«Busco mi reflejo en el cristal de un escaparate». Así comienza Canción para hombres grandes, de Rafa Cervera (Jekyll & Jill). Intuyo que es una forma certera de empezar, ya que estamos frente a una novela que supone un relato de identidades. Un viaje a la oscuridad de esa noche que es la soledad, para salir de ella reconociendo la propia voz. Un hombre se separa de su mujer y lo que suponía una posibilidad de hundimiento se convierte en una tabla de salvación; a partir de ese momento iniciará un viaje interior alucinante, que le llevará a explorar el deseo homosexual que ha reprimido durante años. Aceptarse y reconocerse en esa extrañeza será su gran trabajo y es el hilo conductor de toda la obra. Estamos ante un diario de intimidades que corroboran la búsqueda de la identidad y la libertad como las grandes responsabilidades de todo ser humano. Y en esa indagación, el gran descubrimiento: no tenemos una identidad plana sino que en nosotros convergen muchos rasgos dispares —una galaxia de identificaciones contradictorias—. Una novela que es orgía luminosa, banquete de emociones y confirmación de la naturaleza limpia del deseo.
El erotismo fuera del mapa adquirido
En nuestra genealogía femenina tenemos muchísimos nombres de autoras que han explorado la libertad y narrado las experiencias sexuales con tremenda desnudez. En el estante de los escritores, sin embargo, es más difícil encontrar obras que narren desde esa honestidad, donde el yo que escribe parezca difuminarse y se vea obligado a reconocer sus propias miserias en la voz de sus personajes. Hay una impostura que impide tanta sinceridad. Por eso, Canción para hombres grandes, de Rafa Cervera, es una revelación. Es una obra que se eleva desde el epicentro brutal del deseo. Y desde ese lugar adquiere una forma fronteriza, mestiza. Me parece que aquí encontramos el primer gran acierto.
La voz narradora se identifica con la homosexualidad pero al escarbar en su interior descubre el deseo en su naturaleza más cruda y comprende la difícil posibilidad de cercenarlo con barreras culturales así como también la importancia de reconocerlo fascinante y lleno de posibilidades. Me ha resultado difícil no reconocerme en esa voz y descubrir, después de tantas lecturas, un libro que atraviesa la naturaleza curiosa y bisexual del deseo humano de una forma contundente. Un libro que nos ofrece un rato entretenido pero que no se queda ahí: deja en el aire interesantes reflexiones y pensamientos certeros.
El protagonista es un hombre que, cuando creía tener la vida "solucionada", se tiene que enfrentar a la ruptura de su matrimonio. Su mujer, Carolina, con quien esperaba envejecer, lo cita en un café para decirle que se ha terminado. Luego del primer momento de incertidumbre y extrañeza, el hombre comienza a caer en su nueva realidad: se ve solo, se siente abandonado y los tentáculos del fracaso van aprehendiéndose a su espíritu. Sin embargo, la inmovilidad no es una posibilidad; aquí descubrimos el rasgo más interesante del personaje: es un hombre lleno de fuerza que, en ese momento de abatimiento, experimenta el resurgir de una llama que creía sofocada. Tal vez, una segunda vida sea posible, después de la noche, parece decirse. Comienza entonces un camino de búsqueda. El intento de reconocerse en el pasado lo lleva a comprender la cruda forma en que la cultura y la sociedad operan en contra del deseo, censurándolo, conduciendo las pulsiones hacia fines establecidos, y otorgándole al erotismo un carácter turbio. Por primera vez en su vida elige libremente: se rebela contra todo eso y experimenta sus primeras relaciones con otros hombres. Pero la herida está todavía abierta y en esa búsqueda no puede permitirse todavía la confianza. Intima con cuerpos machacados por las heridas de la vida, cuerpos sin nombre pero con oficios, hombres con voz pero inasibles, con una cierta distancia. Y escribe sobre esos hombres con oficio: «Cuando escribo sobre mis amantes, los menciono por su ocupación».
Desde el primer momento Canción para hombres grandes se presenta como una historia sobre el deseo y sobre la terrible dificultad que tenemos los humanos para entendernos y cuidarnos. Pero a medida que avanzamos descubrimos que es un interesantísimo estudio sobre el comportamiento masculino. «Los hombres solemos relacionarnos entre nosotros igual que si fuésemos críos. Dime en qué trabajas y así podré recordarte sin que llegues a importarme». La represión en la educación masculino es uno de los temas que más interés despiertan en el narrador. Los hombres que prefieren comportarse con sus congéneres como piedras sin corazón, incapaces de romper las barreras de la etiqueta viril para acercarse al otro de la forma en la que realmente desean. Esto es sumamente interesante sobre todo porque no modifica sólo su relación con otros hombres sino también con las mujeres. Hay inquietantes y lúcidas reflexiones sobre las relaciones que se establecen dentro del contexto heterosexual y sobre «la amenaza que a veces encierra el deseo masculino».
Pero Cervera no se queda ahí. No es un libro contra el hombre heterosexual —y esto me parece especialmente interesante— sino contra los muros que todos levantamos según nuestras elecciones para no pensarnos distintos, para no dar lugar a posibles errores. Y, finalmente, una revisión de aquellas respuestas aprendidas que nos llevan a actuar de formas injustas o desconsideradas con el otro. «Me rompe el corazón constatar que tampoco yo soy ajeno a esta predisposición». El narrador es sacudido por una fuerza brutal que lo lleva a replantearse su propio comportamiento y las inmensas limitaciones que aceptamos como si fueran naturales. En ese sentido encontramos interesantes reflexiones en torno a los prejuicios y al rechazo del otro sin siquiera darle la oportunidad de explicarse. «La gente debería tratar así a los demás, dándoles la oportunidad de ser quienes son y no juzgándolos en base a lo que pensamos que deben ser».
Hay quienes pueden sobrevivir a la represión de la infancia mejor que otros, porque no se hacen preguntas. Los otros, nos sentiremos reflejados en esto que dice Cervera: «El Antiguo Testamento está escrito gracias a familias como la mía. El padre, la madre, los vínculos atroces». Y también: «La confesión es uno de los peores males que nos trajo la cristiandad, un compromiso que deberíamos eludir siempre». La familia, donde la culpa nace y se alimenta del fracaso de los padres que irriga expectativas en los hijos en forma de roles y esperanzas. Es una novela valiente en ese sentido; donde se pone sobre la mesa todo lo que nos marca y hiere, lo que no nos permite ser libres. ¿Hasta cuándo dejaremos que nuestro deseo se amolde a las imposiciones sociales? En el deseo, la parte oscura de la cultura. La reconducción de las pulsiones, el reaprendizaje con la conciencia de lo que nos gusta para que responda a una idea normalizada: ahí el gran empeño de siglos de historia. Un proceso de censura que como empieza demasiado pronto suele resultar imperceptible. El narrador se recuerda en la infancia y reconoce allí las chispas de una homosexualidad incipiente que, sin ser del todo consciente, él mismo recondujo hacia el lugar en que se le ha encasillado: la heterosexualidad obligatoria, que diría Adrienne Rich. Ahora, en la madurez, se deja llevar y finalmente entiende que ha vivido su deseo como una prolongación de las expectativas ajenas. «Hace tiempo dejó de preocuparme mi cambio de orientación sexual, lo que de verdad me angustia es descubrirme comportándome igual que mi progenitor». Creo que esta lectura podría ser muy importante para revisar de palmo a palmo nuestra crianza y recuperar la voz primigenia, trucada con tanta socialización. Ésa creo es la gran propuesta de esta novela magnífica. «La existencia es, en ocasiones, desastrosa, pero no somos responsables de los errores de los demás».
Identificarse en el cristal
El hombre busca su rostro en el cristal del escaparate, necesita reconocerse. «Ser homosexual también consiste en llevar a cabo una revolución que sólo le incumbe a uno mismo», leemos. A pesar de ello al leer esta novela entendemos que el que presenciamos no es un reconocimiento individualista sino plural. Y esto se manifiesta también en el tono. Sobre el final de la novela, cuando la identificación se completa, la voz narrativa muta y se pluraliza. ¡Cómo he disfrutado con este pequeño detalle: es todo un acierto literario! En ese reconocimiento, en la imagen que le devuelve el cristal, estamos todos. Porque es una novela que aboga por la libertad sin condiciones. La importancia de romper con todas las imposiciones, de un lado y del otro, y de atrevernos a hacer noche en la frontera, donde todo es posible. Ahí la gran promesa de esta lectura. «Me sentía un tránsfuga de todos los mundos posibles, dice. Un desastre como homosexual y una ruina como heterosexual». Identificarse con uno mismo, sin barreras, sin prejuicios, con el corazón desnudo frente al deseo y dejándolo suceder. Me parece un manifiesto fascinante sobre la importancia de levar anclas de una cultura empedernida y machista. Hombres y mujeres abriendo los ojos y reconociendo la naturaleza total del deseo. Y pienso en esa hermosa conversación entre el protagonista y Carolina, cuando ella le dice «Me gustaría que esas señoras transgredieran también esas leyes no escritas. Que conquistaran su libertad para el disfrute igual que ellos».
Esta novela es tierna, descarnada, vitalista, y además, muy apropiada para estos tiempos que corren, de censura y corrección política. Contra la moralina y el capillismo se alza Rafa Cerveray nos eleva como lectores. Contra la heterosexualidad normalizada o cualquier imposición que suponga una crítica a la manera en la que una persona ha escogido vivir su sexualidad y sus relaciones. Es una invitación a desprendernos de los miedos frente a la opinión de ese otro que no se fijará en lo importante del relato. «Alcanzada una cierta madurez, explicarse a uno mismo ante los demás resulta agotador, y además no hay ninguna seguridad de que se te vaya a escuchar con atención. Es muy probable que sólo oigan la parte de la historia que ya imaginaban. El resto, que suele ser lo importante, es lo que raramente interesa».
«Tengo la sensación de que solamente existo cuando sé que soy deseado, también cuando escribo, y eso me provoca una inmensa tristeza». El deseo conduce y reconduce lo que hacemos. Nuestra manera de estar en el mundo se ve condicionada por la relación que hemos establecido con lo que deseamos y con el deseo ajeno sobre nosotros. A partir de ese lugar se va construyendo la trama de una novela donde el juego y la palabra toman la iniciativa, donde descubriremos personajes que se abren a una nueva realidad, sin barreras, donde el placer sexual pierde ese carácter oscuro que culturalmente se le otorga para recuperar su esencia: somos naturaleza deseante y en el deseo mutuo y el sexo consentido podemos encontrar nuevas formas de entendernos y reconocernos. No quiero dejarme fuera un apunte sobre el manejo de la tensión erótica, que me ha parecido deslumbrante. El equilibrio entre lo sugerido y lo explícito es otra de las grandes cualidades de esta fantástica novela.
Canción para hombres grandes es, finalmente, un tema musical que se nos queda grabado en la memoria y que tarareamos con la dulzura que nos dejan las obras importantes. Una novela llena de reflexiones importantes sobre la forma en la que construimos nuestra identidad, sobre la valentía con la que somos capaces de buscarnos en el cristal de los escaparates —y ahora pienso en lo acertada de esta imagen: lo que vemos, lo que ven los demás, ¿dónde el yo?—. Trata sobre las cosas que nos importan, las caricias que necesitamos, la vida que nos permitimos vivir. «No se trata del detalle en sí, se trata del relato que construimos a partir de él para contárnoslo a nosotros mismos». El relato que nos contamos. Ojalá que al leer este libro todos podamos encontrar nuevos capítulos para este cuento hermoso y trágico que es la existencia y que nos contemos como nos dé la gana. «La única obligación que reconoce este cuerpo cada vez más deslucido, es la de no callar quien es». Que nadie se pierda esta pieza hermosa de Rafa Cervera.
CANCIÓN PARA HOMBRES GRANDES
RAFA CERVERA
JEKYLL & JILL
2022
RAFA CERVERA
JEKYLL & JILL
2022
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