William Butler Yeats nació en el distrito de Dublín (Irlanda) el 13 de junio de 1865, en el seno de una familia de comerciantes de origen angloirlandensa protestante.
Una de las cosas que más le marcaron en la infancia fue la lucha entre ateísmo y religión. Su abuelo era un férreo creyente y rector de la Iglesia de Irlanda, mientras que su padre era un ferviente ateo. De esta semilla fue construyéndose un poeta con una espiritualidad con ciertos tintes de misticismo pero unas ideas auténticas, lejos de las imposiciones de uno y otro patriarca.
Durante su infancia vivió un tiempo en Londres y luego regresó a Irlanda, para instalarse en casa de sus abuelos. En este lugar y en el contacto con la gente que lo habitaba conoció los cuentos tradicionales y las leyendas de la gente sencilla. Algo que cambiaría su forma de mirar el mundo para siempre. En su juventud regresó a Londres, donde pasó varios años, relacionándose con algunos de los artistas más importantes de la época. George William Russell lo inició en el mundo de la simbología sobrenatural, que marcaría considerablemente su obra.
En 1896 regresa a Irlanda y comienza una estrecha relación con la dramaturga Isabella Augusta Gregory, quien lo ayuda a llevar adelante una de las empresas más significativas de su vida: la fundación del Teatro Abbey y la Compañía de Teatro Nacional Irlandés. En 1918 se casó con Bertha "Georgie" Hyde-Lees, con quien viviría hasta el final de sus días.
En 1923 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. En su discurso agradeció el galardón como un gesto de bienvenida por parte de Europa a Irlanda, que recientemente había declarado su independencia.
Yeats falleció en Francia el 28 de enero de 1939.
La obra de William Yeats
A William Yeats se lo considera una de las figuras fundamentales del renacimiento irlandés. A lo largo de su obra encontramos diferentes pulsiones que se funden en una estética auténtica e inigualable.
En sus primeros años se destaca una poesía mística y más apegada a la tradición, pero poco a poco irá desprendiéndose de ese registro hasta llegar a una poética simbólica, aunque nunca dejó atrás el nacionalismo.
Entre sus ideas políticas habría que señalar que no sólo no se alarmó con el auge del surgimiento fascista a mediado de siglo, sino que llegó a afirmar que la democracia era una amenaza para la vida en sociedad. En este marco, compuso algunas marchas para los camisas azules y otros poemas de corte nacionalista.
Entre sus obras más importantes se encuentran El peregrinaje de Oisin y Otros Poemas, La condesa Cathleen, El crepúsculo celta y La escalera de caracol.
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