Dos son las peculiaridades de la obra de Irène Némirovsky que seguramente le han permitido convertirse en una de las autoras imprescindibles de su siglo: la forma de tratar la intimidad sin llegar a la cursilería, y su capacidad para dejar constancia de la violencia sistemática sin decantarse por la propaganda política. Y es posible que haya sido gracias a estos dos rasgos que su obra haya conseguido trascender. Como esta semana se cumple el septuagésimo séptimo aniversario de su fallecimiento, vamos a adelantarnos recomendándote dos de sus obras. ¡No dejes de leerlas!
Domingo
El aroma a pan recién horneado del comienzo de este libro, en esa descripción alucinante de un domingo cotidiano en la Plaza de Sainte Clotilde, es seguramente lo más exquisito. Un aroma que se te queda en la memoria para siempre. Si la literatura está llena de sabores y aromas, la mejor forma de regresar a ellos a través de la memoria.
Domingo es un libro de relatos en el que encontramos alucinantes retratos de personajes también fabulosos. Némirovsky supo demostrar entre otras cosas una gran habilidad para retratar a sus personajes, y ofrecernos pistas para entenderlos. Huellas enfocadas en definir sus perfiles psicológicos y que al avanzar en la lectura nos permiten relacionar absolutamente el comportamiento y desarrollo de los hechos con las criaturas.
Una de las características de los personajes de Domingo es que no encajan en su entorno y que intentan, pese a ello, sobrevivir. Encontramos criaturas cuyo comportamiento se sale de la norma y les provoca ser estigmatizados de alguna manera. Sin embargo, vence su sed de libertad: parece en ellos primar el deseo de encontrar el propio camino. Y aquí tenemos un elemento reincidente en la obra de Némirovsky que otorga a la mayoría de sus libros esa fuerza propia de las grandes historias.
Némirovsky construye tramas consistentes y a través de una ficción sólida y entretenida nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestro comportamiento. El resultado es una pintura impactante y lúcida sobre las relaciones humanas y un retrato fabuloso de las luces y las sombras de la vida en sociedad. Quienes no hayan leído nada de Irène Némirovsky, Domingo podría ser una excelente forma de acercarse a esta narradora deslumbrante.
El ardor de la sangre
El ardor de la sangre es una novela es realmente hermosa. En este caso, Irène Némirovsky se centra en un narrador cansado, que ha perdido toda su fortuna y ha dedicado la vida a andar a los tumbos. Lo conocemos en su vejez, cuando ya parece no tener esperanza alguna y se dispone a esperar la muerte. Pero algo sucede y la vida le catapulta al movimiento.
Entre las cosas más destacables de esta novela habría que señalar que Némirovsky vuelve a centrarse en el perfil de sus personajes y los usa como ejes constructores de toda la trama. Así, al avanzar en la lectura, los personajes se van quitando las capas de superficialidad y dejan a la intemperie su verdadera esencia. Y a medida que lo hacen, avanzan los hechos, los acontecimientos que permiten escalar en la historia. Este trabajo desde los personajes hacia lo que sucede es seguramente uno de los rasgos más destacables de la novela.
El ardor de la sangre es una novela maravillosa que nos recuerda que Irène Némirovsky es una de las grandes narradoras de todos los tiempos. Ya va siendo hora de que la leamos o volvamos a leerla. Y aquí van dos títulos que podrían ser el perfecto puntapié para zambullirnos en su obra completa.
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