«Eco» de Carlos Frontera (Editorial Candaya)

Te invitamos a leer Eco de Carlos Frontera (Editorial Candaya).



Reseña de «Eco» de Carlos Frontera (Candaya)

Lo segundo que hice después de leer Eco de Carlos Frontera (Editorial Candaya) fue permanecer en silencio durante un buen rato. Porque es un libro extremadamente conmovedor, intimista y abrasivo. Tengo la sensación de que algunas lecturas exigen de nosotros una entereza que no siempre podemos sostener con integridad, quiero decir, sin desmoronarnos. Y éste es uno de esos libros. Un extraordinario testimonio sobre el descubrimiento del daño. No sobre el inicio de la herida, sino sobre la certeza de que existe. Y es, en ese sentido, que es el único que realmente me interesa, un libro verdadero. Algo, por otro lado, cada vez más difícil de hallar en la literatura contemporánea; mucho más, en la autoficción contemporánea. Frontera trabaja con un registro autoficcional insólito, donde la ternura y el anhelo de luz atraviesan todo el discurso invitándonos a mirarnos desde otro ángulo. El autor a la orilla de la narración, sin llegar a asomarse del todo, pero tirando de sus propias vivencias para hacer de este libro algo vital. Nadie debería dejar de leerlo.



Me gusta estar al borde del camino


En una canción de Fito Páez aprendí que el borde del camino es un buen lugar para observar las cosas. Porque vivir atormentado de sentido es algo demasiado pesado. Si Fito lo dice, habrá que creerle. Me gustan las historias que se planifican desde ese lugar orillero; donde la moral no cabe ni tampoco la culpa; donde el único sentido válido es el tiempo transcurrido de las páginas. La posibilidad y la ternura son las dos herramientas que hacen posible en la narrativa de Carlos Frontera esa verdad. Desde el borde del camino, Frontera nos presenta a un yo ficcionado perdido pero no hundido. Y ya sabemos lo que dicen, que para poder encontrarse hay que saber perderse. Así que, Eco más que la historia de la pérdida es la narración de un destino claro, la posibilidad que aparece cuando descendemos al infierno, cuando la vida nos sacude sin previo aviso.

Eco comienza por lo segundo. Quiero decir que el personaje comienza contándonos lo que hizo en segundo lugar. Ya desde ese momento la narración va a llenarnos de preguntas, porque habrá elipsis, saltos temporales y reflexiones aparentemente impulsivas que llevarán el discurso hacia delante, contagiándonos el movimiento y el deseo de saber. ¿Y qué habrá hecho antes? ¿Por qué empieza por lo segundo? Es inevitable hacerse estas preguntas. Precisamente, me parece muy interesante este punto de partida, porque como lectores ya nos avisa del desorden emocional que atraviesa el personaje. Su confusión, que es literal —porque acaba de salir del quirófano— y metafórica —porque su vida se pone patas arriba—. De este modo, a medida que avanzamos en la historia, acompañaremos a este hombre en su recomposición vital, en sus preguntas, en sus miedos, en su trabajo de autoconocimiento.

El cuerpo perdido o la certeza de la experiencia vital. Éste es otro de los ejes de este libro. Frontera nos ofrece contundentes reflexiones en torno al cuerpo como espacio de conflicto; es decir, como espacio de rebelión contra el sistema y contra uno mismo, y también como única certeza de existencia, y de pertenencia. «Sin lesión de por medio, sin ninguna magulladura que se interponga entre mi cuerpo y la experiencia de mi cuerpo, la relación con él es la misma que con Dios cuando crío: el cuerpo no existe: está». El reconocimiento del cuerpo como convicción de la experiencia y como espacio de trascendencia. Todo lo que existe es el cuerpo. Ésa parece la única certeza que respira y sostiene al narrador. Y que lo llevará a reflexiones íntimas, a dudas filosóficas profundas y también a vislumbrar un escape, cuando todo parece caerse. La posibilidad, también en el cuerpo.

El cuerpo es entonces uno de los protagonistas de Eco, el único que rompe con la soledad emocional del narrador. Músculos, huesos, articulaciones son los receptáculos de las experiencias y, al mismo tiempo, le sirven al narrador para sentir ese alivio de pertenencia, de apego, aunque ese algo sea él mismo, su pobrecito cuerpo. El cuerpo como eco. Ésa es seguramente una de las ideas más hermosas de este libro; sobre la que he vuelto (como lo hace el narrador varias veces) para interpretar el discurso. El cuerpo que revela una realidad subterfugia: lo que callamos frente al mundo, el cuerpo lo sabe. «El cuerpo se provoca daño a sí mismo para cuidar que un daño preexistente vaya a más. Hay alguna enseñanza en eso».


Cubierta de «Eco» de Carlos Frontera (Candaya)

El corazón de las cosas


Nos hablan de la importancia de los comienzos y de los finales en las historias. Las historia de la literatura, mucho más que los talleres, pone a nuestra disposición una gran cantidad de clases magistrales para aprender a contar lo que ocurrió primero, que da sentido al movimiento de toda narración. Frontera apela al concepto in media res desde lo formal y desde la trama. En literatura, por si acaso el lector no estuviera al tanto, es ésta una técnica que consiste en comenzar a contar una historia por el medio en lugar de narrar desde el principio. Frontera comienza por lo segundo, por el medio, porque quiere enfocarse en los desnutridos sociales, en los que no tienen tan clara la vida que tienen o quieren, en el miedo que siempre nos paraliza y que pone en duda nuestra capacidad de supervivencia. Pienso que este juego jerárquico a favor de lo que está a mitad de camino (en forma y fondo) es uno de los grandes aciertos de este precioso libro.

Eco nos ofrece una historia con un ritmo exquisito, donde el personaje va revisando su pasado e imagina posibles destinos distintos; porque «Sin confianza no se llega a ninguna parte, o se llega mal». A través de esa búsqueda, donde la soledad atraviesa todo el relato, la infancia es un espacio de podredumbre que tira piedras sobre la psique del narrador. «Inhalo lo tóxico de mi infancia tras el derrumbe». A mitad de camino, en el centro de la experiencia, el miedo, la posibilidad de fracasar y el miedo a no haberlo intentado con todas las fuerzas, son algunas de las dudas atemorizantes que habitan el relato. El corazón de las cosas está lleno de miedo, pero el narrador no parece dispuesto a darse por vencido.

Otra cosa muy interesante es el planteamiento de perspectivas que llenan de dudas la mente del narrador. ¿Qué es lo real y qué lo que nos inventamos? ¿Qué da sentido a su comprensión del mundo? Todo esto ocupa el eje central de sus inquietudes y atraviesan la narración de Frontera, donde cada frase quiere demostrar que «La existencia tiene lugar en diferentes planos, ninguno de por sí más consistente que otro, ninguno más real» y donde «Los recuerdos también se heredan».

Sobre la herencia del daño y la violencia. El miedo a la violencia que nos ha alimentado y que no deseamos trascender en nosotros, hay también inquietantes párrafos. La relación del narrador con esa violencia se ve muy bien explicada en su experiencia con la invasión de cucarachas y su visita al matadero, que es seguramente una de las escenas más potentes del libro. Un hito en la narración que ha servido para iluminar la impactante cubierta. Y, ahora que lo pienso mejor, se me ocurre que quizá este libro trata sobre todo acerca de nuestra capacidad para sobrevivir a la violencia íntima y a la opresión del sistema. ¿Qué es sino la violencia lo que nos enseña a distanciarnos de nuestra psique, de nuestro deseo, de nuestras posibilidades; la violencia y el miedo a convertirnos en criaturas rechazadas por el mundo de los otros?



El principio del hombre


«¿Dónde empieza un hombre? ¿Dónde termina?» Ésta es una de las grandes preguntas del personaje. Cuánto de lo que somos es herencia machacada y bebida en la convivencia. Cuánto de lo que somos, de aquéllo en lo que creemos, nos pertenece. Preguntas como éstas caben en este maravilloso libro, donde «Pasado, presente y mentira forman una amalgama sin arriba ni abajo, sin inicio ni abandono». El principio del hombre, de su individualidad y de su identidad, es lo que desea encontrar el narrador; la posibilidad de reencontrarse con el niño que fue sin la violencia que lo invitó a sepultarse, a convertirse en sombra. Si no encontramos un impulso verdadero en esta búsqueda, en esta lectura, es que no hemos entendido nada de la vida.

En el principio del hombre está la soledad. Y en el corazón del hombre está la soledad. Y en el final del hombre, la soledad. La soledad es el agujero al que se asoma el personaje. La soledad es su miedo más feroz. «Nadie debería envejecer solo», se dice. Y aparta de su lado a todo ser viviente. Ten cuidado con lo que deseas, podría haberle retrucado alguien al narrador. Pero la cosa se queda ahí; en la pregunta, en la inquietud, en lo que no funciona de la vida. Porque en verdad, ésta no es una novela sobre las cosas que salen bien, sino sobre la insufrible dificultad que supone para muchos de nosotros levantarnos cada día.

Y hay, precisamente, un homenaje a los rotos, los inadaptados, los que habitamos en medio de un desconcierto que nos impide asegurarnos el futuro. Un homenaje que dice: «Nosotros, los inadaptados, los consumidos por el fuego de la vergüenza, los aplastados por el peso de la culpa, los acomplejados por la certeza de no dar nunca la talla, de no estar a la altura». Por eso la historia comienza a mitad de camino, porque se enfoca en los personajes a los que el mundo no ve, los que habitan en las sombras. Aquéllos que, en «un arranque de valor, o sea, desesperados, salíamos al mundo con el corazón en la garganta, para regresar al cabo más heridos, más humillados, más solos». Si no encuentras verdad, si no encuentras ternura o fuego en esta lectura, es porque has tenido la desgracia de dar en la talla. La desgracia, porque encajar en el molde es carecer de la capacidad para habitar la frontera y mirar de frente el dolor de los otros.

Creo en Carlos Frontera. Creo en su literatura desde que leí su Andar sin ruido (Páginas de Espuma). Creo en su humanidad y en nuestra amistad. Creer en las personas a las que queremos es importante. Reivindico el cariño y los afectos como única creencia valiosa y verdadera. Y también, como nos enseña en este libro Carlos, reivindico el cuerpo como único espacio de rebelión y de apego a la vida. También el dolor del cuerpo, como única certeza de que estamos vivos. «Veo a Dios en todo lo que no es Dios. / Creo en mi dolor. / Le rezo a mi dolor. / Me alimento de él».

Lo segundo que deberíamos hacer al leer este fabuloso libro de Carlos Frontera es volver la vista atrás, para averiguar cuánto de nosotros es verdadero. Porque este libro exige de nosotros una respuesta a la pregunta de ¿qué estuvo primero? ¿qué hicimos antes, para acabar aquí? Y es una lectura verdadera sobre lo único cierto. A Frontera hay que quererlo porque nos enseña a mirarnos mejor. Que nadie deje de leerlo.

«Eco» de Carlos Frontera (Candaya) en Bestia Lectora

ECO. CARLOS FRONTERA. EDITORIAL CANDAYA. 2020

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