por qué la literatura nos atraviesa y nos resulta tan necesaria y atractiva.

En un artículo sobre la capacidad de nuestro cerebro para amoldarse a los cambios, el neurobiólogo José R. Alonso reflexiona en torno a cómo nuestra predisposición para el lenguaje escrito, para la lectura y la escritura, también responde a una serie de prácticas y de rutinas. Quizá esto explique que cuando estamos más faltos de inspiración el mejor consejo que podemos seguir es el de continuar escribiendo pese a todo. Alonso, como Oatley y Morgado plantean la lectura como una práctica que nos sirve para completarnos como personas, en tanto y en cuanto fomenta en nosotros actitudes empáticas respecto a las demás personas. Oatley afirma que no es lenguaje lo que nos caracteriza como especie sino la capacidad para colaborar con los demás. Y para practicar nuestra empatía y nuestra conciencia del mundo, la lectura es una de las mejores actividades.

Si volvemos al libro de Ignacio podemos confirmar que son muchísimas las actividades que se presentan como positivas para el funcionamiento de nuestro cerebro; pero seguramente la lectura es una de las más completas. Así que, ¡leamos más, para amar mejor!

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