Lo poco que conocía de Eileen Myles hasta hace poco era aquel «Poema americano». ¿Suficiente? Tal vez. Un texto brutal que cuando lo leí me conmovió profundamente. Desdibujar la herencia desde la poesía, romper la idea de familia, de sangre, otorgándole al lenguaje la fuerza salvaje del origen. Esto pensé y me fascinó. Ahora, después de leer Yo soy tu presidenta, una antología seleccionada y traducida por Camila Assad para Kriller 71 ediciones, reivindico mi pasión por esta poeta. Estamos ante un libro que tiene todo lo que esperamos de la buena literatura: la fuerza del empeño y la fragilidad del miedo. Un libro exquisito que te recomiendo con todo mi entusiasmo.
Dónde nace la fragilidad
«Es más o menos como volver a la / cordura pero volviendo a algo que / nunca conocí». Una de las características más impactantes de la poesía de Myles no es su valentía, que también, sino su gran capacidad para conjugar en un mismo discurso fortaleza y fragilidad. La voz poética parece segura, irónica, combativa, pero de a ratos se le caen chispas de temor, pequeños lapsus en los que toda la fragilidad acumulada en el cuerpo se desborda. «me aterra / irme & que tú / no me eches de menos», escribe. Y hay en ese poema y en otras frases como esa una ventana al dolor y a la incertidumbre que te desconcierta.
Y es que, quizá, sea el miedo el gran tema de este libro; el miedo que impone una actitud frente a la vida, que busca respuestas en el mundo y que pone a prueba constantemente nuestra cordura. El miedo que nos acompaña desde los seis años, el miedo que trepa por las cocinas luminosas y echa a perder cualquier alcance de dulzura o seguridad. Myles sabe presentarlo con el suficiente cuidado, como para no dotarlo de la fuerza para destruirnos, pero con la dirección adecuada como para recordarnos que no se va a ir, que ha llegado para quedarse.
Hay un poema que me parece realmente extraordinario donde se conjuga ese deseo de conocer a fondo lo que habita en el interior y, a la vez, solicitar un refugio que salve de ese infierno. «Dónde está el miedo / le pregunté al / sol, escribe. Y pocas líneas más tardes su poema es una plegaria desesperada: «sálvame de / conocerme / si por dentro / sólo me derrito». Por un lado, la evidencia de la fragilidad, por el otro, el deseo (o el precepto de supervivencia) de no verla para evitar que arrase con todo lo construido. ¿Cómo no amar su poesía, cómo no sentirse parte de esa lucha que tiene mucho de guerra pero también de camino espiritual?
Resistir desde nosotros
Yo soy tu presidenta nos ofrece también una posibilidad: encontrar en la poesía la fuerza para destrozar todo principio impuesto, encontrar en el lenguaje la posibilidad de afrontar el mundo con el peligro en la mano. «No ensayes / hazlo / a la primera», escribe Myles. Quizá, entiendo, no con el deseo de hacer una apología a la inmediatez sino en todo caso invitándonos a darle cabida a nuestro impulso, que es sangre y alma, porque de tanto pensar, medir, nos vamos quedando secos. Y me parece que es un buen consejo para enfrentarnos a las barreras obtusas de un sistema que espera siempre algo de nosotros, que no es lo que nosotros mismos nos hemos propuesto encontrar. En ese sentido, esta lectura nos amiga con nuestra salvaje necesidad de ser nosotros mismos cueste lo que cueste.
La búsqueda de un mandato espiritual que nos ayude a resistir parece el fin último de este libro. Y en esa búsqueda la poesía siempre se desprende del yo para abarcarnos a todos. Esta idea de lo colectivo, de la lucha conjunta contra el sistema, me parece una de las grandes maravillas de este libro. Difuminarnos en un ser común, que aúne nuestras pulsiones y nuestras esperanzas y que redime ante el paso del tiempo y, sobre todo, que nos cuide del miedo. Dice Myles: «y sentir esa potencial muerte del yo en la luz como la única forma de espiritualidad posible».
Poesía es ruptura
«La poesía de Myles es salvaje, es el torrente que con su fuerza te desplaza y cambia tu ángulo de visión», escribe Ángelo Néstore en el prólogo de Yo soy tu presidenta de Eileen Myles (Kriller 71). Precisamente, en lo que respecta a la forma, estamos ante una poesía que sin alejarse del fraseo libre de la poesía contemporánea estadounidense tiene una gran facilidad para romper con lo predecible. Constantemente, Myles evita la posibilidad musical. Yo, que soy mucho más amante de una poética más musical, me he sorprendido de lo fascinante que me resultó su poesía. Y esto tiene que ver con lo que escribe Ángelo en esa introducción exquisita, lo salvaje: la reivindicación de la poesía como un espacio de construcción social, de escritura atravesada por el miedo y por la vida, que aterriza en formas nuevas de pensarse y decirse.
Renunciar es abrazar la poesía. Renunciar a la familiar y con ella, a los privilegios de la sangre. Sobre eso trata el «Poema americano» de Myles, que es una de las joyas insuperables de este libro. Leemos: «tener una vida que / fuera inequívocamente mía / e independiente del / destino histórico de / mi familia». Amar a quien ha escrito esto. Amarla con la voz agradecida y el corazón menos solo.
«Siempre pongo / mi coño en medio / de los árboles», escribe Myles, en un poema que es un manifiesto de principios: necesitamos con bastante urgencia la capacidad política de alguien que decida jugarse el cuerpo por los otros y las otras. Un mundo donde pongamos nuestra carne abierta «para que mi amante y yo / podamos estar a salvo». Que nadie deje de leer Yo soy tu presidenta para encontrar un país por el que merece la pena luchar y una líder que verdaderamente nos salve de tanta miseria. La poesía es eso.
YO SOY TU PRESIDENTA. EILEEN MYLES. CAMILA ASSAD (TRAD.). KRILLER 71 EDICIONES. 2021
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