«Mi Dios no ve», de Raúl Zurita (Vaso Roto)

La poesía completa de Raúl Zurita, publicada por Vaso Roto.

Reseña de «Mi dios no ve», de Raúl Zurita (Vaso roto)

«Las palabras del poema son más puras, más limpias», leemos en Mi Dios no ve de Raúl Zurita (Vaso Roto), una fabulosa obra que reúne lo mejor de su poética, cuidada personalmente por el poeta Héctor Hernández Montecinos. Un poema puede contar la cruda realidad sin caer en el territorio fangoso de lo morboso. En 2016 Raúl Zurita expuso su obra En el mar del dolor en la Bienal de Kochi-Muzuris, una elegía estremecedora para Galip Kurdi a la que se accedía atravesando una sala con 40 cm de agua. Todos habíamos puesto los ojos en un niño pero la verdad era más cruel, más contradictoria, y no había foto de ella. La pureza del poema nos permitió conocer una de las obras más inquietantes y conmovedoras sobre la tragedia de la migración. La muerte de dos niños en el mar, la conciencia de todas las muertes en esa muerte. La poesía de Zurita empieza y termina en la muerte, en la desesperación, y este libro nos permite ahondar en todas sus posibilidades.


La poesía de Zurita empieza y termina en la muerte, en la desesperación.

«¿No me escuchas? ¿No me miras?», leemos en el poema. La obra poética de Raúl Zurita es una de las más sorprendentes de nuestro siglo. Porque en él la palabra está más allá de la voz misma. La palabra se materializa: convierte los muros en refugio y los cielos en profecía. «Cuando arrojados desde los estadios chilenos alcanzamos / a ver los roqueríos y luego el vacío infinito del mar». Contar la dictadura, la violencia del sistema terrible y de las vidas perdidas en el camino, y de esa forma. El legado de Zurita es inabarcable, estremecedor, luminoso en su lenguaje escalofriante. La obra de Zurita ofrece luz sobre la más terrible experiencia de nuestros países del sur, y lo hace desde la palabra que activan la materia y la transforman. Y en su estética artística, un lienzo en blanco puede ser el cielo, un rincón del desierto e incluso su propio cuerpo.

En esa forma de entender la palabra y de vislumbrar lo poético tenemos algo que aprender. «MI DIOS NO MIRA, MI DIOS NO OYE, MI DIOS NO ES». ¿Cómo volvemos al mundo después de estas palabras? Zurita pone en su poesía la constelación de los caídos, la vida de los olvidados, la dificultad diaria de los marginados. Su poesía es una reflexión profunda sobre el daño de las religiones y la soledad de los libres. Parece pensar que no se puede escribir desde otro lugar que no sea desde la perspectiva del herido. Este libro, además de mostrarnos su poesía nos presenta algunos textos periodísticos (donde también hay poética) que podrían servirnos para entender su cosmovisión de la poesía. Sobre Whitman, por ejemplo, hay un texto maravilloso donde leemos: «El papel entonces del poeta contemporáneo es cargar con sus poemas muertos hasta las orillas de una playa que tal vez esté o no esté, para que crucen desde allí o no crucen el infierno de lo inexpresable». Ahí también podemos acercarnos a su idea de lo poético como escenario para poner en el mundo nuevas miradas sobre las mismas cosas, para repensarnos y construirnos a través de un lenguaje que atraviese la realidad, y pueda cambiarla.


Su poesía es una reflexión profunda sobre el daño de las religiones y la soledad de los libres.

Mi dios no ve es un libro perfecto para meterse de lleno en el universo de Zurita. Incluye algunos de sus primeros poemas. Comenzando por su brutal El sermón de la montaña y llegando a su poemario Dejaste aquí. Es una obra que nos permite reconocer las obsesiones de toda su obra: el deseo rajado por la violencia del sistema, el dolor propio y el dolor de los demás, la honda espesura de la desesperación, y ese juego mitad realidad y mitad onirismo que hace de su poesía uno de los territorios más potentes y fructíferos de la literatura latinoamericana. A medida que avanzamos en la lectura recordamos por qué Zurita es para siempre: porque una vez que su palabra nos ha llegado se nos pega para siempre. Quizá esto se deba a su gran capacidad para hacer lumbre del desarraigo, de la desesperación, de la violencia.

Me encanta cuando leo que Zurita es el poeta total. Lo dice de nuevo en el prólogo fascinante que ha dedicado Montecinos para esta edición. Estoy convencida de que llegar a sus versos a muchos nos ha servido para entender que hay más poesía en la vida de lo que creíamos. Y que también la poesía debe escribir la muerte. Pero hay otra cosa que me parece asombrosa y que, cada vez que lo leo vuelve a sacudirme: en su poética el plano del lenguaje es realidad y sueño. No existen los géneros, por tanto, tampoco la mirada debe practicarse en una única dirección. «Hay una noche a la que no tenemos acceso, un latido oculto que yace en el corazón de todas las palabras», y desde ahí sube el poema, la gran obra de Zurita. La poesía total de Zurita. Que nadie se pierda la oportunidad de nadar en el lenguaje espeso, transformador, obrero, luminoso del grandísimo Raúl Zurita.


MI DIOS NO VE
RAÚL ZURITA
VASO ROTO
2022

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