Viaje al país olvidado: Afganistán

«Mujeres», de Gervasio Sánchez y Mónica Bernabè (Blume) es un reportaje conmovedor sobre la vida de las mujeres en Afganistán.


Cuando tenía quince años participé de un Modelo de Naciones Unidas. Entonces me apasionaba la diplomacia. A mi instituto le tocó representar a Afganistán. Así conocí este país y, desde entonces, no he podido desvincularme afectivamente de él. Con Afganistán todo es conmoción. Dice Mónica Bernabè que hay algo magnético con estas tierras, con esta cultura, algo que nos atrapa para siempre. El libro Mujeres / Women, de Gervasio Sánchez y Mónica Bernabè (Blume) nos ofrece un extenso reportaje sobre la vida de las mujeres en Afganistán durante el período de semidemocracia vivido entre los años 2001 y 2021. Un valioso argumento sobre la ineficiencia de los métodos utilizados por la comunidad internacional para colaborar con la calidad de vida de los pueblos y luchar realmente por los derechos humanos.


Afganistán y la comunidad Internacional


En Mujeres (Blume) tenemos un reportaje insólito sobre Afganistán y las severas dificultades que encuentran las mujeres para vivir en un país que vive atascado en el pasado. Un territorio en el que la fuerza de la tradición es tal que justifica el maltrato, la represión y el asesinato. El reportaje data de 2014, unos años antes de la toma del país por parte de los talibanes. Es un libro impactante, con fotografías que te sacuden y te obligan a pensar en el abandono de la comunidad internacional a este lugar donde la violación de los derechos humanos es el pan cotidiano.

Mónica Bernabè y Gervasio Sánchez nos abren una ventana para entender mejor cómo es la vida en este peculiar territorio. Un reportaje social extraordinario que da voz y visibilidad a las vidas silenciadas de las mujeres afganas. La impunidad con la que los varones de la familia pueden tratar a sus esposas e hijas, la desprotección de ellas ante la ley, la imposibilidad de acceder a un sistema sanitario acorde a nuestro siglo, el consumo de opio, la desnutrición y la maternidad abrasiva. Resulta frustrante pensar, además, en el abandono que viven por parte de la comunidad internacional. Y más frustrante, teniendo en cuenta las muchas medallas que ésta se ha colgado presumiendo de trabajar intensamente por mejorar la situación del pueblo afgano. La comunidad que deja pasar un comportamiento represor «con la excusa de que "forma parte de la cultura afgana", aunque se estén violando gravemente los derechos humanos», como leemos en este libro. La misma comunidad que ha puesto en el poder a los criminales de guerra, principales responsables del empobrecimiento del país.



«¿Dónde se ha invertido el dinero que ha llegado a espuertas a Afganistán?», se preguntan Mónica y Gervasio. Nos haremos una ligera idea de la respuesta a esta pregunta si nos llegamos al barrio de Kabul donde los criminales de guerra se han construido sus casas: edificios impresionantes y ostentosos. De un lado el oro, del otro la pobreza extrema. Lo único cierto de todo esto, de esta patraña en la que nos ha venido bien creer para no responsabilizarnos del dolor ajeno, es que «En trece años de intervención extranjera han sido incapaces de cambiar comportamientos ancestrales, que convierten a las mujeres en sombras maltratadas y reprimidas para siempre».

Cuando el 15 de agosto de 2021 los talibanes tomaron Kabul una cosa que se repitió con frecuencia en los medios de comunicación fue la pregunta ¿qué va a pasar ahora con las mujeres? Es razonable que nos preocupara, lo lamentable e indignante es que no nos hubiera importado antes. Lo que dejó en evidencia esta inquietud es que la idea de que Afganistán era un país democrático, salvado por Occidente de su propia violencia, había colado limpiamente, porque mucha gente creía que estando la comunidad internacional al mando los derechos humanos eran un tema prioritario y asegurado. Pero no era así. No es así. Y este libro, realizado durante ese período de fingida democracia, puede servirnos para comprender a fondo el asunto. La situación de la mujer si bien ha mejorado en algunos lugares, gracias a las ONGs que trabajan allí, sigue siendo terrible. La violencia, la pobreza y sus derivados oprimen las libertades. En 2016 las mujeres tenían poco acceso a la salud. No había especialistas para tratar dificultades en el embarazo o en el parto, ni oncólogos especializados ni endocrinólogos. Una realidad impensable. Pero la única existente para las afganas.

Bernabè y Sánchez visitan hospitales, centros de rehabilitación para drogodependientes y cárceles. Conversan con muchas mujeres, de edades y etnias diversas. Todas cuentan la misma historia: la violencia familiar es el único dios permanente en sus realidades. «La mayoría de las afganas que están en la cárcel cumplen condenas por haber cometido los denominados delitos morales: adulterio, relaciones sexuales prematrimoniales o huida del domicilio frente a situaciones de violencia». Pese a que desde el 2007 existe una ley que asegura que frente a la justicia hombres y mujeres tienen los mismos derechos, en la práctica esto no se cumple. «Ante el juez, la palabra del hombre tiene más peso que la de la mujer». Mientras en un solo país existan situaciones como ésta será más necesario que nunca el feminismo, la lucha y la rabia en las calles. También del 2007 data otro estatuto, una ley de amnistía que ofrece libertad total a las personas que han participado en la guerra sin que deban ser sometidas a proceso legal alguno. Esto significa que «los señores de la guerra tienen impunidad total».



Mujeres en tinieblas


Mientras el país era controlado por fuerzas militares que mantenían a raya a los talibanes, no se hizo nada por modificar de raíz la política y las prioridades sociales de Afganistán. Esto escribieron Bernabé y Sánchez en esos años: «se quiere vender la imagen de que Afganistán es un país en desarrollo inmerso en un proceso de democratización. (...) La realidad es que continúa siendo un país en conflicto». Y también: «las restricciones de los talibanes que tanto escandalizaron a Occidente» no son todo el peligro al que deben enfrentarse las mujeres, es la punta de un témpano de hielo, «una pura anécdota comparado al drama que las afganas viven cada día en sus propias casas, de puertas para adentro». En un país donde la violencia es la moneda de cambio, las mujeres son el blanco fácil, inmutable y silencioso. «La violencia contra ellas empieza en el seno de la familia y es endémica, independientemente de que los talibanes estén o no al poder».

La problemática complejísima de Afganistán ha sido un tema de conversación durante mucho tiempo en Occidente. La inacción, la incapacidad para resolver los conflictos que se encuentran irrigados de tradición y religión han convertido el avance de Occidente sobre el país en un río de sangre. La comunidad internacional que pactó con los señores de la guerra, ahora lo hace con los talibanes, y no tiene problema en admitirlo. No parece importante que estemos hablando de un país donde «Resulta excepcional que una pareja se case por amor porque ello supone saltarse las convenciones sociales». Un país donde más del 36% de su población vive por debajo del umbral de pobreza, porque se invierten grandes sumas de dinero en enlaces matrimoniales, para mantener el honor y el prestigio de las familias. Asimismo, como «No existe un registro obligado de nacimientos y matrimonios», muchas veces las familias deciden no anotar a las hijas mujeres, por lo que a la hora del enlace «es complicado saber la edad». La mujer es una propiedad sin identidad. Muchas de ellas son todavía muy niñas y se ven condenadas a continuar con el infierno de la violencia familiar, ejercida en adelante por parte del esposo. Generalmente son mucho más jóvenes que los hombres con quienes las desposan.



Afganistán es el mayor productor de opio del mundo. Durante muchos años fue un país que produjo esta droga pero que mantuvo bajos los índices de consumo. No obstante, en las últimas décadas el opio ha sido una medicina para el cuerpo y para el alma en una sociedad que se ha visto vulnerada y expoliada por sus dirigentes. Los señores de la guerra, aliados con la comunidad internacional, en lugar de usar los recursos para mejorar las condiciones de vida de la gente, han llenado sus alcancías.

La situación de la mujer, la forma en la que son condenadas a vivir tiene mucho que ver con otras problemáticas terribles. Estamos hablando de un país donde el índice de mortalidad infantil es abrumador: el 10 % de los niños mueren antes de los 5 años. La pérdida de los hijos, la violencia a la que se ven expuestas, la represión, la ausencia de una calidad de vida y la pobreza son algunos de los problemas que las mujeres deben enfrentar cada día. Muchas se vuelven adictas al opio. Para tratar las dolencias físicas el opio se aparece como un paliativo perfecto; tanto para tratar síntomas severos como para aliviar dolores sencillos. Madres que no pueden sobrellevar sus embarazos con salud y que toman opio para evitar el dolor, bebes que no paran de llorar y sus madres no saben que hacer con ellos, «el opio los calma». Hay un capítulo sobre una clínica de desintoxicación que es para morirse de vergüenza: ¿cómo es posible que en este mismo mundo esas cosas estén ocurriendo, ¡Tanto desamparo!?

Pero sigo. La situación desesperante de las mujeres. Cuando la vida no da más de sí, cuando la realidad las empuja contra el muro de la angustia persistente, las más desesperadas recurren al suicidio. «Afganistán es el único país del mundo donde el número de mujeres que se suicidan es mayor al de hombres». Y hay otro dato preocupante vinculado a éste: las estadísticas desvelan que la mayor parte de las personas que se quitan la vida tienen entre 14 y 21 años. Hay mucho que descubrir y de lo que avergonzarse en este libro. Y es importante señalar que es un reportaje de hace unos años: una denuncia contra la comunidad internacional, que en veinte años no supo hacer absolutamente nada para mejorar las condiciones de vida de los afganos y afganas.



Desconsuelo y luz


Cuando leí El grito silenciado de Anna Tortajada quise viajar a Afganistán. En aquel momento vivía en Argentina y todavía no era periodista. No había alternativas razonables. Devoré ese libro como quien construye una segunda vida. Hace unos años lo encontré por casualidad en una librería de usados y me volví a hacer con él. Al leer Mujeres he encontrado esa misma pasión y esa misma rabia. La rabia que debería ser de todos. Y también otra cosa que me entusiasma: ese deseo de luz, esa esperanza, que por jodidos que estemos intentamos encontrar en el mundo.

Y aunque es éste un libro terrible y sumamente desolador, hay en él también chispas de luz. Boxeadoras, futbolistas, grafiteras: mujeres que no están dispuestas a que los hombres decidan su destino. «A pesar de que las afganas tienen una limitada participación en la vida pública, fueron ellas las que se atrevieron a salir a la calle a exigir justicia y a que se apartara a los criminales de guerra del poder». Azita Rafaat, Mariam Durrani, Shinkai Karkokhail: también encontramos interesantes conversaciones con diplomáticas y mujeres que han decidido vivir mejor y luchar por la calidad de vida de otras mujeres. En un país donde el porcentaje de alfabetización de las mujeres es sólo del 14% resulta conmovedor que quienes consiguen hacerse con ese privilegio decidan usarlo para levantar la voz por las que no pueden hacerlo y trabajar por otro Afganistán.



Mònica Bernabé y Gervasio Sánchez son dos profesionales extraordinarios de este país. Han realizado importantísimos trabajos desde un bajo perfil: construyendo historias, destapando realidades, y pasando desapercibidos.

Mónica Bernabè ha sabido desarrollar una carrera admirable como periodista. Se ha especializado en la problemática afgana: ha vivido muchos años en este país, siendo corresponsal para el diario El Mundo. Actualmente escribe crónicas lucidísimas en el periódico catalán Ara. Una voz imprescindible. Es difícil no caer entusiasmados, apasionados por el destino de este país al conocerla; porque su forma de hablar de este lugar es totalmente conmovedora. Cabe mencionar que, es una de las fundadoras de la Asociación para los Derechos Humanos en Afganistán (ASDHA). Para entender su pensamiento y su trabajo nada mejor que acercarse a sus reportajes en el periódico Ara. En el 2012 publicó su libro Afganistán. Crónica de una ficción (Debate).

Gervasio Sánchez es un prestigioso fotógrafo, que ha trabajado en retratos de diversa índole. Sus reportajes en torno a la actualidad afgana son verdaderamente estremecedores. En sus fotos hay una constante: una mirada piadosa, el deseo de mostrar aquello que se escapa de la foto. Podemos apreciar su trabajo en obras tales como El Cerco de Sarajevo, Kosovo, crónica de la deportación, Latidos del Tiempo y Niños de la guerra, publicados todos en Blume.

Al leer Mujeres me conmueve pensar que Mónica fue parte con Tortajada de aquellas primeras expediciones en busca de luz en un país en el que las mujeres son condenadas. La fuerza, la valentía de estas mujeres me sacude cada vez que lo pienso. Mi admiración es total. Mi agradecimiento por haberme ayudado a apuntalar mejor mi amor por este territorio lejano, también. Afganistán es un lugar que te absorbe y al que amas sin haber puesto en él los pies. Eso es algo presente en el libro de Tortajada. Antes de iniciar el viaje, esta mujer ya estaba enamorada de ese sitio. Como terminamos estándolo todos, tarde o temprano. No dejen pasar este impresionante reportaje social.



MUJERES / WOMEN
MÓNICA BERNABÉ - GERVASIO SÁNCHEZ
BLUME. 2021

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