«Las voladoras», de Mónica Ojeda (Páginas de Espuma)

«Las voladoras», de Mónica Ojeda en nuestro «Miércoles de Cuento».

«Las voladoras» de Mónica Ojeda (Páginas de Espuma)

¿De qué forma conjugar el tiempo y el espacio? ¿De qué manera hacer del espacio real un territorio donde los simbolismos oníricos y mitológicos ocupen el centro de la narración? Podrían ser éstas las preguntas que viene a responder Mónica Ojeda en Las voladoras (Páginas de Espuma), un libro maravilloso que te hace vivir en carne propia las vidas y los miedos de una serie de criaturas abandonadas por el destino. En nuestro «Miércoles de Cuento» vamos a analizar algunos aspectos significativos de este libro. No dejes de leerlo.


Donde termina el miedo, surge lo monstruoso


Cuando hace unos años entrevisté a Mónica Ojeda me sorprendió su calma. No la había visto antes, no tenía claro cómo sería su voz. Me contagió paz. Me hizo sentir amiga, como si ya nos conociéramos de antes. Su voz segura, lucidísima, su capacidad para ordenar las ideas y expresarlas con contundencia, me maravilló. Ojeda es ese tipo de mujeres que quieres tener de tu lado, amigas, valientes. Todavía la escucho pronunciar palabras como "monstruoso", "violencia", "familia", con un timbre que no era el del rencor sino el de la luz: vamos a conseguir derrocar este sistema de mierda, parecía querer decirme. En mi reciente lectura de Las voladoras volví a encontrarme con esa mujer, en un libro lleno de personajes que han sido golpeados por la vida, pero que se aferran a los mitos voladores, a la fuerza de la naturaleza, para cambiar de alguna forma su destino. ¡Una lectura fascinante!

Una de las principales cualidades de la estética de Ojeda es que trenza elementos cotidianos con símbolos fantasiosos. Esto otorga profundidad a sus historias; porque, en determinado momento, te encuentras tan inmerso en el hilo que conduce al conflicto que ya no sabes qué es real y qué no. A través de esta atmósfera recortada de realismo y fantasía nos permite reflexionar sobre la violencia, las presiones sociales y los miedos, y nos invita a alzarnos contra los mecanismos de represión que nos invitan (empujan, en realidad) a convertirnos en personas sumisas e incapaces de luchar por su libertad.

Las voladoras se ha definido como un conjunto de historias que hacen pie en el gótico andino para trabajar la violencia machista, desde un lenguaje que se halla a mitad de camino entre realismo y mitología. He intentado dar con una lectura de lo que la crítica da en llamar gótico andino pero no he encontrado estudios al respecto. Desde mi torpeza puedo explicar que hacen referencia a ese mágico trabajo de contrastes de Ojeda, donde la luz y lo monstruoso se retroalimentan, donde la altitud acapara nuestra atención y la exploración de las emociones consigue extrapolar un espíritu humanista frente a la rigidez de las normas sociales. Habrá que indagar más esta fascinante idea.

En muchas entrevistas, Ojeda ha expresado su rabia de que la genealogía que nos representa sea prácticamente toda europea, sino europeizante, quizá este libro es el ejemplo de que todavía queda mucho por trabajar de las costumbres y la tradición oral de nuestros pueblos, y sacar de las sombras nuestra propia herencia. En ese sentido, éste es un libro reivindicativo que puede ser sumamente reconfortante para nosotras, para entender que todavía hay luz y posibilidades para otras miradas feministas.



La belleza en la obra de Mónica Ojeda

En los cuentos de Ojeda hay mucha sangre: cuerpos desmembrados, cadáveres, violencia y cabezas que se despegan del cuerpo, como último intento de sobrevivir al maltrato y la opresión. Encontramos una atmósfera donde el horror se abre camino tratando de tapar la luz, pero donde también hay espacio para la resistencia. Y ésa es la luz maravillosa de Mónica Ojeda: la invitación a pensarnos como individuas capaces de llenarse de fuerza, de luchar, de regenerarse, de reconstruirse. Por eso, nadie debería perderse estos cuentos que tienen mucho de monstruoso pero también de ventana ojival por donde siempre entra luz, independientemente del ruido y la oscuridad del entorno.

La obra de Mónica Ojeda se caracteriza por una búsqueda estética bien definida. Trabajo que la lleva a escribir desde un lugar fronterizo, fuera de los géneros. Recientemente hablamos sobre eso en la reseña de su poemario Historia de la leche (Candaya). La escritura de Ojeda da tanta importancia a la forma como al contenido y tanto en su estética como en el lenguaje que la alimenta encontramos un deseo de transgredir las fronteras de la normalidad y la conformidad social. Leer a Ojeda nos pone en una situación incómoda: todos los personajes representan a alguien con quien alguna vez nos hemos cruzado, y nos obliga a pensar en nuestras propias actitudes en este mundo descuartizado.



Hay un trabajo poético del lenguaje. Su narrativa, aunque se apoya en una fluidez y un lenguaje directo, también se halla empapada de imágenes abstractas, de comparaciones y de juegos léxicos. Aquí me detengo: encontramos un movimiento desorbitante en la narración, giros impredecibles, algunos inquietantes y otros tiernos, todos ellos bellísimos. Porque la belleza es algo fundamental en la obra de Ojeda, algo que convierte toda su obra en un territorio hipnótico al que siempre deseamos volver (pese a que habitarlo también es desgarrarnos). La belleza como punto de llegada, transformando la noche en ventana luminosa es seguramente la gran razón para zambullirse sin dudarlo en el mar de Ojeda.

Insisto, su trabajo estético juega un papel fundamental y provoca una experiencia de lectura inolvidable. Porque, pese a trabajar sobre temas que nos causan rabia y un montón de sentimos negativos relacionados con la impotencia, la forma en la que amasa el lenguaje quita un poco de hierro a la trama turbia, ofreciendo de fondo la luz de la experiencia estética. En la literatura contemporánea hay muchas escritoras que trabajan con los feminicidios, pero no todas son capaces de hacerlo teniendo como eje ( o, quizá debería decir, como meta) la belleza, y éste, creo que es uno de los grandes aciertos de la obra de Ojeda: un faro al que mirar y del que aprender.



Un cuento de Mónica Ojeda

Las voladoras es un libro distinto. Donde hay volcanes, cuerpos mestizos, cuerpos morenos, rechazo, discriminación, violencia, violaciones sistemáticas y un descubrimiento del dolor antiguo de las mujeres que comienza a desbordar, como la lava del volcán. Un libro extraordinario donde la voz está puesta en la capacidad del vuelo, pese a la violencia del sistema. Un libro lleno de esperanza, que nos hermana a las mujeres con nuestras abuelas y nos invita a pensar la realidad desde otro lugar. Que nadie deje de leerlo.

Como hacemos siempre en este ciclo, vamos a terminar nuestro «Miércoles de Cuento» con un fragmento de uno de los cuentos de este libro maravilloso. Un ejemplo de lo que se pierde la que no se acerca a los cuentos de la gran Mónica Ojeda. ¡No seas una de ellas!

Piedra X. La pasión (Fragmento)

«Piedra blanca.
Piedra amarga.

Me duelen los párpados. En las madrugadas, aprieto la mandíbula y hago rechinar los dientes. Escupo sangre cuando sale el sol. El cuerpo me duele. Sé lo que esto significa, pero no me gusta escribirlo.

(...)

El páramo es el corazón de la piedra. Sus criaturas conservan bajo el pelaje todo el placer y todo el dolor que hay en este mundo.

(...)

Sólo hay una verdad brotando desde el fondo del hielo: la escritura y lo sagrado se encuentran en la sed».

Un cuento de Mónica Ojeda en Bestia Lectora

«PIEDRA X». LAS VOLADORAS. MÓNICA OJEDA. PÁGINAS DE ESPUMA. 2020.

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