Nombrar nuestra rareza. «Lengua ajena», de Julia Rendón Abrahamson (De Conatus)

Un relato lírico sobre lenguaje y extrañeza.

Reseña de «Lengua ajena», de Julia Redón Abrahamson (De Conatus)

Hay libros que son una puñalada por la espalda. Palabras encendidas que te obligan a mirarte desde otro lugar. Libros que pican en nuestra psique con la potencia de una excavadora y nos obligan a entender que hay espacios huecos, como comidos por las termitas, que aguardan una explicación o, al menos, una pregunta. Lengua ajena de Julia Redón Abrahamson (De Conatus), por ejemplo. «Llegamos por un accidente que no fue mío, pero así se sintió». Nos pasamos la vida tratando de explicar nuestro descoloque. ¿De qué manera la inmigración de nuestros antepasados y las experiencias brutales que en ocasiones los empujaron a ese empezar en tierra ajena pudo haber marcado nuestra propia identidad? «Me descolocaron», afirma la protagonista de esta novela, mientras intenta indagar en el fondo de la memoria para encontrar su voz. Estamos ante una autora que exprime las posibilidades del lenguaje, descorre el velo de la extrañeza y construye una poética de lo extraño fascinante. Un viaje brutal para pensar esta especie de doble vida que llevamos los extraños. No soy de aquí, ni soy de allá.


Nos pasamos la vida tratando de explicar nuestro descoloque.

«La profecía de que el verbo partir es para siempre y que contiene el regreso». Con las contundentes palabras de Silvia Baron Supervielle se abre la puerta de un libro que intenta explicar la perplejidad que se instaura en quien decide abandonar la tierra de sus padres para escribir su propia historia. Independientemente de las razones que empujen al viaje, siempre lleva a desencajarse en busca de otra forma que nos contenga. Es ésta una novela que nos propone un viaje de preguntas e inquietudes hacia el pasado desde esa experiencia transformadora en todos los sentidos que pueda suponerse.

En Lengua ajena conocemos a una mujer ecuatoriana que reside en New York, donde intenta criar a su hija pequeña. En una situación de precariedad emocional —acaba de divorciarse y la ciudad le resulta extraña en muchos sentidos— intenta reconstruir su propia historia a través de imágenes contundentes, que han viajado con ella, y a través de la memoria auditiva y gustativa de los sonidos y sabores de la infancia. Su deseo es poder criar de una forma distinta, otorgarle a la hija lo que a ella no le dieron: un suelo firme donde cobijarse cuando el mundo se ponga patas arriba. Sin embargo, la pregunta: «¿cómo se cría sin temor al arrebato?». En este camino de hondura interior se mezclan escenas de su pasado, personajes olvidados que reaparecen para alimentar un recuerdo casi extinguido y vivencias domésticas del presente. Toda realidad esconde un significado que se nos escapa. Quizá ésa sea la gran idea de este libro: la ambición de contar aquello que nos explica, encontrar las palabras para hacer la única pregunta importante.


Reseña de «Lengua ajena», de Julia Redón Abrahamson (De Conatus)

«Ajeno: palabra extraña que durante el viaje se le filtraba por los huesos para llegar al recuerdo». La protagonista —que podríamos denominar voz poética porque hay mucho de eso en la escritura de este libro— indaga en el pasado familiar: en el viaje de su abuela Hanna huyendo del nazismo, en la pérdida de su hijo y el hueco para siempre, en la búsqueda de un futuro cruzando un mar salvaje y toda la tristeza que esa experiencia ha ido sembrando en las costumbres familiares. Escarba con el deseo de saber quién es, y desde ese lugar qué país puede ofrecerle a su hija Lola —«Qué es mío, qué es nuestro, hija»—. Y en ese viaje da con el lenguaje. ¿Por qué Lola no quiere hablar español? ¿Debería enseñarle esa lengua llena de melancolía y de culpa a su hija pequeña?

A medida que avanza en la recuperación de la memoria familiar la sacude el asombro, porque sabe tan poco —«tengo historias incompletas»—, personajes que aparecen y desaparecen, a quienes no pudo interpelar del todo, a quienes no hizo las preguntas que hoy la atormentan. Hay nombres, anécdotas, pero la mayor herencia es un silencio salvaje, que la fue arrastrando a ella a ese lugar incierto, huérfana de países que nunca le pertenecieron, solitaria criatura que anhela un volver a casa, pero no sabe qué es casa. Es evidente que todas las experiencias migratorias son distintas, que hay quienes descubren una nueva tierra-patria-matria que los cobija para siempre. No es el caso de la narradora y quizá por eso el desconcierto es mayor; se pregunta qué la ata a ese nuevo territorio y, al mismo tiempo, por qué no tira más de ella aquel suelo donde aprendió las primeras palabras, que siempre son las importantes. «Hay gente cercana que se va y yo me sigo quedando», dice.


Quizá ésa sea la gran idea de este libro: la ambición de contar aquello que nos explica.

Hay una contradicción que está muy bien retratada en esta novela. La fuerza de la nostalgia enfrentada a la pulsión de la vida, el pasado frente al presente, lo clásico frente a lo novedoso, la propia infancia frente a la infancia de la hija. Y en esa ambivalencia es donde la protagonista encuentra su lugar en el mundo: no se va porque en ese sitio hay algo fuerte que tira de ella, que la llena de vitalidad y se impone por sobre las dudas; no se queda del todo, porque la memoria familiar se aparece constantemente para ayudarla a explicarse en ese lugar de inconsistencia y cierta desazón. Julia Rendón nos invita a quedarnos en esa brecha, a través de un discurso potentísimo, luminoso, onírico y tremendamente poético; nos anima a pensarnos desde esa frontera sin nombre, para construir el único país posible para quien se siente apátrida: «encontrar un lugar de pertenencia para mí y para ti».

«Con qué lenguaje te cuento que el mundo se ha roto». Julia Rendón Abrahamson parece escribir también desde la frontera del lenguaje, donde inteligencia y sensibilidad se encuentran domesticándose mutuamente, cediendo espacios y convirtiendo una simple historia en una obra de arte contundente, lírica, inolvidable y vanguardista. Ha encontrado una forma de contar esa herida heredada verdaderamente sorprendente ya que, sin dejar de estar teñida de melancolía, tiene la mirada puesta en el presente que es la única semilla del futuro. Queremos que los libros nos devuelvan la ilusión y las ganas de vivir, por eso esta luz me parece importante. Creo que pasará mucho tiempo hasta que pueda desprenderme, si es que lo consigo algún día, de las sensaciones que el tono de esta lectura ha impreso sobre mi memoria lectora. Que nadie se pierda este viaje fascinante que explica un poco nuestra polarizada extrañeza.


Reseña de «Lengua ajena», de Julia Redón Abrahamson (De Conatus)

LENGUA AJENA
JULIA RENDÓN ABRAHAMSON
DE CONATUS
2022

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