«Luces de invierno», de Irati Elorrieta (Galaxia Gutenberg)

Una novela sobre la memoria: «Luces de invierno» de Irati Elorrieta (Galaxia Gutenberg)



Una casa es una vida. En cada edificio hay una historia. Y para que muchas vidas se encuentren hacen falta una piedra o un despeñadero. ¿Podemos reconocer de qué forma la huella de otras vidas marcan nuestra propia historia? La idea central de Luces de invierno, de Irati Elorrieta (Galaxia Gutenberg) es la reconstrucción de la memoria. Para ello, la autora entrecruza la experiencia de varios personajes que comparten un mismo universo y, a través de sus heridas, nos ofrece una reflexión tierna sobre la soledad, el paso del tiempo y las posibilidades del camino que nunca pudieron concretarse. Una novela intensa y luminosa que te deseo.



La memoria del invierno


Todos estamos solos hasta que nos descubren. Quizá podríamos decir que la única certeza de Añes es ésa. Y por eso cuando ella y Marta descubren las palabras atrapadas en la pared, anuladas por un empapelado, algo se enciende en su interior, algo que la acerca a Marta y a su pasado. El empapelado cubre un mensaje, que es una historia: «un te quiero de esos que se dicen demasiado tarde en la pared de la casa que Marta había encontrado en Berlín». A partir de ahí se irá desentramando su propia vida, recibirá mensajes del pasado y se verá impulsada a recordar su largo viaje de extranjera sin casa.

Si consideramos la gran importancia que tienen los comienzos, podemos afirmar que Elorrieta acierta brutalmente con éste. Todo lo que vamos a leer tiene que ver con ese mensaje, porque es una novela sobre la fuerza de la memoria y la imaginación. A medida que avanzamos encontramos el pasado de estas dos mujeres Marta y Añes, su encuentro casual pero definitivo, el amor que cultivarán para sostenerse de las inclemencias de la vida. Todo ello a través de un registro cercano, lleno de imágenes coloridas que nos ayudarán a vivir cada escena como si fuese una película, o un recuerdo de nuestra propia experiencia.



A pesar de que las protagonistas que sugiere la novela son estas dos mujeres, hay otros personajes sumamente significativos que aparecen muy escuetamente pero que obran de disparadores de la memoria de ellas. La destinataria y el remitente del mensaje vedado de la pared serán la gran incógnita imposible de despejar. Como lectores no podemos evitar el despertar de una curiosidad extrema por esta relación rota en cuyo final mucho han tenido que ver la guerra y la violencia del sistema. Pero ahondando un poco en este misterio, y si confiamos en que todas las historias nos hablan a nosotros y de nosotros, ofreciéndonos caminos luminosos para mirarnos mejor, entonces podemos decir que ese mensaje existe sólo para que lo lea Añes, incluso, que fue ella misma quien lo escribió en una realidad paralela. ¿Y si hubiera sido así? Al menos en el descubrimiento de esa frase se desvela en su interior las palabras nunca pronunciadas, «quédate», el silencio que la impulsó a comenzar una vida errante, yendo hacia ninguna parte.

La extranjería desde las muchas formas de observarla, la mirada pétrea de los que no se han marchado y sus acusaciones de transformación y la soledad que esa mirada provoca en la protagonista son algunos de los grandes temas de esta novela. «¿Cómo no vas a cambiar, si la imagen que tienen de ti es la de un fósil de la prehistoria?», la escuchamos decir a Añes. Su errancia amorosa, la confianza puesta en las personas equivocadas, y todo el daño experimentado desde el silencio de la distancia, de la soledad que provoca la extrañeza, nos sirven para entender la complejidad de esta joven. Y su empeño en mantenerse a salvo en los recuerdos fantasmagóricos que la acompañan.

Quizá sea ésta una novela principalmente de desencuentros. De amores fallidos. «Y Añes piensa en los malentendidos que se crean en ese cortejo. Cuántas veces nos equivocamos, cuántas veces no interpretamos bien el susurro del otro». También de amistades que se interrumpieron a causa de la extranjería y de vidas que quedaron en pausa mientras otras se transformaban abruptamente. Es fascinante la forma en la que Elorrieta consigue plasmar esa extrañeza que nos invade cuando hemos vivido el desarraigo. Añes, de pronto, es consciente de que la precariedad que la rodea es mucho mejor que cualquier otra vida posible. Su apartamento viejo, venido abajo, y las dificultades para llegar a fin de mes, casi un regalo, una enseñanza vital. Porque todas las ansias, tantos recuerdos increíbles, no habrían sido posibles de haber tenido otra vida. Una vida que su yo del pasado jamás podría haber imaginado así. Jamás. Y ahí está el gran reto de su vida, entender los malentendidos del pasado y aceptar la vida vivida como algo bueno, algo que sólo ella pudo controlar. Lo único que le queda.




Tiempo y espacio cuidado


Uno de los elementos más interesantes del libro es la ambientación: es la memoria hablando en un Berlín rígido, a veces amenazante. La necesidad de las protagonistas de buscar cobijo en el pasado, para salvaguardar el invierno de la extranjería. Toda la historia transcurre en Berlín y desde ahí a través de la remembranza de las protagonistas viajaremos al pasado: París, el País Vasco, aquel tiempo en el que todo estaba por hacerse. Y en ese viaje los personajes irán descubriendo sus propios deseo censurado, la violencia soportada, la soledad que jamás han sido capaces de poner en palabras.

Lo más inquietante e interesante es que a Añes nunca terminamos de encontrarla, y esa forma difusa en la que se nos muestra y a la vez se esconde el personaje me parece uno de los grandes logros de esta novela. ¿Cómo conseguir que un personaje tan vívido, impulsivo y despierto como ella se muestre tanto sin dejarse ver? Elorrieta logra que, como ocurriría en un videojuego, la protagonista seas tú. Tú en Berlín, tú con Marta, tú con Xoan, tú aceptando que la vida se te escapa y que el tiempo duele. Tú reconociendo que en todo, todo, podemos encontrar alguna chispa de luz: esa sensación de creer que podríamos levantar el empapelado para descubrir esa frase que el pasado intenta revelarnos, nuestro secreto mejor guardado.

Otro rasgo muy interesante de esta novela es la contextualización. No sólo estamos encontrando la historia de Añes y de Marta, sino también la historia de sus familias, que es el pasado Europeo. Y hay aquí algo sumamente interesante: una reflexión intensa sobre las consecuencias de las guerras y de la violencia normalizada en el corazón de las personas. Creo que Elorrieta consigue mirar el borde de la historia y ofrecernos luz donde hasta ahora sólo vemos sombras. Una buena razón para sumergirnos en este invierno.

La escritura de Elorrieta es sumamente pictórica. Como decía al principio, las escenas se construyen de una forma muy visual, lo cual nos permite mantenernos siempre dentro de la historia, como si estuviéramos visualizando estas vidas o como si fuéramos las mismísimas protagonistas. El broche dorado de esta prosa es la consecuencia de una ambientación hipnótica, donde el paisaje y los lugares sirven como apuntaladores ineludibles de la memoria: la prueba de que aquí pasó esto, y sucederá cada vez que volvamos.

Luces de invierno es una novela preciosa, llena de fantasmas pero también de luz, llena de soledad y de amistad, de pérdidas y de descubrimientos asombrosos. Lo que es la vida, en una historia que nos atrapa desde el primer instante. Que nadie se pierda esta novela bella, hipnótica e inteligente.



LUCES DE INVIERNO
IRATI ELORRIETA
GALAXIA GUTENBERG 2021

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