«Domus Aurea», de Amelia Pérez de Villar (Fórcola Ediciones)

Un ensayo fascinante sobre las casas en la literatura y el cine.

Portada de «Domus Aurea», de Amelia Pérez de Villar (Fórcola Ediciones)

Todo empieza en la casa. En casa. Esta debería ser la premisa que nunca debiéramos olvidar. Y a ese lugar físico y metafórico mira Amelia Pérez de Villar en su brillante ensayo Domus Aurea (Fórcola Ediciones), y nos propone un paseo fabuloso a través de las diferentes estancias que conforman estos edificios e indaga en sus apariciones en la literatura. Un libro en el que tampoco se olvida del lugar que ocupa lo femenino en esta construcción. Una lectura idónea si eres una persona a la que, como a mí, le fascinan las casas y sus secretos, y todo lo que ellas han puesto en la literatura. ¡No te lo pierdas!


El nuevo ensayo de Amelia Pérez de Villar


«Estamos tan acostumbrados a vivir en ella, que la casa se da por sobreentendida». Las palabras con las que David Felipe Arranz abre el ensayo Domus aurea de Amelia Pérez de Villar (Fórcola Ediciones) nos advierten que el texto que tenemos entre manos intentará cuestionar aquello que damos por cierto para analizar nuestro vínculo con las casas y el lugar que éstas han ocupado en la literatura y el cine. Se trata de un ensayo lúcido que supone un viaje extraordinario por numerosos edificios que forman parte de nuestra memoria de una forma o de otra.

Asumimos nuestro hogar como un sitio estable; sin embargo, tenemos poco control sobre su permanencia. Lo supieron Virginia y Leonard Woolf, quienes perdieron dos casas a causa de los bombardeos. Estos edificios están tan expuestos como nosotros al paso del tiempo y eso deja al descubierto la fragilidad que compartimos, responsable seguramente vdel estrecho vínculo que desarrollamos con nuestro hogar material. Vínculo que, nos explica la autora, ha sido plasmado de diferentes maneras en la historia de la literatura.

Nuestras casas queridas no sólo son las que hemos habitado, también aquellas en las que hemos vivido por un plazo corto a través de novelas y películas. Las casas han sido tradicionalmente mucho más que simples escenarios o telones de fondo en la literatura; suelen representar espacios simbólicos cargados de significados profundos. Han servido, por ejemplo, para representar una gran variedad de temas y colaborar con una exploración profunda en torno a la identidad, la memoria, el poder, el hogar y la alienación, y también para reflejar los estados emocionales de los personajes en una historia (son espacios de ambivalentes experiencias, donde los personajes pueden sentirse alienados, reprimidos o a salvo de la violencia del mundo).

Amelia Pérez de Villar tiene una gran habilidad para combinar un estilo totalmente contemporáneo con cierto toque melancólico que nos remite a lo mejor de la literatura gótica. Además, toda su obra desprende una pasión y un conocimiento profundo del arte y de la historia del pensamiento. En este nuevo ensayo se atreve a jugar con una reflexión que linda entre el arte, la arquitectura, la literatura y la intimidad. El título hace referencia a la lujosa villa que el emperador Nerón mandó construir en Roma tras el gran incendio del año 64 d.C., llamada Domus Aurea o Casa Dorada, un símbolo de opulencia y poder. De ahí partimos.


Castillo de Misselthwaite en North Yorkshire
El Castillo de Misselthwaite de la película 'El jardín secreto'

Las casas en la literatura y el cine


A través de esta lectura vamos recorriendo los rincones precisos de la casa como concepto arquitectónico (el zaguán, el vestíbulo, el jardín, el desván) pero también nos adentramos en los edificios más emblemáticos de la historia de la literatura, observando las connotaciones sociológicas y emocionales de estos edificios. De este modo, por un lado el libro indaga en nuestro vínculo personal con nuestras casas pero al mismo tiempo nos invita a recorrer casas reales que «han albergado en su interior el rodaje de una película» y casas inventadas y espantosas, terroríficas, fantasmagóricas, que han poblado la historia del cine y la literatura. Comenzamos el viaje en El castillo de Otranto y terminamos en los hoteles y casas que invaden la obra de autores como Stephen King, haciendo paradas en lecturas alucinantes y tremendas como Los misterios de Udolpho, Frankenstein y Cumbres borrascosas, donde las casas ocupan un lugar protagónico. Pero será un viaje tenebroso, eso hay que advertirlo, al corazón de Psicosis y otras historias tenebrosas, por lo que es imprescindible mantenerse atentos para invocar a nuestro alter ego valiente.

El vínculo que trazamos con nuestro hogar es fuerte y en él opera un magnetismo importante el paso del tiempo. Sabemos que duraremos menos. Nuestra casa «nos sobrevive y nos trasciende» y, más allá de la relación física y real que se establece entre un habitante y las paredes que lo contienen, existe otro vínculo que se da entre la escritura que se produce entre esas paredes. Los escritores y escritoras incorporan, a conciencia o por azar, una serie de elementos en su obra que sirven para consolidar ese vínculo. La memoria explora el propio espacio y atraviesa el territorio de la ficción para crear una nueva realidad. Y es gracias a este mecanismo de la escritura que las casas han conseguido avanzar sobre el universo literario convirtiéndose en objetos míticos sumamente atractivos.«En la mayoría de las novelas que narran la historia de una familia inglesa de abolengo hay una habitación en la planta alta destinada a los niños», escribe Amelia Pérez de Villar en este ensayo magnífico. Es muy interesante el estilo de esta obra: por momentos es técnico y sobrio pero de pronto da un giro total para hundir las manos en la cal de las historias y volverse intimista y reflexivo. Esta asombrosa cualidad hacen de esta lectura un ejercicio de hipnotismo perfecto.

El broche de oro es un apartado fotográfico que nos permite visualizar algunas de las casas que se asoman al texto. Casas reales, decorados de películas y maquetas, que añaden un impacto extra a la lectura al permitirnos volver más real este viaje. La casa de Rebecca o Misselthwaite de El jardín secreto, el imponente castillo de Highclere, en Hampshire, el palacio de Partarriú en Cantabria y otros edificios que han conquistado nuestro imaginario arquitectónico imprimen su gracia rígida sobre estas páginas. Es una lectura que asombrará a los amantes de la arquitectura y también a quienes deseen indagar en el vínculo secreto entre hormigón, imagen y palabra.

Las casas en sí no tienen carácter, pero lo adquieren gracias a quienes las habitan o a quienes escriben sobre ellas. Escribe Amelia Pérez de Villar: «Los habitantes hacen la casa, y no al contrario»; sin embargo, en esta relación que se establece entre morada y moradores la primera puede provocar cambios notables en la psique de los segundos. También la falta de una casa o una vida nómada puede afectar la escritura; los escritores que no tienen una casa propia escriben de una manera distinta. Señala la autora las vidas nómadas empujadas por la pobreza o los problemas sociales de Nabokov, James Joyce y D.H. Lawrence como ejemplo.

Amelia Pérez de Villar es una consolidada traductora que ha hecho carrera profundizando en los cimientos de la literatura europea y mostrando un firme compromiso con el lenguaje. En esta ocasión nos presenta un ensayo alucinante que tiene en el centro del asunto la relación con las casas. Desde el título es una lectura que nos atrapa. Domus aurea. La casa de oro permite muchas reflexiones a la autora y un guiño al edificio imponente que hemos ido construyendo en nuestra memoria con el rejunte de varias casas distintas: nuestra biblioteca personal es, sin lugar a dudas, esa casa que tiene más solidez y permanencia que los cimientos de nuestro hogar.


Imagen aérea del palacio de Partarriú en Llanes (Santander)
El imponente palacio de Partarriú en el ensayo Domus Aurea

Lo íntimo y lo político


«El lugar donde vive el hombre es —qué duda cabe— la articulación física de su sentir, donde aloja no sólo el patrimonio material, sino el sentimental». Dime dónde vives y te diré cómo escribes. Ésta parece la premisa tras la que se lanza la ensayista. «Me pregunto qué pasará con los escritores que escriban su obra dentro de quince o veinte años. De qué casas nos hablarán», leemos. Porque la relación que establecemos con las casas tiene que ver con el vínculo que pactamos con nuestro cuerpo y con los demás. Nuestra forma de amar y cuidar tiene mucho que ver con nuestra forma de escribir. La arquitectura de las casas se ha manifestado de forma contundente en las obras literarias de miles de autores y autoras a lo largo de la historia de la literatura y ha sido distinta en cada época.

Amelia Pérez de Villar indaga en la relación entre casas y literatura desde diversos perfiles y momentos históricos y nos ofrece una ingeniosa reflexión. Desde lo íntimo: la casa como espacio en el que se desarrolla la carne de la escritura, hasta la representación de las jerarquías sociales, de riqueza y pobreza: el poder contra la marginalidad. Algo que, por ejemplo, vemos muy bien representado en Casa de muñecas de Henrik Ibsen, donde la casa es un símbolo de la estructura patriarcal que oprime a la protagonista, Nora, que no encuentra el modo de escapar de esa cárcel doméstica y encontrar su deseo y su propia identidad.

Uno de los períodos literarios de los que mejor se ocupa es el período que abarca desde el final de la novela victoriana hasta la consolidación del género de terror y de lo gótico. Deja en evidencia que las casas son a menudo escenarios de fenómenos sobrenaturales o inquietantes, como en La caída de la Casa Usher de Edgar Allan Poe, donde la casa misma parece estar viva, y su deterioro refleja la corrupción de la familia Usher. Las casas encantadas suelen representar la psique perturbada de sus ocupantes o el peso del pasado que se niega a desaparecer. Es otra de las ideas que se desgranan de esta lectura.

Esto significa que más allá de lo que puedan representar en el marco de la literatura, las casas han cumplido siempre un rol de espacios multifuncionales que no sólo proporcionan un marco físico para la acción narrativa, sino que también cargan con un simbolismo profundo e íntimo, en relación con quien escribe.

En esta obra, Pérez de Villar explora temas como la decadencia, el paso del tiempo y la memoria, utilizando el arte y la historia como vehículo para la introspección. A través de un estilo cuidadoso y elegante, la novela presenta una profunda reflexión sobre las conexiones entre el pasado y el presente, enfocada en el vínculo que establecemos con los espacios materiales, y la forma en la que estos pueden transformar nuestro desarrollo emocional. El enfoque realista y al mismo tiempo evocador, nos invita a zambullirnos en un viaje alucinante a través de edificios que forman parte de nuestra memoria fotográfica y literaria. En última instancia, el libro se presenta como un fabuloso viaje a través de la literatura y de las tramas más asombrosas donde las casas ejercen un magnetismo inquietante. Que nadie se lo pierda.

Portada de «Domus Aurea», de Amelia Pérez de Villar (Fórcola Ediciones)

DOMUS AUREA
AMELIA PÉREZ DE VILLAR
FÓRCOLA EDICIONES
2024

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