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Todo dolor tiene su redención en la tierra |
¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura? se pregunta Anna Ajmátova en el poema «Sótano». Podría ser el motivo central de Ceremonia de Leslie Marmon Silko (traducido por Noelia González Barrancos para Capitán Swing). Una novela que nos presenta el viaje de Tayo, un excombatiente que regresa a su pueblo natal e intenta rehacer su vida. Una reflexión fabulosa sobre el trauma de la guerra y la percepción del otro. En estos tiempos en que desafortunadamente conjugamos con tanto acierto la gramática del desprecio hacia quien es diferente, esta lectura me parece sumamente apropiada. No estamos solos. Y esta simple frase sirve para confirmarnos que el otro existe y que nosotros somos "otro" para alguien, a la vez que nos recuerda que en este mundo de organismos vivos que nadan a corriente, hay una experiencia mucho más amplia que la nuestra: la de la propia naturaleza, con su eterno ciclo vital, esa ceremonia que contiene todo lo vivo y que transforma la experiencia de Tayo a lo largo de estas páginas.
Exploramos a continuación:
Los conflictos de identidad en la novela
El primer tema que aparece en esta novela es la complejidad de la identidad. Tayo es hijo de una mujer que pertenece al pueblo Laguna y un padre de origen mexicano. Su crianza en la reserva junto a la familia materna, se caracteriza por un sentimiento de extrañeza profundo. Esa identidad partida, ese mestizaje, constituye uno de los elementos de tensión fundamentales en la narración. Funciona además como hilo conductor en dos direcciones: por un lado, atraviesa la psique y la experiencia vital de Tayo, que se pregunta por sus orígenes —si no es del todo laguna, ni del todo mexicano, ni tampoco completamente estadounidense, ¿quién es?, ¿cuál es su grupo?—; por otro, la autora nos invita a reflexionar sobre la percepción del mundo y sobre cómo esa percepción está mediada por la mirada ajena.
Pero lo que me ha resultado más interesante es que esta incertidumbre del personaje permite establecer una pregunta sobre la identidad híbrida del pueblo estadounidense, una particularidad que los cínicos y desmemoriados intentan echar abajo a fuerza de leyes activadas en territorios que técnicamente no les pertenecen. En ese sentido, es una novela que defiende el mestizaje como una forma de creación y salvación: no sólo mostrando el espectro de inquietudes y sensibilidades que despiertan en Tayo esta particularidad de su esencia, sino también porque el resto de los personajes verdaderamente significativos en su viaje y en el nuestro son personas mestizas. Otro ejemplo podría ser el ganado que Tayo debe cuidar, unas vacas criollas fuertes, capaces de adaptarse al clima y a una de las consecuencias medioambientales más devastadoras de la zona de la reserva, la sequía, y de atravesar las alambradas para encontrar agua y buen pasto. Unas vacas que funcionan para Tayo como un espejo en el que ve reflejada su fuerza y su necesidad de libertad. «De aquí venimos, ¿lo ves, Tayo? De esta arena, esta piedra, estos árboles, de las viñas, de todas las flores silvestres. Esta tierra nos hace seguir adelante».
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Noelia González Barrancos vendrá a nuestro club para hablarnos de la traducción de «Ceremonia» |
El genocidio y la colonización de los pueblos indígenas, están en el centro del relato. La experiencia traumática de su pueblo siendo desplazado es el disparador para que Tayo asuma una dimensión sensible y empática a la hora de mirar el mundo. Hay una escena brutal al comienzo de la novela: el protagonista, combatiendo en la guerra, recibe la orden de matar a un japonés. Pero, al apuntar su arma, encuentra en el rostro de su enemigo el de su tío Josiah, y se detiene. Esta revelación —ese extraño, odiado, se vuelve de pronto familiar— trastoca su percepción, y abre una duda profunda sobre la legitimidad de la violencia dirigida hacia quienes llamamos enemigos. Ni siquiera consiguen calmar su desesperación las palabras de sus compañeros: «Tayo, estamos donde se supone que tenemos que estar, haciendo lo que se supone que tenemos que hacer. Este momento en la vida del personaje parece el detonante de todo su viaje.
La culpa es otro de los elementos que atraviesan la novela. Hay diversas dimensiones para ella en la experiencia de Tayo: la culpa cultural, por haber luchado en una guerra que no era la suya (ese sentimiento contradictorio que la violencia histórica ha hecho germinar en el corazón de los nativos); la culpa filial, por no haber podido sostener la promesa de proteger a su hermano y haber regresado a casa sin él; la culpa existencial, provocada por la rabia de seguir vivo en un mundo que parece haber perdido todo sentido. La guerra, con su machete más salvaje, ha sembrado en la psique de Tayo un sentimiento de angustia que intensificará los síntomas del estrés postraumático provocado por las imágenes tremendas de la guerra y lo empujará a iniciar una ceremonia, como última alternativa para intentar salvarse. Enlazamos aquí con el segundo gran tema del libro: las consecuencias de la guerra en los individuos que, a largo plazo, serán consecuencias estructurales en la sociedad misma. Contar esto es importante.
La importancia de la ficción para explicarnos
Las palabras inaugurales que brinda Leslie Marmon Silko nos permiten acercarnos a esta historia de una manera rotunda. «Está sentada en su habitación, y todo lo que imagina aparece». La fuerza de la literatura que ejerce como un disparador potente de la memoria y organiza el relato. «Voy a contarte la historia que ella imagina», leemos. Y la historia que imagina es la de Tayo, con su origen mestizo y su dolor físico y psíquico que tiene mucho que ver con la guerra, pero también con la herencia de opresión de un pueblo cuyo destino fue torcido por la colonización blanca. Es la historia de un viaje de sanación, este libro, estas páginas, el regreso de Tayo a la naturaleza con el deseo de salvar la memoria colectiva de su pueblo y, a través de ella, redimirse y liberarse de los mandatos occidentales.
La Ceremonia de Tayo es un viaje al fondo de sí mismo para intentar encontrar algo de luz, una razón por la que seguir. Y la respuesta tiene que abordarse también con otra pregunta importante: ¿quién soy? y ¿quién quiero ser a partir de ahora? Ese ahora es marca: ahora que soy un niño mestizo huérfano, ahora que he ido a la guerra y enterrado a mi primo, ahora que tengo un sueño lúcido constante donde vuelven las imágenes tremendas de la guerra... Leemos: «Estaba cansado de luchar. Si ya no quedaba nadie en quien confiar, no había ninguna razón para vivir». Leslie Marmon Silko consigue adentrarse (y nos abisma) en el hoyo más tenebroso de las relaciones humanas, donde el miedo propicia el desarrollo de una estructura de poder y violencia que masacra las individualidades, originando un ciclo interminable de odio. Toda posibilidad de salvación, de transformación, de mundo utópico, parece quedar fuera del horizonte frente a esta realidad aterradora. «Da igual si son indios, mexicanos o blancos; la mayoría de la gente le tiene miedo al cambio», leemos.
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«Ceremonia», de Leslie Marmon Silko (Capitán Swing) |
El vínculo con la naturaleza
Toda narración es importante. Pero el relato de los pueblos que han sido expoliados y masacrados es uno de los más necesarios. Y hoy más que nunca. Hoy, que se repiten los actos criminales a nuestra vista y que parecemos insensibles ante el dolor de pueblos enteros. La autora visibiliza la violencia genocida que ha reconfigurado —y continúa haciéndolo— el mapa social del continente americano. (Y cuando digo americano, me refiero a americano, no a estadounidense; otro robo colonialista es, precisamente, esa apropiación del nombre). «Nos confinan al norte de las vías del tren, al lado del río y de sus basuras. Donde ellos no quieren vivir», reflexiona Tayo en algún momento. La novela se tiñe de un sabor agrio mientras nos adentramos en la lucha histórica de los pueblos originarios por preservar su armonía, su fuerte vínculo con la naturaleza, su lugar en el mundo. Y aquí merece la pena señalar que una de las lúcidas observaciones de la autora para ilustrar la violencia y soberbia blanca es señalando la forma despectiva con la que se relacionan con la naturaleza. Todo vale si se trata de demostrar quién es el que manda, parece. Narrar esto es necesario.
Y es por eso que la naturaleza está en el centro de esta ceremonia. El viaje de Tayo tiene un destino interior que sólo será visible cuando consiga reconectarse con la fuerza pulsiva de la vida aprendida en el desarrollo del vínculo con la propia naturaleza. Hay muchísimas escenas en la novela que nos permiten entender la fuerza de ese lazo, la mirada compasiva de Tayo hacia los demás animales y la vegetación, el río y la fuerza vital del agua como inauguración de una conversación infinita. También aquí podemos volver a la idea de identidad, porque para saber quién es Tayo deberá entender primero quién NO es, y aunque parece haberlo intuido ya aún no ha tenido la fortaleza de asumirlo. Este viaje tiene ese sentido. «Talaban los árboles, mataban a los ciervos, los osos y los pumas, colocaban vallas altas, pero la montaña era mucho más grande que todo eso». La vida se abre camino y nos enseña, si sabemos mirarla y entramos en el ciclo de su propia dinámica. Ésta es la gran enseñanza que recoge Tayo mientras espolvorea polen en las huellas de los animales, como un gesto de ofrenda y respeto hacia el mundo que le rodea. Un acto de sanación con la intención de reconocer y reparar ese vínculo sagrado con el mundo natural. Un ritual que recorre toda la novela y que procura demostrar que las prácticas tradicionales no son una forma de espectáculo sino una herramienta de supervivencia cultural, emocional y política.
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Una novela que reivindica el mestizaje y el vínculo con la naturaleza |
El relato circular que se alimenta de lo mítico
La naturaleza encuentra su camino, y si Tayo consigue reconectarse con ella, también él podrá hallar el suyo. En medio de esta historia durísima, las descripciones del paisaje —la vegetación, los colores, los aromas, los sonidos— transforman una narración aparentemente ordenada y realista en una coreografía preciosa que ahonda en los valores humanos y la importancia de reconquistar los territorios perdidos, aquellos espacios donde el deseo ha sido domesticado y conducido al dolor. Porque la única utopía que necesitamos está ahí: en la búsqueda de sentido, en la aceptación de ese otro distinto que, como nos enseñó Rimbaud, también somos nosotros. Creo que eso viene a decirnos Leslie Marmon Silko a través del conjuro bello que supone esta traducción de Noelia González Barrancos. Merece una mención especial el juego de forma entre la narración central y los relatos míticos del pueblo laguna, que llenan de color y apuntalan el ritmo de una novela increíble.
Ceremonia es una novela tremenda, pero posee toda la belleza que le pedimos a la literatura, que es nombrar el dolor con el que convivimos —ese para el que aún no tenemos palabras— y buscar una forma de enfrentarlo. Nuestra única manera de responder a la importantísima pregunta que se hacía Ajmátova. Es una lectura absolutamente necesaria en estos tiempos que vivimos. Y, mientras escribo esto, no puedo dejar de pensar en el pueblo armenio, en los palestinos, en los ucranianos, y de preguntarme cuántos, cuántos pueblos más están siendo borrados del mapa, o ya han sido tachados. Si iniciáramos la ceremonia, tal vez podríamos pensar en un mundo distinto. «Amanece. Acepta esta ofrenda, Amanecer», que nos acompañe este mantra.
El 23 de septiembre recibiremos a la traductora Noelia González Barrancos en el club de lectura de la librería Áncora. Si no vives en Málaga, te invitamos a sintonizar con nuestras redes, donde surgirán temas de debate y conversación en los que sí podrás participar estés donde estés. Creemos que es un libro que puede ayudarnos muchísimo a pensar el mundo caótico en que vivimos. Que nadie falte a esta Ceremonia.
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