«Las manos cerradas», de Francisco Bescós (Sílex Ediciones)

Reseña de «Las manos cerradas», de Francisco Bescós. (Sílex Ediciones)

«Las manos cerradas», de Francisco Bescós (Sílex Ediciones)

Aprendí de Joan Didion que lo mejor que una puede hacer cuando enfrenta una situación que la supera es informarse. Esto quiere decir, enfrentarse a la adversidad desde el conocimiento. Buscar bibliografía relacionada con eso que nos ocurre puede servirnos para entenderlo, pretendiendo darle un sentido técnico, clínico y objetivo. Quizá sea eso también lo que llevó a Francisco Bescós a escribir Las manos cerradas. Ser padre de una niña con parálisis cerebral en su primera infancia (Sílex Ediciones). Se trata de un libro impresionante: un relato autobiográfico con pinceladas de ensayo, de crónica periodística y de ficción, a través del cual el autor trasciende su experiencia como padre de una niña con parálisis cerebral.


Entrar en el bucle del dolor


Aunque a la hora de analizar colectivamente la Historia los acontecimientos no puedan considerarse importantes (puesto que más relevantes resultan los procesos), sí lo son a pequeña escala. «En la historia individual de las personas, en su vida, el acontecimiento aún puede ostentar un peso intolerable», leemos en Las manos cerradas. Esta idea no sólo sugiere que un hecho preciso y aislado puede modificar totalmente el curso imaginado para una vida, sino que también en una vida los pequeños acontecimientos cotidianos puede ofrecer estabilidad y esperanza.

Un hecho que iba a iniciar la alegría y la felicidad se vuelve en contra de los protagonistas. Madre y Padre esperan mellizos. El parto se complica y uno de los bebés padece una asfixia perinatal (durante un tiempo prolongado el cerebro no recibe oxígeno) que le provoca una parálisis cerebral. Los mellizos, que estaban destinados a iniciar un camino juntos, se separan: nunca podrán estar parados en el mismo lugar, con las mismas oportunidades y la misma independencia. En ese momento se inicia para la familia un proceso de dolor extremo. A la felicidad de ser padres se suman las circunstancias de esa responsabilidad. Para contrarrestar la rutina extenuante de la situación, Padre comienza a leer toda clase de libros donde se relaten experiencias similares. La explicación científica no nos salva pero nos da herramientas. Lo que decía Didion, a Padre le sirve para enfrentar su rutina con esperanza. Porque el lenguaje siempre ilumina.

Entrar en el bucle del dolor, abrazarse al victimismo y a la autocompasión es el camino fácil. Lo difícil es pretender vivir una vida feliz cuando las circunstancias siempre se están torciendo. En Las manos cerradas hallamos un testimonio de persistencia y de supervivencia, donde no faltan los momentos de duda y de desesperación. Éste no es el relato de una familia heroica sino de una familia que ha decidido tener esperanza. Aunque pueda resultar heroica esta actitud, teniendo en cuenta los tiempos que vivimos, debería ser la respuesta automática de cualquiera: sobrevivir no es aguantar, es conseguir mirar la vida con esperanza. Y cuando digo esperanza, y me centro en el relato de Francisco Bescós, no lo digo como esa falsa alegría de compostura radiante sino como esa actitud de afrontar con vigor las circunstancias sabiendo que siempre, siempre, se puede estar peor.

Bescós no nos ofrece un relato ñoño, todo lo contrario. Se apoya en los rudimentos de la escritura para enfrentarnos a un tema incómodo, del que no hablamos (hasta que la Maldición toca a nuestra puerta), y lo hace usando un recurso muy interesante: inventándose una voz arrolladora, pícara, inteligente y poniéndole el nombre de su hija. Podríamos decir que se inventa un alterego para su hija que no habla, para narrar su historia y visibilizar la realidad de tantas otras personas con experiencias similares. Desde ese lugar desarrolla un diálogo tierno, conmovedor y frontal entre Padre y Paulina. Una larga conversación donde no falta la sinceridad: confesiones áridas, dolorosas, y también mucho amor es lo que encontramos en estas páginas. «Éstas son mis circunstancias, por tanto éstos son mis actos», leemos.

Francisco Bescós. «Las manos cerradas». Sílex Ediciones. 2020

Visibilizar una realidad que existe


En esta búsqueda de historias y palabras, Bescós nos ofrece un dibujo de cómo es la realidad, el día a día, de una familia con una hija discapacitada. Empezando por los precarios medios que pone a su disposición el Estado (económicos y emocionales; es decir, apoyo material, moral y psicológico) para tomar las decisiones más acertadas para la criatura. Que al pedir turno para recibir atención temprana (crucial para el estímulo del desarrollo de un recién nacido discapacitado; que se llama así no sólo porque se da durante los primeros meses de vida, sino porque además resulta importantísimo empezar cuanto antes) la espera ascienda a diez meses y que las instituciones sanitarias no dispongan de una infraestructura que pueda contener y ayudar a la cantidad de personas discapacitadas que recurren a ella, nos habla de un sistema que no cumple con sus responsabilidades. Sobre todo eso nos ilumina Bescós, haciendo hincapié en la importancia de asumir un compromiso real con la educación especial para ofrecer la mayor calidad de vida que se pueda para todos sus ciudadanos.

Evidentemente, no sabemos cómo es la realidad de estas personas, no sólo porque si no te toca de cerca no lo conoces, sino porque al sistema no le interesa que se sepa. La invisibilidad se fomenta con el mito de la superación. Aquella idea de que el que quiere puede, que resume a la perfección el sistema neoliberalista en el que estamos inmersos. Si en situaciones normales esta premisa no se cumple, porque no todas las personas tenemos las mismas oportunidades, cuánto más en personas que cuentan con un freno mayor, con una imposibilidad que los segrega y que los aleja siquiera de la posibilidad.

«Hablo de lo mío, pero aquí no hay un relato único», leemos. En la voz de Paulina, de Bescós, las voces de tantas familias invisibilizadas, las vidas de tantos niños y niñas que no cuentan para el sistema, porque no se incorporarán a su ecosistema productivo de la forma en la que al sistema le conviene. Hablo de lo mío, dice Bescós, pero también de todos los que atravesamos este tipo de realidades y no existimos para el mundo. Quiero contarles cómo es REALMENTE la vida de una persona que tiene que organizar su rutina conforme a las necesidades especiales de su hija.

Hay mucho dolor y rabia pero también luz. He venido a decirles también que, en medio de una noche de desesperación, levanté mis ojos al cielo y vi una constelación maravillosa, la más hermosa de mi vida. La tensión de la vida de Padre está delimitada entre el miedo y la esperanza, entre la paz y la desesperación, y atravesando todo eso, la alegría. Porque, si ya dijimos que la esperanza no es el sentimiento optimista estúpido que se le cuela al sistema constantemente en las publicidades, la alegría tampoco es la carcajada constante, se parece más a la sensación de que estamos parados frente a nuestras circunstancias y no vamos a permitir que nos derroten.


Apoyarse en la realidad desde la bibliografía


Hay muchísimos extractos bibliográficos. Algunos de los libros que más se aparecen y le sirven a Bescós para explicar su mundo son Cómo explicarte el mundo, Cris, de Andrés Aberasturi; Quieto, de Marius Serra y la obra de Kenzaburō Ōe. A través de sus palabras, Bescós intenta organizar sus propias emociones, comparar sus puntos de vista, interpretar el amplio abanico de decisiones que pueden tomarse cuando se vive una situación de extrema vulnerabilidad.

Este libro trata acerca de la vulnerabilidad, de la soledad de tener una vida distinta a las vidas de la mayoría y de la incomprensión del mundo frente a las personas que no encajan en él. Una lectura que nos invita a empatizar con las personas que la atraviesan, independientemente de nuestras propias circunstancias. Leer sobre el dolor ajeno es fundamental para entender el mundo de los otros. Por eso, no debería ser un texto recomendable únicamente para aquellos que experimenten una realidad semejante, por el contrario, es para todos, porque el primer paso para mejorar la calidad de vida de los demás es visibilizar sus realidades. Pero si como sociedad no vamos a hacer nada, entonces no usemos sus nombres para apostillarnos un logro o para dejarnos ver como criaturas empáticas. Ése es el pedido que eleva Francisco con este libro.

Las manos cerradas es un libro extremadamente conmovedor, que nos permite conectar con sus protagonistas y sentirnos parte de su difícil rutina. Un libro que pone sobre la mesa muchas cuestiones que como sociedad todavía no nos atrevemos a enfrentar: la mortalidad infantil, la discapacidad, la responsabilidad que tenemos con los otros más vulnerables. ¿De qué forma puede un padre, una madre, enfrentarse solo a un volcán de estas dimensiones? ¿Qué pasaría si las necesidades especiales fueran asumidas como una responsabilidad de todos? La luz de Bescós se apropia de tus sentidos al acabar estas páginas y te sirve para mirar mejor lo que te queda, a centrarse en pequeños pasitos, en pequeños hallazgos. «El miedo, la irrelevancia, la vulnerabilidad... Y, a pesar de ello, la perfección, la luz, la inmensidad, la pertenencia... la esperanza». Que nadie deje de leer este testimonio extraordinario.

Reseña de «Las manos cerradas» de Francisco Bescós (Sílex Ediciones)

LAS MANOS CERRADAS. SER PADRE DE UNA NIÑA CON PARÁLISIS CEREBRAL EN SU PRIMERA INFANCIA. FRANCISCO BESCÓS. SÍLEX EDICIONES. 2020

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