«Desconcierto», de Richard Powers (Alianza de Novela)

¿Qué hace falta que suceda para erradicar la violencia de nuestro sistema? Una novela sobre el potencial inexorable de la imaginación para pensar otros mundos y construirlos en éste.

Reseña de «Desconcierto» de Richard Powers (AdN)

«Y nos quedamos dormidos bajo los cuatrocientos mil millones de estrellas de nuestra galaxia». Leer a Richard Powers es adentrarse en el fondo de la noche y preguntarse por qué si hay tantas estrellas en el cielo no está todo iluminado. La paradoja de Olbers nos explica mejor que muchas otras teorías científicas. La noche es más espesa y nuestra capacidad deductiva es minúscula para poder abarcar de forma contundente conceptos como infinito o inmortalidad. Desconcierto de Richard Powers (Alianza de Novela) es una novela íntima que explora las aristas de las relaciones familiares y trata de iluminar un mundo que se viene abajo. Volvemos a Powers en la voz de Teresa Lanero, encargada de la traducción, con el cuidadoso trabajo técnico y literario al que ya nos tiene acostumbrados. Una novela brutal, que nadie debería perderse.


Volvemos a Powers en la voz de Teresa Lanero, encargada de la traducción, con el cuidadoso trabajo técnico y literario al que ya nos tiene acostumbrados.

Desconcierto es una novela sobre el poder de lo imaginario. La posibilidad de crear mundos es el punto de encuentro entre la astrobiología y la infancia, escribe Powers. Ambas se mueven en un tiempo circular: que vuelve a empezar incesantemente y que se desplaza a través de las infinitas posibilidades que ofrecen la vida y sus misterios, apoyándose en las paradojas no resueltas para formular nuevas preguntas. Las preguntas de un niño empiezan la vida. Las preguntas de un astrobiólogo la reformulan. Y en todo ello la luz es la llamita que puede anunciar nuevas galaxias.

Theo Byrne, el narrador, es un astrobiólogo que lucha por sostener en pie su trabajo y la crianza de su hijo después del fallecimiento de su esposa en un accidente automovilístico. Robin es un niño con los sentidos hiperdesarrollados y una capacidad de empatía que le lleva a sufrir por el dolor del mundo. Aunque siempre ha sido especial, en el momento en que comienza la novela su comportamiento ha ido empeorando. En su interior hace el esfuerzo por cumplir con lo que se espera de él, pero está brutalmente desorientado. Cambios repentinos de humor, ataques de ira y cierta irascibilidad lo vuelven una criatura impredecible, y su padre siente que no tiene las herramientas suficientes para ayudarlo.

En un mundo donde la psiquiatría es dios, Theo recibe el consejo de medicar a su hijo; el consejo y la sugerencia de que no hacerlo es una señal de descuido o de negligencia paternal. La explicación que le dan es que más de ocho millones de niños reciben pequeñas dosis de inhibidores del ánimo en Estados Unidos, y que no hay nada de malo en eso. Su respuesta: «Si ocho millones de niños toman sustancias psicoactivas es que algo no funciona». Intenta ayudar a su hijo acercándolo a los misterios de la naturaleza, convencido de que «la vida es algo que tenemos que dejar de corregir». Pero la vida de Robbie no mejora, y a su preocupación amorosa de padre se le suma la presión por parte del sistema teñida de amenazas legales. Finalmente decide apuntarlo a un experimento de retroalimentación neuronal, que parece no tener contraindicaciones —al menos no los efectos secundarios que podría suponer administrarle clonazepam a un niño de ocho años—.

La terapia de retroalimentación neuronal consiste en potenciar el control de las emociones del paciente a través de la estimulación de sensaciones con impulsos sensoriales. Para ello se utilizan los patrones pregrabados de otra persona, que hace de guía para el paciente. Como la madre de Robin ha participado de este experimento unos años antes y sus secuencias han quedado registradas, utilizan sus patrones para tratar al niño. Esta terapia, que busca «conseguir que el cerebro se parezca a aquello que ama», le brinda a Robbie un espacio de contención y la posibilidad de reencontrarse con su madre, lo que repercute positivamente en su estabilidad. El duelo como experiencia definitiva en el sistema emocional de un niño y el desinterés de las sociedades por ahondar en los conflictos íntimos son dos de los temas que afronta con lucidez Richard Powers en esta nueva novela. Asimismo, podemos encontrar firmes críticas contra la farmacofilia tan imperante en nuestro tiempo y sobre la cultura de la negación de las individualidades y su empeño por emparejar las experiencias individuales en un diagnóstico totalizador, para mantener un control exhaustivo sobre el ánimo colectivo.


Reseña de «Desconcierto» de Richard Powers (AdN)

He leído en algunas reseñas que esta novela no está a la altura de la que para muchos es la gran obra de Powers, El clamor de los bosques, y quiero apuntar algunas cosas. Comparar dos obras sin hablar detenidamente sobre la propuesta estética de cada una (que en este caso son bien distintas) es cometer un error de percepción importante. En Desconcierto encontramos una intimidad entre los personajes y un tratamiento de la trama más cercanos; en El clamor de los bosques la distancia entre narradores y personajes es mayor, porque es una novela que apela a un tratamiento colectivo. Mientras la nueva novela es una narración a una sola voz, El clamor... es una novela coral.

También el tiempo marca una distancia: la anterior novela de Powers reconstruye la relación migratoria con la edificación del país y, sobre todo, la herencia verde de esa tradición (los bosques que surcan el gran país); en Desconcierto la historia transcurre en el lapso de la corta vida de Robbie y se centra en la perplejidad que supone para ese niño su propia especie y en contraposición en su fascinación con la naturaleza. Finalmente, mientras El clamor de los bosques es una novela que habla sobre los horrores que el progreso ha traído para la vida de los bosques y presenta una crítica contundente a las políticas nacionales que han contribuido a la destrucción del medioambiente, Desconcierto nos invita a pensar en nuestras pequeñas acciones y en la manera en la que una mínima decisión puede mejorar la vida de nuestro entorno. Es decir, una apela a la conciencia colectiva, la otra a la conciencia individual. Pensar entonces que ésta no está a la altura porque la propuesta es minimalista, me parece un argumento tremendamente reduccionista y poco serio. Desconcierto es, además, la obra más arriesgada de Powers a nivel filosófico. Se hace eco de un debate urgente y que muchos han pasado por alto al revisar este libro: la vida de los demás animales. Robbie, al igual que su madre, ve al resto de los animales como hermanos a los que cuidar y proteger. Este niño y esta novela derrumban nuestras ideas especistas y nos invitan a imaginar un mundo distinto.


El comportamiento que tenemos con el resto de los humanos es una copia del que tenemos con los animales.

Podría decirse que el gran tema de este libro es nuestra tradición de violencia: el comportamiento que tenemos con el resto de los humanos es una copia del que tenemos con los animales. De alguna manera, lo que Powers sugiere a través de la voz de Robbie es que si no cambiamos nuestra perspectiva, si no aceptamos que sólo somos una pequeña parte de ese mundo infinito en el que también viven los demás animales, seguiremos estancados en este beligerante acontecer sin sentido. Hay una escena brutal que transcribo. Es la comida de Acción de Gracias. Robbie y su padre han ido a comer a casa de unos familiares. Los comensales insisten para que el niño pruebe la carne, mientras él intenta mantener su postura con calma. Pero en determinado momento, tanto le insisten que no aguanta más, se levanta furioso de la mesa y grita: «No como animales». A lo largo de toda la historia Robbie insistirá en lo dañino que es el ser humano para con los animales e incluso iniciará una campaña para salvar a las especies en vías de extinción. Se plantará frente a las oficinas del gobierno con una pancarta escrita por él mismo: «Curemos lo dañado». La fuerza de este personaje, su rabia infantil y su manera de mirar el mundo son aspectos a destacar de esta novela. Su padre es el aprendiz de esta novela, no el niño. Su padre le muestra planetas como refugios; el niño es su refugio. Y cuando el niño se cae, Theo entiende que lo llamativo no es que Robin vuelva a decaer «La pregunta era por qué el resto de nosotros permanecíamos tan demencialmente optimistas».

Desconcierto es una novela asombrosa, que reaviva el fuego por la buena literatura: historias que se alimentan de historias para formar universos insondables. La ternura del niño es también su fragilidad. Y el padre —ahora solo en la tarea de educar y proteger— siente que las fuerzas le abandonan; ¿dónde encontrar esperanza para inculcarle optimismo a un niño que ha entendido las atrocidades que son capaces de ejecutar los seres de su misma especie? «El mundo va a destrozar a este niño», le dijo Alyssa una vez, y él ahora lo entiende. Lo único que puede hacer Theo, cuya profesión consiste en hipotetizar buscando vidas en otras galaxias, es construir para ese niño roto un Universo de criaturas peculiares que existen en lugares imposibles —«Cuando habló fue para hacerme la primera pregunta de la vida en cualquier lugar del universo. ¿Qué más, papá? ¿Qué más? Enséñame otro»: la posibilidad está en saber mirar. Esto se lo enseñó su hijo—. La forma en la que Powers encara la relación entre estos dos personajes es fabulosa: íntima, sincera, cariñosa, pero también realista —con sus picos de desesperación e impotencia— y humana.


Reseña de «Desconcierto» de Richard Powers (AdN)

Richard Powers parece no tener limitaciones. En cada novela incorpora nuevas disciplinas sobre las que trabaja como un experto, ampliando así nuestro propio espectro de conocimiento y curiosidad. Eso lo vuelve fascinante. En esta novela funde astrobiología, física, duelo, neurociencias, veganismo, educación, política, paternidad y literatura y nos ofrece una novela brutal que expone las debilidades del sistema y aboga por la búsqueda de un pensamiento crítico, heterogéneo y compasivo: todo lo que el mundo intenta matar a fuerza de Rivotril. La fe en lo científico se viene abajo cuando la realidad se vuelca. Intentar sistematizar la vida y controlarla mediante certezas deductivas fascistas podría llevarnos a tomar decisiones erróneas, violentas para con otras criaturas. Aprender a mirar mejor el mundo y creer en la fuerza de lo imaginario es la gran invitación de esta novela extraordinaria. «La primera lección del Universo es no razonar nunca a partir de un único ejemplo. A menos que sólo tengas un ejemplo. En ese caso, tienes que encontrar otro». Buscar otro ejemplo es lo que hace este hombre, Theo, que intuye a la humanidad como una criatura de unos nueve años, «ni adulta ni del todo pequeña. Con un aparente control de la situación, pero siempre al borde de la ira».

En lo formal hay también algo magnífico en esta novela: la tipografía de los diálogos. Cuando quien tiene la voz es Robbie, Powers utiliza la cursiva; esto le otorga un movimiento intenso, casi profético, a todo lo que dice el niño. Y, sin embargo, cuando él habla, lo que tiene para decir es duro de asimilar para el padre; es seco, es triste, es la desesperación por un mundo devastado.yY nosotros lo escuchamos a través de la desesperación del padre y como él comprendemos que el mundo es un lugar demasiado cruel para criaturas tan especiales y empáticas. «Vivíamos en un lugar donde las unidades de engorde estaban subvencionadas, pero la retroalimentación neuronal estaba prohibida. Nunca debí haberle traído de visita a este plantea».


Es una novela asombrosa, que reaviva el fuego por la buena literatura: historias que se alimentan de historias para formar universos insondables.

Pero hay otra cosa que tiene la literatura de Powers: en la raíz de su realismo brota la esperanza. Quizá porque la vida sin eso no existe. Perder la fe en el porvenir es morirse un poco, y eso no nos sucede cuando leemos sus novelas. En medio de las barbaridades, las soledades inconfesables, las infancias rotas, siempre hay algo que salva, como a nosotros nos salva la literatura. Ese algo es la luz del presente: «¿No es increíble estar en este lugar?». La vida se torna a veces grisísima, pero ¿no es maravilloso pensar que hay tantas estrellas en el firmamento? ¿No es alucinante imaginarse cuántos misterios aún no resueltos existen? ¡Tantas estrellas y tan poca luz!

«¿Qué es mayor, el espacio exterior o el interior?» Hablaba del tratamiento minimalista de la historia y creo que esta frase podría definir la dirección de la novela, que tal vez tenga que ver con la sugerencia de que las respuestas están dentro de nosotros, porque lo que nos forma es casi tan plural e infinito como el universo. Evidentemente los cambios en las políticas económicas y sociales son importantes pero un cambio interior podría ayudarnos a afrontar mejor el desconcierto del mundo. Leer esta novela es recibir directamente una invitación para pensar en nuestra huella medioambiental desde un lugar del que es imposible no prestar atención; como imposible es no caer rendidos perplejos frente al tono dulce, cercano y, a la vez, exuberante de Richard Powers. —Y mucho tiene que ver en esto el trabajo de la fabulosa Teresa Lanero (¡Gracias!)—. Que nadie se prive de este viaje a través del universo interior y exterior de la mano de uno de los escritores más fascinantes de nuestro tiempo.


Reseña de «Desconcierto» de Richard Powers (AdN)

DESCONCIERTO
RICHARD POWERS
TERESA LANERO (TRAD.)
ALIANZA DE NOVELA
2022

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