Juana de Ibarbourou en «Lunes de Poesía»

Raíz salvaje de Juana de Ibarbourou en esta nueva entrega de «Lunes de Poesía».


En Juana de Ibarbourou la poesía es mestizaje que se abre camino a través de un lenguaje cercano donde las palabras comunes son extrañas y el tono siempre sirve para ir más allá de la superficie.

Dice José Antonio Gómez Marín en su ensayo La poesía americana de Juana de Ibarbourou que en ella hay una feliz fusión de la tradición castellana con el símbolo íntimo que se nombra desde la propia identidad americana: siendo el resultado un encuentro feliz intercultural que abraza lo íntimo para hablar de lo colectivo. Y algo más. Y cito: «recoge del paisaje americano el contenido de su palabra personalísima, no con la tranquila manera del experto, sino con la temblorosa conciencia del poeta».


Nos gusta esta idea y vamos a utilizarla para nuestra presentación de esta autora en nuestro ciclo «Lunes de Poesía». Si nos dejamos guiar por esta premisa, donde la voz se forma desde la conciencia colectiva y no desde el oficio —aunque no podría decirse que Juana no lo tuviera, y creemos que no es eso lo que quiere señalar Gómez Marín, sino la posibilidad de escoger el camino sensorial antes que el técnico para arribar a la poesía— tenemos una poesía que nos atraviesa desde una frontera donde lo que sabemos nos resulta extraño y donde todas las frases directas pueden esconder un significado profdundo a simple vista escondido.

La conciencia del poeta es la certeza de vivir en un tiempo definido, en correlación con la tradición pero con la búsqueda de un nuevo decir. Y eso encontramos al leer la exquisita poesía de Juana de Ibarbourou.

En el poema que hemos elegido Raíz salvaje encontramos dos elementos que nos resultan significativos y que nos permiten absorber mejor esta idea. En primer lugar la presencia de lo rural en la poesía de Ibarbourou y por otro lado, la nostalgia del pasado. Aunque Juana no regresó a su casa paterna siempre guardó hacia ella un deje de nostalgia, que se perfiló en su poesía. La niña que habita en su interior anhela el campo y la mujer desea mostrarle ese paraíso al amado. De alguna forma, una lectura profunda que puede hacerse es: la poeta quiere volver al origen —donde habitan las primeras palabras— para recuperar la ilusión, la ternura de otro tiempo, y poder mirarse y mostrarse de otra forma. Un poema sin duda extraordinario.

Raíz salvaje

Me ha quedado clavada en los ojos
la visión de ese carro de trigo
que cruzó rechinante y pesado
sembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!
¡Tu no sabes en qué hondos recuerdos estoy abstraída!

Desde el fondo del alma me sube
un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
no sé que fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigo
a dormir una noche en el campo
y en tus brazos pasar hasta el día
bajo el techo alocado de un árbol!

Soy la misma muchacha salvaje
que hace años trajiste a tu lado.


[Raíz salvaje. Juana de Ibarbourou. Editorial Claridad, 1922]

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