Julia Rendón Abrahamson: «Hay que replantearse el valor de los cuidados»

Entrevista a Julia Rendón Abrahamson, autora de «Lengua ajena» (De Conatus).

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Julia Rendón Abrahamson, autora de «Lengua ajena» (De Conatus)

«Encontrar un lugar de pertenencia para mí y para ti» es el gran objetivo de la narradora de Lengua ajena (De Conatus), la novela con la que Julia Rendón Abrahamson aterrizó en España. Una historia fascinante de maternidad y migración donde la voz narradora es voz tremendamente poética. Hemos conversado con la autora sobre la construcción de esa novela y los vínculos entre vida y literatura, atravesados por la experiencia de la maternidad.


Una historia fascinante de maternidad y migración donde la voz narradora es voz tremendamente poética.

P—Lengua ajena puede leerse como la búsqueda de un relato íntimo pero también como una reflexión colectiva sobre la inmigración. ¿Qué echabas en falta en los libros sobre este tema y quisiste explorar en esta novela?

R—Sí, concuerdo contigo, no es solamente la búsqueda de un relato íntimo, sino, y más aún quizá, una reflexión de lo que significa ser una “heredera” de la migración, es decir, formar parte de un grupo, de una familia, de una sociedad. Aunque hay una intimidad expuesta, esa intimidad se transforma en grupal, en una búsqueda de respuestas acerca del legado de la migración y la maternidad, un ir y venir entre la historia de la protagonista y su contemporaneidad, su vivir en el mundo día a día. Para la protagonista, el darse cuenta de que ha recibido un legado de parte de su linaje femenino, y zambullirse en esa búsqueda de quién es, de sus raíces, es también una salida de sí misma, una íntima comunión con el otro, con el mundo. Es decir, no es pegada a sí misma.

»Con respecto a tu pregunta sobre los otros libros, no creo que echara en falta algo en los libros sobre este tema, más bien, los libros del tema que existen, o por lo menos los que a mí me interesan leer, son también una fuente inagotable de respuestas (inacabadas, por supuesto), de formas de explicarme el mundo, de cómo usar el lenguaje para nombrar el mundo. Me gusta pensar, y estoy convencida de ello, que no escribimos en soledad, que las escritoras formamos una especie de palimpsesto, no existe algo original, existen palabras sobre palabras, y una infinidad de fuentes sororas y fraternas. Para mí no hay escritura sin lecturas.


Aunque hay una intimidad expuesta, esa intimidad se transforma en grupal.

P—¿Por qué Lengua ajena?

R—La protagonista se está nombrando a ella misma, se está construyendo, reconstruyendo a partir de su separación, de su maternidad, de su legado, y su manera de estar en el mundo como persona migrante y mujer. La forma de nombrar es a través del lenguaje, me gusta pensar en esto de nombrar y existir. Cuando se nombra se existe. Pero el lenguaje es un universo en sí, ese lenguaje que se utiliza para nombrar también contiene como semilla y “ser” a la memoria, a la mirada, al legado, y sobre todo a la imposibilidad de nombrar misma. Es decir, el lenguaje siempre es insuficiente. En este caso, la protagonista nombra el mundo a través de una lengua propia y ajena porque al contener, ese lenguaje, la memoria de su linaje familiar migrante, también contiene una lengua que no le es del todo propia, y por eso las respuestas no existen, existen las maneras de preguntar y nombrar que siempre van a ser inalcanzables, y que van a abarcar lo propio y lo ajeno. Allí en esa lengua, está la lengua de su abuela, la lengua de su madre, la de su hija, la de su expareja, la de su jefa, sus amigas, etc. Al nombrarse, ella se da cuenta de que su lenguaje contiene algo ajeno a ella, incluso un idioma, como el alemán por ejemplo, que aunque no lo hable, le es propio, pues es parte de su linaje. Me interesa pensar en esta construcción de qué es lo propio y qué es lo ajeno, y quitarle esto tan blanco y negro, buscar las respuestas en los grises también. La memoria, por supuesto que es propia, pero también es ajena: construyo mi mundo a través de esta memoria que es colectiva. Esa memoria se construye al decirse y no es solamente un referente interno sino también de los componentes del afuera. Además, desde lo imaginario, me parece.

»Yo creo que en el libro sí hay un intento de formar una arqueología de cómo se construye un lenguaje, creo que muestra que la memoria está allí inserta con todo lo que tiene de imaginaria y no, y con todo lo que contiene de propia y de ajena también.


Me interesa pensar en esta construcción de qué es lo propio y qué es lo ajeno

P—La maternidad puede ser una tarea tremendamente solitaria. ¿Lo es más cuando es atravesada por la experiencia migratoria?

R—La maternidad me parece casi imposible de describir, es como intentar describir el amor, el universo, la infinidad: ahí de nuevo está la imposibilidad del lenguaje del que hablaba anteriormente, y por eso existe la literatura (por lo menos la que a mí me interesa). Es importante decir que hay una diversidad de maternidades. En la experiencia migratoria puede haber muchas similitudes, pero las maneras de maternar y las redes de apoyo son diversas. Yo me considero una persona migrante privilegiada, una madre que tiene a un compañero, una familia que está ahí como una tribu, como una red de amor inagotable en la crianza de mis hijas. Una madre que no tuvo que cruzar una frontera a pie con las niñas a upa.

»La maternidad es un reflejo y una fuente de preguntas, y en mis búsquedas u obsesiones, siempre me pregunto sobre la crianza en tierras ajenas, pienso también en infinidad de madres e infinidad de hijas, y en mis hijas, en mi maternidad.

»Por supuesto que muchas madres (migrantes y no), miles, no cuentan con una red de apoyo, están maternando en soledad, en condiciones económicas y sociales precarias, y eso no solamente es solitario, sino que debería ser inadmisible. Hay que plantearse sobre los efectos de cuidar así, en soledad y condiciones precarias, y sobre todo, hay que replantearse el valor de los cuidados. Empezar a mirar que los cuidados de la vida sí importan, no solamente en un plano individual, sino histórico, social, económico. Nos falta mucho por hacer en un sistema que no le da importancia ni a las madres, ni a los cuidados, ni a ningún tipo de cuidador.

»En el caso de Sara, ella empieza a nombrar el mundo a partir de su parto, pero también a partir de su separación, porque esa separación implica una reconfiguración de su mundo, de su manera de maternar, de la manera de paternar de Adrià. Entonces, es aquí cuando ella se siente un ser fragmentado que tiene que compartir a su hija, su única patria (matria), con alguien más, en diferentes días. A partir de ello, además, ella reflexiona sobre lo que significa criar en un lugar ajeno. Lo que significa criar también a un ser migrante (porque aunque no se mueva físicamente, Lola es parte de una genealogía de mujeres migrantes). Son preguntas muy sutiles sobre la identidad, la maternidad, la forma de estar en el mundo, preguntas que no tienen siempre respuestas.

»La maternidad, además, le hace replantearse por completo su condición de hija y de nieta. Es que la maternidad es realmente una fuente infinita de posibilidades, de respuestas, de preguntas, es la vida misma porque es uno de los modos del amor más importantes.

P—La protagonista busca algo que la ancle, pero su realidad es tambaleante y difusa. ¿Cuánto tiene que ver en esta tierra movediza la tradición familiar de migración?

R—Como decía antes, me interesa mucho la transmisión del relato migrante. La protagonista es nieta e hija de personas migrantes. Su abuelo alemán y abuela austriaca, sobrevivientes de la Shoá, hicieron lo necesario para preservar la propia vida, y llegaron a Ecuador donde tuvieron que reconstruirse, reinventarse, reformularse. Y en este hacer cotidiano, en las formas de sostener la vida que encontraron, fueron transmitiendo relatos y narrativas que su madre heredó y ella también, y que va resignificando a diario para su vida y la de su hija. Es decir, que la protagonista tampoco encontraba en Ecuador un lugar de pertenencia, como no encuentra en su presente su lugar en el mundo. Acá vuelvo a la idea de que no es necesario moverse físicamente de un lado a otro para “contener” la migración. Existieron instancias en las que sus antepasados articularon el mundo que transmitieron ese legado migrante. Estas instancias incluyen rutinas, lenguajes, idiomas, religiones, comida, música, manejo de la salud, curaciones, rezos, festejos y duelos, entre otros y que ella ahora, en su vida diaria, en su reflexión sobre el cuidado de la hija, en sus relaciones sexuales, amorosas, de amistad, las tiene presente, son parte de su identidad.

»Sara busca redimir la migración familiar en la cual se instalan imágenes de antepasados que fueron expulsados a la fuerza, que tuvieron que huir para preservar la vida. Estas imágenes se instalan día a día en Nueva York donde se encuentra, y le permiten ir construyendo un archivo en presente que no se cierra. La maternidad le abre un espacio para poder entregar un lenguaje a su hija, una narrativa.


No existe algo original, existen palabras sobre palabras.

P—Cada persona vive su propia experiencia migrante, como cada madre vive su experiencia de maternidad. ¿Seguimos atados a discursos que homogeinizan las experiencias humanas? ¿De qué maneras podríamos salirnos de ese borde?

R—Sí, definitivamente, seguimos atados a discursos que homogenizan las experiencias humanas y los cuerpos. Tenemos una idea de cómo son las personas migrantes, cómo son las madres o como “deben” ser, tendemos a categorizar. Creo que en la novela estoy hablando de otro tipo de migración al hablar de un legado, y me refiero a un tipo de lenguaje para nombrar el mundo, para nombrar la maternidad de la protagonista y de las diversidades que existen en la maternidad y la migración. No se puede hablar en términos convencionales en la literatura. En la maternidad y la migración de Sara caben el sexo, el erotismo, la violencia, el miedo.

»Volviendo a lo de la homogenización, por ponerte un ejemplo, a las escritoras latinoamericanas también se nos tiende a homogenizar, sobre todo en el exterior. Muchas veces esperan que escribamos sobre lo que puede parecer exótico en el exterior, sobre el narcotráfico, temas que, obviamente, atraviesan toda la región. A mí, personalmente, no me interesa escribir sobre lo que parece exótico en el exterior, no tengo una agenda o no le doy un valor utilitario a la literatura. Seguro que hay violencia en Lengua ajena, porque estoy atravesada por mi experiencia latinoamericana, mi condición de mujer, mi condición de migrante, mi condición de ser judía, etc. Me interesa tratarla sutilmente, no dar todas las respuestas, mostrar la “punta del iceberg”. Los temas de la región no se agotan en la violencia del narcotráfico, hay violencias diarias, hay una diversidad inmensa en la región.

»En su libro The Undocumented Americans, la autora Karla Cornejo Villavicencio, dice sobre su experiencia migratoria como “estadounidense indocumentada”, que cuando le preguntan por qué sus padres migraron a Nueva York y la dejaron en Ecuador siendo pequeña, ella siente que su respuesta no sería «lo suficientemente moralmente aceptada así como son las respuestas de la mayoría de personas indocumentadas: un familiar decapitado, hambre». Creo que se esperan ciertas respuestas porque se homogenizan las experiencias. Una manera de salirse de ese borde es contar de otras maneras, no dar la respuesta que quieren oír, aunque luego no se “venda” lo suficiente. No somos mercancía.

P—¿Qué es lo más importante que te ha enseñado tu vida migrante?

R—No me gusta categorizar mucho, le huyo a eso, por lo que no quisiera decirte que algo específico es lo más importante. Te puedo mencionar algo que me parece importantísimo para el ejercicio de la escritura: la mirada. La distancia te da otra mirada de las cosas, puedes ver desde otro ángulo y eso, en definitiva, es una forma de apertura. Considero que mirar de otras maneras, con una distancia, es un ejercicio que puede convertirse en un manantial para la escritura y la vida.

P—En el viaje de reconocimiento la protagonista indaga en la vida de sus antepasadas. ¿Hay un deseo de reivindicar la herencia desde un lugar nuevo, donde la tradición sea nombrada desde el lugar de las mujeres?

R—Sí, como te decía en las respuestas anteriores, el deseo está en indagar esa memoria migrante para construir un archivo propio en presente que se entrega a la hija. Me encanta la idea de nombrar desde el lugar de las mujeres, sobre todo cuando se vincula ese nombrar con la maternidad. La novela comienza con un parto, como si la protagonista desde el parto se dispusiera a nombrar el mundo. La maternidad es también, para mí, un dispositivo para narrar, para nombrar el mundo, pero con un “mirar hacia atrás”, escuchar también, cómo las mujeres de la familia han nombrado sus mundos. La maternidad cambia la condición de hija y de nieta.


Estoy atravesada por mi experiencia latinoamericana, mi condición de mujer, mi condición de migrante, mi condición de ser judía

P—¿Es tan importante pertenecer a un lugar?

R—No sé cómo responder a esta pregunta, sí te puedo decir que creo que sería mucho más fácil, aunque a veces pienso que no sería escritora si sintiera que pertenezco a un lugar específico. Mi escritura es producto de mi sentido de no pertenencia. Y la escritura es vital pero también muy intensa. Por lo menos la escritura que a mí me interesa hacer, esa que tiene que hacerse preguntas todo el tiempo y buscar.

P—¿De qué manera la maternidad empuja o rechaza la idea de pertenencia?

R—Por un lado, como para mí la maternidad y el cuidado (el cuidar) es un modo, un aspecto gigantesco del amor, podría decir que mi maternidad (muy diversa a la de otras) puede llegar a ser un lugar de pertenencia, porque el amor es un lugar de pertenencia para mí, aunque suene cursi. Por otro lado, la maternidad te muestra también que nada te pertenece, eres madre pero tus hijos no te pertenecen, por ello es que la maternidad está tan ligada a la vida y la muerte, al miedo.

P—La maternidad parece la experiencia que conecta todas las vidas. En una familia marcada por la migración, ¿qué lugar es casa?

R—En la novela las mujeres están conectadas por sus maternidades, que son maternidades completamente diversas. En el caso de la abuela, por ejemplo, existe un tema de abandono, cuando Sara, en cambio, quiere encontrar en su hija una “matria” o casa. Su hija se convierte en un lugar de pertenencia. Sin embargo, también hay que pensar que poner en ese espacio a una hija es una carga importante, entonces de aquí que esto se vuelve circular, las madres entregan, las hijas reciben, el legado sigue. Quizá el lenguaje, la narración que se entrega, son la casa para estas madres.

P—Tu escritura se caracteriza por el uso de un lenguaje mestizo. ¿Te ha costado encontrar esa voz múltiple?

R—No es que me haya costado, pero sí fue una búsqueda muy intensa, hasta desgarradora al momento de escribir. Sin embargo, el ritmo, la sonoridad, la estructura se daba así porque, precisamente, estamos hablando de un personaje que tiene un legado de la migración, es decir que dentro del país de nacimiento también estaba atravesada por otros lenguajes y otras formas. Pensando en Sara, en su historia y en su vida actual en Nueva York, ése era el lenguaje que tenía que atravesar su vida y el texto.


Mi escritura es producto de mi sentido de no pertenencia.

P—¿En qué aspectos se ha visto modificada tu escritura por la experiencia migrante?

R—La experiencia migrante me ha dado una distancia desde la cual tener otro ángulo de vista. La distancia me ha permitido otra mirada sobre el país de origen, y también otros accesos a la memoria familiar y a la memoria en presente. Como dije antes, además, mi condición de hija y nieta de personas migrantes, obligadas a salir a la fuerza, puede ser una de las razones principales por las que escribo o busco respuestas en el lenguaje, incansablemente.

P—¿Vives la escritura, o el lenguaje de la escritura, como un país definitivo?

R—Podría decir que sí porque la escritura es vital para mí, y porque me encanta cuestionar esta idea de naciones y países, de fronteras. Entonces, sí, me gusta que la escritura pueda ser mi país.


«Lengua ajena», la novela de Julia Rendón Abrahamson en De Conatus
LENGUA AJENA, DE JULIA RENDÓN ABRAHAMSON (DE CONATUS. 2022)

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