Dice Raúl Zurita que los poemas son mínimos puntos flotando contra el silencio; palabras que se dicen y que no consiguen equilibrar la balanza frente a todo lo que callamos. He pensado en eso al leer la poesía de Virginia Aguilar Bautista porque el encuentro con sus poemas me recordó que todavía hay cosas de las que ocuparse desde el lenguaje. Su libro Seguir un buzón se compone de una serie de imágenes, circunstancias y sensaciones que se encuentran plasmados desde lo íntimo, con un lenguaje claro que también nombra lo que esconde. Me ha encantado descubrirla y por eso he querido traerla a este ciclo lector llamado «Lunes de Poesía». No dejes de leerla.
Lo dulce en lo cotidiano
"Seguir un buzón" de Virginia Aguilar Bautista (Editorial Renacimiento) es un libro pequeño en forma pero grande en contenido. Da la sensación de que la autora hace un tajo en la realidad para dejar al descubierto las muchas capas que la forman y pintar así un diagrama que formule las intrigas de cada una de sus partes; como si distinguiéndolas pudiéramos hacer algo nuevo con ellas.
En primer lugar hay que decir que es una propuesta poética intimista que se apoya en puntos de partida insospechados: notas de periódicos, chispas de la memoria y objetos aparentemente anodinos que componen la realidad, para contar el dolor, la desesperación y también la desidia que supone vivir, con tantas preguntas. Este estilo sencillo, sin embargo, deja al descubierto un trabajo de forma interesantísimo y muy bien logrado. Estoy convencida de que los mejores poemas son aquellos capaces de aparentar cierta superficialidad pero, a modo de un témpano de hielo, ocultar una raíz sólida que sostiene el lenguaje. Y son de esta naturaleza los textos de este libro, maravillosos, estéticos y asombrosos.
Nos encontramos con varias situaciones cotidianas o sensaciones que devienen de experiencias que todos hemos atravesado alguna vez, pero con una vuelta de tuerca. Virginia las mira desde el lado oculto y trata de encontrar un sentido nuevo, palabras sencillas que expliquen lo callado. Como un dibujo de Escher, su libro se abre a las posibilidades insospechadas de la realidad y nos invita a mirar mejor, para ser capaces de «imaginar esas otras cosas / que la noticia podría decir / si el redactor / quisiera ser poeta».
Si, como dice Aguilar, «la miopía pretende / suavizar realidades», leerla es atreverse a salirse de ese lugar conformista en el que por momentos quiere ubicarse la voz poética para perforar esas capas de domesticación que nos aíslan de nosotros mismos, para ser capaces de mirar de frente a la soledad y de poner en palabras esas herencias dolorosas que habitan en lo más profundo de nosotros. Precisamente, hay en este libro una búsqueda de sentido que se abraza a lo pequeño e intenta recordarnos que es ahí, en el borde de una hoja, en una noticia que leemos al pasar en el periódico, en lo que observamos tras el cristal de la ventana y que acontece siempre lejos, donde está la semilla de lo que somos. Los poemas de Aguilar, como un mensaje dicho al pasar, nos perforan sin hacer ruido.
«En mi buzón / no hay cartas manuscritas / que responder». En el buzón de este libro no hay cartas; porque como decíamos, este libro se escribe desde lo que no se nombra. Y es en verdad una lectura que puede servirnos de lupa para observar los intersticios de la existencia y descubrir algo que no sabíamos que estaba ahí. Después de la guerra alguien tiene que hacerse cargo del desastre. Lo dice Szymborska. Aguilar se embarra, clava el puntal de la ironía y construye un libro lleno de presencias y de preguntas que no están pero que fluyen de fondo.
Un poema de Virginia Aguilar Bautista
Si la vida no nos ofrece un espacio donde mirar de frente a las cosas, la poesía debe ser ese lugar: la posibilidad de nombrar en silencio lo que duele o ronronea como un motor agujereado en el fondo de nosotros mismos.
Este libro puede servirnos para eso; para escucharnos desde el lenguaje y encontrarnos con todas esas cartas que nos forman, yaciendo en el fondo del buzón, esas identidades ocultas entre mil capas, para entrenar una mirada distinta con la que mirar el mundo. Virginia se levanta contra el silencio de lo no dicho y nos deja muchos puntos, que abrigan y que nos sirven de espejo.
Como corresponde a este ciclo de «Lunes de Poesía» vamos a terminar leyendo un poema. Te invito a leer este libro maravilloso y a disfrutar de la poesía de Virginia Aguilar.
TRAMPAS
«Para amenizar algo
tan absurda existencia
confeccioné, sin hilo,
este gran repertorio
de irracionales miedos.
En terapia confieso,
por temor,
sólo aquellos que sé
que ya tienen un nombre».
tan absurda existencia
confeccioné, sin hilo,
este gran repertorio
de irracionales miedos.
En terapia confieso,
por temor,
sólo aquellos que sé
que ya tienen un nombre».
«TRAMPAS». SEGUIR UN BUZÓN. VIRGINIA AGUILAR BAUTISTA. EDITORIAL RENACIMIENTO. 2010
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