Estos son los últimos 10 poemarios que nos llegaron en el 2023. En ellos, la nostalgia, la captura del instante, la construcción de la identidad, la relación con la noche, la voz de la tierra y la búsqueda de un refugio a través del lenguaje son hilos conductores. Son libros que plantean, además, una búsqueda formal y estética específica.
«Buenos Aires, el ayer y el universo», de Raúl Alonso (Averso)
Nostalgia y porvenir en la poesía de Raúl Alonso |
Buenos Aires, el ayer y el universo, de Raúl Alonso (Averso) es un poemario que emerge de la nostalgia del transterrado y se eleva para conquistar nuevos territorios de luz. Un conjunto de poemas que invitan a la reflexión sobre la pérdida y las posibilidades que siempre se encienden al pensar en el futuro.
Como escribe en el prólogo Juan de Dios Villanueva Roa, los poemas de este libro «evocan una y otra vez la capacidad de comprender que siempre queda algo en nuestra historia por descifrar». Alonso va detrás de las palabras que expliquen el dolor de la extrañeza y siembren luz en esa oscuridad que nos conforma y que nos impulsa hacia delante sin que sepamos bien cómo ni por qué.
En primer lugar encontramos poemas que trabajan con el sentimiento desesperado de la pérdida, que es el pasado pero también la casa y la patria. Y este sentimiento se ve representado por el golpe que supone la consciencia de esa pérdida y la soledad, la certeza de la no existencia de una deidad que nos proteja. Como leemos en un poema: «Ningún ser alado nos protegió del tiempo».
La pregunta sobre lo dejado atrás ―«¿qué se abandona en las partidas?»― y ese pasado gris que ha arrasado con todo lo querido ―«los demonios tienen nombre y uniforme»― son los dos temas que sostienen estos poemas. Alonso se interna en los hilos del exilio y construye un poemario sobre el pasado, los apegos de la infancia y la tenacidad con la que la voz poética intenta asirse a la luz. Y en ese descubrimiento de porvenir, la escritura se muestra como un tesoro invaluable, capaz de recuperar las experiencias y de volverlas eternas. La escritura como escenario en el que poner en palabras la fragilidad de la vida. «Descubro mi asombrosa y frágil finitud./ Y escribo».
Estamos ante un poemario que pone en palabras los arañazos que nos provocan el tiempo y las experiencias y, asinismo, el desconcierto de ese hallazgo: «Creíamos ser inmortales,/ hacedores del mundo y del tiempo». Pero Alonso, en lugar de quedarse atascado en ese lugar sórdido de heridas y pérdidas, decide reconstruir la identidad y el deseo atravesando lo material, que es el lugar, para abrazarse al paisaje que en su cualidad de belleza siempre tiene algo de nuestro, incluso en la extrañeza. «El hombre nuevo que soy respira el aire/ manso de un nuevo sur».
«The basement tapes», de Jaime Rodríguez Z. (Godall Ediciones)
Jaime Rodríguez Z. construye una casa en este poemario |
El gran tema de The basement tapes de Jaime Rodríguez Z. (Godall Ediciones) es la construcción de una casa que nos salve. En el origen se deja en evidencia una condición: para establecer un hogar es importante haber pasado por la pérdida, ver reducidos a cenizas los sueños más preciados. Avanzamos en esta lectura y nos vemos empujados a preguntarnos, como el poeta, «¿Por qué he convertido mi casa en este/ cúmulo/ de imágenes muertas?», y a pensar en las posibilidades siempre a tientas de la luz.
El bosque, su dulzura y su violencia, es el escenario que propicia la construcción de estos poemas que reverberan el ritmo salvaje de la naturaleza para explicar nuestras heridas y nuestros miedos de una forma animal. «Es fascinante la vida de los bosques», leemos. La indagación sobre la violencia, sus orígenes y sus consecuencias, obliga al poeta a detenerse en situaciones específicas, ¡y es asombrosa la forma detallada en que nos va llevando por esos paisajes íntimos que también sentimos propios! Es una lectura que nos impulsa, lo queramos o no, a preguntarnos por nuestra relación con el afuera, y a revisar nuestros miedos y las formas en que evadimos las pérdidas inconsolables.
De la recuperación de la memoria surge la posibilidad del futuro, pero no sin antes pasar por la desesperación del fracaso. «Nosotros también estábamos perdiendo/ mientras le decíamos frases hechas/ para el miedo y la derrota». Ese dolor inmenso que produce la pérdida de la casa, de las personas queridas, es raíz y fruto de estos poemas, y en ellos el lenguaje sirve como mecanismo de reconstrucción y reaviva la angustia pero también ofrece una nueva mirada, más serena y más sincera: «Sólo se puede perdonar/ desde la derrota desde/ el fracaso».
Por supuesto no podemos ignorar lo metaliterario de este libro que es, en definitiva, una recomendación del famoso álbum de Bob Dylan. Este libro, como el trabajo de Dylan, rescata instantes cotidianos y los inmortaliza y, en última instancia, intenta hacernos ver que toda experiencia tiene su cara luminosa y su podredumbre. Los puntos de encuentro entre ambos artistas aparecen en la lectura; no obstante, no creo que sea requisito para el disfrute conocer aquella obra. Y pienso que no vendría mal señalar que este poemario, como la música de Dylan, nos ofrece un potente mantra: «Ser más bien la fugacidad del aliento».
«Turismo de casas imposibles», de Karla Gasca (Liliputienses)
Karla Gasca, las casas y la memoria |
«Mamá y yo tenemos una actividad favorita, la llamamos "turismo de casas imposibles"». El punto de partida es una rutina que la voz poética tiene con su madre: visitar casas que no pueden comprar e imaginarse una vida feliz en ellas. La posibilidad de esa actividad borra la frontera con la realidad y permite imaginar un mundo distinto, donde un hogar imposible sea nuestra casa.
En Turismo de casas imposibles Karla Gasca (Liliputienses) reflexiona sobre la memoria, los trastornos que amenazan esta habilidad y la importancia de revisar los pequeños instantes vividos para construir nuestra identidad. La demencia se asoma a la piel de una perrita y de un abuelo, borrando y borroneando la realidad, pero también ofreciendo una nueva perspectiva: «Su mundo es ese que olvida todos los días»; la posibilidad de reconstruirse después del fracaso.
Es, quizá, la memoria el gran tema de este poemario de Gasca, donde se destaca un tono narrativo que, por momentos resulta seco y tosco y en ocasiones se vuelve dulce y casi melancólico. «La memoria se activa de formas misteriosas», leemos en uno de los poemas. Hay que señalar que mientras algunos poemas ofrecen escenas descriptivas y casi cinematográficas, otros nos invitan a observar un rostro, una vida, con una estética que para quienes no disfruten de la poesía narratológica quizá pueda resultar un poco árido. Es, sin duda, un poemario que da fe de la tradición literaria de la poesía latinoamericana de las últimas décadas, y que tenemos la suerte de disfrutar en España gracias al magistral sello Liliputienses.
«Andalemania», de José F.A. Oliver (Libros de la Herida)
José F.A. Oliver y la memoria extrañada |
La poesía que surge de la extrañeza tiene una fuerza difícilmente confundible. La melancolía produce imágenes desoladoras pero el desarraigo también tiene su cuota de luz, al ofrecernos la posibilidad de mirar el mundo desde otro lugar: el pasado, el presente y el futuro.
Andalemania de José F. A. Oliver (Libros de la Herida) rastrea la huella de la extranjería: el exilio de los padres que deriva en la crianza del poeta en un espacio de frontera, donde siente ambas patrias como propias. Y escribe: «Mi rumbo es la poesía que se crea en los sitios intermedios».
Se trata de un poemario fabuloso y subversivo a nivel formal, que explora los límites del mundo y los límites del lenguaje. En la intersección entre las dos patrias encuentra Oliver su propia expresividad. «Construye una casa de colores andaluces/ aquí/ en el claro del bosque nevado/ acuérdate/ de hoy».
La memoria es el espacio en el que ambas tierras confluyen; desde la historia de cada pueblo Oliver va gestando el pulso del poema, para ofrecernos una reflexión subterfugia sobre la forma en que el lenguaje, cuando se alimenta de lo fronterizo, puede ampliar las propias fronteras materiales y, al mismo tiempo, las de la poesía, ofreciendo flexibilidad y un espacio de ruptura significativa contra lo normalizado. Oliver vuelve a la afirmación más popular de Wittgenstein y le da una vuelta de tuerca, avanza sobre los limites con la boca llena de preguntas. La frescura y el deseo de romper las reglas son los dos elementos más firmes y magistrales de este libro.
Y es importante la relación con las palabras. «¿Cómo crece el amor de las palabras?» se pregunta el poeta, y araña los bordes de los sentidos. «Mi poesía me re:clama y derr:ama a la vez». Al final, el gran camino de este libro y del poeta es la construcción de un nuevo hogar donde las voces se fundan y todos los colores importen. Una forma de aguantar «las dos matrias», dirá, o «a lo mejor más aún: sosteniéndolas». Un poemario formidable que ojalá todos se animen a leer.
«Nocturna», de Álvaro Mutis (Libros del Kultrum)
La visión de la noche en Álvaro Mutis |
La mejor forma de celebrar el cumpleaños de un escritor es leyendo sus libros. A propósito de los cien años del nacimiento del grande de Álvaro Mutis, la editorial de México Zalipoli y el sello español Libros del Kultrum se han unido para publicar una antología del escritor colombiano.
Nocturna, de Álvaro Mutis (Libros del Kultrum) reúne algunos de sus poemas más significativos que versan en torno a la relación con la noche. Un libro precioso y muy bien editado, donde «un poema lleva a otro en una liturgia» y nos permite adentrarnos en el significado de la noche, en los matices de las oscuridades y los milagros que operan en nosotros la soledad y el lenguaje.
Como expresa en el prólogo Gonzalo García Barda, este libro tiene el objetivo de «rendirle homenaje» a uno de los poetas más interesantes de Latinoamérica «a quien contribuyó a darle sentido a la noche». Entrar en este libro es atrevernos a mirar con nuestros propios ojos la tristeza que invade toda la obra de Mutis, para hurgar al fondo de ella donde está la luz de las palabras. Encontrar en su poesía el milagro y el sentido de la curiosidad, el deseo de saber qué existe más allá del mundo conocido. Descubrir «lo que el espejo calla,/ lo que guarda/ en su anónima eternidad», es decir, llegar al fondo del sí mismo y articular su sentido.
El lenguaje en Álvaro Mutis enciende todas las posibilidades; podríamos decir, es la única manera de saber algo, de asomarnos al abismo y explicarlo. «Así las palabras buscando/ presintiendo el exacto lugar», leemos. Lo que encuentra el poeta detrás de la noche es más noche. «Al silencio responde otro silencio», escribe. Porque es la noche el gran elemento de su obra, el signo y el significado, la forma y el fondo; toda la luz de su poesía existe porque el poeta atravesó la noche. Las muchas maneras de leer y disfrutar este libro lo convierten en un perfecto compañero tanto para los amantes de la obra de Mutis como para quienes todavía no lo hayan descubierto. Y la edición de Los Libros del Kultrum es verdaderamente maravillosa.
«Las demoras», de José Alcaraz (La veleta)
El presente asombrado en la poesía de José Alcaraz |
Las cosas importantes no las tenemos en cuenta hasta que las perdemos. Esto nos sugiere la tradición. Sin embargo, aspirar a capturar el instante, apreciar la vida cuando ocurre, ésa es la gran búsqueda de la poesía. Las demoras de José Alcaraz (La Veleta) nos ofrece una mirada a esa búsqueda incesante e incisiva.
La voz poética avanza sobre la realidad y la memoria, va dibujando el mapa de los instantes, de aquellas «cosas a medio hacer, pero absolutas/ como la vida en ellas», y nos invita a valorar lo incompleto, lo manchado, los senderos que al pisarlos crujen revelando una verdad dormida. Un conjunto de poemas que retoman la tradición y la deconstruyen, para decantarse por la contemplación y acoplar la respiración del poema a los tiempos del lenguaje interior: «abrid muy bien los ojos,/ como yo cuando os miro», leemos.
La soledad, la muerte, la enfermedad devastan el interior de la voz —«Si hoy fuera un bosque,/ todos mis árboles caerían en silencio»—; sin embargo, refulge una luz, que permite apreciar lo que la vida esconde: esos instantes perpetuos que con tanta desesperación, a veces, se nos escapan, o que se nos olvidan por el viaje sombrío del destino.
La intención del poeta es hacer de esos instantes un perfecto presente. No para olvidar los errores o las pérdidas —«pongo un sudario/ sobre aquello/ que no he sabido salvar»— sino para ser capaz de construir una vida incompleta considerándola la única vida posible. El gran acierto del libro, su tono, nos invita a pensar en aquello que nos convierte en seres mutantes a la vez que ciertos —la carne, el deseo, el encuentro con los otros— y, en esa imperfección de las relaciones, construir un templo, demorarse en el instante del beso y del roce, para hacer de esos cuerpos vivos el instante eterno.
Hay una intención de regocijo en la palabra y un deseo de agradecer por los que estuvieron antes, esas bibliotecas inmensas que nos salvan del delirio en un mundo condenado al fracaso. Me quedo, en ese sentido, con un poema hermoso que es un canto a la lectura y a las palabras que otros poetas nos han susurrado, y que habitan en nosotros como mantras, como tablas salvadoras. Juan Ramón Jiménez, Agustín de Foxá y Torroba, Gibrán, Cardenal, Ernesto Cardenal, en este libro: «Cuánta vida de más/ dejaron para el futuro».
Las demoras es un libro bellísimo que nos recuerda que la poesía existe para invitarnos a mirar mejor y a construir fotografías inolvidables de lo vivido. Si el presente no dura, entonces la palabra puede ser instrumento para convertir el instante en un aleph que nos permita sostener en nuestra memoria la alegría, el deseo, la certeza de lo único que no podemos poner en duda: la conciencia de estar aquí y ahora, vivos, tocando el mundo con las manos. En palabras de Alcaraz: la certeza de «ser feliz de repente/ en medio de la vida».
«Mesa Camiya», de José Fernández (Letraversal)
El decir andaluz en la poesía de José Fernández |
«Hay un vínculo indisoluble entre cuerpos y lenguajes», escribe Ángelo Néstore. Y Violeta Niebla: «Los poemas de este libro son como las fotos que se meten debajo del cristal de una mesa camilla». Dos prologuistas que, de forma entusiasta, nos invitan a asomarnos al libro Mesa Camiya, de José Fernández (Letraversal) advirtiéndonos que vamos a encontrarnos con un poeta capaz de plasmar la luz y la rabia bañando los rincones de lo cotidiano: «que en aquella esquina de la cocina hay una piedra gigante y un cuchillo».
La poesía que trae al lenguaje la oralidad de la vida debería tener más cabida en nuestras bibliotecas. Los libros que deben leerse en voz alta, iluminando las estancias de nuestra casa con los colores de este sur, merecen una atención especial. Este libro comienza así: «no abía echo la comunión/ la primera bêh que bi a un muerto». Y, a partir de ahí, los poemas van sucediéndose como un rosario o, mejor aún, como una ristra de coplas que explican lo cotidiano. Fernández utiliza un registro que va de la métrica del cante andaluz a la improvisación libre, tonos que se conectan a través de un lenguaje telúrico donde la violencia y la luz se entremezclan y producen una variación de color muy particular.
Mesa camiya toma las voces de la gente para explicar la importancia directa del lenguaje y de los nombres. «Guardo a toa mi familia hunta/ en el êppazio trâpparente/ que ay entre er crîttâh y er paño/ de la mesa camiya», leemos: y vemos esas fotos, y somos sacudidos por la rutina hermosa de una familia que recuerda a sus muertos y los mantiene incorporados a sus rutinas.
El deseo se proyecta en este libro a través de poemas que hacen pie en la tradición del cancionero popular ofreciendo musicalidad y dulzura. Y son estos poemas, quizá, los más luminosos del libro, ya que contienen en su simiente la fuerza del deseo que es doblado por las dificultades que tiene a veces el amor, cuando se niega a doblegarse ante las formas establecidas, y que es, si sabemos mirar bien, el tipo de amor que abunda en el romancero gitano. «Tu mirada êh una zarza/ que me clabâ en lâ ropa», leemos en un poema, «y no me quito lâ púâ/ por traerte a mi casa/ por traerte a mi casa».
Toda infancia bien leída tiene una semilla de violencia. Y este libro no olvida contar esa oscuridad: «Oy me âh enseñao a matâh», leemos en un poema. La herida que atraviesa un pueblo entero, que ha sido perseguido y ninguneado, flamea sobre este libro y es contada de una forma brutal, íntima y plural, como contundente y colectivizante es el decir sureño.
Fernández consigue unirse a una tradición de poetas heridos construyendo un poemario intimista a la vez que colectivo, y triunfa al contarse con la voz verdadera, los sonidos que la normalización del lenguaje ha intentado apagar o moldear, los vocablos que no deben perderse. Pero para escribir un libro como éste «aze farta mucha fuerza/ pa tirâh azia dentro», como la necesitaremos para leerlo y comprenderlo en su sentido más hondo y poético, con los colores y los sonidos de este sur, donde la luz, ¡qué luz! sólo puede expresarse con una voz visceral.
«La herida abierta», de José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez (Libros de la Herida)
El libro de las letras flamencas de José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez |
La herida abierta de José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez (Libros de la Herida) es otra recomendación que hace pie en el romancero y la tradición gitana. Con buen gusto los poetas revisitan esa mirada del bagaje y la actualizan. «El libro de las letras flamencas aún no se ha terminado de componer», leemos en el prólogo, en el que también se nos invita a pensar en este libro como una indagación en «el complejo mundo de lo que puede ser cantado».
El dolor heredado se refleja en un grito que intenta explicar la vida. «En el principio fue el grito./ El grito rompió a hablar/ y a lo que vino después/ le dicen humanidá». A través de estas coplas vamos adentrándonos en la historia del pueblo gitano, sus miedos, sus colores, en un libro que a pesar de nombrar la herida resulta luminoso e invita a festejar las posibilidades de la vida.
José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez apuestan por el brillo del instante, que describen así: «Es el instante perfecto:/ cuando la vida se impregna/ de la verdad del gesto». Apreciar el encuentro, las miradas, descubrir lo que hay de bello en lo cotidiano es, en última instancia el gran empeño de la música gitana y es, también, el afán que los poetas ponen en estos poemas.
La herida abierta es un bello libro que nos invita a vincularnos hondamente con la naturaleza, a escuchar los sonidos que manan de la tierra y hacerlos nuestros, a construir un discurso propio que no se aleje de aquello que se acerca a nuestras carnes. Leemos: «Escucha lo que dice la tierra,/ parece que un momentito/ se terminara la guerra». Una lectura llena de luz, ideal para quienes deseen indagar mejor en el momento actual del cante flamenco y en las posibilidades todavía por explorar del lenguaje y la música.
«Todavía el asombro», de Javier Gilabert (Ediciones El Gallo de Oro)
La mirada y el instante en la poesía de Javier Gilabert |
Todavía el asombro es el libro con el que Javier Gilabert ha conseguido el XV Premio Internacional de Poesía Blas de Otero y Ángela Figuera, publicado por Ediciones El Gallo de Oro. Un poemario que rinde homenaje al presente y en él a la semilla del poema: «El poema es el centro del lenguaje», leemos.
Gilabert va desde la importancia de la mirada hasta el anhelo de inmortalizar las sensaciones de un instante específico. El gran secreto de la vida, y de la poesía, se encuentra en la capacidad de observación: «Se trata de mirar, es el secreto,/ pues no basta con ver». El poeta indaga en la percepción. La maravilla aguarda detrás de nuestros ojos: «Yo creo en los milagros cotidianos», dirá.
Cada día se renueva nuestra posibilidad de entusiasmo, pero no podemos entenderla si nuestra mirada está rota o nublada. Leemos: «Nacemos con el alba cada día». El miedo también acecha y enturbia nuestra capacidad de entendimiento, saber explicarlo, entonces, es importante: «el miedo es tan real como una estatua», dirá el poeta. Gilabert, sin embargo, no se detiene en el ogro sino en la capacidad que tenemos de ver la maravilla; por rabiosa que se ponga la vida, la maravilla ilumina el instante, cada instante, sólo debemos abrir los ojos: «la luz,/ la vida aquí,/ la vida ahora».
Todavía el asombro es un poemario que dibuja un viaje circular en torno al instante, para entender su origen e impulsar el asombro. «La luz cambia el aspecto de la tarde,/ convierte en sacramento el acto de mirar». Y terminamos destacando que la gran búsqueda de este libro es la percepción sumida al instante del presente, «tan sólo es posesión la vida ahora». Este libro nos invita a afilar la mirada y apreciar los detalles que se nos escapan. Que nadie se lo pierda.
«Kopno», de Nemanja Kuzmanovski (Liliputienses)
La tierra, la casa y Nemanja Kuzmanovski |
«Imagina, la primera palabra». El inicio de Kopno de Nemanja Kuzmanovski (Liliputienses) es el anuncio de un poemario donde la capacidad de comprensión e imaginación serán fundamentales. Este primer poemario escrito en nuestra lengua por el poeta serbio nos invita a explorar los límites del mundo, de la propia tradición, para encontrar las palabras que nos nombren adecuadamente. Esas palabras a veces pueden ser un pájaro, pero en ocasiones son dibujadas por la jaula: construir el puente entre la libertad y el sueño es quizá el trabajo más asombroso de la poesía y, parece, la gran búsqueda de este poeta. «Un pájaro que pueda atravesar tu jaula volando».
El poeta se apoya en frases hipotéticas que despejan el camino para la imaginación («Como si fueras una higuera»), con el objetivo de trazar una pregunta que permita la explicación del ser. Pero ésta es una búsqueda dolorosa y llena de sombras: «Soy el que se esconde de sí mismo en sí mismo», leemos, y después encontramos la lista de catástrofes interiores que han empujado la sensibilidad de la voz poética al deshielo. «En mi boca escondo un canto/ rodado», leemos. Y también: «bajo la superficie/ lejos del neón/ vivo en la mudez del fondo prístino».
Al final, todo poema lleva al instante, y cualquier búsqueda por honda que sea necesita de su contacto con el presente, y por eso este libro también se llena de luces cotidianas. La memoria se enciende como una chimenea y ofrece la contención que necesita el lenguaje para perpetuarse. Y en ese «temblar perpetuo/ permanente/ entre el ahora y el quizá» el poeta va elevando su discurso, que es una plegaria identitaria, para llevarse la tierra con él, para conseguir que la memoria sea capaz de materializar la casa lejos de casa. ¡Un libro sublime!
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