Silvina Ocampo en «Miércoles de Cuentos»

¡Bienvenidas al primer Miércoles de Cuentos! Hoy, Silvina Ocampo.


En Silvina Ocampo lo fantástico siempre está emparentado con lo sórdido. En ella no hay princesas felices ni cuentos con purpurina. Al leerla nos atraviesa el dolor, la desesperación y el fracaso. Lo curioso es que nunca parece dejarse llevar por la desesperanza. Y creo que cualquiera de sus cuentos sirve para demostrar esta idea. Pero tenía que decantarme por uno, y así lo he hecho.

"Cornelia frente al espejo" es un cuento de Silvina que en el uso de la reflexividad deviene en nueva identidad. En él parece haber mucho de fábula pero también de terror y te absorbe como un embudo al punto de no definirse los límites entre lo cierto y lo incierto, entre lo que Ocampo quiso pintar y lo que construimos nosotros con nuestra experiencia vital.

Es un cuento impactante sobre los dobles y sobre las muchas formas que tenemos de escaparnos de la vida. Y pienso que no se puede pensar en este cuento sin leer «Casi el reflejo de la otra» y redescubrir «Las repeticiones» que es seguramente una de las obras maestras de la literatura argentina. En la escritura de Ocampo hay una magia subversiva y un entrenamiento sobre el abismo. Cada cuento es un espiral donde cabemos íntegras y con nosotras, nuestro reflejo.



Ambos cuentos comparten un recurso que obsesionó y que Ocampo utilizó mucho en su obra: las conversaciones entre un yo visible y uno subterfugio; a través de su lectura parece decirnos que generalmente el que no mostramos es nuestro verdadero yo, y nos lleva a preguntarnos qué tipo de persona, qué clase de vida podríamos haber tenido si nunca hubiera decidido esconderse.

En los «Miércoles de Cuentos» vamos a repasar obras de este género que sean significativas. Y hemos querido comenzar con Silvina Ocampo porque seguramente es una de las cuentistas más interesantes de la literatura latinoamericana. Terminamos con este extracto.

«De todo el mundo me despido por carta, salvo de vos. La casa está sola. A las ocho Claudio cerró con llave la puerta de la calle. ¡Cornelia! Mi nombre me hace reír. Qué quieres, en los momentos más trágicos me río o enciendo un cigarrillo y me echo al suelo y te miro como si nada malo tuviera que suceder. Ciertas posturas nos hacen creer en la felicidad. A veces estar acostada me hizo creer en el amor (...)»[Cornelia frente al espejo. Silvina Ocampo. Tusquets, 1988]

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