«La madre de todas las preguntas», de Rebecca Solnit (Capitán Swing)

Reseña de «La madre de todas las preguntas», de Rebecca Solnit; traducido por Lucía Barahona y publicado por Capitán Swing.


Todas tenemos temas que nos interesan (u obsesionan) más que otros. En mi caso, pocas cosas me fascinan y atormentan como el silencio. Me interesa leer y pensar sobre él, sobre los muchos tipos de silencios que existen. Me intriga hasta el delirio cómo algo aparentemente inocuo e imperceptible puede ocupar mucho más espacio del que se propone; provocando la más grata de las emociones (cuando el silencio exterior es fuego interno) o la más insoportable de las experiencias (el silencio que se nos impone en la crianza patriarcal: no digas lo que sientes, no escuches tu deseo). Éste último es el que más me obsesiona: el tumor que va creando ladrillo a ladrillo un muro hasta convertirse en un acto repetitivo de autodestrucción que consigue anularnos. Sobre él leemos en el maravilloso libro La madre de todas las preguntas de Rebecca Solnit (Capitán Swing) [traducido por Lucía Barahona]. Un libro extraordinario sobre la importancia de revelar la trampa de las preguntas cerradas y construir una sociedad de empatía y comprensión mutua. Te recomiendo que no te lo pierdas.


El silencio necesita una pregunta


Leemos en este libro: «Hablamos de preguntas abiertas, pero también hay preguntas cerradas, preguntas para las cuales sólo existe una respuesta correcta, por lo menos para quienes las hacen». La fuerza de La madre de todas las preguntas, el punto de anclaje de toda la reflexión, es la necesidad de luz, la intención de Rebecca Solnit de revisar ciertas costumbres y exponer el lado estrecho del comportamiento humano, dejando al descubierto las estúpidas normas que cumplimos a raja tabla pese a no compartirlas; poniendo por delante del deseo y del compromiso con nosotros mismos, la estabilidad de un sistema injusto.

Entre las cosas más destacables de este ensayo, habría que señalar el análisis lúcido de los mecanismos del sistema para silenciarnos. Y estoy volviendo al silencio porque, sin lugar a dudas, es uno de los grandes temas del libro. Solnit desentraña el corazón de un sistema que se sostiene a fuerza de violencia misógina, porque es la misoginia lo que permite sobrellevar exigencias como la incorrupción sentimental que deben ejercer los hombres. Es muy interesante la forma en la que la autora nos hace pensar en este sistema: donde las mujeres son asesinadas y los hombres viven asustados y ejercen la violencia porque también viven presos. Evidentemente, Solnit no minimiza las consecuencias brutales que tiene el sistema para con las mujeres, pero intenta ir un poco más allá, para tratar de entender qué es lo que se podría cambiar para evitar esa violencia, ese odio antiguo que interiorizan y practican los hombres heterosexuales contra las mujeres.

Hacernos las preguntas adecuadas es fundamental, expresa Solnit. Porque «Hemos aprendido a preguntarnos las cosas equivocadas sobre nosotros mismos». Con ese objetivo, emprende una búsqueda profunda de las palabras, de los significados de los actos y también un camino de recuperación genealógica, para ofrecernos una contundente bibliografía, luminosa e imprescindible.

Para ello se enfrenta a lo más abrasivo de todo: el silencio normalizado, la estrategia del control desde la culpa y la negación de identidades. Dice: «La historia del silencio es fundamental en la historia de las mujeres». Todos los capítulos de este libro dejan en evidencia los estragos que el silencio ha provocado en la experiencia de socialización. El silencio es «la condición universal de la opresión», dice Solnit. Esto nos lleva a pensar que la única forma de liberarnos de esa esclavitud es reconociendo nuestros miedos y poniéndolos en palabras, exponiéndo así lo que habita en nuestro interior. Convencernos, como nos invita Solnit en este imprescindible libro, de que nuestra experiencia debe contarse.



Los roles y el género


La opresión tiene un objetivo miserable: perpetuar los roles y establecer una sociedad donde el género sea algo fijo, establecido según una serie de normas biológicas, y desterrando de toda discusión las preguntas fundamentales: ¿qué es una persona? ¿qué es una mujer? ¿por qué debo seguir un camino diseñado por otros? La imposición del género y en función de éste, de los roles a cumplir, es seguramente uno de los pilares sobre los que se sostiene la normalización: se propone como la forma de ofrecer estabilidad, pero ni es del todo cierto ni es justo. Hay que hacerse las preguntas adecuadas: que desde que somos un bebé ya se esté tramando un futuro determinado para nosotros y que no se contemple la posibilidad de que nuestro deseo sea otro, es peligroso, que no haya lugar para la pregunta ¿qué soy? ¿qué quiero ser?, nos habla de una sociedad cruel y de un mecanismo de jerarquías que debe destituirse.

Solnit dice algo precioso que, una no madre como yo, agradece. «Al fin y al cabo, muchas personas tienen bebés, pero sólo una escribió Alfaro y Tres guineas». La defensa de la creatividad, el alto grito contra la imposición de la maternidad y la insistencia en la rebelión de las nomadres me ha fascinado. En un mundo contaminado de prejuicios, y a cuyos mandatos no todos pueden resistirse, es alentador descubrir que hay una corriente del feminismo que se destaca por la soltería. Me parece importante, necesitamos, que dentro de los muchos feminismos, exista un espacio para todas: las madres (que escriben sobre la experiencia de la maternidad, que ocupa gran relevancia en la literatura de nuestros días) y las no madres (que deseamos visibilizar la presión que se ejerce sobre nosotras). Pero sobre todo, me interesa algo fundamental: no es necesario convertirse en nulípara para ejercer una vocación determinada, que es otro de los grandes mitos y prejuicios en torno al tema, no desear criar debería ser razón suficiente. No deseo ser madre. Poder decirlo, poder sentirse abrazada por la voz de Solnit. Eso es lo que les deseo a todas.

La imagen de la mujer como un montacargas de la especie: que sostiene y debe ocuparse de lo que el hombre decide sembrar. A simple vista suena brusco, pero es una gran verdad. La imposición del rol de cuidadoras se instruye desde la infancia y va creciendo con mecanismos de anulación que nos llevan a ofrecer nuestro cuerpo para la subsistencia de los otros. Solnit también nos invita a reflexionar sobre el gran andamiaje de las imposiciones sociales. La idea de felicidad está ligada a ciertos cuadros grabados a fuego en nuestro bagaje colectivo. El deseo de formar una familia no está tan vinculado al deseo como a la necesidad de aceptación social, por ejemplo. Y tan impuesta está esa idea de familia con dos adultos y un grupo semicerrado que incluso las parejas de personas del mismo sexo anhelan ese cuadro. Porque perseguir ese cuadro representa la posibilidad de alcanzar la felicidad. Sin duda, la felicidad y los mecanismos del sistema para inocularnos realidades posibles que la ofrecen, es otro de los grandes temas del libro.


Las madres que nos acompañan y la rebeldía


En lo que respecta a la genealogía, Solnit pone sobre la mesa muchos nombres significativos para nuestra búsqueda colectiva. Y no falta, por supuesto, la fascinante Elizabeth Cady Stanton, en uno de los capítulos más exquisitos del libro. Al revisar los nombres de las mujeres que han ido conformando este pensamiento al que nos aferramos y por el que luchamos, el debate nos lleva a pensar en otra de las ideas que suelen circular: la incapacidad para atender y entender los problemas de los otros y las otras no es un tema menor, no se origina como consecuencia de los mecanismos de opresión, sino que es madre de dichos mecanismos; porque «el fracaso de la empatía y del respeto es central, no marginal».

En este punto caben muchas bifurcaciones y numerosas preguntas (abiertas y cerradas). Conquistar las preguntas cerradas, quizá ahí esté el gran deseo de este libro. «Ser mujer es habitar un estado perpetuo de error». Sobre esta afirmación se cimenta el odio, las diferencias salariales, la duda constante de las capacidades de las mujeres. En un mundo patriarcal las imposiciones abarcan mucho más que lo que el propio sistema considera "normal" o "privilegiado". Sus brazos se estiran hasta querer encauzar en su normalidad la vida de los que no viven conforme a esa normalidad. Estar atentos al paternalismo y a los giros retorcidos del sistema para entender si el cambio es real o es fingimiento, es una de las invitaciones que encontramos en este libro.

Es primordial que analicemos las consecuencias silenciosas del sistema. «No ser capaces de analizar la heterosexualidad como institución es como no ser capaces de admitir que el sistema económico llamado capitalismo o el sistema de castas del racismo son mantenidos por un conjunto de fuerzas», escribe Solnit. ¡Qué importante sería que empezáramos a cuestionar esto, a hacernos esta pregunta!

El silencio, que atraviesa toda la historia de la literatura, se asoma una y otra vez en este libro. La organización de los nombres importantes ha determinado que quedaran fuera del canon millones de mujeres que deberían estar. En la entrevista a Socorro Venegas y Juan Casamayor, les escuchamos decir que la mitad de lo que se escribió en Latinoamérica nos resulta desconocido. Solnit repasa algunas obras importantes de la literatura universal y cuestiona cierto endiosamiento. En otro capítulo que merece mucho pero muchísimo la pena.

El discurso de Solnit consiste precisamente en un juego increíble del lenguaje donde el humor empuja el tono hacia delante e impone una reflexión profunda; es un estilo inmejorable para tratar temas controvertidos y dolorosos, porque nos permite relajarnos a la vez que abordamos las preguntas importantes.

De este modo, encontramos en esta lectura muchas preguntas, humor y sinceridad que nos permiten llegar al hueso del asunto. Se trata de un libro fascinante que nadie debería dejar de leer y que ha sido traducido para Capitán Swing por Lucía Barahona. Y termino dejando sobre la mesa la luz, que es el entusiasmo que siempre me invade cuando leo a Solnit. «Utilizar cualquier privilegio que nos hayan otorgado para desarmar los privilegios o ampliar su ámbito de alcance; éstas son las tareas a las que debemos dedicarnos. Así es como creamos el mundo». ¡Que sea el fuego que necesitamos para apagar la rabia (y la sed) de tanto silencio! ¡Hazte el favor de leer este libro maravilloso!


LA MADRE DE TODAS LAS PREGUNTAS. REBECCA SOLNIT. LUCÍA BARAHONA (TRAD.). CAPITÁN SWING. 2021

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