«Piñen», de Daniela Catrileo (Las Afueras)

Un relato fascinante sobre los herederos de la diáspora mapuche. Catrileo es una autora deslumbrante.

Portada de «Piñen», de Daniela Catrileo (Las Afueras)
«Piñen», de Daniela Catrileo (Las Afueras)

«Levanté mi casa con bronca y dolor tuve que armar la barricada». Esta frase de Sara Hebe es el epígrafe de uno de los libros más hermosos que he leído este año: Piñen de Daniela Catrileo (Las Afueras). Belleza poética y política sería, creo, una buena etiqueta para condensar la potencia social y literaria de este libro. A través de tres relatos construidos desde una misma voz narradora, Catrileo nos invita a pensar en los hilos que tejen la memoria íntima y la memoria colectiva. Un libro que pone sobre la mesa la asombrosa capacidad de los seres humanos de sobreponerse a las injusticias pero sin obviar lo importante: la discriminación a la que son sometidas las personas que no pertenecen a los grupos privilegiados de la sociedad, léase que no son blancos, que no tienen apellidos europeos. En el relato de nuestras madres está nuestra liberación, nos viene a decir Catrileo, en un relato donde la identidad mapuche es revisada desde la generación de los hijos y nietos de los primeros que llegaron a Santiago. Reconstruir la historia de la diáspora de sus padres y madres es el camino que hace posible la reidentificación y la asimilación del mestizaje como fuerza colectiva. Más allá de eso, que es sumamente importante, tenemos una historia con un lenguaje poético donde el horror es transitado desde la ternura por una voz narradora que se halla a mitad de camino entre la rabia y la vergüenza. Un libro que desde ningún aspecto te dejará indiferente.


Belleza poética y política sería, creo, una buena etiqueta para condensar la potencia social y literaria de este libro

Piñen se compone de tres relatos donde el tono cambia pero la voz narradora es la misma. En los tres se pone sobre la mesa la construcción de la identidad desde los diferentes grados de conocimiento: infancia, adolescencia y juventud. «Ninguna estrella fue nuestra luz, a duras penas veíamos la luna», leemos. El asesinato de un hombre del barrio y la escasa repercusión que su muerte tiene, llevan a la narradora a pensar en otra muerte, una imagen que ha intentado olvidar: la del Jeshu ahorcado. En esta concatenación de imágenes y muertes está el punto de partida de un relato que avanza sobre la indiferencia del mundo frente a las vidas de los marginados. Catrileo describe con precisión las barriadas construidas para los obreros en las periferias de las grandes ciudades, casuchas mal construidas que poco protegen y que parecen ser un recordatorio de los límites permitidos en el avance social. Las infancias en los colegios católicos que cercenan las creencias ancestrales a cambio de un poco de comida, la violencia estructural de una sociedad que parece querer olvidar la identidad del distinto, que parece querer homogeneizar el pensamiento, son otros de los temas atravesados de forma precisa, con un lenguaje que es bisturí que raja las mentiras de la democracia y también poesía, si entendemos la poesía como esa forma de decir lo que no tiene nombre para que nunca se olvide.

Una de las cosas más interesantes: el segundo relato. «Pornomiseria» comienza con una escena de sexo duro a través de una secuencia de escenas cinematográficas que van mostrando poco a poco la trama. Y nos cae la ficha: es el relato de una violación y los victimarios son un grupo de hombres. La imagen de la mujer aparece difuminada. Es una narración brutal que me ha hecho pensar en los modos en que se ha ido normalizando la violencia y la poca seriedad que todavía se tiene respecto a la violencia contra las mujeres. Este tema está muy presente en el libro de Catrileo. Niñas. Mujeres. Madres que fueron niñas abusadas. El ciclo infinito de la rabia que llevamos escrita en el cuerpo. Nuestras abuelas. Nuestras madres. Nuestras hermanas. Nosotras. «Esta imagen se repite por el mundo. En el piso de arriba, en la casa del lado, en tu cama». «Imagina» es una palabra que usa la narradora en el relato para mostrarnos la situación hasta que, de pronto se pincha la burbuja de ficción, y dice: «ahora puedes dejar de imaginar. No hay cuerpos, porque ni siquiera nos pertenecen».


Portada de «Piñen», de Daniela Catrileo (Las Afueras)
«Piñen», de Daniela Catrileo (Las Afueras)

Encadenado a este tema hay otro que me parece importante y del que todavía no hablamos lo suficiente: la rabia sobre el dolor de las amigas de la infancia. Las amigas que eran distintas porque sufrían violencia familiar y no supimos verlo. La vergüenza por no haber sabido ayudarlas. «Cuando caché lo que había pasado, nunca pregunté por qué», leemos. La amistad es un tema fundamental en la historia de la narradora: las amigas que la ayudaron a construir su identidad, su deseo y con quienes compartió la rabia. Como esa amiguita del piso de arriba, Valeska, cuya historia de violación marca indiscutiblemente la voz de la narradora y la obligan a hacerse preguntas sobre el deseo. Preguntas que a todas nos han pinchado alguna vez: ¿por qué algunas de nosotras hemos sido elegidas para el dolor y otras para el placer? ¿Por qué no hay forma de frenar ese hambre voraz de violencia machista y seguimos teniendo que juntar los cuerpos y los nombres de nuestras hermanas, rotos para siempre, como los nuestros? La desolación y la incomprensión del dolor de las otras en la infancia están tratadas aquí con maestría. En una infancia donde la única posibilidad en mente era sobrevivir la distancia con los otros se intensificaba. «No sabíamos qué era América ni qué era Europa. En realidad no sabíamos nada, salvo rezar y tener hambre».


La desolación y la incomprensión del dolor de las otras en la infancia están tratadas aquí con maestría

«La rabia se nota más que el miedo», escribe Catrileo. Y la rabia es un bien hereditario, como lo es la tristeza. La narradora no sabe de dónde viene pero algo dormido bulle por salir, y ese algo es su sangre, el grito ahogado de su pueblo. Es éste, en cierta medida, el relato del descubrimiento del deseo en su vínculo inexorable con la identidad. Qué es ser mujer; qué es ser mapuche; y también, qué es ser chilena. Como éstas las preguntas del ser van asomándose al texto de forma subterfugia y apuntalan el qué del relato. «Cada una en su propia isla, fragmentada por este viaje, nos fuimos acercando al secreto de nuestro origen». ¡Qué bonito poner en palabras la historia de las ancestras, inmortalizando su paso por el mundo a través de la literatura! Contar la historia de las desplazadas, las marginadas, las que no son recordadas a veces ni siquiera por las que defendemos la libertad. Eso es lo que hace Catrileo, que escribe: «La historia de nuestras madres no está en la militancia ni en el alero de las vencedoras». No nos enseñaron a rebelarnos pero sí nos enseñaron a sobrevivir, y ahí también hay un legado.

Catrileo da voz a los descendientes de una comunidad diaspórica, los que abandonaron Wallmapu para trasladarse a la ciudad, donde podrían construir para sus hijos otro futuro. Pero sus hijos crecieron en el intersticio de dos culturas y se sintieron rotos por dentro, hasta que un día entendieron por qué. «Ese día aprendimos que éramos mapuche para los ojos de los otros». Y en el relato hay una voz que se eleva: las posibilidades de las marginadas están en el encuentro con otras como nosotras, que también han sido señaladas. «Las sin grupo, a quienes dejaban al final de todos los bailes del colegio, de todos los juegos de fútbol, de todas las cartas de amor y fiestas con luces». Lo que comienza como un libro donde el desconcierto de la infancia provoca rabia y la obligación de convivir con la violencia del sistema, en el último relato es liberación: encontrar esas otras miradas que podrían contenernos, ese grupo que es casa y es familia. La voz narradora no está en la tierra sagrada de sus ancestros, tampoco se siente del todo integrada a la comunidad de la waria (ciudad); su sitio es un espacio fronterizo, intermedio. Es una warriache, una mezcla hermosa en la que puede reafirmarse para salvar lo que queda de su pueblo. Por eso están en este libro las preguntas importantes: ¿Soy mapuche? ¿Soy chilena? ¿Se pueden experimentar ambas identidades sin ser una traidora a una de ellas?


La voz narradora no está en la tierra sagrada de sus ancestros, tampoco en la waira (ciudad), sino en un lugar fronterizo, intermedio

Belleza poética y política, decíamos. La escritura de Catrileo es contundente y precisa en el manejo de un lenguaje cercano que persigue la belleza. A través de un registro conmovedor nos presenta en Piñen una historia de dolor y rabia pero también de esperanza, de aspiración literaria que bebe de la ternura. Un libro que es novela, libro de cuentos y también poesía pura. Una lectura en la que se reivindica la importancia de las raíces como algo para mantener en movimiento. Catrileo expone la herida abierta que todavía persiste en la identidad de los mapuches: la discriminación, el rechazo, la censura de sus tradiciones y la imposición de la voz del wingka sobre todo el territorio. Un testimonio que no puede faltar en nuestra diversa literatura sureña, una problemática viva que debemos atender. Piñen es verdaderamente una lectura estimulante, fascinante, necesaria, y Catrileo una autora de la que quiero leerlo TODO.


La diáspora mapuche en la obra de Daniela Catrileo
«Piñen» es un relato brutal sobre la diáspora mapuche.

PIÑEN
DANIELA CATRILEO
LAS AFUERAS
2022

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