«Anatomía sensible» de Andrés Neuman (Páginas de Espuma)

«Anatomía sensible» es un libro delicioso en torno al cuerpo y sus límites.



«Anatomía sensible» de Andrés Neuman es un libro sobre las voces del cuerpo

Generalmente se es narrador o poeta. Son muy raros los casos en los que se consigue trazar un camino contundente en ambos territorios. Y digo, caminos que sean relevantes, es decir, que ofrezcan una visión trascendente, es decir, sincera, es decir, permanente, es decir atemporal. Buenos novelistas como Herta Müller o Amos Oz han demostrado que cierta visión literaria de la narrativa estropea la búsqueda poética. Por eso, de ellos recordaremos sus novelas y ensayos, más que sus poemarios. Pero cada tanto, la genética literaria nos juega una buena pasada y nos regala la posibilidad de disfrutar de una obra precisa en muchos terrenos. Y en nuestra generación creo que Andrés Neuman es uno de esos casos. Su poética y su narrativa están conversando constantemente; por eso al leer libros como Patio de locos no podemos evitar pensar en estructuras narrativas que invaden el campo de lo poético enriqueciéndolo. Anatomía sensible es un nuevo ejemplo de ello. En este libro, Neuman ha llegado a la cima de una prosa poética cuidada, concisa, desestructurante, metamórfica y excelsa. Neuman, es un poeta-narrador que ha entendido aquello que nos dejó dicho Roland Barthes en El grado cero de la escritura, sobre la lengua como una frontera donde lo que acontece es una posibilidad. O algo así. O al menos, así lo entendí yo.


El cuerpo y el origen


Buscamos el origen porque tenemos la idea de que es allí donde están las respuestas. Entre todas las miradas que existen sobre aquello que somos me gusta esa que describe Yves Bonnefoy en su Diccionario de mitologías apoyándose en las Rapsodias de la Teología Órfica: «El primer ser que sale del huevo primordial es Fanes-Eros y es bisexuado. Se trata de un ser doble, puesto que posee dos pares de ojos que miran a todos lados». Otras miradas y tradiciones menos heterodoxas han reescrito las mitologías en esa idea bidimensional donde existen dos sexos, bien separados, que trazan ese camino rígido para la humanidad, donde los acontecimientos se posicionan en los polos: del bien y del mal. Pero debemos cavar más profundo, para llegar al origen. Porque a la literatura le interesan los matices para entender por ejemplo que «[la vagina] no es el origen del mundo. Es el futuro del mundo» o rompernos la cabeza contra la idea de que de las partes del cuerpo más necesarias no se hallan las más populares. ¿Qué importancia le damos al codo, por ejemplo? Y sin embargo «sin su providencial concurso, el brazo quedaría incapacitado para la rectificación o el matiz, reducido a una especie de obcecación rectilínea. ¿Quién, sino el codo, sabe ser a la vez punto de apoyo e inflexión?» La lectura de Anatomía sensible puede permitirnos pensar buenas preguntas para llegar al fondo del asunto. El cuerpo es el origen.

¿Por qué en una realidad donde la visibilidad se ha convertido en sinónimo de existencia el deseo de desaparecer es tan profundo? Sólo debemos asomarnos a las redes sociales y observar las fotografías de las personas a las que seguimos. Lo que vemos no revela la identidad de quien aparece en la foto. Vivimos en una era de fingimiento, en la que constantemente queremos mostrar que la vida es brillante, urbana y feliz. Pero la vida no es así, son los filtros fotográficos e ideológicos los que nos hacen verla así. Tampoco son perfectos los cuerpos —«Desde la trinchera que separa las batallas del pasado y la supervivencia presente, responden las cicatrices»— y esa es la idea fundamental que modela "Anatomía sensible". Pero Neuman no se detiene en una crítica fácil al sistema y sus mecanismos y miradas que responden a una estética capitalista, que gobierna y dirige el mundo que pisamos. No, hay una búsqueda de significado en la voz opuesta. «La literatura es lo que se opone», dice Vicente Luis Mora en La huida de la imaginación (Pre-textos), y entiendo que es en el brillo entusiasta de la rebeldía contra el sistema donde habita la fuerza magna de esta obra. Y quizás también por esa necesidad de escribir desde la orilla, desde la oposición es que Neuman ha conseguido una obra que no es ni ensayo ni ficción ni poesía, y a la vez, abarca los tres frentes.




El cuerpo, el humor y el deseo

El cuerpo tiene un vínculo estrecho con la fotografía porque comparte circunstancias. Ambos se construyen y maduran gracias a tres leyes, que son en realidad la combinación de tres elementos: espacio, tiempo e iluminación. La forma en la que nos vemos y nos ven responderá a lo mucho o poco que nos expongamos a estos elementos; tanto en la fotografía como en la vida. Esa exposición nos lleva a pensar en uno de los temas más interesantes del libro: el vínculo político y colectivo. «[La boca] Caprichosa, habla en nombre del cuerpo entero. Está llena de otros. Su ansiedad se origina en sus labores en el fondo incompatibles. Expresar e ingerir, proferir y tragar». Somos hijos e hijas de la contradicción. La llevamos en nuestra sangre, en nuestra piel, en cada uno de nuestros músculos. Y nuestra boca, las recoge y las repite; quizá para que no olvidemos de qué estamos hecho: barro y plegaria. Nuestra esperanza en el futuro también es torcida.

«Hoy las redes sociales ofertan un infinito catálogo (...) Un pie, cientos, millones, marchando hacia el olvido». Desde el punto de vista estético, Neuman afronta un lenguaje vecino a su enciclopedia Barbarismos (Páginas de Espuma) pero lleva la voz a un espacio más extremo. A un espacio donde lo político es mucho más evidente, la escritura femenina se vuelve mucho más sólida y la frontera entre géneros literarios, inexistente. Ya no hay un discurso poético o un mensaje político o una construcción narrativa: el cuerpo está escrito en las páginas del libro como esas voces que por mucho que pase el tiempo seguimos escuchando en nuestra cabeza con la misma intensidad de antaño. Neuman arremete contra la futilidad, contra las imposiciones desde el humor y poniendo por encima de toda norma el deseo: el deseo como único camino correcto, como única posibilidad para apropiarse del cuerpo, conocerlo, y vivir con los otros y otras. Aquí habría que agregar que los límites del cuerpo nos obligan a rozar con otros cuerpos, y que en ese sentido, pensar nuestra anatomía es entender las voces de los otros, las identidades ajenas, es decir, las muchas formas de identidad existentes. «El alma no es femenina ni masculina, o es ambas cosas, o una tercera, cuarta y enésima. Va siempre de camino hacia otro lado».

El cuerpo, con la piel que lo recubre, es origen y fin. Es todo lo que conocemos (y lo conocemos tan poco; porque lo miramos con ese filtro social que nos han impuesto) y lo único que nos queda de la infancia. El único que ha estado con nosotros en todos esos lugares a los que no queremos volver y a los que ansiamos regresar. Hay otra forma de origen que narra Bonnefoy y que se llama «La mujer caída del cielo». En algunos pueblos de América del Norte se cuenta que sobre las bóvedas del cielo vivía una mujer. Un buen día (o mal día, según qué orilla narre), se cansó de esa paz rutinaria y decidió tirarse por un acantilado persiguiendo la luz sobre el agua. Aterrizó en lo que nosotros conocemos como tierra. Aquí, el origen fue esa mujer, curiosa, tirándose al vacío para explorar el mundo con los dedos. ¿A que es bonito? Existen muchos principios o comienzos posibles, pero todos llevan al cuerpo. Por eso comenzar por él esta escritura antisistémica me parece lo más acertado del mundo. También es explorar los límites de nuestra conciencia, de lo que somos, leer este libro maravilloso de Andrés Neuman, donde «la mano agarra pero nunca posee», «[la mandíbula] puede abrirse o cerrarse del todo: es una posibilidad» y donde «por forma y contenido, la oreja pide música». Como las manos, nosotros queremos ordenar el mundo. Pero no es posible sin un nosotras genuino, lejos de toda plataforma sensiblera y casi heterodoxa, nunca realista.

Leer Anatomía sensible podría ser una buena forma de comenzar a entablar lazos genuinos con nuestro cuerpo, para partir de allí camino de nuestra genealogía, para preguntarnos acerca del origen (que siempre está donde no se ve: en el codo, en los párpados, en el empeine), y encontrar un espacio de reflexión donde cuerpo-materia y pensamiento-abstracción conversen sobre identidad y deseo. Y qué triste que es saberse tan mortal y tan deseante, y qué tristeza se nos queda al terminar libros como éste, tan llenos de luz y de posibilidad, que sabemos no podremos repetir en mucho tiempo. Pero acabemos de una vez, con el alma. «El alma inventa el alma, no existe sin los ruidos de la anatomía, asciende un poco más, tirita, se ríe y se evapora».

«Anatomía sensible» de Andrés Neuman (Páginas de Espuma)
ANATOMÍA SENSIBLE. ANDRÉS NEUMAN. EDITORIAL PÁGINAS DE ESPUMA. 2019

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