«Manual para destinos defraudados», de Anne Boyer [traducción de Adalber Salas Hernández] (Kriller 71 Ediciones)

«Manual para destinos defraudados», de Anne Boyer presenta textos ensayísticos en torno al cuerpo, a la poesía y a nuestra relación con la enfermedad y el trabajo. Un libro lúcido y sorprendente.

Reseña de «Manual para destinos defraudados» de Anne Boyer (Kriller 71 Ediciones)

La muerte y la doncella. En el último capítulo de Manual para destinos defraudados Anne Boyer dibuja un pensamiento en torno a la trivialización de la enfermedad y de la muerte con una fabulosa alegoría del último acto de «La Traviata», cuando Violetta muere y no muere, agoniza, enloquece y manifiesta esa loca desesperación por la vida, que a todos se nos queda pegada en el cuerpo. La cantemos o no. Es la culminación de un libro extraordinario donde se reúnen ideas potentísimas en torno a la enfermedad, la muerte, el desvanecimiento del amor y la razón de la escritura. Con un tono poética escalofriante, Boyer nos conquista desde el primer párrafo. «La historia está llena de gente que simplemente no lo hizo. Dijeron no, gracias, se voltearon, escaparon al desierto, vivieron en barriles, quemaron sus propias casas, mataron a sus violadores», leemos. Que nadie se pierda esta nueva joya de la colección Mula Plateada de Kriller 71 Ediciones traducida por Adalber Salas Hernández.


Traducir desde la incertidumbre


Escribe Salas Hernández en el prólogo: «Traducir es hacer oficio de la incertidumbre» y confiesa, en un texto dulce y clarificador, la enorme dificultad que supuso para él fluir con la voz de Boyer. «Era como si, entre su piel y la mía, entre su lengua y la mía alguien hubiera desplegado una película transparente», escribe.

Siempre he pensado que el oficio de la traducción es todavía más complicado que el de la propia escritura. Porque no bastan dos idiomas aprendidos, se requiere una plasticidad, una capacidad para entrar en mundos distintos y hacerlos propios, que me asombra.

Por eso, necesitamos levantar altares para estos trabajadores. Porque el mundo de los libros sería menos diverso y, desde ya, más aburrido, sin esa vocación camaleónica que ellos desarrollan y nos ofrecen con el corazón en la mano. Por eso, cada reseña sobre libros traducidos debería recordarle al lector que un vampiro invisible planea sobre la arquitectura del libro y sólo gracias a su vuelo ha sido posible esta obra. Por eso, cuando descubrimos libros que nos cambian la vida y cuya lectura es bífida, deberíamos sentirnos agradecidos por la voz que ha conseguido interceptar el hilo original del libro y transcribirlo para nosotros.

Esta traducción, desde ya, es brutal. No soy quién para juzgarlo, pero puedo decir que he sentido eso que dice Salas, que ha hecho un oficio de la incertidumbre. Y se nota el desvelo, las contradicciones que sobrevuelan sobre el discurso de Boyer, la necesidad de escribir desde lo que no se sabe, de escribir con el deseo de vivir para escribir. Podemos apreciar «La incertidumbre ya asentada en las manos, labrada en cada frase», que dice Salas y disfrutar de este manual que nos acoge con calidez y con un brillo inteligentísimo.

«Algunos días, mi único nosotros seguro es este nosotros que seguro no lo hizo», escribe Boyer. Hay en este libro una búsqueda incesante del sentido de la escritura. Algo que se permea tanto a través de las preguntas que atraviesan el oficio como desde la inquietud que provoca la enfermedad, poniéndolo todo patas arriba. Decir NO y seguir escribiendo. Escribir sobre la mujer frente a la máquina de escribir, sobre la prostituta condenada por la ley y por un sistema que no hará nada por evitar su dolor. «A veces, la poesía es un NO» y exige de nosotros una búsqueda de ideas colectivas que expulsen esa egolatría que nos fluye por la sangre. A veces, la poesía exige la búsqueda de un nosotros, donde la mirada del que escribe esté puesta en un grupo humano que lo contenga. Eso hace Boyer. Y ésa es también la intención del traductor, que pone un libro incierto en nuestras manos y nos ofrece luz y belleza.


Anne Boyer en Kriller 71 Ediciones, traducido por Adalber Salas Hernández

Desde la enfermedad, construir un futuro


Hay libros que nos sacuden especialmente. Mi primer encuentro con el cáncer fue de niña: mi madre enfermó en una época en la que todavía la conciencia de la enfermedad no era como la que hoy tenemos. Tampoco había relatos que sirvieran para que una niña de once años pudiera entenderla. Por eso, la voz de la enfermedad era la muerte. Todo terminaría en algún momento en la orfandad. Eso pensaba y a esa idea intenté aferrarme: convencida de que preparándome, dolería menos. Mientras leía Manual para destinos defraudados sufrí una especie de colapso interior: por un lado el hipnotismo de la voz de Boyer me cautivó intelectualmente, por otro, interiormente me iba quebrando más cuanto más avanzaba en la lectura. La incertidumbre de la que habla Salas se apoderó de mi raciocinio. Por eso he tardado mucho en escribir algo sobre este texto. Por eso, todo lo que escriba hoy sé que tendrá que ver con una serie de ideas que respondan más a una experiencia de catársis íntima que de lúcida observación lectora. Y te pido disculpas por eso, querida lectora.

«Nadie usará el arte para herir a nadie. No usarán el arte para herirse a sí mismo», escribe Boyer. Y, sin embargo, el arte nos atraviesa, la poesía nos condena a la vez que nos salva, porque mientras nos raja interiormente también nos ofrece la posibilidad de pensarnos más allá de la herida que provoca la enfermedad. En este libro se nos ofrece una reflexión en torno al arte y los caminos insospechados que se alimentan de esta pulsión. Boyer reconstruye muchos aspectos de la sociedad, de las instituciones, de los sistemas creados para acogernos y que terminan resultando estanques asfixiantes. Desde un discurso íntimo ampara un decir colectivo, las dudas de todos y el miedo de todas.

«El daño va a llegar: nunca deja de hacerlo. Abrirá nuestros pechos y entrará». Hay en la escritura de Boyer algo que me interesa especialmente. Debajo del dolor aflora la ironía: sólo puedo expresar cómo me siento a través de una sonrisa, que reordene el mundo, que me ayude a aceptar y a afrontar mejor lo que me toque. Esta parece la luz detrás de cada uno de estos textos. He pensado mucho en esta idea. El humor como catalizador de experiencias indescriptibles, que nos descolocan y que nos dejan una marca definitiva. Y aquí viene algo importante, es el humor que más me interesa el que encontramos aquí: el uso de la ironía en los momentos más tensos, de esa esperanza desesperanzada que guiña con situaciones paradójicas o a veces patéticas, y que nos sirve para creer en algo más, cuando todo aquello en lo que creíamos ha desaparecido para siempre. En este detalle, el gran acierto de este libro maravilloso.

«Escucharemos el sonido que puso el daño en nosotros», leemos. Manual para destinos defraudados es una exploración de lo que el dolor hace con nosotros. Con nuestro cuerpo pero también con nuestro espíritu; la forma en la que estruja nuestra esperanza y nos deja a la intemperie. El dolor «empieza a eclipsar lo que es verdadero, correcto, necesario y urgente» y nos convierte en una versión reducidísima de lo que éramos. La poesía, quizá, y sólo en ocasiones, puede ayudarnos a ponernos de pie y luchar contra la debacle a la que nuestro cuerpo se ve empujado.

En este punto cabe una mirada interesantísima sobre la situación del enfermo, cuyo cuerpo es usado como arma arrojadiza para sostener un sistema retorcido. «¿Podría un poeta en una tierra alienígena explicar cómo en esta tierra el cuerpo enfermo de un trabajador es fuente de mayor ganancia que su cuerpo sano trabajando?» En el fondo de la opresión del cuerpo, la sensación de que hay que seguir trabajando, de que hay que escribir más, para darle de comer a ese cuerpo que nos está abandonando. En ese sentido, encontramos en este libro lucidísimas reflexiones, luces como faros para reafirmarnos en el empeño de vivir a cuerpo entero.


Traducción de Adalber Salas Hernández sobre los textos de Anne Boyer

Escribir poesía para vivir


«Necesito ser capaz de escribir para vivir», dice Boyer. Y escribe como nadie lo ha hecho jamás. Nos da instrucciones de supervivencia, nos regala fragmentos de una poesía de resistencia, nos invita a leer mejor, a vivir mejor, a sufrir mejor. Manual para destinos defraudados es un regalo para reconectar con el cuerpo y con una visión del mundo que nos complete. El amor a la poesía debajo de todo eso, el deseo de que no exista otra cosa que la poesía para sostener nuestros marchitos cuerpos, nuestras sedientas almas.

«La muerte y la doncella» es el texto con el que cierra este libro asombroso y fascinante. Y, en medio de tanta lúcida reflexión, algo que me ha llamado la atención es la valentía con la que se atreve a poner en palabras uno de los grandes tabúes de la opera: la exigencia de excelencia en las sopranos frente a la aceptación de interpretaciones desparejas por parte de los tenores (algo que se aprecia en esta ópera en el dueto de coloratura del brindis). Cuántas veces tendrá que morir Violetta para que seamos capaces de cambiar el final del cuento. «¿En cuántas camas, vistiendo cuántos camisones, en los brazos de cuántos hombres flojamente talentosos?» Es un detalle, ¡pero qué bien sienta encontrarse con una exploración de ese silencio institucional!

Boyer nos invita a ver en este libro la poesía, su poesía, como una ley capaz de ir contra la mismísima ley, de reconducir el deseo y la posibilidad de luz en un mundo que nos empuja contra un telón que cae cuando cae la prostituta. Que nadie deje de leer este libro exquisito. Que nadie deje de pensar en la posibilidad de ese NO, que se estira para buscar un final distinto.


Anne Boyer en la Colección Mula Plateada de Kriller 71 Ediciones

MANUAL PARA DESTINOS DEFRAUDADOS. ANNE BOYER. ADALBER SALAS HERNÁNDEZ (TRAD.). KRILLER 71. 2021.

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