«La Claridad», de Marcelo Luján (Páginas de Espuma)

Un cuento de Marcelo Luján en nuestro «Miércoles de Cuento».



«La Claridad», de Marcelo Luján (Páginas de Espuma)

Imagínate que vives en un pueblo. Imagínate que tienes 13 años. Imagínate que todos los años con el colegio vas a la laguna de tu pueblo a hacer un campamento. Todos los años, te reúnes con algunos de tus compañeros en una carpa y uno de los integrantes del grupo enciende la noche contando historias de desaparecidos. Con todo eso en la cabeza, en el cuerpo, en la sangre hay que disponerse a leer La claridad, de Marcelo Luján (Páginas de Espuma), un libro de cuentos que presenta un altísimo trabajo de forma que lo vuelve irresistible. En nuestro «Miércoles de Cuento», vamos a leerlo.


Leer desde la voz


La Claridad es un cuentario que se apoya en leyendas populares y, desde allí, nos evoca las sensaciones propias de los primeros encuentros con la narración, que en casi todos los casos han sido a través de la literatura oral. Pero, en lugar de hacerlo de la forma clásica (cuentos redondos y de estructura simétrica), se decanta por narradores que, constantemente, se están tropezando con la duda y que, para esconder esa sensación, prosiguen el discurso exagerando cierta seguridad. Para lograr esto, Luján tira de ciertos recursos de la oralidad que, en la escritura no siempre funcionan, como el apoyo de la tensión en la anticipación. Y éste, que es uno de los aciertos de la obra, me parece también su amenaza: porque es posible que, muchos lectores exigentes, por no captarlo del todo no lleguen a abrazar el corazón de este libro.

Pero yo quiero empezar por ahí, porque es una de las cosas que más me ha interesado. El tono de este libro es su hallazgo. Marcelo Luján se pone en la piel de un verdadero orador. Y no de cualquier contador de cuentos: una persona que recién descubre el lenguaje, la fuerza del misterio, la desproporcionada ambición que supone narrar desde la elipsis. Desde este punto de partida, Luján recoge una serie de leyendas para reconstruirlas, sin que pierdan la esencia enigmática del aquí y ahora. Con un tono que a veces se acerca al horror más lovecraftiano y en ocasiones parece una narración nórdica, enrevesada pero clarísima, nos hipnotiza con estos seis cuentos, que tienen mucho que ver con nosotros.

¿De qué manera narrar estos mitos populares, de los que todos conocemos (o podemos intuir) el final, sino poniendo todo el pulso de la narración en la tensión? Esto es lo que hace Marcelo, y consigue tocarnos la fibra del miedo y el desconcierto: el camino ideal para mantenernos atentos. Y, ahora que lo pienso, me parece que ésta es la única forma de construir desde la literatura una escritura de las leyendas que nos han formado; esas historias sin las cuales un abrigo en la noche, un cementerio, un camión en un camino desolado, no significarían lo que significan para nosotros.

Lo difícil de estas narraciones es que desde el principio sabemos cómo acaban. ¿Por qué razón nos sentaríamos a leerlas entonces? Quizá Marcelo haya encontrado el secreto: dándole importancia al mientras tanto. Una buena narración, independientemente de lo que narre, se sostiene por los hilos que teje entre recursos y estímulos en los lectores. En este caso, a lo largo de la lectura somos asaltados por esa tensión narrativa de un encuentro casi clandestino y juvenil, a la luz de las velas o de un fuego campero. Todo esto sucede, creo yo, porque la fuerza de las leyendas es que todas las historias son verdaderas. Por eso, el elemento de la anticipación, genera esa tensión y ese deseo de saber cómo va a suceder, qué combinación diferente decidirá esta vez el orador para mantenernos atentos hasta el final. El aquí y ahora nos empuja al centro del relato.

No importa lo que sucede, el instante de la voz rompiendo el silencio de la noche y deshaciendo nuestras certezas: ahí está el encanto de estas historias. Conseguir un discurso con el ritmo y las pausas adecuadas para que podamos apreciar en profundidad la tensión y los giros (no siempre insospechados) del relato; ir y venir dentro de cada historia, avanzando muy lentamente, pero vibrando a cada paso. Quien pueda leer así este libro, tendrá asegurado el disfrute. Quien no disfrute del lenguaje en movimiento, quien desee leer historias completas y no pueda verse arrasado por la voz oral que atiza nuestros nervios, igual no debería leerlo.

Yendo un poco mas lejos, quizá el gancho de estas historias resida en la esperanza: en el deseo de inmortalidad que habita en todos y cada uno de nosotros, también en los suicidas. Volvemos a las mismas historias, tal vez, con el deseo infantil de que el final cambie y descubrir un felices para siempre que se nos ha escapado. Con esa idea también establece lazos férreos esta lectura. Y, en esa esperanza, la tensión juega un papel fundamental: el valor de estas historias no está en lo que ocurre sino en el cómo están contadas. Y aquí nos topamos con una de las apuestas arriesgadas de este libro: cuando leemos estamos solos y no contamos con el espíritu de grupo para desarrollar y sostener la sugestión; sin embargo, mientras vivía en estos cuentos, tenía la sensación de que éramos muchos escuchando esas historias.


Marcelo Luján en Bestia Lectora

Los cuentos de Luján y nuestros cuentos

Imagínate que estás en un pueblo desconocido, donde no conoces a sus muertos. Imagínate que alguien te habla de ellos. Imagínate. Es muy importante imaginarse para entrar en La claridad. Porque no es un libro para leer como se lee una obra cualquiera: hay que tomarse el tiempo para entrar en clima y dejarse absorber por esa atmósfera misteriosa, casi cursi, casi adolescente, llena de ilusión y de magia. No hay que leer para avanzar en la historia, sino para vivir en ella. Y, repito, es interesante cómo estando solos (porque el bello acto de la lectura es el único refugio profundamente íntimo que nos queda) podemos sentirnos parte de algo que es mucho más grande que nosotros.

El abrigo (la campera) en el cementerio, el camionero que pierde su rumbo, el hombre de la bolsa, la luz mala, Ábrigo: todas estas historias que nos han formado están en este libro. Todas estas criaturas que nos aterraron en la infancia, vuelven para revivir en nosotros ese miedo, con sus respectivos recuerdos y sus reacciones primigenias. Este tipo de experiencias lectoras tienen el poder, entre otras cosas, de ayudarnos a llegar al fondo de nosotras, para reconocernos y comprendernos mejor.

Mientras lo leía recordé a Santito, un hombre que nos amenazaba a mí y a mi hermano pequeño con raptarnos y llevarnos en la caja de su camioneta. Y recordé que, años más tarde, fascinada (porque siempre he sido una incorregible amante de los mitos y leyendas rurales) descubrí que ése era mi hombre de la bolsa. Porque las leyendas viven en nosotros, y cuando decimos que toda ficción es real y sucede en el momento que se narra, lo pensamos literalmente: es tan real como que el gas explota. Y no importa dónde hayamos nacido, cuál haya sido nuestra crianza, ¡seguro conocemos éstas o historias similares! Porque la literatura no entiende de fronteras. Y todo eso nos viene a contar (y recordar) Marcelo Luján en La Claridad.


Un cuento de Marcelo Luján


En nuestro «Miércoles de Cuento» quiero compartir un pequeño fragmento de uno de mis relatos favoritos: «La chica de la banda de folk». Lo elijo porque su historia me viene acompañando, como sólo pueden acompañarnos las historias de la infancia, desde siempre. Por supuesto que, Luján, como lo ha hecho con todas las leyendas del libro, ha incorporado nuevos y curiosos elementos, y en este cuento el giro que le ha dado a la historia me ha gustado especialmente, porque le otorga a la narración una nueva fuerza. No dejes de leerlo.

En «La chica de la banda de folk» conocemos a Alejandro, un joven de la ciudad, que está de visita en el pueblo de su amigo Teo. Su estancia coincide con las fiestas patronales: todo el pueblo es una gran fiesta. Lo que allí le sucede, Alberto no podrá olvidarlo en la vida. Y nosotros, tampoco. Porque las experiencias extravagantes (o sobrenaturales) se nos quedan pegadas al cuerpo para siempre; como el amor de verano, y como el miedo a ciertas habitaciones en las casas de la infancia.

Termino con un minúsculo fragmento , como siempre hacemos en este ciclo cuentero. Que nadie se pierda estos cuentos: que vuelva a la infancia, a la adolescencia, al pueblo, y que disfrute de la literatura en su sentido más puro, más impactante.

«La chica de la banda de folk», de Marcelo Luján (Fragmento)

«Puede que haya sido el deseo. Con esa rara euforia de los que aún no entienden lo que les pasa. O las ganas de que en verdad algo así sucediera. Puede que haya sido un enamoramiento, siempre fugaz y casi siempre inolvidable y por supuesto atronador. Quién pudiera asegurarlo. Lo cierto es que Alberto ya la ha visto entre el gentío que abarrota la plaza del pueblo. Ha visto su rostro y cómo ella se fija en los detalles del ritual. (...) Es sábado. El pueblo se entrega a la última noche de fiesta»(...)


Un cuento de Marcelo Luján en «Miércoles de Cuento»


«LA CHICA DE LA BANDA DE FOLK». LA CLARIDAD. MARCELO LUJÁN. PÁGINAS DE ESPUMA. 2020

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