«El sueño del caimán», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

El regreso a las librerías de una novela magistral. Después de ella no podrás dejar de leer a Antonio Soler.

Reseña de «El sueño del caimán», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)
«El sueño del caimán», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

Las novelas de Antonio Soler son un amplio vórtice que va cerrándose hasta que te engulle. En ellas caben siempre muchísimos temas aparentemente irreconciliables que, con su obsesivo oficio, Soler consigue aunar, trazando una pregunta siempre sobre la vida, que es a lo que toda buena literatura aspira. El sueño del caimán vuelve a estar disponible en nuestras librerías gracias al necesario y maravilloso trabajo de recuperación de la obra soleriana que la editorial Galaxia Gutenberg ha venido haciendo en los últimos años. Se suma así a los títulos Las bailarinas muertas y El nombre que ahora digo. Es una novela sobre la traición y la venganza, que nos invita a pensar en cómo la vida, al ser tocada por el viento del pasado, puede convertirse en un remolino potente, que nos convulsiona y empuja hacia el borde del espiral. Como la vida, la narrativa de Soler nos engulle. Volvemos a leerlo y la experiencia se sostiene. Tocado por la gracia del duende flamenco es un novelista que no ha parado de ofrecernos libros inolvidables. Libros como éste.


La narrativa de Soler nos engulle.

«Está aquí», diré, «Luis Bielsa está aquí». El recepcionista de un hotel en Toronto tiene la oportunidad de saldar sus cuentas con el pasado cuando recibe en el hotel a un hombre-sombra del pasado. Después de treinta años de vida rutinaria y de huida hacia delante, encuentra una razón más potente para vivir: vengarse de una traición. A partir de ese momento discurrirá una novela fascinante donde las voces del pasado y del presente se fundirán en un discurso hipnótico, bello y poético. Una novela que leída veinte años después de su publicación continúa manteniéndose fresca y mágica.

«El mercurio tiene más apariencia de animal que de metal». Tenemos que recordar esta frase, porque los comienzos de Soler siempre esconden mucho más de lo que cuentan, porque son el anticipo del desenlace. Sin embargo, es necesario avanzar hasta la última página para descubrirlo. Y has tenido que volver al principio para que se abra el mundo. Un círculo perfecto. Tejidos precisos que van desvelando una verdad profunda. Como los principios, los finales son brutales, y generalmente abruptos y nebulosos. El método Soler, que siendo el autor que nunca se repite ha sabido construir una estética propia, inconfundible, y ha conseguido crear una obra fructífera compuesta de historias que se te quedan pegadas a la memoria para siempre. Personajes y atmósferas eternas. En la primera parte de esta novela aparece el mercurio y su relación con el caimán, el color de la sangre, los pájaros y el deseo. Si toda escritura es una búsqueda de identidad o de sentido, en la obra de Soler estoy convencida de que es así, y que el método (siempre cambiante en forma) permite indagar en esas preguntas fundamentales acercándose al tema pero sin iluminarlo de lleno, sosteniendo el misterio, que a veces viene matizado de espanto y otras veces de melancolía. Los que deseamos escribir mejor podemos encontrar en sus novelas clases magistrales de tratamiento temático y formal.

«En el mercurio de mi cabeza aparecen los pájaros inmóviles delante de aquella linterna, las pequeñas gotas de sangre que manchaban mi camisa. Un asomo de remordimiento». Saber asociar imágenes, conceptos y tramas es una de las virtudes de Soler que más admiro, y me parece especialmente destacable cómo lo hace en El sueño del caimán. Empieza hablándonos del mercurio —y tenemos que estar muy atentos, porque este elemento será detonante del desenlace— para continuar hablando de un grupo de recepcionistas con obsesiones voyeristas y presentarnos a un extranjero que vive en una especie de no tiempo, atrapado en el pasado, insensible a su presente —hasta que un fantasma de aquel pasado se materializa y la sed de venganza reaviva en él la pulsión vital de su juventud—. Pero luego saltará a imágenes aparentemente inconexas, que iremos encajando a medida que avancemos en la historia, y que mueven la trama hacia rincones que no creíamos posibles. Y estoy pensando en Phineas Gage, que será fundamental para comprender el verdadero tema de la novela.

La historia de Gage es fascinante. Fue un obrero ferroviario que durante la gran revolución de hierro en América se encargaba de volar agujeros en la piedra para la colocación de las vías, y a quien un accidente tremendo le provocó severos daños en el cerebro. Sobre aquel accidente leemos: «Fue una explosión brutal. El bastón de hierro de un metro y cinco centímetros de largo y cinco kilos y medio de peso salió disparado de la mano de Gage como un proyectil y penetró por su mejilla izquierda». Pero Phineas Gage no murió, ni siquiera perdió el conocimiento durante aquella tremenda experiencia. No murió pero se convirtió en «otra persona, con la misma identidad, casi con la misma cara, con el mismo nombre. Pero otro». A partir de este personaje, Soler inyecta la pregunta sobre la identidad: «quiénes somos nosotros». Si un accidente, si un simple cambio físico en nuestro cerebro puede modificar rotundamente nuestra conducta, ¿qué tan sólido es lo que nos sostiene?, ¿qué tan seguros podemos estar de quien decimos que somos? «El libre albedrío no existe porque el yo no existe», dice el narrador. Y después concluirá: «somos un ente colectivo y cambiante, un combinado de reacciones químicas». Decía que esa forma brillante de hilvanar vidas aparentemente distantes, con fluidez y seguridad, es uno de los grandes logros de su escritura. Y leerlo es abrir los sentidos y engrasar nuestra relación con el lenguaje para tocar otro nivel de literatura.


Reseña de «El sueño del caimán», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)
Una de las grandes novelas de Antonio Soler

También la identidad o los deseos del protagonista se van transformando, como el carácter de Phineas, a lo largo de la historia, como si por su cabeza se hubiera atravesado ese frío hierro que es el pasado, hasta convertirlo en otra persona; ahora más atenta a la venganza que a la justicia, y decidida a entender qué cosas es capaz de hacer. «Tal vez eso es lo que de verdad, oscuramente quería. Saber de qué era capaz yo», leemos. Soler maneja la intensidad en las emociones del personaje de una forma extraordinaria: asistimos a sus cambios de humor, a sus intentos por mantenerse ajeno a lo que internamente lo está conmocionando, y lo vemos pasar de la desidia a la recuperación del sentido de las cosas y de la vida. Y quizá uno de los grandes aciertos de la novela esté en que toda la historia transcurre como un anticipo. El desenlace no es verdaderamente importante, porque el sentido de este libro está en ese juego de sentimientos convulsos, de verdad revelada, en esa interpolación de experiencias y traumas que forman la identidad y la transforman irremediablemente, o eso creemos. Es una novela que deja latente la pregunta sobre lo que somos y ese miedo que nos inculcan desde pequeños al cambio, a ser otros, como si pudiéramos sostenernos intactos a las huellas de las experiencias.


Saber asociar imágenes, conceptos y tramas es una de las mayores virtudes de Antonio Soler.

La muerte está muy presente en El sueño del caimán. ¿Quién está vivo? Cabría preguntarse, como parece preguntarse el protagonista. «Siempre resulta penoso recordar cuando se está demasiado lejos, cuando sabemos que el viaje de retorno es imposible y sólo nos espera más desierto». Su vida parece haberse paralizado muchos años atrás, en su juventud, cuando una traición lo llevó a pasar muchos años en la cárcel. Pero la muerte, piensa ahora, estuvo ahí desde mucho tiempo antes. «La muerte nos vigila, con su linterna apagada»: esta imagen aparece varias veces en el texto, y es importante. Porque viajamos a su infancia, a la violencia, a la oscuridad de un galpón al que acompañaba a su hermanastro para matar gorriones. Soler sabe acercarse a la muerte alejándose de todo cliché, embarrándose, manchándose de sangre, con un realismo intacto, pero a través de un lenguaje poético. Y en este detalle, presente en toda su obra, reside una de las grandezas de su escritura. La imagen de esos plumones desgarrados es para mí una de las escenas más fuertes de este libro. En esos gorriones, el propio narrador, siendo alumbrado por otros para que le disparen, y cayendo al vacío con todos los sueños sin cumplir. Quedándose para siempre en ese temblor. «Cierro los ojos y siento el mismo miedo que tenía de niño, caminando por la era en mitad de la oscuridad, llevando plomo y miedo en los bolsillos».

Todo libro de Soler ofrece una reflexión sobre la escritura. Éste también. Leemos: «Escribo para saber si verdaderamente existo, si mi conciencia, a pesar de que las palabras de los científicos la nieguen, existe». Hay escritores que trabajan desde la superficie para ahondar en los misterios del alma; otros, parten de lo impenetrable e intentan desvelar su fondo desde un lenguaje superficial, para volvernos accesible lo que aparentemente no lo es. Soler está en medio de ambos. En sus novelas nos presenta personajes anodinos, fracasados, perdidos, cuyos actos son consecuentes con sus heridas. Criaturas que, en su mayoría, han sido arrolladas por la vida, teniendo muy poco control sobre sus actos y siendo ganados por una seguidillas de malas circunstancias que los han ido hundiendo —¿Y qué es la vida sino?—. Sin embargo, y esto es lo fascinante, son criaturas llenas de vitalidad, como si vivieran encapsuladas pero fueran capaces a lo largo de la historia de mostrarnos esa llama viva que todavía sostienen. El trabajo de los personajes y de las tramas es profundo siempre. Y eso me parece extraordinario. Soler consigue que nos enamoremos de personajes a quienes, seguramente, en la vida no les habríamos dado ni una oportunidad. Pero aquí les tomamos cariño. Y la trama funciona como hechizo para mantenernos al borde siempre entre la desesperación y la desidia que caracteriza a sus personajes. Y las historias se van abriendo a través de imágenes que van adquiriendo forma y sentido poco a poco, al ser iluminadas por una linterna. Y lo entendemos todo. O casi todo. Y esa es la magia que voy a pedirte que no te pierdas.


Soler sabe acercarse a la muerte alejándose de todo cliché.

El caimán cierra los ojos y se queda inmóvil. Cuando la gacela vislumbra un tronco flotando a la deriva, y se confía y se pone a beber, el caimán sale rápidamente. No hay tiempo de hacer nada. Así llega siempre la muerte. La escritura de Soler, ese caimán que nos invita a confiar y, cuando menos lo esperamos, ¡zas!, nos engulle. Y terminamos en ese vórtice de emociones del que no podemos salir —ni sabemos, ni queremos—, y que nos cambia para siempre. Pocas narrativas tan transformadoras como la suya. Hay cinco escritores cuyos libros espero con entusiasmo, porque sus obras me han sostenido cuando el mundo se me hizo rasposo. Antonio Soler es uno de ellos. Un escritor que no defrauda nunca, y que siempre vuelve para demostrarnos que en la literatura hay luz para todos. Las buenas novelas, las que se sostienen por un compromiso leal con la literatura, si tenemos la fortuna de encontrarlas, pueden salvarnos. Y para mí, y estoy segura de que para muchísimos otros lectores, El sueño del caimán es una de ellas. Por eso esta reedición es importante, y era tan necesaria. Un clásico que vuelve a ser novedad. ¡Qué suerte!


Reseña de «El sueño del caimán», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

EL SUEÑO DEL CAIMÁN
ANTONIO SOLER
GALAXIA GUTENBERG
2022

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