Dolores Reyes: «Es la sociedad entera la que agrede a las mujeres»

Entrevista con Dolores Reyes en la que conversamos sobre su novela «Cometierra» (Editorial Sigilo).



Entrevista con Dolores Reyes

Foto: Revista Ruda

Cometierra es niña cuando comienza la novela. Una niña que se resiste a acudir al cementerio al entierro de su madre; quiere que la entierren en su jardín, para tenerla cerca. En ese momento decide probar el sabor de la tierra, y tiene su primera visión: su madre ha sido asesinada por su padre. A partir de ahí se desarrolla una novela donde las visiones servirán para encontrar a otras mujeres que han sufrido la violencia machista. La tierra aparece como una constante: como la sobreprotectora de la memoria y sobre este tema quiero preguntarle especialmente a Reyes, autora de Cometierra (Editorial Sigilo).


P—¿La tierra guarda nuestros secretos?

R—Yo creo que sí. La tierra es testigo permanente de todas aquellas cosas que te quieren ocultar, el hombre puede tratar de esconder cosas pero no a la tierra justamente, que es la que siempre está. Entonces cuando se guarda un cuerpo en la tierra, un cuerpo que ha sido robado y apartado de sus seres queridos, la tierra termina siendo un depósito afectivo de ese cuerpo. La tierra se abre y vuelve a recibirlo, a cobijarlo, a darle calor. Y a su vez también lo mantiene en su memoria. Como testigo tiene esa posibilidad de saber qué es lo que pasó, de recordarlo. Y la novela lo que hace es mandarle a Cometierra visiones de qué es lo que pasó con esos cuerpos que faltan.

P—Te quiero preguntar por el manejo del lirismo, tratándose de un tema tan crudo.

R—El tema del lirismo tiene que ver con el cómo se narra. Yo fui muy cuidadosa con eso. Creo que el tema del asesinato de mujeres está siempre en la literatura y en todas las artes; en las artes visuales, por ejemplo, está súper presente el cuerpo de la mujer. Pero siempre está desde una perspectiva erotizada. Incluso la femme fatale que está muerta sigue teniendo esa carga erótica tan fuerte. Y yo no quería narrar desde ese lugar, estaba convencida de que es necesaria una nueva forma de narración, desde la búsqueda de la forma. El trabajo es con el lenguaje, para ver cómo se narra y desde dónde esas muertes, esos femicidios y esos asesinatos.

P—¿Es importante trabajar con cierta neutralidad para dotar de profundidad una historia, para contarla de forma precisa?

R—Me parece que lo importante es ser fiel a la escritura, no responder a nada más que al tratar de meterse en el personaje y ver qué le está pasando, cómo resuelve con los recursos que tiene las situaciones que se le plantean. Cometierra está escrita muy desde ese lugar. No trata de bajar línea. Si bien el uso de materiales que provienen de la sociedad para el escritor es central, en mi caso me parece que está mediatizado por su trabajo de ficcionalización y de escritura... A mí no me gusta leer bajadas de línea en una obra de ficción sino la voz de una novela.

P—¿Querías narrar desde el choque entre belleza y horror?

R—Creo que el punto de la belleza no sé si le aporta tanto al relato. Las vidas jóvenes, llenas de posibilidades, de sueños, de futuro, que se truncan y son violentadas. Ése es el verdadero choque entre belleza y horror. El robo de cuerpos, los asesinatos, en una época tan hermosa de la vida, tan llena de sueños, de amistades, de sentimientos puros y tantas expectativas de lo que va a venir. El horror es una sociedad real que fabrica femicidas y psicópatas sociales permanentemente, violadores que van a poner fin a todos esos sueños.

P—¿Y qué hay de esa culpa que se nos mete de niñas y su relación con el mandato de ser cuidadoras o protectoras?

R— Es que de alguna forma también se nos disciplina a través del miedo, de todo eso que genera la violencia, la desaparición, el asesinato. Que nuestro lugar siempre sea el del miedo, el del adentro, el de «hay que cuidarlas»... Y ahí hay un discurso doble, porque se nos incita a estar en el adentro del hogar, a no exponernos pero muchísimos de los casos de violencia de género son ahí, con niñas, por parte de sus familiares: hombres que estaban a su cuidado y con los que tenían un vínculo emocional.

P—Te quiero preguntar por la relación de Cometierra con su madre. Parte de la rebeldía con su don ¿tiene que ver con el hecho de no haber visto venir ese asesinato?

R—No sé, porque ella era una nena cuando pierde a la mamá... Cuando la novela empieza ya tiene unos siete ocho años, entonces ¿qué es lo que puede hacer? Pero sí es verdad que descubre el don emparejado con esta violencia extrema del femicidio de la madre, entonces desde un principio el don tiene esta doble cara. El costo-beneficio, ¿no? Puedo ver y a la vez lo que veo es terriblemente doloroso.

P—Y por otro lado que proteger es imposible cuando hay todo un sistema que valida esas muertes al silenciar los feminicidios.

R—Sí. Y creo que Cometierra conoce eso también. Cuando la maestra le dice «yo quería tener una nena, una chica así como ustedes, una hija», ella dice «yo, no: desaparecen». Ella siente eso como un peso tan enorme que dice que no; no quiere pasar por eso. Ahí está reconociendo ese lugar y esa impotencia también; porque desde lo individual está visto que es difícil proteger porque es la sociedad entera la que agrede a las mujeres.


P—Es la sociedad entera la que agrede a las mujeres, pero ¿no te parece que se siguen tratando los feminicidios como cosas aisladas, como casos privados?

R—Sí, me parece que es tal cual. Incluso se sigue preguntando «bueno, y desde lo personal ¿cómo hacés para evitar la violencia machista o para cuidar a tal o cual?» y es muy limitado eso; seguro que tratamos de tener alguna estrategia, pero la solución no es ésa. La solución tiene que pasar por una sociedad que no produzca todo el tiempo violadores y femicidas. O sea, desde ahí me parece que viene la solución, no desde lo individual. Ver cómo hacemos para dejar de producir violentos en masa te diría, ¿no? No puede haber otra solución que salir de los discursos que generan violencia hacia las mujeres y desde lo institucional también. En mi país, por ejemplo, más del 30% de los femicidios son con armas del Estado, de las fuerzas de seguridad pagadas por el Estado. Entonces, imaginate: si la persona que es femicida es aquélla a la cual yo tengo que ir a buscar o a pedirle que haga algo en el caso de la desaparición de una chica, estamos totalmente complicados. Definitivamente, desde lo individual es muy poco lo que se puede hacer, se necesita realmente una solución colectiva. Y de ahí que las mujeres nos estemos organizando más allá de la frontera de los países. Nos estamos organizando como clase te diría, como portadoras de acciones tendientes a problematizar y erradicar una violencia que es contra todas nosotras.

P—¿Qué es lo próximo, Dolores?

R—Estoy trabajando en la escritura de Cometierra 2. Vendría a ser su continuación, que tampoco sé si se va a llamar así... Pero cuando escribí la novela sabía que no se terminaba acá; en el sentido de que ciertas historias y personajes, como el caso de la Seño Ana, me exigían un desarrollo mayor, que no iba a poder concluir en esta primera parte de la historia. Así que en eso estoy; tratando de agarrar esos hilos que quedaron abiertos y seguir escribiendo para ver qué pasó con esos personajes. Pero falta muchísimo trabajo todavía.

3 Comentarios

  1. Gracias por descubrirme esta novela, querida Tes. Es de las que me gustan, así que la buscaré.
    Un abrazo y que tengas buen fin de semana.

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    1. ¡Qué alegría me das, Rocío! Ay, ojalá que te guste. A mí me resultó fabulosa. Estaré atenta a tu opinión. Abrazote grande, amiga. :)

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  2. ¡Muchas gracias por tu comentario y tu lectura! Me pasaré por tu blog con mucho gusto. Un abrazo.

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