La literatura estadounidense ha dado numerosas voces que han enriquecido nuestro imaginario literario. Dorothy Parker es una de sus escritoras ineludibles. Se caracterizó por trabajar con un tono a medio camino entre el sarcasmo y el humor negro y por ofrecer una crítica consistente sobre la realidad de su tiempo.
Dorothy Parker nació el Nueva Jersey el 22 de agosto de 1893. Tuvo una infancia difícil, marcada por la ausencia de su madre biológica y una madrastra con la que no se llevaba bien. Sumado a esto, los abusos psicológicos de su padre colaboraron con que rompiera con su familia de forma temprana.
Comenzó a ganarse la vida como pianista en una escuela de baile mientras comenzaba a escribir sus primeros poemas. En 1914 entró a trabajar para la revista Vanity Fair y Vogue, donde se destacó como crítica teatral y columnista. Cuando en 1925 se fundó la revista New Yorker, fue contratada de forma fija para su plantilla.
Parker falleció el 7 de junio de 1967 en New York. Tenía 73 años y pese a su inmensa labor literaria, sus cenizas no fueron reclamadas hasta veinte años después de fallecimiento, cuando la NAACP compró una tumba en Baltimore, donde descansan desde entonces.
La obra de Dorothy Parker
Dorothy Parker tuvo una larga carrera periodística pero también compuso una amplia obra poética y narrativa. Durante sus primeros años de carrera fue sumamente conocida pero, como ha ocurrido con otras muchas escritoras, pronto su obra fue descatalogada y la escritora, olvidada. Recién en los años setenta de nuestro siglo se comenzó a recuperar su obra y a darle a Parker el espacio que se merece en la literatura americana.
Se especializó en el cuento. Algunos de sus títulos inolvidables son La soledad de las parejas, Colgando de un hilo, Una dama neoyorquina y Una rubia imponente.
En español contamos también con una selección de su obra narrativa publicada por Lumen, Narrativa completa, traducida por Jordi Fibla, Cella Filipetto, Carme Francí e Isabel Núñez.
La editorial Nórdica, por su parte ha publicado parte de su poesía en Los poemas perdidos, traducidos por Guillermo López Gallego y Cecilia Ross.
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