Las vanguardias invisibles de John Ashbery (Kriller 71 Ediciones) comienza con un prólogo extraordinario de Edgardo Dobry que nos introduce de lleno en lo que vamos a encontrar en este libro: un repaso de la experiencia intelectual y poética de John Ashbery. Nos dice que este ensayo, que reúne las críticas que el escritor americano publicó entre 1960 y 1987 podría servirnos para entender el modo en el que llegó a consolidarse «como uno de los poetas centrales de Estados Unidos en la era post-Wallace Stevens». Se trata de un libro maravilloso que nos invita a ahondar en los motores vitales que permitieron algunas de las obras vanguardistas más asombrosas de la historia de la humanidad. Ha sido traducido por Andrea Montoya, Aníbal Cristobo, Edgardo Dobry y Patricio Grinberg.
Un repaso de la experiencia intelectual y poética de John Ashbery.
A lo largo de la lectura encontraremos textos en torno a diversos movimientos que marcaron hitos en la historia del arte. Uno de los más importantes es el superrealismo. Es muy interesante el análisis de Ashbery sobre esta estética. Dice: «el surrealismo nos ha influido de tantas maneras que difícilmente podríamos imaginar cómo sería el mundo sin él», pero también es crítico: «El surrealismo sin Breton se parece a una especie de Hamlet sin Hamlet».
La mirada de Ashbery sobre el arte se encuentra a medio camino entre la aplicación de una rigurosa exigencia y el encuentro con el alma del artista a través de su obra. Y escribe, por ejemplo, al analizar a Giorgio Chirico que su pintura se aproxima «a los sueños y al espíritu de la infancia». Hay un deseo de atravesar cada pincelada, cada verso, cada fotografía para extraer no tanto la esencia de cada obra sino la cualidad que la hace única. De este modo, describe las exposiciones con absoluto detalle y es capaz de establecer vínculos interesantísimos entre poéticas o estéticas absolutamente irreconciliables. Y en el proceso, llega al artista, y trata de desentrañar la herida primera, aquella experiencia que lo revolvió para llevarlo por un camino de soledad, de desplazamiento interior y en algunos casos también exterior, y de cierta obsesión y exigencia estética.
El libro se halla dividido en varios apartados, entre los cuales hay uno que ha llamado especialmente mi atención: Americanos por el mundo. Y nos advierte el prologuista que no es extraño que le interese este análisis, siendo él también uno de los americanos en París. A través de la mirada de Ashbery sobre el trabajo creativo de sus compatriotas expatriados podemos entender ciertas necesidades estéticas que devinieron de la extrañeza, pero también preguntarnos si el orden de los elementos no podría ser al revés, y no fue en realidad la extranjería el camino necesario para explorar su propia sensibilidad artística. Y escribe sobre Gertrude Stein, por ejemplo: «Rodeada de mentes brillantes en el lugar que eligió para exiliarse, Gertrude Stein estaba, sin embargo, notablemente sola». Pero no se queda ahí, intenta entender para qué esta mujer que llamó la atención por ser una gran coleccionista y con grandes habilidades sociales, necesitaba, sin embargo, de esa soledad. Lo entiende, y lo escribe así: «El encontrarse rodeada de una lengua extraña fue, tal vez, necesario también para el aislamiento que debe haber requerido el enorme esfuerzo de concentración que requería la escritura de semejante obra».
Una ventana a la amplia diversidad del arte vanguardista |
Encontramos interesantes artículos sobre surrealistas, románticos, realistas, expresionistas y otros personajes ubicados a caballo entre una corriente u otra pero con una visión transformadora de la realidad contada en el arte, artistas tremendamente significativos para la cultura de la época, para los desvíos que permitirían que el arte incorporara nuevas exigencias y nuevos horizontes. Joseph Cornell, Andy Warhol, Gertrude Stein, Joan Mitchell, Yves Klein, Jane Freilicher y Giorgio de Chirico, son algunos de los muchos nombres que se asoman a este libro. Leer cada texto de Ashbery nos sirve para entender mejor el trabajo estético y la vida de los artistas. Realmente es un ensayo magistral en ese y en cualquier sentido.
El antepenúltimo texto es una entrevista a Henri Michaux, y creo que nos ofrece muchas claves para entender el modo en que se gestaba e interiorizaba el arte en aquellos años pero, sobre todo, para comprender a través de las inquietudes que pone Ashbery sobre la mesa, su visión de la vida y del arte. Le pregunta, por ejemplo,si poesía y pintura son dos formas distintas de expresar lo mismo. Michaux dice: «Ambas tratan de expresar música. Pero la poesía también intenta expresar algo de una verdad sin lógica, una verdad distinta de la que uno puede leer en los libros». No sería difícil pensar que Ashbery se sintiera identificado con esta idea.
Leer cada texto de Ashbery nos sirve para entender mejor el trabajo estético y la vida de los artistas.
Las vanguardias invisibles es un texto lúcido sobre arte y artistas analizados desde una mirada cercana pero con criterio crítico y una gran pasión por extraer la verdad de cada obra analizada. John Ashbery, a quien Harold Bloom supo ver como el mayor poeta después de Wallace Stevens, continúa influyendo en la poesía y en la crítica porque su forma de entender el arte no era distinto de su forma de entender la vida. Al leerlo entendemos que la verdad está debajo de todo y la responsabilidad del artista, como la responsabilidad de cualquiera, es extraerla, conquistarla, conseguir ponerla en palabras para cristalizarla. Y para hacer realidad esta hazaña estamos llamados a tocar las mismas cosas, quizá con las mismas palabras. «Nunca debemos perder de vista lo que nos dice Robert Graves en su verso más famoso: "Hay una historia y solo una historia"». No se podría expresar con mayor claridad. Por favor, que nadie se pierda este ensayo fabuloso.
LAS VANGUARDIAS INVISIBLES
JOHN ASHBERY
KRILLER 71 EDICIONES
COLECCIÓN MULA PLATEADA
2022
JOHN ASHBERY
KRILLER 71 EDICIONES
COLECCIÓN MULA PLATEADA
2022
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