En la literatura anglosajona, el nombre de David Lawrence no pasa desapercibido. Perteneció a una época de importantes cambios en la narrativa inglesa, muchos de los cuales incorporó con fluidez en su obra.
David Herbert Lawrence, más conocido con sus iniciales, D.H. Lawrence, nació en Inglaterra el 11 de septiembre de 1885. Desde pequeño sintió la llamada de la literatura; y en cuanto pudo se centró en dedicar todas sus energías a este oficio.
Lawrence estaba en contra de las convenciones y no le importaba ir contra cualquier norma si así se lo pedía su corazón. Por eso, cuando conoció y se enamoró de Frieda Weekley, una mujer casada, no tuvo ningún inconveniente en afrontar las consecuencias sociales que este amor le causaría con tal de no renunciar a él.
La Primera Guerra Mundial dejó una marca indeleble en el espíritu de Lawrence, no sólo por su interés por intentar entender la naturaleza de la guerra y su violencia, sino también por la gran censura que debió soportar. Sus análisis contra la evolución de nuestra especie hacia una sociedad retorcida y vil, no fue para nada bien recibida por el público.
De esa experiencia traumática surgiría el deseo de conocer el mundo. Así que Lawrence abandonó Inglaterra para hacerse al camino. Una peregrinación que lo llevaría a diferentes puntos del mapa. Y allí le encontró la muerte. Falleció el 2 de marzo de 1930 en Francia.
La obra de D. H. Lawrence
Uno de los grandes temas en la obra de Lawrence es la sexualidad y la forma en la que las costumbres sociales y políticas afectan nuestra manera de entender el deseo y de canalizarlo. Nos dejó, de hecho, un interesante análisis sobre los efectos de la industrialización y la modernidad en la construcción o, mejor dicho, en nuestra comprensión del deseo. Aunque no pasan desapercibidas en nuestras lecturas cierta misoginia que habitaba en lo profundo del escritor.
En un artículo de Manuel Hidalgo en El Mundo, el periodista español hace una contra crítica hacia una visión que se ha tenido sobre la pornografía y el sexo en Lawrence. Defiende asimismo esa idea que el escritor sostiene en sus libros acerca de la animalidad en la sexualidad; en un artículo que estemos de acuerdo o no, merece la pena una lectura.
Entre sus obras más conocidas se encuentran El pavo real blanco, Arco iris, Mujeres enamoradas y El amante de Lady Chatterley. Sus cartas, publicadas de forma póstuma por su gran amigo Aldous Huxley, nos permiten conocer la profundidad del deseo y el pensamiento de este escritor.
Al margen de lo que se dice de las ideas respecto a las ideas de Lawrence, lo mejor para entrar en el debate es leerlo, y desarrollar nuestra propia opinión.
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