Dice Julieta Valero en la edición de los Poemas humanos de César Vallejo (Galaxia Gutenberg) que, con esta obra insólita, el poeta «culmina plenamente un proceso cuyo nervio central es la integración, a través del conocimiento, del ser del individuo en el ser colectivo». Quizá en esa búsqueda resida el empeño poético de uno de los escritores fundamentales de nuestra poesía. Vallejo escribió sobre el dolor íntimo y también sobre las injusticias y la angustia de los invisibles. Releer éste, que es para mí su mejor libro, es volver a una de las lecturas más conmovedoras de mi primera juventud. El mundo, los otros, son el gran tema de este libro, y también el eje de toda la poesía de César Vallejo.
Conocer a César Vallejo
«De todo esto yo soy el único que parte». Escucho la voz de Camilo Parodi recitando este poema brutal de Vallejo [París, octubre 1936] que me ha acompañado durante los años más significativos de mi vida. Conocía a Vallejo sólo de nombre pero al escuchar a Parodi quise saber más y me lancé a leerlo vorazmente. Tenía 17 años y llegaba tarde (como siempre llego a todo) pero definitivamente. Me gusta recordar a quién le debo mis hallazgos, y a Parodi le debo la suerte de descubrir a uno de los poemas más extraordinarios que he leído.
Y veo con claridad que muchos hemos llegado a su poesía de una manera fortuita, pero todos nos hemos quedado para siempre. Porque la poesía de Vallejo es un pozo lleno de luz, donde la palabra se revela en su sentido pleno. La fuerza de su voz es incomparable. Recitada por otros o por nuestra voz interior en su poesía escuchamos los ecos de una crítica al sistema que nos reconforta y nos hace sentir menos solos. Tanto en el dolor íntimo como en el deseo de bienestar y justicia social. Leer a Vallejo, pese a la melancolía, es creer que otro mundo es posible.
César Vallejo escribió sus Poemas humanos entre 1931 y 1937, mientras residía en París. Fueron publicados poco después de su fallecimiento y el título fue escogido por Georgette Vallejo, su viuda y albacea. A lo largo de los años han existido muchas teorías en un intento de agrupar su poesía según criterios, para ofrecer una lectura organizada de ella. Más allá de las opiniones que podamos tener, la obra de Vallejo merece nuestra atención, porque puede iluminarnos para comprender mucha de la poesía que se escribió en Hispanoamérica desde la Revolución Soviética hasta ahora. Pocos poetas han sabido contener forma y fondo como Vallejo, inaugurando un tipo de poesía combativa pero no propagandista.
Se ha escrito tanto sobre Vallejo y, sin embargo, se ha profundizado tan poco en su obra. Sobre este libro en particular hay quienes afirman que se aleja completamente de Trilce, determinando el abandono de la experimentación del lenguaje. Un argumento totalmente falaz ya que, precisamente, sus Poemas humanos representan la cumbre de su exploración. Interrumpe el hermetismo para aliarse con una poética más sincera, más pulsiva, pero igualmente pensante. En este libro consigue imágenes contundentes y reorganiza la simbología de su propio universo, ofreciéndonos una poesía insólita, transformadora y colectiva.
La experimentación de Los heraldos negros y Trilce alcanza en ésta, su última poesía, todo su esplendor. Finalmente, Vallejo sale del hermetismo, quizá porque entiende que si quiere hablar del dolor del obrero, necesita buscar un lenguaje capaz de contar realidad desde un uso ingenioso pero no desvinculante del lenguaje cotidiano. La voz enraizada en el hueso que nació en Trilce, un libro increíble estéticamente pero sólo accesible a quienes desean realmente hurgar en el pensamiento del poema que dice Montalbetti, en los Poemas humanos vuelve con toda la fuerza y la vitalidad (irónicamente cuando a Vallejo ya le quedaba poco tiempo entre nosotros) para ofrecernos una visión realista del trabajo, las relaciones, las migraciones y la infancia. Encontramos también más viva que nunca esa piedad por el dolor de los demás.
Esta edición publicada por Galaxia Gutenberg se apoya en la ordenación de Julio Vélez pero con la selección de poemas que hizo Antonio Moreno para su Poesía completa (Akal. 1996), y nos permite descubrir algunos de los poemas más interesantes de toda la obra de Vallejo. El prólogo de Julieta Valero es uno de sus aciertos, otra buenísima razón para no perderse esta obra reeditada e imprescindible. La poesía proletaria de César Vallejo descansa en paz hasta que leemos este libro y queremos, de nuevo, cambiar el mundo.
El lenguaje olvidado de los humanos
En toda la obra de César Vallejo se vislumbra el ansia de volar. La voz siempre está expectante de la luz, rasga la materia que lo rodea por encontrar un hueco de esperanza. Y esto, pese a la melancolía reincidente, es algo que impacta y enamora de su obra. «Éste es mi brazo / que por su cuenta rehusó ser ala». Escondida en su poesía, la fuerza de la posibilidad: no soy un pájaro pero tengo este brazo. Quizá ahí resida la idea central de su poética. Sobre la inmensa dificultad que supone la existencia sobrevuela el deseo, la alegría casi infantil, la esperanza.
Al rebuscar en el comportamiento humano, Vallejo indaga en el dolor pero también en la violencia, en el surgimiento de esa desesperación que nos encierra. Ve «La cólera que quiebra al hombre en niños». Y detrás de todo ese sentido desgarrado descubre el lenguaje, como una vena abierta que permite comprender la hondura del dolor y del razonamiento poético. El lenguaje, que también es arrasado por la violencia. La poesía, el deseo de conseguir una obra que permanezca, y el miedo de que se esfume cuando lo hagan las esquirlas del cuerpo: «¡Y si después de tantas palabras / no sobrevive la palabra!».
En este libro encontramos el miedo más presente que nunca. El que provoca la impotencia: ¿y si el mundo y nuestra especie no cambian nunca? ¿y si lo que veo en el otro no me sacude lo suficiente?, oímos el latido de estas inquietudes. Vallejo va al encuentro con el otro desde lo íntimo, y por eso su poesía es más colectiva que nunca. Si en Trilce el objeto de búsqueda era el lenguaje, en Poemas humanos la mirada está puesta en los otros y el lenguaje es puente, vaso comunicante de experiencias. «Tú y él y ellos y todos, / sin embargo, / entraron a la vez en mi camisa».
El yo que conjuga a los otros
«¡Yo que tan sólo humano he nacido!». No existe una exploración del lenguaje que me interese más que ésta. El poeta que emprende su búsqueda estética intentando ir más allá de los límites de su propia identidad para difuminarse en un nosotros. El yo y sus experiencias son la coartada perfecta para explorar la identidad del todos. Lo individual, lo íntimo como bandera propia, que nos hace únicos, pero que nos sirve para entender a los otros. No la propuesta de uniformidad multitudinaria sino de grupo amorfo, donde somos distintos y, a la vez, donde todos somos todos.
«A lo mejor, soy otro», escribe. Esa idea que nos obliga a pensar en la influencia de las vanguardias en su poesía —nos sigue persiguiendo ese yo que es otro de Rimbaud. Frase quemada y tergiversada a más no poder; quizá, quién sabe, escrita con impulsividad en aquella carta a su profesor Georges Izambard—. No obstante, hay una distancia. Porque en Vallejo encontramos menos contundencia: quizá, tal vez, probablemente, a lo mejor, son locuciones que se asoman a su poesía para plantear un camino de duda perpetua. ¡Es éste uno de los ejes fascinantes de su poesía! No hay una afirmación categórica. Su búsqueda está llena de inquietudes reales. Todo alude a un interrogante, que es íntimo pero también colectivo. Un porqué de la existencia pero sobre todo, del dolor y de los mecanismos retorcidos de las sociedades. Para explorar esas inquietudes, Vallejo se apoya en el doble, en la transferencia de identidades, recurso también muy presente en Rimbaud. «Un hombre pasa con un pan al hombro / ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?, leemos. Y ese mismo poema [«Un hombre pasa con un pan al hombre»] concluye: «Alguien pasa contando con sus dedos / ¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?». Percibo que es uno de los rasgos menos estudiados de su obra, quizá porque la identificación con los otros es directa; no obstante, al releer sus poemas es imposible no ver ese doblez identitario.
En sus Poemas humanos las dudas construyen una luminosa pregunta sobre el sufrimiento. «Poética es política y es herida vital», escribe Valero. Y no sé si alguien podría sintetizar mejor el trabajo de Vallejo. Toda su obra marcha siguiendo la huella de los si voz —los desolados, los olvidados, los sin tierra, los rechazados— y elabora una visibilidad de esa herida de los otros, que es también la herida propia. Su poesía supone una invitación a ver ese dolor, a cargarlo en nuestros hombros. «No gimas de memoria, gravísimo cetáceo». Todo su pensamiento incluye la brutalidad de la humanidad con los demás sintientes y por eso me parece una buena lectura para entender el mudo dolor de los otros —y estoy pensando también en los animales—. «El dolor nos agarra, hermanos hombres, / por detrás, de perfil», el dolor nos empuja al abismo también, y recrudece las circunstancias, estanca las posibilidades y trama en contra de la alegría. El dolor de los otros, que no debería pasarnos desapercibido. Y pienso en tantos animales: «Desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato».Nadie debería pasar por la poesía de Vallejo sin al menos preguntarse sobre ello.
Y hay una última cosa que quiero destacar. Tenemos lo íntimo como material de escucha, tenemos la identidad que se funde en el nosotros y tenemos la urgencia de ver a los que pasan a nuestro lado sin ser vistos, los sin voz. Sin embargo, quizá todo eso no ofrecería más que un discurso hueco sin la invitación a la observación real, que exige una confianza en el misterio, en lo que no nos hemos planteado nunca, en la posibilidad de haber estado equivocados toda nuestra vida. En ese punto, Vallejo propone la poesía como un campo minado que hace estallar nuestras más férreas certezas. Su obra nos invita a aprender a mirar mejor a través del lenguaje. «Confianza en el anteojo, nó en el ojo; / en la escalera, nunca en el peldaño; / en el ala, nó en el ave / y en ti sólo, en ti sólo». Si en Trilce la mirada hurga en la superficie, donde el lenguaje es forma y la forma conduce a lo hondo, en Poemas humanos los ojos se fijan en el origen del dolor y el lenguaje sirve de exploración contundente de la verdad, sirviendo la forma para mostrar el fondo y no al revés. «De sus hombros arranca, carne a carne, la herramienta florecida».
Los poemas de Vallejo parecen haberse escrito recién, concluye Valero en su maravilloso texto introductorio, y «nos requieren desde su ferocidad humana». Y aunque no existe una única forma de leerlo, seguramente todos nos encontramos en esa duda que aparece en su primera poesía y que en sus Poemas humanos adquiere su potencia máxima. «A lo mejor, soy otro». Vallejo es otro, porque su poesía nos hermana. Que nadie se pierda este maravilloso libro donde podemos ser otro(s).
POEMAS HUMANOS. CÉSAR VALLEJO. JULIETA VALERO (PRÓLOGO). GALAXIA GUTENBERG. 2021
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