«Almendro y caliza», de Rafael Ballesteros (Centro Cultural Generación del 27)

Sobre la mirada y el dolor en la poesía de Rafael Ballesteros.

Cubierta de «Almendro y caliza», de Rafael Ballesteros (C.C. Generación del 27)

Poetizar lo que todavía no ha sido poetizado. Ésta es, según José Lara Garrido, la gran misión de Rafael Ballesteros. Y nos invita a pensarlo a través de José María Balcells que escribe que en Ballesteros «el poema está plagado de observaciones sobre la cotidianeidad». El Centro Cultural Generación del 27 acaba de publicar una nueva edición de Almendro y caliza de Rafael Ballesteros; además de poner nuevamente en circulación un libro magnífico, esta edición viene acompañada de un estudio hondo, lúcido y sensible del también poeta José Lara Garrido titulado «Indagaciones en los límites: Almendro y caliza (2017) de Rafael Ballesteros», que puede servirnos para comprender lo que rodea el pensamiento y la estética del poeta. Una fabulosa oportunidad para volver a los poemas de este enorme escritor.

En Ballesteros lo que prima es la búsqueda de esa sensibilidad que aúna experiencia y lenguaje, y Almendro y caliza nos permite adentrarnos en una percepción del dolor y de la escritura del dolor verdaderamente asombrosa. Escojo la palabra percepción con total convencimiento, porque más allá de la exploración del trauma en sí que provoca en las individualidades el dolor, lo que aparece en los poemas, y les da peso, es la mirada. «¿Y si miras a otro lado? ¿Es otra la espina? ¿Mengua?», se pregunta la voz poética quien, a lo largo de todo el libro abordará la pregunta sobre la percepción de múltiples maneras, enfatizando en la idea de la mirada como creadora de mundos. «Lo que no tiene en él [en el humano] su residencia no existe,/ en verdad no existe, no es», dice. Y también: «Porque lo miro, tiembla». Es éste, sin lugar a dudas, uno de los puntos más destacables del libro, sobre el que el poeta vuelve una y otra vez.


Almendro y caliza nos permite adentrarnos en una percepción del dolor y de la escritura del dolor verdaderamente asombrosa.

En el principio no está la palabra sino la mirada, y si es bien ejecutada, es decir, si es una mirada entregada completamente a la observación, lo que le aguarda es el dolor. Quien mira bien el mundo es incapaz de salir ileso aunque implore, como en el poema de Ajmátova («un eco que no puede ser silenciado,/ aunque yo tanto se lo he implorado…/ Y con todo lo que en el corazón llevo/ ha sucedido lo mismo que con el eco»). La mirada empieza en lo íntimo, pero conduce inevitable a los otros. En la verdad, hay dolor inevitablemente. En palabras de Ballesteros: «La verdad no tiene oscuro, dolor sí». La magnitud del dolor o el corazón del dolor es el vacío, y estos poemas dan buena cuenta de ello, de la desolación terrible del cuerpo y el espíritu atrapados en las tinieblas. Una dimensión del vacío que, sin embargo, permite la entrada de la incógnita, del deseo siempre latente de otra realidad. «¿Nada ya todavía?», escribe Ballesteros. Creo que este verso condensa la forma en que el vacío atraviesa esta reflexión sobre el dolor, como si ese 'todavía' abriera una alternativa no prevista por la voz, una forma de alivio o redención que aún no ha llegado.

Ballesteros pertece, quizá, a una raza distinta de poetas: de escritores lentos y extremadamente cuidadosos. Todo lo que ha publicado es necesario. Ésa es la gran virtud de los escritores lentos: trabajan con tanto esmero cada poema que todo lo que nos alcanza de su producción tiene la fuerza brutal de lo que existe para transformarnos. Una virtud admirable y escasa, en este mundo chirriante de voces. Quien lee atentamente el mundo no podría mirar de otra forma el lenguaje. La buena noticia es que si hay hondura en la mirada, como decíamos, habrá dolor, pero también refulgirá un chispazo distinto para animar el desvelo y la tristeza. Y la suya es una esperanza que echa raíces en la experiencia mínima, dado que «sólo en lo pequeño vemos la diferencia real». Desde ahí se abren todas las posibilidades del poema, donde cada palabra es un mantra o una plegaria de redención. Las palabras que rescatan de las sombras los pequeños gestos de cada día y que vienen a decirnos que uno solo de esos pequeños milagros cotidianos bastaría para alumbrar la noche. «¿Quién no tuvo un prodigio, un insólito hecho, una belleza, en su vida, un instante?» ¿Quién?


Nos invita a construir una memoria propia que nos mantenga a salvo de las crudas verdades de la mortalidad.

La luz es esa verdad que nos acompaña y de la que a veces desconfiamos. La mirada que construye mundo. A través de esa observación el poeta puede mapear el mundo que habita y discernir los límites del dolor para intentar explicarlo. Y en esa explicación el paisaje jugará un papel importante como ente poseído de la belleza y también como encuadre que dé contexto a la palabra y proyecte en el poema las formas que adopta el mundo atravesado por la luz. Y esto es gráfico en los poemas, pero también metafórico. El almendro «espera junto a la caliza», dirá Ballesteros, y planta en el poema una imagen inolvidable: el almendro de pie en la superficie rocosa proyectando una sombra que sólo será interrumpida por la luz mortecina de un sol que ya se oculta. Un espacio «donde la ceniza viva será por fin ceniza», dirá más adelante. La potencia de esta figura me resulta irreproducible en mi lenguaje torpe. Hay un trabajo pictórico fascinante en esta representación y en toda la poesía de Ballesteros. La voz abierta del poema permite que se filtren en el texto todos los colores y nos atraviese su sentido. A mí modo de ver la poesía verdadera tiene que nacer de ese pequeño rincón sombreado, por remitirme a Ballesteros, donde la luz provoca asombro de tan añorada y donde la sabiduría es un don insospechado. «Yo sé poco de lo que sé. El resto se esparce en el deseo».

En pocas palabras: en este libro tenemos la oportunidad de comprender éstas y muchas otras intenciones que circulan en la poesía de Ballesteros gracias al análisis complejo y completo de Lara y, al mismo tiempo, podemos disfrutar de estos magníficos poemas en los que Ballesteros nos ofrece una reflexión de la dimensión brutal de la experiencia del dolor y de «la intensidad de la existencia». Y termino esta lectura con estos versos magníficos que condensan la fuerza del misterio que alimenta el lenguaje, mientras te invito, querido lector, querida lectora, a disfrutar de la poesía extraordinaria de Rafael Ballesteros. «La palabra, si intensa y luminosa,/ si desvela y sorprende, si en lo hondo/ pregunta: se mantiene un instante, nada más,/ un instante, unos siglos, unos granos de arena».


Cubierta de «Almendro y caliza», de Rafael Ballesteros (C.C. Generación del 27)


ALMENDRO Y CALIZA
RAFAEL BALLESTEROS
C. C. GENERACIÓN DEL 27
2023

0 Comentarios