«50 Estados» de Ezequiel Zaidenwerg (Bajo La Luna)

Reseña de «50 Estados. 13 Poetas contemporáneos de Estados Unidos», de Ezequiel Zaidenwerg (Bajo La Luna).



«50 Estados» de Ezequiel Zaidenwerg (Bajo La Luna)

La poesía, no los poetas. Ésta parece la gran idea que subyace en 50 Estados. 13 Poetas Contemporáneos de Estados Unidos, de Ezequiel Zaidenwerg (Bajo La Luna). Un libro que no terminamos de encajar en la realidad ni en la ficción. Un juego de máscaras y un flirteo entre diversas estéticas que me ha dejado alucinada. Zaidenwerg nos ofrece una antología poética apócrifa o, mejor dicho, ficticia, a través de la cual podemos intuir el mapa de la poesía estadounidense. Pero va un poco más allá, construyendo un libro que está entre la novela, la antología y la entrevista. Al terminarlo no sabemos qué es cierto, pero sí que todo lo que aquí encontramos es verdadero. Que nadie se lo pierda.



Poesía y traducción


50 estados. 50 poemas. 13 autores. Los números hablan por sí solos. A través de los poemas podemos encontrarnos con un país conformado desde la diversidad y la multiplicidad de miradas. En lo estilístico esto podemos apreciarlo en la combinación de géneros y discursos. En lo humano, en la exposición de ideas dispares representadas desde la voz de poetas con orígenes y búsquedas fácilmente diferenciables. A través de estos trece personajes, coqueteando de forma pícara con los límites entre ficción y realidad, Zaidenwerg reflexiona sobre asuntos importantes y nos invita a pensar la creación poética desde diversos prismas, todos ellos emparentados con lo cotidiano. Y lo hace a través de un libro extraordinario que le permite ejercer sus dos oficios, de poeta y traductor. Con un punto de vista fabuloso, que puede entenderse como una invitación a mezclar la poesía con todo. A meterla en el mundo; permitiendo que se manche y se contagie de todo lo que nos interesa.

El libro comienza con un prólogo en el que el autor nos cuenta cómo ha sido su relación con el inglés y su encuentro con la traducción, un oficio que se convertiría en el motor de su vida. Una anécdota, algo aparentemente anodino, puede cambiar nuestra forma de percibir el mundo para siempre. En su caso ese elemento anodino fue una moneda. «Mi primera noción de la literatura fue esa moneda única, ese dólar platónico, ajeno a los vaivenes de la tasa de cambio, que podía trocarse por una larga serie de pequeños tesoros singulares», dice refiriéndose a la lectura de Huckleberry Finn. Siempre los sueños se originan en una epifanía, y ésta no necesariamente viene acompañada de luces de neón y palabras contundentes. «Nosotros los ajenos», como se titula este prólogo, es una carta de amor bígama: a la traducción y a la poesía. «Tal vez traducir sea una forma de mostrar lo que siempre estuvo ahí a pesar de jamás haber estado». Ver y nombrar lo que no existe.


La poesía de Ezequiel Zaidenwerg

Dónde está la poesía americana


Hay dos cosas que me interesan especialmente de este libro. La primera ya la he señalado y tiene que ver con ese juego de mentira verdadera, con teñir de fantasía los bordes de la realidad. La segunda, que en parte está relacionada con eso, tiene que ver con el ejercicio de tantos tonos y voces en ocasiones contradictorios entre sí: un infernal y delicioso trabajo de poética con voz desdibujada. La esquizofrenia que impone el ejercicio de la traducción quizá otorgue al poeta que vive en Zaidenwerg la habilidad de trabajar con distintos registros sin dejarse nunca ver del todo. Un juego de invisibilidad que le permite convencernos de que todos estos poemas pertenecen a tal o cual persona, aunque ellas en verdad no existan más allá de las fronteras del libro. ¿Qué es un nombre? ¿Qué es una poética? Éstas parecen las preguntas que condicionan la arquitectura de este libro. Que se canalizan desde la creación de personajes ficticios que fundamenten la propuesta de una serie de referencias o intereses bibliográficos, como una forma de ordenar la genealogía lectora personal. La poesía, no los poetas, es lo que interesa. La poesía con una especie de independencia de quien la escribe. Suena fuerte como premisa, como estilo de vida, pero me parece asombrosamente exquisito pensar la literatura desde esta abstracción, estableciendo relaciones con las imágenes y los personajes, como si estuvieran vivos. Aquí. Ahora.

Estamos ante un libro transgénero. No es una antología. No es un libro periodístico. No es una novela. Me ha gustado mucho esa idea que nos propone el autor, de novela tenue. Quizá sea la forma más precisa de definir esta obra rebelde, que se construye por encima del encorsetado paradigma de los géneros. Una novela tenue dividida en trece partes, correspondiéndose cada una de ellas con un o una poeta. En cada nuevo comienzo encontramos una mínima biografía, seguida de tres o cuatro poemas en su versión original y con su respectiva traducción al español. Y cada parte concluye con una entrevista que gira en torno a la visión que el o la poeta tiene acerca del sistema, de la literatura, de la extranjería, del amor. Esta estructura otorga realismo y está todo el tiempo haciéndonos dudar de la existencia material de estas criaturas. Y me parece que es un luminoso recurso para abordar inquietudes en torno al sistema, a la literatura y a la relación entre oficio poético e industria. Tenemos a Joe Urbach que dice, por ejemplo, «Me preocupa y me irrita la industria de las maestrías de escritura creativa. No es que los talleres no valgan la pena; no, el problema es la industria, el aparato».

Evidentemente, los y las poetas que aparecen no son conocidos. Este juego falsificador es el mayor acierto del libro, porque nos permite descubrir a un escritor que bebe de la mejor tradición literaria: la de autores y autoras que experimentan la literatura como juego e indagación. Una escuela donde el lenguaje existe para deformarlo, la verdad para deconstruirla y los géneros, para romperlos. Y, lo más interesante, una estética que se impulsa desde la difuminación de la frontera entre realidad y ficción. En el caso de 50 Estados, el desdibujado de la línea viene impuesto por el poema. El poema aparece para conectar la realidad (la poesía que se escribe en Estados Unidos) con la ficción (los nombres de los poetas) estableciendo con ambos mundos una relación indivisible. «El cuerpo es la bisagra de la puerta entre lo concreto y lo abstracto», dice Chris Talbott. Y nosotros podríamos parafrasearlo diciendo que los poemas son la bisagra entre lo concreto y lo abstracto. Los poemas como intersección entre esos dos mundos, y no los poetas.

Poesía y traducción. Lectura y creación poética. Éstas son las dos relaciones que cimientan el contenido del libro. ¿Cómo empezaste a leer? ¿Cómo empezaste a escribir? A través de las respuestas a estas preguntas, con las que se inician todas las entrevistas, podríamos dibujar un mapa de la tradición lectora estadounidense, las influencias europeas en la poesía contemporánea y la relación que existe entre ella y otras disciplinas artísticas. Por supuesto no faltan alusiones a la influencia del pop en la creación poética, otro rasgo significativo y sobre el que Zaidenwerg indaga con lucidez. Y por mencionar algún ejemplo voy a quedarme con ese cover de «El albatros», aquel popular poema de Baudelaire, que es una adaptación fabulosa que intenta poner sobre la mesa una crítica social con ciertos tintes irónicos, y usando una imagen fácilmente reconocible. Así lo expresa el poeta Frank Shaughnessy, que es el nombre atribuido al personaje —¿Podríamos hablar a esta altura de alter ego o perdería la magia y la potencia que Zaidenwerg ha querido implantar en este libro?—. «Con este cover quería situar al albatros en una taxonomía social que les resultara igualmente reconocible a los estadounidenses de fines del siglo XX y principios del XXI».

La contradicción es otro de los grandes temas. Se me ocurre que quizá proponerse una lectura racional de la poesía a través del periodismo sea una de las grandes contradicciones a las que muchas nos sentimos tentadas. Por eso me ha resultado sumamente interesante este ida y vuelta entre la frontera de los géneros, este indagar en los procesos de creación poética, para dilucidar la forma en la que se conforma un universo imaginario determinado. ¿Y por qué ése y no otro?, que diría Lola Mascarell. La gran pregunta en ese sentido es cómo se escribe un poema, es decir, por qué escogemos determinadas cosas sobre las que hablar, y también, por qué hay poetas más íntimos y otros más evanescentes. Por otro lado, muchos de los poemas nacen de una contradicción: de la extrañeza y de la inseguridad. Incluso, en una segunda lectura, podemos encontrarnos con un hábitat firme en el que Zaidenwerg pone a conversar muchas ideas, que buscan luz a través de diversos estilos y canales. Como eso que dice Adam Wolniewicz: «El mundo evoluciona a través de la contradicción, según creo yo, la luz nos impresiona porque hemos visto la oscuridad».

Esta idea de la luz comprendida desde la oscuridad me parece exquisita. Y muchos de los poemas se construyen desde ese lugar, es decir, juegan con esa idea, como si desde lo sórdido pudiéramos apreciar mejor el brillo de la vida. Y puede que esto tenga algo que ver con eso que decíamos antes, de que traducir es hacer visible algo que aparentemente no existe. Sin duda, sumergirse en estas ideas y planteamientos es una buena razón para leer esta maravilla.

Y no me quiero dejar fuera las villanelas de Ariella Jenkins. —¿Quién escribe villanelas en pleno siglo XXI?—. Pero eso no es nada. Jugar con el lenguaje y con las formas, y reconstruir desde lo clásico hacia el presente, es uno de los mecanismos fundacionales de estos estados. Algo que nos permite intuir que estamos ante un grandísimo lector que es capaz, además, de convertir la creación poética en un espacio lúdico donde poder esparcir una gran variedad de elementos y relacionarlos. Un poeta perspicaz que va dejándonos numerosas señales poco evidentes para captar la amplitud de la obra. Y ése es nuestro trabajo como lectoras: ir tras esas miguitas, encontrarlas, distinguir su hondura. En ese sentido es un libro que nos invita a leer y releer varias veces para entender las referencias y disfrutarlo al máximo. ¡Una lectura que he saboreado con una mezcla de fascinación y asombro!


La poesía como voz colectiva


Por último no quiero dejarme fuera el carácter colectivo del libro. Y voy a decirlo con Mihael Hoffner: «Creo de verdad en el verso de Whitman, 'contengo multitudes'. Y el 'vos' también contiene multitudes. El 'vos' es un vocativo que se dirige, por supuesto, a la persona amada, pero también a todas las cosas de este mundo». Ezequiel Zaidenwerg nos ofrece una construcción poética coral, donde la voz del yo se encuentra difuminada en un nosotros que araña la superficie y trata de replantearse asuntos de índole creativa pero también vital.

Hay muchas referencias bibliográficas así como preguntas en torno a las influencias en la escritura. Aparecen una serie de preguntas sobre los límites del yo y a la conformación de la identidad. ¿Sería quien soy si no te hubiera conocido? ¿Escribiría estos mismos poemas? ¿Qué hay de "nosotros" en el yo poético? La forma en la que la propia identidad se ve modificada a causa de las experiencias y las personas, parece un tema importante y reincidente para el autor que, al entrevistar a una pareja de poetas les pregunta si se leen y corrigen, y se interesa por el rol que cada uno ocupa en la escritura del otro. Me he quedado con esta mirada colectiva, con esta construcción del mundo desde lo plural y diverso. Y pienso que esto les habría gustado a Whitman y a Audre Lorde.

Indirectamente esta lectura también podría ser una invitación para velar por una genealogía lectora que se escape del individualismo de nuestro tiempo y que cruce la línea del bienestar forzado para construir una mirada colectiva. Aunque reconozco que ésta puede ser una lectura muy personal, quizá una provocación del libro sobre mi propia visión del mundo y de la escritura poética. Lo que sí puedo asegurarles es que encontrarán aquí una antología fascinante que se propone una utopía: reunir la poesía estadounidense contemporánea en 50 poemas. Una lectura anticanónica y rebelde que va a encantarles.

Ver lo que aparentemente no existe. Tal vez la poesía también deba alojarse o alcanzarse por ese sendero. Tal vez, la poesía y no los poetas es lo que deberíamos perseguir cada vez que nos proponemos intervenir en el canon, para traer voces nuevas, desalojadas de la rigidez de la tragedia académica. Porque en definitiva, «eso que llamamos poesía es una interminable creación conjunta, un mosaico de poemas más que una galería de poemas». Los poemas, no los poetas.

Zaidenwerg, entre traducción y poesía ficticia
50 ESTADOS. 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS DE ESTADOS UNIDOS. EZEQUIEL ZAIDENWERG. BAJO LA LUNA. 2018

2 Comentarios

  1. ¡Hola!

    Menuda pintaza, ¡lo quiero leer!

    ¡Nos leemos!

    Sara

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    1. ¡Gracias por pasarte, Sara! Ay, sí, te va a encantar. Cuéntame después qué tal, amiga. Besotes.

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