«Isla con madre», de Andrés Neuman (La Bella Varsovia)

Un poemario fascinante sobre el duelo y la fugacidad de la vida.

El nuevo poemario de Andrés Neuman en La Bella Varsovia

«Mamá, veo de pronto/ una mancha en la tarde/ como un clavo...», escribe Andrés Neuman en Isla con madre, su nuevo poemario publicado por La Bella Varsovia. Y también: «A cierta edad del mundo/ la luz es un esfuerzo,/ hace falta coserla rayo a rayo». El duelo es el tema vertebral de este poemario extraordinario, en el que el poeta reconstruye los bordes de la herida de la orfandad; no obstante, como ocurre con toda obra ambiciosa que llega para quedarse, no es la pretensión del yo herido de contarse lo que prevalece sino el deseo de pensar en la tremenda experiencia de la vida. Los poemas se configuran en torno a la vulnerabilidad y sirven para pensar en el espejismo que nos parece a veces la vida, donde el amor es refugio compartido y la memoria el territorio insular al que regresar de forma constante. Neuman construye una isla sensorial donde habitar con su madre para siempre, y a la que regresar para pronunciar las palabras importantes. Un libro fascinante que nos recuerda la magia sideral de este poeta.


Un libro fascinante que nos recuerda la magia sideral de este poeta.

«Intento despedirme sin perder los dos pies». Nada resulta tan difícil como las despedidas definitivas. El duelo es la experiencia más brutal que nos espera en esta vida, y no somos conscientes de su dimensión hasta que nos sacude. Sostenerse en pie después de él, es decir, mantener el agarre al mundo, es lo difícil. Y aunque la literatura se ha ocupado mucho (y bien) de la muerte, tengo la sensación de que sigue siendo difícil encontrar libros que afronten con sinceridad el duelo que sobreviene a una larga enfermedad, quizá la más atroz de todas las formas en las que puede perderse a alguien querido. Es ésta una herida doblemente dolorosa, porque está marcada por la impotencia de ver el deterioro del ser amado (y no poder actuar en su reparación) y por la ansiedad del futuro que aguarda al otro lado (ese presentimiento diario de que hoy puede ser "ése día"). Estos poemas planean sobre la incertidumbre del futuro adelantándose al duelo y proyectando luz sobre ese último "mientras tanto" de una forma magistral.

El dolor se instala en la rutina de la voz poética y destroza todo a su paso. Todos los futuros posibles desaparecen y la vida común es manchada por el desasosiego que produce la conciencia de un desenlace terrible del que se desconoce el momento. Aquí aparece —¡y qué bien la dibuja Neuman!— la contradicción que se alimenta de la desesperación y el deseo. Ante la imposibilidad de que la vida escampe, la voz poética anhela huir del yo, convertirse en otro, volcar esa herida en otro cuerpo. «Huir igual que miro/ emigrarme de aquí,/ de este dolor». Acompañar en la enfermedad es uno de los cuidados más abrasivos, y este libro puede ofrecernos una mirada sincera sobre la brutalidad de sentimientos contradictorios que experimenta quien cuida.

No es la primera vez que Neuman se ocupa de este tema. Una silla para alguien es una de las partes de su mejor libro de cuentos, Hacerse el muerto (Páginas de Espuma, 2011), donde recoge el dolor de la pérdida de la madre y la brecha que abre la imaginación permitiendo el paso de la luz y la construcción de otra memoria. En su novela Hablar solos (Alfaguara, 2012) insiste en la imagen del cuidador, en su desesperación y su desgarro infinito, a través de una historia a la que no le faltan dosis de humor y de cotidianidad, que son las dos cosas que al final terminan salvándonos. En Isla con madre (La Bella Varsovia, 2023) vuelve al tema desde la vulnerabilidad y la búsqueda de la belleza en las afueras. Estos poemas trazan los caminos del asombro que se originan en la orfandad y conducen a la evidencia de la perplejidad terrible que supone la vida. El desenlace que a todos nos aguarda se vuelve más cierto cuando perdemos a alguien a quien hemos amado y, después de eso, volver a la rutina, a esa entrega cotidiana a lo incierto, supone el gran trabajo del que sobrevive a sus muertos. Este libro ofrece algunas ventanitas a las que asomarse para gestionar esa angustia existencial que nos acompañará para siempre.


El nuevo poemario de Andrés Neuman en La Bella Varsovia
Una despedida que busca quedarse con la luz.

La muerte llega cuando la muerte ajena comienza a hacerse propia. Y esa muerte termina con nuestra juventud. Esta idea ya estaba latiendo en La gotera —poema publicado en Mística abajo (Acantilado, 2008)— y podría ser uno de los vasos comunicantes de toda la obra de Neuman; sospecho que es, sin duda, el hilo que teje este rosario de emociones dolientes, donde la voz poética explora esa nueva relación con el mundo que comienza después de que el mundo se rompa. Ante esa situación de soledad impuesta nos quedan las palabras, parece venir a decirnos. «Te amo: hay que decirlo/ por si se desentrena la impudicia». Este poemario es un regalo a la madre ida pero es también una reflexión sobre la fugacidad de la vida y la belleza de los errores, temas reincidentes de forma milagrosa y siempre lúcida en la obra de Neuman. Al final, todo lo escrito busca explicar lo que somos, sin conseguirlo, entendemos, y por eso escuchamos esto: «Cuando esté boca arriba,/ mirando sin mirar,/ encontraré por fin mi autorretrato». Esa forma de Neuman de explorar el sentido del sinsentido es, para mí, una de sus virtudes más asombrosas.


Este poemario es un regalo a la madre ida pero es también una reflexión sobre la fugacidad de la vida.

El hijo es sacudido por el duelo intenso y largo que supone la enfermedad cuando se intuye un único desenlace posible, y escribe para crear un refugio que contenga todo lo vivido y lo que siente. La experiencia lo obliga a volver al pasado, a pensar en los dolores atravesados, en la furia de la vida. Escribe: «Vuelvo un poco tarde a nuestra casa». En este viaje interior hay un intercambio de roles. La forma en la que ese hijo atiende a la que una vez, en otra vida, lo cuidó y protegió, es maternal (y digo maternal porque la simbología es disruptiva y femenina en este libro). «Cuando te veo débil/ siento ganas de darte el pecho, madre,/ de acunar la niñez que te esquivó», leemos. Este gesto de trastocar los roles se ve reflejado también en la forma, donde encontramos un lenguaje conciso y fragmentario pero con vuelo metafórico, lo que termina resultando en una especie de diario poético de la enfermedad y el duelo. Un libro terriblemente duro a la vez que luminoso como sólo un viajero transitorio como Neuman sería capaz de escribir.


El nuevo poemario de Andrés Neuman en La Bella Varsovia
Un diario poético de la enfermedad y el duelo.

«La luz ha dimitido» pero estos poemas intentan rescatarla todo lo que sea posible. Y qué milagro estupendo el de la luz que nos anuncia que hay futuro y que contrasta con la realidad que nos golpea. «Con cada despertar sabés que sos más noche». Plasmar esa contradicción que provoca el dolor, ese juego de luces y sombras, me resulta una de las cosas más complejas y difíciles de la escritura, así como conseguir incorporar humor, picardía y silencio vivo en un poemario donde la muerte se lo lleva todo por delante. Este libro tiene todos esos matices, que se encajan como piezas de un rompecabezas y van enunciando los distintos rincones de ese tremendo duelo. Una pérdida que no sólo se lleva al ser amado, sino también a ese nosotros que existía cuando la mirada querida nos ayudaba a reconocernos. «Te hiciste pequeñita y desaparecí».

La luz de este libro está en la memoria, y el agradecimiento, que es la única virtud que es imperdonable no tener, es el hilo que la escribe. La voz poética agradece por las enseñanzas que ahora le permiten salvarse del desgarro. Y una madre tiene mucho que ver con eso, para bien y para mal. Aquí, para bien. Leemos: «Me enseñaste el idioma en el que dudo». Y otro agradecimiento: «Te debo incluso/ saber que no se debe todo a nadie,/ que a lo propio se llega/ por encima del hueso y de la aguja». ¡Qué regalo delicado y amoroso para Delia Blanca Galán Casaretto!


La luz de este libro está en la memoria.

«Enterramos a mi madre un sábado al mediodía. Hacía un sol espléndido», escribe Neuman en Ambigüedad de las paradojas (Otra vez, Hacerse el muerto). Y se me ocurre que esta frase define a la perfección una de las grandes obsesiones de Andrés: la escritura como rebeldía. Es un escritor capaz de captar la ambivalencia hermosa que nos caracteriza, la fragilidad y la porfía, en un mundo también contradictorio (desgarrador y luminoso al mismo tiempo). Lo leo intentando entender cómo lo hace y, hasta ahora, la intuición me lleva a la plasticidad de su mirada: Neuman hace pie en lo lúdico, en el juego risueño de quien no tiene nada que perder porque ya lo ha perdido todo —que, en el fondo, es lo mismo que decir que tiene todo por ganar— y desde ahí dibuja un universo literario fascinante. «Perder quiere decir haber tenido», leemos. En él, y en estos poemas, la niñez siempre encendida, con lo mejor que nos deja esta vida, que no es tanto la posibilidad real del futuro sino la constancia de haber vivido. La única certeza que tenemos, y que abre las puertas a una imaginación total. Porque la pérdida también inaugura una nueva conciencia del amor, que se reparte y «protege el lugar donde no estás: es un amor de guardia».

Yo, que no he podido enterrar a mi madre, leo este libro como quien anhela construir esa isla para que el pasado no sea todo herida. Y como siempre me pasa con la obra de Neuman reconquisto terrenos que creía masacrados por el rencor y el abandono, y sonrío. Para quienes somos ateos, la idea de que exista un más allá es improbable; nuestra luz está en la memoria, en nuestro ser finito. «Siempre he opinado que la ausencia de dios nos libera de un peso insoportable», escribe Neuman en Madre atrás. No sé si se refiere al hecho de postergar el reencuentro en una existencia venidera y tan incierta, pero me voy por ese lado: no tener dios nos permite construir una memoria personal vívida aquí y ahora, donde todo lo que sea salvable habite de forma ubicua y podamos volver a ella cuando lo deseemos. Una isla con madre. ¡Que nadie se pierda este libro lúcido, lúdico, sensible y amoroso!


«Isla con madre», de Andrés Neuman (La Bella Varsovia)

ISLA CON MADRE
ANDRÉS NEUMAN
LA BELLA VARSOVIA
2023

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