María Elena Walsh en «Lunes de Poesía»

Un poema de María Elena Walsh en nuestro ciclo «Lunes de Poesía».



María Elena Walsh en «Lunes de Poesía»
Foto: Círculo de Bellas Artes de Buenos Aires

Hay una foto preciosa que se tomó en Buenos Aires en 1948 en el que aparece Juan Ramón Jiménez junto a una María Elena Walsh jovencísima, con esa sonrisa inigualable y la mirada chispeante. Es una foto grupal tomada en el puerto de Buenos Aires. Juan Ramón Jiménez acaba de llegar a Buenos Aires y algunos jóvenes poetas van a recibirlo. Esta foto pertenece a la Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Puerto Rico y podemos descubrirla gracias al delicioso trabajo de Fernando Copello titulado «María Elena Walsh y Juan Ramón Jiménez: desencuentros y encuentros».

En esa foto, casi todos miran a la cámara. Walsh tiene los ojos puestos en el poeta. Y éste parece un símbolo fabuloso para entender no sólo la relación que existió entre ellos sino la forma en la que el poeta afectó la poética de María Elena. Asimismo, es una muestra impactante de toda una decisión estética: siempre rodeando lo que para los demás es importante y centrándose en el polvo de las cosas; así Walsh fue capaz de construir una poesía potentísima, y llena de simbolismo y de interés por la tradición. Y en esa tradición entraba su contemporáneo Jiménez, que ya para ese entonces era un poeta reconocido.

Es evidente que Walsh no podía esconder su fascinación por el poeta de Moguer, porque se nos nota mucho a los que le hemos leído con pasión y ansias, quienes hemos aprendido de él los balbuceos del decir poética. Sin embargo, mucho tuvo que dar a cambio por aquel aprendizaje, y es posible que debido a ello sus libros Otoño imperdonable y Apenas viaje tengan una sustancia absolutamente diferente a los posteriores. El encuentro con Juan Ramón Jiménez, ligado a la propia búsqueda personal y estética llevaron a María Elena por otros caminos. Sin embargo, rescatar esos primeros libros nos permite conocer la semilla de la que esta hecha toda su obra.


María Elena Walsh publicó Otoño imperdonable siendo una adolescente, y fue el libro que le abriría muchísimas puertas y le permitiría convertirse en la autora inigualable que fue. Sin duda, el interés de Jiménez por la poeta de Ramos Mejía tuvo su origen gracias al impacto que causó en él esta lectura. En nuestra sección «Lunes de Poesía» vamos a centrarnos en su poema «Paisaje de elegía» publicado en ese libro.

Otoño imperdonable es un libro pequeño pero poderoso. Una obra fabulosa tanto para iniciarse en la lectura poética como para conocer el trasfondo estético de esta autora argentina. En sí mismo puede leerse como una larga elegía a la infancia perdida en el que se refleja el miedo de cara al porvenir; y todo ello cultivado a través de la metáfora del amor romántico, que se resquebraja y nunca vuelve a ser el mismo.

En «Paisaje de elegía» encontramos una preciosa alegoría entre el acortamiento de los días y la pérdida de contención. Una comparación rítmica entre el final del calor y la certeza de la felicidad perdida. Asimismo, es un grito de auxilio para que todo lo vivido permanezca, hecho poesía, hecho canto; como si la vida sólo mereciera la pena o existiera, si fuese cantada.


Paisaje de elegía

No escuches mi dolor, tú que me heriste.
No te reclama ya ningún acento.
Sólo en mi corazón la sangre es triste.
(¡Oh lentas calles del otoño lento!)

No te requiero un sólo mandamiento.
—Tú que me niegas, tú que no me diste—.
No sientas esta muerte que yo siento.
(¡Oh tristes voces del otoño triste!)

Que sólo a mis entrañas se refiera
este clamor, este importante frío.
Quiero que no te alcance este lamento.

Pero si alguna vez te desespera
un gran silencio, es el silencio mío.
(¡Oh lentas sombras del otoño lento!)

[«Paisaje de elegía». María Elena Walsh. Otoño imperdonable, 1947]

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