Para leer a Sergio Chejfec hay que tener tres cosas: pasión por el lenguaje, deseo de movimiento y desesperanza. Porque al toparnos con sus libros es a través de esa deriva, del desconcierto de sus personajes, de las reflexiones que parecen no abocarse a enseñarnos nada sino a pintarnos imágenes, que aparece la luz. La luz de una manera distinta, como nunca antes la hemos visto. Por eso, leer a Chejfec es una experiencia epifánica, que nos puede ayudar a torcer la mirada para aprender a ver las cosas de otra manera. A veces no se trata de pensar distinto en cuanto a lo que a las ideas se refiere sino en cuanto a la forma, la manera en la que pensamos, el punto de vista al acercarnos a las cosas. En Teoría del ascensor (Jekyll & Jill) podemos cambiar nuestra manera de reflexionar sobre la lectura y la escritura. Es éste un libro sorprendente que no hay que perderse.
La incertidumbre y la verdad
Corremos desesperados para asirnos a algo que nos gusta denominar «Verdad», aunque no sabemos bien qué es ni por qué se esconde siempre de nuestra vista. Perseguimos una búsqueda insólita porque desde el punto de partida ya está condenada al fracaso: sabemos que navegaremos en la incertidumbre y que nunca llegaremos a destino. Esto también lo aprenden los narradores de Chejfec. «Si alguna enseñanza o advertencia sostiene a la historia se muestra mejor como misterio, o como presencia insegura, que como certeza», leemos en Teoría del ascensor.
Vivimos convencidos de necesitar objetivos pero con el tiempo aprendemos que los momentos más gratificantes de la vida fueron aquéllos en los que no los tuvimos. Cuando podíamos pasar nuestras horas dedicadas al presente, a la construcción de un castillo de arena en la playa, sin pensar en lo absurdo de esta tarea, en la fragilidad de nuestra obra, en la rapidez con que la perderíamos para siempre.
Esa actitud fundada y fundamentada en el presente es quizá lo que distingue la obra de Chejfec. Al leerlo avanzamos desde un punto, sin destino fijo, como si todo fuera deriva, como si la narración se tejiera desde esa deriva. En este libro en particular, encontramos interesantes reflexiones en torno a la escritura (y la literatura) y su relación con lo perenne. Una búsqueda hacia la sustancia del oficio, donde presente, pasado y futuro conviven y se retroalimentan desde la incertidumbre.
Y, precisamente, respecto a la incertidumbre o la duda como estado de conciencia, como espacio de improvisación vital, encontramos en este libro numerosas inquietudes. Creo que ésta es una de las principales razones por las que cada vez que leemos un libro de Sergio la experiencia es distinta; porque según qué persona seamos a la hora de acercarnos al texto, ésta varía. Esto me resulta fascinante, porque nos permite relacionarnos con el libro (con cada uno de ellos) de una forma auténtica e irrepetible. Y es algo que no he encontrado en ningún otro escritor. Me parece una muy buena razón para recomendarte que no te lo pierdas si deseas indagar en esta mágica forma de vivir el lenguaje.
La geografía de la palabra
En Teoría del ascensor Chejfec comienza una reflexión que ampliará en 5 y que tiene que ver con la literatura documental. En este primer libro orientada a la base teórica o real de la escritura (el trabajo de profundización e investigación previo a la escritura en sí), en 5 enfocada a la geografía del paisaje y su relación con la narración. En ambos casos la relación que se establece entre narrador y teoría-geografía es similar: elementos plásticos, manipulables que sirven para definir (mientras definen) la narración. Lo insospechado quizá se cuele por esta hendija, porque si no podemos controlar el entorno, entonces ¿por qué habríamos de controlar todos los hilos de la historia?
Dice el narrador de Teoría del ascensor que es imprescindible que exista «una actitud empática del narrador, o de la narración en general, hacia los objetos físicos, situaciones empíricas o documentos flagrantes en general que se van encontrando en los relatos». Chejfec nos enseña que es a través de la capacidad para mirar o desarmar esos espacios teóricos como el narrador dotará a su relato de verosimilitud.
Otros puentes, otras escrituras
Chejfec hilvana el recorrido entramando observaciones sobre la obra de cuatro autores argentinos: Saer, Di Benedetto, Lamborghini y Roffé. No escogidos al azar, sino como referentes ineludibles de algunas de las generaciones fundamentales de la literatura argentina. Y aunque son muchas y muy amplias sus referencias, me ha interesado especialmente esa clasificación entre personajes que tienen voz y personajes que son una voz. Un análisis hecho desde lo que sostiene la escritura, que puede ser nombrar el mundo o buscarse en el mundo. En este último grupo ubica a Lamborgini. Y quiero apuntar también las interesantes reflexiones sobre la obra de Mercedes Roffé y su relación con los puentes. Nos invita a leerla para profundizar en lo autobiográfico, como materia orgánica de una obra colectiva donde lo personal es político. Creo que en eso los libros de Sergio también son puente para nosotros.
Siguiendo en ese indagar, llega Chejfec a Zama y Di Benedetto, para referirse a la lengua que ha quedado «congelada». Es una de las partes del libro que más me ha interesado, porque entronca con una reflexión que me interesa especialmente: la mutación de la lengua en la extranjería. Quienes viven en países donde se habla el mismo idioma de su país de origen tienden a mutar su escritura en función del nuevo lenguaje que habitan, y hay un proceso de deformación o ampliación que se ve indefectiblemente reflejado en sus obras. Sin embargo, quienes viven en un país de idioma extranjero, es decir, habitan una lengua y escriben en otra, conservan una forma de trabajar el idioma materno muy peculiar, escriben en una que ha quedado congelada, a fuerza de no usarse. Dice:
«mientras avanzamos en el tiempo hay una parte del idioma que nos exilia del presente fijándonos en el pasado».
Por último, Chejfec trabaja en este libro sobre lo fantasmático, y es algo sobre lo que profundizará en su siguiente libre, que será nuestra próxima lectura. Su manera de interpretar aquello que coadyuva a la escritura y permite la instauración de un registro limpio que se alimenta del documental sin perder la magia de la ficción es realmente exquisita. Lo fantasmático como espacio de cruce entre todo lo planteado en la documentación y la chispa de la imaginación de quien escribe. Sin fantasía no hay literatura. Esto es algo que también aprendemos con Sergio Chejfec.
Ésta es la segunda entrega de un miniciclo sobre algunos textos que nos interesan de Sergio Chejfec. En el capítulo anterior hablamos sobre Últimas noticias de la escritura y en el próximo apuntaremos algunas cosas sobre 5, ¡no te la pierdas!.
TEORÍA DEL ASCENSOR. SERGIO CHEJFEC. JEKYLL & JILL. 2016
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