Hay una verdad en la poesía de María Alcantarilla que nos recuerda que aunque quienes amamos este oficio a veces tendemos a sobrevalorar un poco las posibilidades del lenguaje, es la única forma que conocemos de acercarnos a las cosas. «Al principio fue la risa», escribe sin embargo la poeta. Y luego dirá: «Al principio no fueron las palabras». Este es el punto de partida de Memoria albina (Pre-textos), un poemario que reescribe la historia contradiciendo la tradición (anula el origen en el verbo y lo acerca al silencio torcido de una boca). La verdad se intuye detrás de las palabras y también de la cuidada forma que tienen los libros de Alcantarilla: en este caso, un poemario muy narrativo, donde a través de un repaso de los diversos arquetipos de la tradición junguiana, la autora consigue aludir a las muchas vidas construidas desde una vida. Un largo poema o muchos fragmentos nos acercan a una entidad poética que se construye desde los silencios, desde las intuiciones que sobrecogen los cuerpos, desde una mirada que observa el mundo desde una frontera simbólica y se acerca a las formas contradictorias para intentar ordenarlas. «Quién sabría explicar a los despiertos el lugar donde viven los dormidos». Desde ahí el poema se eleva y nos empuja a preguntarnos sobre los límites entre visión, creación y realidad. No podemos salir ilesos de esta lectura, por suerte.
Un poemario que reescribe la historia contradiciendo la tradición.
«Un loco sabe abrir las cicatrices/ y limpiar de pasado sus arterias.// De qué forma si no podría el loco/ volver hacia una infancia sin costuras». La memoria es el núcleo de toda la poesía de María Alcantarilla. ¿Podemos reconstruir nuestra voz sin mirar al pasado? ¿Es la propia memoria una construcción individual o está más relacionada con la memoria de los otros de lo que creemos? Sobre estas preguntas ha ido navegando la autora en libros como La edad de la ignorancia o Introducción al límite. En Memoria albina alcanza un acercamiento brutal a estas preguntas y pone en el centro la memoria. ¿Qué elementos que conforman nuestro imaginario vital, eso a lo que llamamos recuerdo, provienen de la realidad material y cuáles del mundo soñado? Quizá ésta sea la pregunta fundamental de este nuevo libro.
La voz poética se desprende del Yo y trata de mirar el mundo desde un Otro marginal. Frontera y mirada son las dos ideas que sirven de cimiento para la construcción de un poemario que indaga en torno a la identidad y a la distancia entre nuestra conciencia del tiempo y de los otros. Un recorrido a través de los opuestos para acercarlos: la locura y la cordura (¿Realmente la locura nos aleja de la belleza como el mundo intenta hacernos creer?); lo femenino y lo masculino (¿Y si no nos aferráramos tanto a lo que nos separa en géneros?); el pasado y el presente (¿Y si el tiempo no fuera lineal?); la realidad y el mundo onírico (¿Y si la memoria fuera una creación colectiva?). Tenemos así en este largo poema un ejercicio fascinante de escritura y empatía a través del cual Alcantarilla intenta acercar conceptos aparentemente distantes: ¿se podría pensar en lo poético desde la narrativa? ¿podría yo convertirme en ese otro, loco, extraño, que habita en una orilla donde el mar puede salvar y al mismo tiempo convertirse en un abismo? Quizá esta lectura pueda acompañarnos para desentrañar esas preguntas importantes en torno a la perspectiva que asumimos cada día y con la que explicamos el mundo.
Un poema de «Memoria albina», de María Alcantarilla (Pre-textos) |
Una de las cualidades más sorprendentes de la poética de Alcantarilla es que, trabajando con un lenguaje que alude a la ternura y a la sensibilidad primitiva de la infancia, consigue trabajar con lo brusco de la vida. Sus imágenes van enturbiándose, volviéndose dramáticas, oscuras, a veces agobiantes, y pese a ello, esa luz de la infancia se sostiene. En este libro tengo la sensación de que lo ha logrado mejor que nunca, y es ésta una buenísima razón para leerlo: el mundo se teje desde las ambivalencias, y la escritura del Yo debe asirse a esa contradicción si quiere ser verdadera. Lo mismo ocurre con toda escritura.
Para ahondar en esa contradicción de la que todos estamos hechos, Alcantarilla se apoya en los arquetipos de Jung, donde cada individuo llega al mundo con un bagaje innato de aprendizaje ancestral. A través de los poemas van apareciendo la figura autoritaria del padre, la mujer que ofrece cuidado y consuelo, el sabio con sus enseñanzas y el niño con su inocencia. El giro asombroso es que Alcantarilla pone al loco en el lugar del héroe, del salvador, que es también el que ha aprendido a engañar mejor sin engañarse, a habitar esa frontera de apariencia contradictoria desde la observación y la curiosidad de la infancia. El descubrimiento fascinante que los poemas exponen es que, al final, esos ojos inocentes permiten pensar el mundo con otra lucidez, permitiendo que el asombro renueve las posibilidades de la memoria.
De fondo, la gran pregunta es en torno a la mirada: ¿lo que vemos existe? La certeza de la existencia se pone en duda a cada paso. «El loco se pregunta si está vivo», leemos. Y aquí, la aparición de una mujer misteriosa, la madre que trae en el hueco de sus manos una experiencia ancestral que iluminará la inquietud del loco. «El tiempo es como un ópalo rosado que guarda en la matriz un gran secreto». María Alcantarilla recorre los senderos del abismo que divide a los cuerdos de los locos y trata de encontrar una imagen que sin explicarlo alivie el desconcierto. ¿Quizá el mar sea ese refugio? «Frente a él el mar interminable». Un símil perfecto del movimiento constante de la vida, que tiene mucho de quietud y estancamiento, y también de renovación infinita. El loco, de pie a la orilla, frente al mar que contiene su pasado heredado y su futuro, y que lo lleva de vuelta a la inocencia de las primeras palabras. Y aquí encontramos un elemento disruptivo, que jugará un papel fundamental en nuestra mirada sobre lo que se nos está contando: el hombre que está en el centro de estos poemas no es la voz poética; la mirada que produce las imágenes es una tercera persona que, desde el margen, observa y nos acerca íntimamente a ese personaje pidiéndonos un ejercicio de acercamiento y distanciamiento que será el que nos permitirá comprender la realidad como algo propio y ajeno al mismo tiempo. Este juego de aproximación y alejamiento y la elección de una tercera persona en estos tiempos de condecorados yoes, son dos cualidades distintivas y fabulosas de este poemario.
Este juego de aproximación y alejamiento es uno de los grandes aciertos del libro.
La frontera del sentido no entronca con lo material sino con lo simbólico. Esto hay que saberlo cuando nos acercamos a la poesía de Alcantarilla. En Memoria albina el juego del lenguaje es magistral porque aunque la autora se apoya en un discurso más narrativo (creo que se lo permite principalmente la estructura de los poemas) en realidad la historia del loco se cuenta por imágenes, y estas imágenes apelan a la simbología de la que su identidad está hecha. Aquí Alcantarilla vuelve a una idea antes presente en su poética: nuestra verdad es que lo que somos no es una construcción individual; las relaciones con el pasado, las posibilidades del lenguaje, la imaginación son espacios compartidos y construidos con los otros. Esto me parece importante. Y la forma en que Alcantarilla consigue incorporarlo en sus poemas es espectacular, en el sentido de maravilloso: «El loco se pregunta si acaso lo invisible está gritando».
Un libro extraordinario |
Memoria albina nos propone un mapa de identidades que conforman un mismo ser, esa mutación constante a la que estamos expuestos, esa posibilidad de ser criaturas siempre en construcción. El tiempo, desde esta perspectiva, no es lineal, sino una ola siempre distinta y siempre la misma que roza las orillas de la experiencia y va dejando su huella. El tiempo, según lo propone Alcantarilla, es una construcción personal pero que no nace de cero, casi circular, siempre fragmentaria, que conserva en cada instante la plenitud de la vida. «El tiempo, piensa el loco, es ese caracol que está nadando». Encuentro en esta mirada uno de los aciertos más bellos y lúcidos de este libro.
Desvestir el lenguaje para otorgarle sentido, no desde la lógica sino desde la sensibilidad, para encontrar en las palabras el abrigo necesario para cuidar la memoria. «De qué forma podrían las palabras protegerse del ruido de los coches, / de la fuerza motriz que los obliga a perder nuevamente su sentido». Sabemos que nuestra mirada sobre el mundo está hecha de lenguaje, pero antes de esas palabras que encontramos para ordenar el mundo hubo una sonrisa, una semilla sensible y misteriosa que hizo posible nuestra vida. Ahí, quizá, en el misterio de la frontera inexplorada esté la magia ancestral de la poesía, que con tanto acierto, lucidez y belleza cultiva María Alcantarilla.
La mirada epifánica del loco sólo puede alcanzarse desde la poesía, y desde una poesía despojada de prejuicios. Este libro es el resultado de una búsqueda incansable de sentido y de una mirada amorosa sobre la fragilidad humana. María Alcantarilla persigue en estos poemas una forma de construir mundo a través del lenguaje, con la madurez de una mujer que siempre está en contacto con la niña y que permite al loco que la habita ser ojos sobre el mundo. Así, el lenguaje acepta lo lúdico para crear espacios, y las ideas todas están atravesadas de sentido y contrasentido al mismo tiempo. Llegar al origen, que siempre es un hito que está más allá de nosotros: ésta parece la búsqueda primordial de estos poemas. «Al principio fue la risa. Al principio no fueron las palabras». Que nadie se pierda este extraordinario libro.
MEMORIA ALBINA
MARÍA ALCANTARILLA
PRE-TEXTOS EDICIONES
2023
MARÍA ALCANTARILLA
PRE-TEXTOS EDICIONES
2023
0 Comentarios