«Soneira llegó a Xaxebe el mismo día que yo, 21 de febrero, en un coche que tenía el intermitente izquierdo roto. "Tengo el brazo congelado", dijo». La fuerza de un relato nunca está en lo que se cuenta sino en los atajos que se asumen para vestir el argumento. Y eso lo sabe Manuel Jabois, que en sus columnas en El País nos despacha la intriga siempre a último momento, ofreciendo giros sorprendentes y demostrando el inmenso oficio periodístico que ha sabido labrarse. Este horizonte de escritura también lo ha tenido claro en su nueva novela Miss Marte (Alfaguara), donde nos ofrece un ejercicio exquisito de búsqueda literaria. Que nadie deje de leerlo.
Las ausencias como mecanismo de amarre
¿Qué necesita una buena historia? Pasado. Quizá ése sea el gran punto de arranque de esta novela: el deseo de escarbar en la identidad de un grupo de peculiares personajes y de someterlos al derrumbe que provoca el paso del tiempo. No sabemos, y tampoco es importante, dónde nace la obsesión de Berta Soneira, pero lo que ella parece venir a decirles a los habitantes de ese pueblo es que ciertas circunstancias desafortunadas de la vida nos cambian para siempre. Tal vez, también nos lo esté diciendo a nosotros.
Pero empecemos por el principio. Mai Lavinia llega a Xaxebe como arrojada a la costa por el mar. Ella, en lugar de ser el resultado, es la abertura que da paso a la tormenta. Mai tiene una hija pequeña que se agarra fuerte de su mano. Mai tiene un pasado que todos desean descubrir. Quizá porque «Cuando vienes de fuera siempre te tienes que estar examinando de ese tema tan estúpido de por qué no eres de aquí». O también porque no más llegar ejerce sobre los habitantes de Xaxebe un magnetismo que revoluciona todas sus creencias y sus rutinas. Su llegada es un ciclón nuevo, que amenaza con desbordar el equilibrio reinante y que provoca nuevas razones para el amor y también para la disputa en aquel tranquilo pueblo de Costa da Morte.
La narración solapa dos períodos temporales: la llegada de Mai y su hija a Xaxebe y el presente. En esta otra línea temporal, conocemos a Berta Soneira, una periodista solitaria y con oficio que llega al pueblo para rodar un documental sobre una inquietante desaparición; aunque lentamente la dirección se va torciendo y termina tratándose de Mai Lavinia y de la desorbitada fascinación que despierta en todos los que la han conocido. Su historia alienígena, veinticinco años más tarde de un suceso que trastornaría la quietud de los lugareños, continúa avivando la curiosidad de residentes y extraños. A lo largo de la lectura, veremos a Soneira intentando responder a una sencilla pregunta: «¿Qué hacía Mai en Xaxebe, perseguía o escapaba?»; para ello conversará con todos los que la conocieron y la amaron, para entender qué pasó realmente el día de aquella boda peculiar de la que todos conservan un recuerdo distinto.
Julio Cortázar dice en Rayuela que ciertas ausencias representan un gran triunfo. No sé si en la vida es tan así pero sin duda lo es en la literatura: la capacidad de contar desde lo que no está es una de las estrategias narrativas que más admiro. Esto significa, crear un mundo consistente donde la fuerza de atracción para el lector esté en lo que como autor no dices, en lo que debe intuir, en lo que puede imaginar. Miss Marte tira constantemente de este hilo y nos mantiene en movimiento, suspicaces y atentos. Además, es una novela que se sostiene con lo que le falta. Más allá de las propias desapariciones y pérdidas, los personajes que la habitan no están. Existen en la memoria de aquéllos que recuerdan, pero ya han desaparecido para siempre. Y ésa es una de las cosas que irá descubriendo Nico en este viaje al pasado y una de las ideas que sostiene la narración de principio a fin.
La arquitectura del deseo
¿Podríamos decir que es ésta una crónica novelada? Podríamos, si pensamos en el interés predominante por descubrir la verdad de algo y nos centramos en el movimiento de fichas en un tablero cuyo fin último es reconstruir una historia partiendo de retazos y pocas pruebas. Sin embargo, el ritmo y la estética de la prosa de Miss Marte nos hablan de una obra mucho más literaria, un artefacto ficcional que intenta descubrirnos un universo propio donde el lenguaje es un destino y no un método de análisis. Lo que intento decir es que, si bien ciertas estructuras y la propia idea del relato tienen mucho que ver con la crónica, parecen responder más a las exigencias de la narración (con dos protagonistas ejerciendo de periodistas) que a una intención discursiva de fondo. Evidentemente, el hecho de que el propio autor sea periodista y conozca en profundidad los rudimentos del oficio, habrá colaborado con la construcción de un discurso sólido y creíble. Jabois consigue en esta novela aunar misterio, disfrute y una reflexión sobre el deseo y nuestra relación con el paso del tiempo. También permite una mirada sobre la madurez, sobre el momento en que despertamos y ya no somos las mismas personas.
Y quiero volver aquí sobre eso que decía de las ausencias, porque considero que es el gran acierto de este libro. Es éste un recurso que aprecio y disfruto muchísimo como lectora. Tengo la idea de que una historia no se sostiene por el tono, que es lo que creía hasta hace bien poco, sino por el triángulo invisible que la conforma. Un conjunto de elementos interrelacionados que permiten el equilibrio: Personajes-conflicto-medio. Una buena novela tiene que suceder en el lugar adecuado. En ese lugar los personajes deben ser creíbles. Y los hechos que detonen el conflicto deben ser contrastables dentro de ese ecosistema. Tres leyes que este libro cumple a la perfección. Por eso, todo lo que leemos nos resulta creíble. Por eso, incluso sin conocer Galicia, un lector puede sentir que pasea por las calles de Xaxebe (ese pueblo imaginario) y que es parte de esa pandilla que quiere aferrarse a la vida con todo el entusiasmo que le invade. «La amistad y el amor eran una fe a la que agarrarse».
Siguiendo con esa arquitectura triangular, habría que señalar que esta novela no podría suceder en otro lugar. El fin del mundo tiene mucho que ver con lo que encontramos, con lo que sucede y con la forma en la que reaccionan y viven los personajes. Personajes y acontecimientos se apoyan en un contexto bien específico, la Costa da Morte, en Galicia: magia pura de un mar que arrasa el lenguaje y que está todo el tiempo diciéndonos a través de estos personajes que la memoria, eso tan firme a lo que nos prendemos con brío, también tiene su cuota de estafa. Todos estos elementos han sido trabajados con precisión y consiguen que la lectura nos absorba y seduzca de forma implacable. Maravillosa razón para no perderse esta novela.
Seguimos. ¿De qué manera conseguir que el lector se integre en un círculo de amigos, en un pueblo donde todos se conocen, sin sentirse por eso extraño? Berta Soneira, una periodista enigmática, que desea amar pero teme al dolor. Auténtica, solitaria, despierta. A quien, leemos, «la salvaba el amor tan íntimo y delicado que tenía por su trabajo y la violencia con la que protegía su intimidad». En ella reside otro de los grandes aciertos de la novela. El hueco por el que entramos en este pueblo gallego y nos queremos quedar para siempre.
Por último, otro de los elementos que han funcionado conmigo y que quiero señalar: la mención de esta entrevista de Alicia Rivera a Luis Ruíz Gopegui. Me parece una yapa hermosa, que nos invita a leer esa conversación interesantísima sobre la vida en Marte. Donde, además, hay mucho de esta novela, en cuanto a que toda historia también tiene su origen en un tiempo y espacio distinto a aquellos en los que se concreta.
La verdad en la vida y en la literatura
Quizá pocas cosas me den tanto placer como descubrir pasión en lo que leo. Y eso me ha ocurrido con esta novela. Una pasión de doble aliento: literatura y periodismo. Es una maravilla cómo Jabois consigue introducir ideas, reflexiones y preguntas sobre el oficio periodístico, de forma natural y contundente. Una vocación que empuja siempre adelante porque la curiosidad es todo el motor que necesitamos para aprender, para querer saber; tal vez porque, precisamente, en cada nimio descubrimiento está nuestra felicidad. «La felicidad de saber, muy superior a la felicidad, nada desdeñable, de no saber».
La vida, como la literatura, tiene esa cosa de obligarnos a movernos con ideas más a o menos lúcidas, más o menos erróneas, sobre lo que es vivir y lo que es ser escritor, pero muchas veces nos olvidamos de hacernos las preguntas importantes. Para eso sirve la lectura, para toparnos con nuestras inquietudes insospechadas y ordenar nuestro propio hábitat mental. «Escribir es retener; teclear es una cosa de gilipollas, pero en fin, en todos los oficios nobles, como ocurre con este, el dinero te lo da hacer la labor más estúpida», leemos.
¿Y dónde está la verdad? ¿Qué lugar ocupa en nuestra construcción de certezas vitales? ¿Cómo saber si Mi verdad es La verdad? «Algo tan sagrado como la verdad puede serlo o no dependiendo de lo que se haga con ella». Cuando Nico comprende esto algo se quiebra en su interior. Porque «Una verdad a las doce de la mañana puede ser una mentira a las ocho de la tarde si, primero, se silencia, y, segundo, cambia el mundo en el que fue pronunciada». La historia del pensamiento humano consiste en una búsqueda desaforada por materializar a través del lenguaje el sentido de sentidos, que no es el para qué sino el qué. Ocurre que en esa búsqueda desesperada el deseo de estar en lo cierto obliga a desarrollar estrategias de manipulación que se reflejan en la imposición de una visión masticada y acartonada que brilla mucho y consigue reprimir el pensamiento unitario. Pero pensamos, y creemos, y leemos para reforzar o repensar nuestras pequeñas verdades. Quizá Jabois intenta recordarnos que el entusiasmo de las certezas reside en creerlas y no tanto en si son irrompibles. Saber que todo puede transformarse, hasta la verdad, también es algo que ayuda a vivir. Y es otra idea que flota en esta novela.
El viaje al fin del mundo
«Los mecanismos de la piedad humana son exactamente iguales que los del miedo, descontrolados y terribles», leemos en Miss Marte. ¿Qué podemos aprender de nuestro pasado? ¿Qué de lo que tratamos de olvidar y vuelve como una ola salvaje? Sobre todo ello va esta novela extraordinaria. Y también en esto queda bien claro que es narrativa y no periodismo, porque hay una búsqueda de comprensión de la humanidad que escapa del registro de la verdad o de la búsqueda directa de una realidad: los patrones de comportamiento, nuestros miedos y las muchas formas de sobrevivir al desastre son algunas de las líneas sobre las que se apoya y funciona esta historia.
Pienso ahora en otra razón que vuelve fascinante este viaje literario: las asociaciones de carácter anodino o circunstancial con ideas filosóficas o culturales profundas. Esto nos invita a pensar este relato en la línea de la literatura oral, con la posibilidad de entender un mundo desconocido a través de la narración. «Todas aquellas viejas pelaban patatas para escuchar, no para freírlas o cocerlas; de hecho la patata, en su mente, es tu cabeza». Esta imagen dibuja mejor que mis palabras lo que simboliza el lenguaje para Jabois, el narrador: un espacio de recuperación de las propias miradas de antaño, un volver a las raíces dulces del cuento y de la tierra.
Manuel Jabois despliega la posibilidad del relato eterno. Nos regala un libro entretenido que también tiene un fondo reflexivo si queremos. Tengo la sensación de que la última literatura de nuestro tiempo se ha centrado más en ofrecer arqueológicas muestras de las sociedades y del comportamiento humano esterilizado de lo fantasioso, olvidándose del fundamento de la literatura: la posibilidad del viaje; no de pensar desde otro lugar, sino de estar en ese lugar, de vivir el tiempo que dure la lectura en las calles o en el mismísimo infierno, si pensamos en Dante. Nada hay que pueda reemplazar esa emoción lectora de sumergirse en una historia. Por eso da mucha alegría encontrarse con escritores que priorizan la ficción y el disfrute en su oficio. Por eso hay narradores a los que siempre volvemos y viajes literarios que repetimos toda la vida.
Miss Marte es una novela extraordinaria, bella y redonda; que engancha y ensancha el propio universo al ofrecernos unos compañeros de viaje magníficos para llegar al fin del mundo. Que nadie se prive de disfrutarla y vivirla, porque «vivir mucho es saber que cosas te están pasando».
MISS MARTE. MANUEL JABOIS. ALFAGUARA. 2021
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