«50 Estados. 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos», de Ezequiel Zaidenwerg (Fulgencio Pimentel - Kriller 71 Ediciones)

Una antología ficticia que echa raíz en la tradición anglosajona y ofrece un rotundo discurso coral.

Reseña de «50 Estados», de Ezequiel Zaidenwerg (Fulgencio Pimentel - Kriller71 Ediciones)

«La luz de las estrellas que se apagan / sigue llegando un tiempo hasta nosotros». El fragmento de este epigrama define la intensidad de la palabra poética de Ezequiel Zaidenwerg y podría ser seña de identidad de su fascinante libro 50 estados. 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos (coedición de Fulgencio Pimentel y Kriller 71 Ediciones). Un libro monumental que se puede disfrutar de muchas maneras y que propone un juego estimulante de memoria, identidad y juego léxico. ¿Todo lo que escribimos es susceptible de ser una interpretación de algo escrito por otra persona? Vamos a preguntarlo de otra forma: ¿lo que pensamos parte de lo que alguien pensó antes? Ahora bien, si la respuesta es afirmativa, ¿no podríamos decir convencidos que toda identidad literaria es un cóctel que se nutre de tradiciones, voces y complejidades ajenas? A lo mejor es ésa la tesis de este libro, a lo mejor sólo es una forma de leerlo. Sea como sea, nadie debería perderse este viaje poético a través de un mapa tan ficticio como verdadero.


Toda identidad literaria es un cóctel que se nutre de tradiciones, voces y complejidades ajenas.

Antes de hablar de 50 Estados habría que preguntarse desde qué perspectiva vamos a leerlo. Como antología es un libro que nos ofrece poemas de trece poetas estadounidenses nacidos entre los setenta y los noventa, poetas desconocidos que forman parte del círculo literario aunque sean ignotos. Ahí tenemos el primer indicio de la propuesta de esta obra: una exploración de la poética de los márgenes. Ésa es una posible lectura, pero nos dejaría flotando en una superficial visión de la misma. Si leemos este libro como un artefacto literario, como un ejercicio poético, se nos abre un mundo. Zaidenwerg nos lanza una pregunta inquietante en torno a la autoría, a la posibilidad de la poesía como cosa de todos —manipulable, transferible, reconstruible—. Empezamos a leer asumiendo que estos trece poetas existen, pero entendemos que son un constructo poético; ¿pierden peso los poemas ante esta verdad? No. Si todos pudiéramos asumir tantas identidades creativas como nos propusiéramos, ¿no estaríamos entonces afirmando que todas las voces caminan con nosotros? Sí. ¿La verdad puede ser una construcción utilitaria e individualista? No. En el hueco de la pregunta donde identidad y creación fluyen libremente surge este librazo de Zaidenwerg.


Reseña de «50 Estados», de Ezequiel Zaidenwerg (Fulgencio Pimentel - Kriller71 Ediciones)

50 Estados es «una novela tenue». La primera definición de este libro nos la ofrece el propio autor en un prólogo luminoso en el que expone su flechazo con la literatura, enamoramiento que tiene mucho de alucinatorio y desconcertante —Huckleberry Finn, una moneda capaz de comprar lo imposible y la epifánica idea de que en los libros puede haber más esperanza que en la realidad, y también más verdad—. «Mi primera noción de la literatura fue esa moneda única, ese dólar platónico, ajeno a los vaivenes de la tasa de cambio, que podía trocarse por una larga serie de pequeños tesoros singulares». Desde ese lugar comienza a desgranarse esta antología que presenta trece voces estadounidenses (de orígenes diversos y multiétnicos) en su versión bilingüe. Y tropezamos inmediatamente con la creatividad desbordante de Zaindenwerg que ejerce de escritor (en el pulso de trece heterónimos) y traductor (quien traduce del inglés al español los poemas seleccionados), y construye así un «mapa de estados de conciencia y de ánimo antes que un panorama de tendencias y grupos». Y nosotros avanzamos a través de los poemas con la sensación de que somos el otro, de que Zaidenwerg ha llevado la gran revelación de Rimbaud (Yo soy otro) a otro nivel. Soy otros. Y nos lleva a pensar que todos somos ése que escribe que nunca está solo, que nunca es uno y que no puede desprenderse de su tiempo, de su herencia, de los ecos del mundo que habita. Como Rimbaud, Zaidenwerg se levanta contra el rumbo que ha tomado la poesía occidental en las últimas décadas y defiende la idea de voz colectiva y, por tanto, diversa y diversificable. Creo que es una indagación honda de la verdad poética y un ejercicio de escritura poética deslumbrante. Al leerlo podemos intuir todo lo que la poesía puede ofrecernos y todavía no hemos explorado.


Defiende la idea de voz colectiva y, por tanto, diversa y diversificable.

Pero no quiero irme demasiado de la forma que ha escogido para la revelación de esa idea: una antología. Encontramos un conjunto de poemas que exploran las múltiples facetas de la escritura y la verdad poética. Hay cuatro elementos que aparecen a lo largo de los mismos y que se asoman como línea de investigación y relación entre las múltiples poéticas ficcionales: el cuerpo, el lenguaje, los mapas y la identidad. Leemos «Para mí el cuerpo es la bisagra de la puerta entre lo concreto y lo abstracto» y también «para no perderte, / en tu regreso, vas dejando un rastro / de luciérnagas muertas en el suelo». Los cuerpos y la mente atravesados por el amor, la violencia, el duelo, la extranjería, el descoloque, la herida psicológica, la ancha noche del que se sabe perdido, se asoman a los poemas ofreciéndonos imágenes contundentes para pensarnos (y rezarnos: porque hay poemas que son oraciones, como ése que dice «Y / un / único / deseo: // no / haber / sabido / nunca»).

«Trazamos nuestros mapas psicoemocionales sobre paisajes que dan la impresión de ser inalterables». Zaidenwerg construye voces y altera su propia voz para preguntar, para acercarse a los protagonistas de esta antología y preguntarles por ejemplo, «¿Por qué escribís en metro pero sin rima?» o «¿Quiénes dirías que son tus principales influencias?». De este modo, no sólo nos ofrece un conjunto de poemas que dialogan entre sí y que narran imágenes e historias de aquel país ajeno deseado, sino que también a través de las entrevistas con estos personajes va armando subtramas que ponen a la poesía y al trabajo creativo en primer plano y que nos ofrecen una historia colosal de voces e identidades, historias y fabulaciones. En definitiva, al terminar de leer anida en nosotros la certeza de que existen múltiples maneras de ver y de vivir el lenguaje, y eso es lo que transforma una simple herramienta de comunicación en una potencial experiencia alucinatoria.

Zaidenwerg deconstruye la herencia de lo leído para crear una versión propia de voces diversas que podrían habitar el mapa literario estadounidense. Pero lo hace de una forma díscola y asombrosamente creativa. Se decanta por estéticas marginadas y construye así una antología coral auténtica y novedosa. En ese trabajo loco y disruptivo va un poco más allá y recodifica la tradición identitaria estadounidense con su «Declaración de la independencia», que puede leerse como un poema largo e histórico pero también como un juego de identidades que han ido formando la voz de un país que a nadie pasa desapercibido. En la entrevista con el autor-heterónimo leemos «El poema habla mucho de esperar y quedarse con las ganas, que es el estado en el que estamos hace mucho».


Zaidenwerg deconstruye la herencia de lo leído para crear una versión propia de voces diversas que podrían habitar el mapa literario estadounidense.

50 estados ¿es una antología poética? Sí, pero es fundamentalmente un acto de rebeldía. Es una pregunta sobre la salud de la poesía y la creación estética en nuestros días y es también una puesta en escena de los hilos inspiradores (y a veces, condenatorios) de la escritura poética. Zaidenwerg se esconde detrás de la palabra, construye versos rimados, descoloca con su métrica sin rima, reconstruye versos blancos a ritmo de hip hop y de música country, nos lleva por las interminables rutas americanas y nos revela una escritura heterogénea y fascinante. Y a lo largo de este brillante recorrido se pregunta cómo escribir en este tiempo, en este mundo roto, en esta realidad que nos arrolla. Me parece que ése es el espíritu profundo del libro y que, leerlo desde ese lugar, nos puede permitir entender mucho más la poética de Zaidenwerg e intuir las posibilidades juguetonas del lenguaje, que son infinitas. Disfruta de esta visión luminosa y esperanzadora de la poesía, de la escribe Hernán Bravo Varela «No una novela de poeta más, sino una novela de poemas». Un libro que se queda titilando en nosotros después de leerlo, como el brillo de las estrellas muertas.


Reseña de «50 Estados», de Ezequiel Zaidenwerg (Fulgencio Pimentel - Kriller71 Ediciones)

50 ESTADOS.
13 POETAS CONTEMPORÁNEOS DE ESTADOS UNIDOS

EZEQUIEL ZAIDENWERG
FULGENCIO PIMENTEL
KRILLER 71 EDICIONES
2022

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