La tierra de los fracasados es un poema exquisito con el que Alicia Louzao ganó el Premio al Mejor Poema del Mundo. Pero es también una idea que brota de forma insistente en su poesía. Que vuelve, como vuelve el Doctor Emetteus, y que impone una reflexión sobre el pasado íntimo para reconstruir las heridas que nos han convertido en criaturas sufrientes. Las niñas que no queríamos ir a la escuela (Ediciones Liliputienses) es un poemario que viene a confirmar el gran duende de Louzao, pero también su dedicación y su oficio. En cada nuevo libro su poesía se reconstruye, como nos reconstruimos las niñas que hemos llorado en el patio del recreo con las rodillas raspadas. Un libro absolutamente conmovedor. [Aquí puedes ver la videoreseña en nuestro canal de YouTube]
Salir de la tierra de los fracasados
El gran tema de este libro es la pregunta de si se puede salir de la tierra de los fracasados. Las posibles respuestas se perfilan llenas de matices y significados. Esa tierra puede simbolizar la herida siempre abierta del desconcierto pero también puede estar enlazada a la dificultad de entender el mundo, de comportarse como un ciudadano del mundo. Leer a Alicia es sentirte en casa, porque pone en palabras esa dificultad para enfrentarnos a la vida como vemos que lo hacen los demás. Sin embargo, dice «Había [niños] que escaparían de la ciudad de los fracasados / burlando todas las sombras». Ya desde el comienzo es un libro donde ternura y luz van llevando el tono. Por eso, aunque es un poemario para llorar, también nos promete un poco de trigo en la mano.
En ese desconcierto, las enseñanzas no sirven para enfrentar la realidad. Porque lo que el mundo teme es lo lejano pero en la voz poética descubrimos que el gran temor está ahí, durmiendo en la cama de al lado, en el pupitre más próximo. «Cuidado con los extraños. / Y todos los extraños de mi vida / estaban en ese colegio de paredes verdes y presos incendiarios».
El tiempo sin la nostalgia
A través de la literatura el viaje al pasado, al tiempo perdido de la juventud, suele ir guiado por una nostalgia que, muchas veces, roza lo melodramático. n plan: nunca volveremos a ser tan felices. Hay quienes dicen que cuando nos alejamos de las cosas, adquirimos sobre ellas una perspectiva que las endulza. Quizá tenga que ver con eso. Pero, ¿y si la revisión fuera desde lo real, la experiencia adormecida pero todavía existente de aquel tiempo? Desde ahí escribe Alicia, se sacude la rabia y formula algunos poemas sobre el paso del tiempo, sobre ese tiempo largo de los primeros años.
Desde el presente, lo que ve es que aquellos niños «Y verán sangre, y verán vísceras, una mano en la carretera, un feto en el suelo, doce bodas, tres suspensos, una pandemia, una guerra virtual», pero todavía no ha llegado el futuro, que es el tiempo de la escritura, «tienen quince años y no saben nada de eso». La forma del poema, la manera de explorar en este viaje me parece realmente fabulosa.
Pero, como decía, no hay ñoñez. Sí, un sentir contradictorio: la necesidad de imponer una cordura y una empatía adulta, para comprender el interior de los niños malos «Si yo tuviera / otra vez / esa edad en la que somos imperecederos», escribe en un poema. Pero hay cosas que no se olvidan, porque quedan en el cuerpo las heridas. Por eso, más adelante dirá «Dicen que hay que perdonar por los pecados / Pero el perdón es una aguja filosa / que camina cuando estamos dormidos».
El monstruo amenaza la cordura de quien mira sobre el pasado. Y las heridas son una buena fuente de alimentación para esta criatura belicosa. «Vendrá el monstruo / porque nadie piensa en los lugares que no puede ver». Las posibilidades de salirse de esa rueda son pocas; sin embargo, la luz también está ahí, en la idea de que hay un hueco. Y tenemos ese poema extraordinario que dice lo que debes hacer si te quedas atrapado dentro del monstruo: «Busca el punto por donde salen las lagartijas / (apenas se percibe) / Y ahí introduce el dedo, / y ahí la grieta, / y ahí la nada. / Porque el monstruo seguirá girando sobre sí mismo / con el estómago vacío / Pero tú habrás salido».
Porque, aunque Hay cosas que nunca se olvidan, Louzao las convierte en materia prima de su poesía, las trata con ternura y nos ofrece unos poemas inteligentes y conmovedores. Que nadie se pierda este libro maravilloso.
LAS NIÑAS QUE NO QUERÍAMOS IR A LA ESCUELA.
ALICIA LOUZAO.
EDICIONES LILIPUTIENSES.
2021.
ALICIA LOUZAO.
EDICIONES LILIPUTIENSES.
2021.
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