«Días en Cala Escorpí», de Octavio Cortés (Sloper)

Construir una obra a mitad de camino entre realidad y fantasía, entre experiencia y literatura, entre posibilidad y tiempo. Esto es lo que hace Octavio Cortés en Días en Cala Escorpí (Sloper), una lectura fascinante de geografías insulares a la luz de la literatura.

Juan Dahlmann, que en «El Sur» de Borges atraviesa la frontera de lo real para morir como un criollo, es el narrador de Días en Cala Escorpí. ¿O no? Se anuncia como un texto póstumo, del que ni siquiera había hablado a nadie, y se va desarrollando de una forma fascinante a la vez que misteriosa. El narrador nunca se nos muestra del todo. Pero podemos intuir que es una criatura herida aferrada a los pilares de los libros y a la imagen de una mujer inolvidable. Lo podemos perseguir, con ganas de encontrarlo, a través de un conjunto de textos polivalentes que navegan por temas diversos, desde la geografía natural de la isla de Mallorca y la soledad frente al misterio de la mortalidad. Y rodeándolo todo la fuerza de la literatura.

El gran acierto del libro está en su idea fundacional: la literatura como una casa plural. El criollo Juan es un hombre que vive en una isla, de la que no ha salido, donde todo lo que sabe de los libros son referencias ligadas a lugares precisos de una isla concreta. Pero el verdadero hallazgo de la literatura está en la capacidad para transformar la realidad. El narrador avanza en el territorio escarpado de la isla pero lo que percibe no refleja únicamente lo que sus ojos ven sino también lo que ha leído. Las voces de los libros van transformando su mirada de la realidad. Tengo la intuición de que es gracias a la capacidad de Cortés por fusionar ambos mundos que este libro funciona a la perfección. La literatura rompe con todas las imposibilidades materiales de la vida, y ahí su gran regalo.

La sensación de tocar lo que la palabra nombra. A medida que avanzamos en este libro colorido vamos transitando terrenos naturales, espejismos y espacios abstractos irradiados de luz. Al mismo tiempo que descubrimos personajes y rincones inolvidables, que nos invitan a pensar siempre en lo que se esconde debajo de la superficie, que es también la gran voluntad de la literatura: saber reconocer el secreto que subyace en las cosas.

Es un texto escrito con pasión por Mallorca, que despierta en uno como lector el deseo de viajar a la isla, de descubrir las buganvillas. «Cala Escorpí es un reducto de buganvillas majestuosas, perfectamente seguras de sí mismas, a menudo clamorosas». Una lectura que sirve como invitación para entender la estrecha relación que establecemos con el entorno y cómo a la luz de la literatura nuestro mundo adquiere nuevos matices.

«La vida mallorquina resulta enteramente alucinatoria». Entre alucinaciones y paisajes va fluyendo este libro. El narrador conversa con Laura, un ideal amoroso, con las características de este tipo de personajes: que contradice, pregunta y alivia la soledad del narrador y que le sirve asimismo para construir un universo donde siempre hay otro que escucha, que ama, que entiende. «Laura es una criatura acuática: el agua de roca de la cala, con sus tonos de esmeralda reflectante, en su hábitat natural».

La posibilidad de trascender los géneros, de construir un universo donde ocurran muchas cosas pero carente de acción; que el ritmo del libro esté en el paso de las estaciones, en los oficios sencillos de un par de personajes, en los vértices del paisaje. Así, se va abriendo ante nosotros Días en Cala Escorpí, un abanico de lugares que podríamos reconocer en la realidad pero que se hallan coloreados de ensueño y fantasía.

La relación del narrador con Laura es el hilo conductor de todo el libro. Es el paisaje de la voz. «Laura está buscando caracolas en la playa». Laura pregunta, opina, observa, se perfila como un personaje más real que el propio narrador, que sirve para poner en palabras el color de las orillas. «Ella no es sólo el símbolo de mi vida (y por tanto de mi muerte): también es su cimiento, su altar, su firmamento».

Cala Escorpí presente los «Versos perdidos que debieron cantar una belleza anacreóntica» y el narrador, a medida que va llegando al final se va dando por vencido; se deja mecer por el rumor del viento en la playa. «No puedo más que dejar que la isla me posea».

Resulta una lectura sumamente estimulante. Cómo me gustaría conocer Mallorca para entender tantas cosas, tantas que se me escapan. Algún día iré y me llevaré este libro, y buscaré a Laura en la Cala de Escorpí. Y ojalá que muchos lectores sientan estas ganas, y se atrevan a viajar más allá de los límites geográficos, para encontrar en la literatura esa cala, esa casa, esa compañía inigualable.

DÍAS EN CALA ESCORPÍ.
OCTAVIO CORTÉS.
SLOPER. 2021.