Alicia Louzao: «La poética para mí es imaginación»

Entrevista a la poeta Alicia Louzao sobre su libro «Diarios del año de las moscas» (Lastura Ediciones)


Cada cierto tiempo nos encontramos con voces que nos sacuden y cautivan definitivamente. Tal fue mi experiencia cuando descubrí la poesía de Alicia Louzao (Ferrol, 1987). Hay en su estética un delicado trabajo de forma y fondo que apela a la relación entre mundo material y universo onírico, donde la infancia es para siempre y el verdadero empeño de la cazadora de versos es mantener siempre viva la inocencia. Conversé con Louzao sobre su nuevo libro Diarios del año de las moscas (Lastura Ediciones), que nos ofrece una indagación delicada en torno al duelo y a esa pérdida de sentido que nos amenaza cuando el mundo conocido se desmorona. Que nadie deje de leer a esta fascinante poeta.


El nuevo libro de Alicia Louzao, Diarios del año de las moscas (Lastura Ediciones), nos ofrece una indagación delicada sobre la experiencia del duelo.

P—Hay en tu poesía un trabajo peculiar con la tradición. Aunque tu lenguaje y las imágenes que construyes son bien contemporáneas se nota un deseo de conversar con la poesía clásica. ¿Me cuentas un poco cómo ves esa relación?

R—Supongo que eso se debe a los estudios que realicé, pues en Filología se trabajaba mucho con los textos clásicos y, posteriormente y en la actualidad, me dedico a llevarlos a clase y acercarlos a los alumnos para que se familiaricen con ellos. Creo con firmeza que todo está ya inventado. Si nos centramos en, por ejemplo, la música actual, vemos a artistas como incluso C. Tangana o Rosalía que beben de la tradición clásica para muchas de sus canciones, es inevitable fijarse en nuestros “padres” clásicos y que estos hablen en los textos que uno escribe.

P—Te quiero preguntar por tu descubrimiento de la tradición griega, que está tan presente en tu obra. ¿A qué edad viviste ese flechazo?

R—A una edad temprana. Siempre me rodeé de literatura gracias a mis padres, que poseen una biblioteca ingente. Recuerdo un tebeo collage que fue obra de Paio, pintor de Lalín, que diseñó una actividad extraordinaria y muy divertida: llevó a varios alumnos a la playa y otros parajes para tomarles fotos interpretando el mito de Medea, Jasón y el vellocino de oro (antes de la venganza de Medea, se entiende). Me encantaba ese libro. Yo tendría siete años aproximadamente. Me leí las Heroidas, que descubrí hace poco tiempo, la Odisea, la Eneida, la Argonáutica, las obras de Eurípides, etc. Es un mundo maravilloso ese. En la actualidad estudio griego en la EOI (griego moderno, en bachillerato estudié el clásico) y cada palabra parece que posea su propia historia.

P«Robaba corazones con un tenedor y amenazas cálidas». En tus imágenes la ternura siempre tiene que tener una pizca de horror o de violencia, ¿por qué?

R—Quizá porque a veces te topas en la vida con personas que te inspiran ambas cosas, que producen ambas cosas. Cualquier imagen tierna puede contener violencia, pensemos en un bebé que nace, sí, es una escena muy bella: la vida se abre paso, pero ¿y todo lo que viene con ese nacimiento? La sangre, los gritos, los mareos… Es un ejemplo.


Cualquier imagen tierna puede contener violencia.

P—¿Qué lecturas te han formado y a qué libros vuelves con fascinación?

R—Tendría que mencionar de nuevo a los clásicos, siempre los retomo en vacaciones. Actualmente estoy leyendo una obra de Héctor Abad Faciolince,La oculta. Como la tradición clásica, la literatura hispanoamericana me atrae mucho. Y en mi mesilla de noche ahora tengo A través del espejo, que ya leí, pero me lo regalaron recientemente y pienso volver a él.


La poeta Alicia Louzao
La escritora Alicia Louzao

P—En Diarios del año de las moscas ahondas con mucha sensibilidad el tema de la pérdida, esos instantes en que el mundo se transforma y la luz se debilita. ¿Encuentras en la escritura un refugio para sobrellevar esa rotura?

R—No creo que sea refugio… No sé muy bien qué es. Me resulta imposible hablar de algo que quema; una pérdida reciente y una hoja en blanco creo que pueden suponer una auténtica tortura. Para mí es un modo de expresión, de convertir un suceso en otra cosa, en mi caso, textos poéticos.

P—¿Qué lugar ocupa la imaginación en tu poética?

R—La poética para mí es imaginación. No solo me centro en lo íntimo, en el Yo que parece que siempre está presente en la poesía, no: lo me duele a mí, lo que me sucede a mí, eso me resulta monótono, siempre hablar de lo mismo, el Yo constante. Creo que en poesía se pueden inventar mundos distintos. Podemos ir más allá de nuestra propia voz o lo que le sucede a uno mismo y crear personajes, escenarios, girar el lado de la realidad y ver la otra cara, cabe todo. Ejemplo de ello es Meigallo, una barajita de cartas con poemas cortos que publiqué en la editorial de la Imprenta y que pretenden crear un mundo distinto, mágico y pequeño.

P«No recuerdo qué llevaba puesto pero todavía pensaba en que no existía la muerte». ¿Es este libro un intento de recuperar esa inocencia, antes de que la vida se rompiera?

R—Muchas veces vuelvo a esa inocencia en mis textos porque creo que es algo que todavía no perdí. Atravesé problemas, como todo el mundo, pero siempre hay un espacio para ver el mundo desde la inocencia. Recuerdo cómo era yo antes de llegar a esta edad, la “maldita edad adulta” en la que parece que una persona deba tener empleo, pareja, hijos, no reírse en voz alta, vestir de Massimo Dutti (por emplear hipérboles). Yo me niego en redondo a caer en esto. Quizá esta lucha se puede percibir en mis textos.


Siempre hay un espacio para ver el mundo desde la inocencia.

P—Te quiero preguntar por el Doctor Emetteus, este personaje reincidente en tu poesía. ¿Cómo nació y a qué deseo o idea apela?

R—Este personaje recurrente en mis libros, pues creo que siempre hay un hueco para él, es mi padre. Era médico, fue jefe de servicio de hematología gracias a su esfuerzo, a través de un examen de oposición que aprobó a una edad temprana. Era doctor en Medicina. No solo sabía de células, bacterias, huesos y todo aquello que conforma una ciencia que a mí se me escapa, sino que conocía el origen de muchas palabras, te las contaba de pronto, sentado en el sofá: “¿Y tú sabes de dónde viene la palabra sibarita?”. Y con una explicación muy sencilla iba contándote la historia detrás de las palabras. Creía que el latín y el griego deberían volver a las escuelas. Era capaz de sentarse todo un día a leer un libro y terminarlo sin pausas para comer. Sin hablar con nadie. Corregía el gallego que escuchaba mal (“estas cosas que inventan…”). Tenía un mundo interior muy rico y quemaba cacerolas de leche porque enseguida volvía a su mundo y se olvidaba de lo demás. Ahí está el doctor Emetteus.

P—Trabajas como docente pero eres además una poeta muy prolífica. ¿Puedes contarnos en qué estás trabajando ahora?

R—Ahora mismo aguardo la publicación de Nadie dirá que estuvimos aquí, que recibió el V Premio de poesía Centrifugados Pueblo de San Gil con la editorial Liliputienses. Y, recientemente, fui finalista del Premio Adonáis de Poesía con Aquiles en Oporto que, como comentaba acerca de cómo percibo yo la poesía en una pregunta anterior, es una obra que huye del yo para embarcarse en la historia del héroe, ese héroe caprichoso que aparece en la maravillosa Ilíada de Homero. Le tengo especial cariño a este libro y estoy intentando moverlo para ver si puede salir a la luz próximamente, pues es inédito y está aquí, conmigo, esperando salir definitivamente y comenzar una odisea en papel. Te agradezco mucho, Tes, tu interés por mi pequeña poesía y sus héroes.


Diarios del año de las moscas, de Alicia Louzao (Lastura Ediciones)
«Diarios del año de las moscas». Alicia Louzao. Lastura Ediciones. 2022

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