«Nuevas cartas náuticas», de Adalber Salas Hernández (Editorial Pre-textos)

Un viaje antropológico e histórico fascinante que nos deja perplejos frente al mar.

Reseña de «Nuevas cartas náuticas», de Adalber Salas Hernández (Pre-textos)

La primera imagen que me viene a la cabeza cuando pienso en el mar está llena de misterio. No es la primera, pero sí una de mis favoritas. Una de mis hermanas mayores, de espaldas a mí, observando el horizonte en Chapadmalal. Cuando pienso en mi hermana me gusta acercarme a esa imagen, que permite ver su manera de sentir ese mundo inabarcable e incomprensible y a través de él el origen de su desconsuelo, pero también la luz. Ese día. En el recuerdo no alcanzo a verle el rostro pero su cuerpo me habla del asombro y la perplejidad de la vida, que siempre tiene que ver con el mar. Todos tenemos una imagen más o menos clara de lo que el mar significa para nosotros, porque a todos nos ha servido para traducir la vida de algún modo, y tengo la sensación de que Adalber Salas Hernández en su poemario Nuevas cartas náuticas (Pre-textos) ha intentado desentrañar la suya. Escribir ese asombro que nos sacude frente a lo inexplicable y hondo. Reconstruyendo las palabras que existen sobre la humanidad y su relación con el mar, ha elaborado una idea de lo extraño y lo íntimo que me parece soberbia. En la fascinación y el desgarro que todos enfrentamos más o menos en nuestra visión de lo marino está quizá el punto de encuentro entre esos mundos: el propio y el ajeno. «Hablo para drenar ese mar», dice la voz poética, y como tripulantes descubrimos aquí una lectura que pide muchas relecturas, y cada una nos devuelve una nueva ventana, un nuevo hallazgo, otro océano.


Reconstruyendo las palabras que existen sobre la humanidad y su relación con el mar, ha elaborado una idea de lo extraño y lo íntimo que me parece soberbia.

Debemos empezar por el principio, como por el principio comienzan todos los recuerdos importantes. Y al principio de este libro nos encuentra una palabra, θάλασσα (tálasa- Thálassa) —«Tres sílabas, el rastro de algo muy antiguo, algo que anunciaba el continente de una lengua desconocida»—. La primera palabra aprendida en ese idioma extraño, podemos intuir con la voz poética, fue la más importante. El mar y su diosa protectora. Desde ahí iremos avanzando en torno a sus abismos, naufragando en la belleza del lenguaje que es también infinito. Y se me ocurre que todo el libro podría leerse como una gran pregunta que recoge las dudas y preguntas que se han hecho a lo largo de la historia quienes se lanzaron a por un destino incierto aguas adentro. El mar nos explica pero no podemos reconocerlo en nuestro lenguaje, porque «se dice mejor en palabras que no son nuestras».

En busca de esas palabras ajenas va el poeta, que en un registro que navega entre lo narrativo, la oralidad y entrecruzando voces en diversos idiomas, reproduce la visión antropológica e histórica que la literatura nos ofrece sobre nuestra relación con el mar. Se zambulle así en lo mejor de la literatura náutica y crea su propia mirada de las poéticas que han gestado nuestro sentido de pertenencia con el mar y su relación con el lenguaje. Adalber Salas Hernández, que ha desarrollado una amplia carrera como traductor, se anima a pensar en otra forma de traducir, que es escribir las miradas ajenas desde el universo y la fascinación propia, y creo que éste es el gran hallazgo de este libro: «Traducir algo que no es signo».

Se destacan así derivas estimulantes, lecturas distintas de las Tristezas de Ovidio, del mito puertorriqueño de Yayael, y también de los consejos para la arquitectura de un faro de Alan Stevenson. Se asoman a estas páginas las voces indivisibles de nuestra bibliografía marina: Defoe, Coleridge y, por supuesto, Las Argonáuticas de Apolonio de Rodas. Leemos: «¿Y acaso no es necesario un monstruo para domeñar el océano?». Adalber Salas Hernández se empapa de las bitácoras coloniales, de las misivas desesperadas, de los tecnicismos del mundo de la navegación y nos ofrece un libro que parece no tener orilla —rodeado de palabras insondables y misteriosas—, un libro que nos invita a convertirnos también en exploradores, aventureros, criaturas capaces de arriesgarlo todo por comprender el origen del misterio, que es el origen de la vida, es decir, lo que somos y lo que no somos, lo propio y lo ajeno, el mundo íntimo y el mundo de los otros. Este libro.


Reseña de «Nuevas cartas náuticas», de Adalber Salas Hernández (Pre-textos)

Sin embargo, la propuesta de Adalber Salas Hernández no es amansar el océano sino describir lo que lo rodea, es decir, trazar un álbum de posibles encuentros y desencuentros con él, que nos sirvan para explicar nuestra historia. Y lo hace de una forma imposible, ofreciéndonos un libro que demuestra una sofisticada especialización y una investigación léxica y antropológica sorprendente. Cómo ha conseguido desde un discurso coherente y poético aunar voces tan distintas es un misterio comparable al asombro que el océano nos provoca. Es un libro extraordinario en su tono y en su forma, que sirve asimismo como ventana para lanzarnos a otros libros, a otras miradas, a otras voces. Una invitación fascinada y fascinante de lo mucho que todavía nos queda por leer (y escribir) en torno al tema.

Hay una idea que se repite y que me interesa especialmente: el mar, en su inestabilidad es una tierra para quienes saben mirarlo. Pero «El mar es, antes que cualquier otra cosa, una catástrofe». Y aquí habría que detenerse un momento, porque es interesante el tipo de lecturas de las que tira el poeta, porque en ellas no hay romantización del paisaje náutico sino un realismo espeluznante; hay ahogados, hay gente desesperada, hay cadáveres, hay historias que jamás encontrarán una voz porque se desvanecieron en las terribles tormentas oceánicas y, sobre todo, encontramos una objetiva necesidad de reconducir nuestra visión partiendo de textos escritos desde el asombro y el miedo. Todo eso también propulsa nuestra fascinación, porque siempre lo estimulante tiene su cuota de oscuridad. «Los ahogados no descansan: / nunca dejan de morir de sed».


Encontramos una objetiva necesidad de reconducir nuestra visión partiendo de textos escritos desde el asombro y el miedo.

Mientras lo leía no podía despegarme de algunos versos de Antonio Lucas que es, a mi humilde punto de ver, uno de los poetas españoles contemporáneos que mejor ha sabido ahondar en esa dualidad de vida-catástrofe que propicia el mar. Como Lucas, Salas Hernández se aferra a esa cara doble y elabora una posible hipótesis sobre nuestros orígenes y nuestro desvelo, la necesidad de un puerto pero también la importancia de la zozobra para encontrarse. Las voces poéticas —y lo señalo en plural porque es un poemario con un tono coral, donde hay variaciones de intensidad y cadencia, y una recopilación de textos con diversos registros— buscan explicar algo que las supera, que tiene mucho que ver con el asombro pero también con la muerte, convencidas de que las respuestas del mundo son también las respuestas del yo y que abarcar el sentido de la naturaleza es estar más cerca de encontrarse a uno mismo. En ese sentido el libro puede leerse como una recopilación de testimonios diversos que podrían servirnos no sólo para entender la visión histórica que gracias a esas voces se ha ido construyendo con el paso de los siglos respecto al mar, sino también para comprendernos mejor a nosotros mismos a través de fragmentos luminosos que se alzan en lo oscuro para ayudarnos a ahondar mejor en quiénes somos. Otra vez, lo ajeno y lo íntimo.

«Un libro es un puño perplejo», leemos. Y Nuevas cartas náuticas representa perfectamente el sentido de esa imagen. Viajemos a través del océano, busquemos el origen de la civilización afrontando las aventuras más asombrosas mar adentro, en esta lectura fascinante. Estoy convencida de que un libro que pide muchas relecturas es un libro para siempre, y en este poemario nos aguardan horas y horas de disfrute escarbando en la historia de mares y navegantes para indagar más hondo en nuestro propio enigmático mar. Por eso creo que es un libro importante; porque la perplejidad de la palabra tampoco tiene límites, y la literatura es ese faro, único testigo, que permite contarla y apreciarla. Cuando pienso en el mar la primera imagen que me viene a la cabeza me rescata de la realidad, que siempre es más dañina que el recuerdo. No es la primera que tengo de ese gigante fascinante, pero sí una de mis favoritas. Una observación imantada a mi memoria desde «ese doméstico fin del mundo / que llamamos orilla». ¿Te has preguntado cuál es la tuya? Puede que te este libro te ayude a encontrarla.


Reseña de «Nuevas cartas náuticas», de Adalber Salas Hernández (Pre-textos)

NUEVAS CARTAS NÁUTICAS
ADALBER SALAS HERNÁNDEZ
PRE-TEXTOS
2022

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