Andreu Jaume publica en Sloper un libro raro para los tiempos que vivimos. Poemas de agua se intuye como un recorrido a través de las preguntas fundamentales de la filosofía, las que atañen a la cosmogonía personal y a los pilares que sostienen la fe en la existencia. Con un tono que evoca lo mejor del clasicismo y un ritmo apuntalado a fuerza de la chispa de lo cotidiano, el poeta va tras «los únicos caminos de averiguación dignos de pensarse» y, como Parménides, explora las fronteras de la realidad para explicar el vínculo entre lo físico y lo metafísico. «Esa es la salvación de nuestra especie, abrirse a una trascendencia», leemos en uno de los poemas. El agua, en el centro del libro, como símbolo equidistante entre la memoria y las posibilidades del futuro. Los poemas representan una metáfora del viaje que, al modo de la gran poesía épica, se apoya en la búsqueda de una verdad sensible sobre «la combustión del ser, su enigma».
Contenido del artículo
Introducción
Poemas de agua, el nuevo poemario de Andreu Jaume, tiene todo lo que le pedimos a la poesía: una indagación profunda en los misterios de la vida en un marco poético contundente. Cuando las respuestas del mundo son insuficientes para seguir contándonos la vida, se vuelve necesario construir o mapear la propia mitología, que se construye con la pluralidad del arte y de la vida pero atravesados por una única mirada, la del sujeto que piensa y observa, la voz poética que se eleva a través del lenguaje y nos toca como lectores. Una lectura fabulosa, con un tono que es homenaje a las grandes voces de la literatura a la vez que presenta un encuadre individual y peculiar que nos permite vernos sobrecogidos e interpelados íntimamente por el lenguaje.
Las tres partes en las que está dividido este libro denotan una intención distinta. En la primera, «Travesías», encontramos poemas íntimos y maduros, que trabajan con la materialidad de la experiencia adulta y familiar, donde el yo poético se divide entre la luz del futuro y la melancolía del pasado. En «Barcelona moral», la segunda parte, la voz poética se lanza tras una indagación de la memoria y revisita a través de un poema narratológico, algo barroco, el pasado juvenil, las personas perdidas-queridas, las tardes de aquel tiempo alegre y pleno de entusiasmo, cuando el mundo era un sitio que tenía todavía una ola de misterio. Un poema largo que parece convencido de que en ese ejercicio de revisita al pasado encontrará luz, «porque la memoria salva». La tercera parte rompe con lo esperado, que es una coda que permita unificar el tono de la primera parte y la segunda; «Estudios y homenajes» reúne poemas que son un canto de amor a la literatura que ha formado a este traductor, poeta y crítico (Jaime Gil de Biedma, T.S. Eliot, Esther Tusquets) junto a otros más íntimos donde la escritura permite volver, como con Claudio, «a nuestra música sin cuerpo». El dibujo redondo de la forma convierten la lectura en un disfrute pleno.
Al final, el recorrido es amplio y deja al descubierto a un poeta ambicioso que sabe que para contar la vida es necesario poner siempre las preguntas y el desconcierto por delante y, a veces, saber alivianar el tono para descubrir la belleza. Como en la última sonata de Schubert; después de los primeros movimientos alargados y densos emocionalmente, el cierre es más bien ligero, contrastando brutalmente con lo que esperábamos. La realidad desprende su viveza y la mirada se vuelve más dulce. Creo que el dibujo formal de este libro se parece mucho a ese trabajo del gigante austríaco. Y el poema Encuentro lo explica mejor que yo: «por eso vuelvo, Claudio,/ a nuestra música sin cuerpo/ (siempre empieza la misma sonata/ tardía de Schubert, tocada por Richter)/ donde el final está en el principio,/ como en la ola continua de Comillas». Como mínimo, al terminar la lectura, queremos volver a disfrutar de esa interpretación de Richter, quizá la mejor que existe de esa pieza extraordinaria.
Andreu Jaume escarba con sensibilidad en la experiencia material y metafórica de la vida |
Apuntes sobre el tiempo circular y la memoria
Andreu Jaume presenta en este poemario muchas ideas que atraviesan las inquietudes sobre el tiempo: su circularidad, el insoportable devenir de los días que no vimos y la relación entre este viaje vertiginoso y la conformación de la memoria. En estas inquietudes el vínculo con el arte atraviesa la experiencia y ayuda a la conformación de la mitología personal. La gran propuesta de la indagación poética parece ser, como decíamos, recorrer «los caminos de averiguación dignos de pensarse». El poeta construye imágenes cotidianas, algunas tiernas, otras cargadas de dolor y de incomprensión, y va transcribiendo al lenguaje poético las experiencias vitales. Lo hace de una forma sorprendente, con imágenes que escenifican situaciones reales pero con una tendencia lírica que las pone por encima del simple hecho anecdótico. La mayoría de los poemas están cargados de melancolía y tienen una visión tonal algo barroca (si pudiéramos describir de este modo una concatenación de imágenes complejas, detalladas, con adornos, pero construidas desde un lenguaje que hace pie en la realidad, en lo cotidiano).
Explorar el mundo es explorar las palabras con las que contamos el mundo. Por eso, este libro presenta poemas que exponen los problemas o desvíos que impone la conciencia del lenguaje. Leemos: «Es muy difícil, por no decir imposible,/ trasladar a una secuencia verbal/ aquellas intuiciones que nos sitúan/ más allá del lenguaje». Y, sin embargo, Andreu Jaume lo hace en este libro: traduce las experiencias de la vida a la literatura, eternizando esos instantes, volviéndolos universales al conseguir interpelarnos como lectores al conseguir que en esas escenas leídas seamos capaces de alcanzar el misterio de las escenas almacenadas en nuestra propia memoria. Eso es lo que le pedimos a la literatura: que nos permita adquirir una nueva dimensión de la vida, donde lo material y lo sensible se funden y confunden, y el lenguaje nos visita como un rayo. En esa nueva percepción, el tiempo se vuelve circular y, por primera vez, tenemos la volatilidad necesaria para que el dios Khronos no consiga alcanzarnos. Intuyo que Jaume aspira a materializar en su poesía aquello de Wittgenstein que repetimos como quien aún no ha conseguido desvelar su profundo misterio, que los límites del mundo son dibujados por el lenguaje.
Explorar el mundo es explorar las palabras con las que contamos el mundo
El mundo material y la dimensión de lo sensible
Ya desde el punto de partida, Poemas de agua es una catarata de intenso caudal, donde la melancolía tironea de la razón y la palabra clarifica el mundo, con esa forma extraña en que el lenguaje a veces explica. «Qué intensidad me están procurando/ estos amaneceres en la nueva casa». Las imágenes que presentan los poemas van de la belleza asombrosa e intensa del instante a las chispas de inquietud filosófica, y nos permiten intuir una voz poética dividida entre el deseo de habitar la realidad con su roce constante en el cuerpo y el deseo de armarse de un universo propio que no pueda ser atravesado por el dolor de la experiencia mortal. La belleza con la que Jaume consigue plasmar esta dicotomía es uno de los grandes pilares de este libro.
La voz poética se detiene en esa frontera que divide los dos mundos habitables: el de la realidad y el de la percepción. Si bien la dimensión de lo sensible ocupa un lugar preponderante, siempre llega al poema a través de la experiencia animal, del cuerpo que colisiona con el mundo. El equilibrio que nos ofrecen los poemas, en ese caos que supone saberse pendulando entre dos mundos opuestos, aporta armonía y contundencia a las imágenes. Y ahí, otra vez el tiempo: la distancia cada vez más corta con el futuro y más larga con el pasado y con la vida de los otros, clava su garra venenosa en la mirada. «A partir de los cuarenta,/ empieza a hacerse/ más complicada la trama de vivos y muertos».
Los «Poemas de agua» de Andreu Jaume
Pero la palabra bien escrita siempre tiende a la luz y, por eso, aunque el poema esté rodeado de sombras si hay intuición que lo sostenga, habrá luz, por tenue que sea. Esto también lo confirmamos con este libro, por lo que dice, por cómo lo dice, y porque hay un poema subterfugio que se escribe sobre el poema que leemos. Y en ese misterio reside el mayor tesoro que puede regalarnos un poeta. «La luz pervive./ Un rayo, un faro con problemas de señal, la vejez, atardeceres y tiempo detenido». Como en la vida, en estos poemas la luz se sostiene y nos acompaña más allá de la lectura. La capacidad de la palabra bien escrita de acompañarnos a la dimensión terrena de la vida es, quizá, uno de los tesoros más hermosos a nuestra disposición. El único que nos iguala a los seres humanos sobre la tierra: la palabra que nunca será comprada, ni conquistada, que como el agua, atraviesa las cosas y nos pone en nuestro lugar.
Y creo que eso son estos Poemas de agua: una visión que se expande sobre el libro como una catarata. Una visión que viene a dejar escrito lo que sólo el lenguaje puede intuir, que es toda la verdad que podemos experimentar en este caos, el cuerpo horadando la roca para buscar luz y la palabra como la pica de un alpinista para aspirar siempre hacia la belleza pero reconociendo siempre la visión tenebrosa y seductora del abismo. «La verdad en el arte, muchas veces,/ nos viene precedida por visiones,/ presagios inquietantes de algo que vuelve», leemos. Al final, Andreu Jaume deja sobre nuestra mesa un conjunto de poemas que son como oraciones, plegarias, historias de aparecidos que nos recuerdan que antes de la caída existió la necesidad del canto. Poemas que crecen en la orilla como en el verso de Heráclito, «Y todas las cosas las gobierna el rayo».
POEMAS DE AGUA. ANDREU JAUME. SLOPER. 2024. |
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