Antonio Tocornal: «El llano en llamas me parece el mejor libro de cuentos que se ha escrito jamás en castellano»

Entrevista a Antonio Tocornal, autor de «Cadillac Ranch» (Sloper).

Entrevista en Bestia Lectora a Antonio Tocornal («Cadillac Ranch», ed. Sloper)
Foto cedida por el autor a Bestia Lectora

Algunos libros provocan en nosotros el asombro de lo inesperado. Me pasa cuando en un relato realista de pronto asoma el absurdo o un elemento discordante que rompe las costuras de la trama y la desborda. Me ha pasado con Cadillac Ranch de Antonio Tocornal (Sloper), un magistral libro de cuentos donde la extrañeza se instala a partir de determinado momento para no soltarnos más. Y así, personaje a personaje, cuento a cuento, vamos dejando entrar en nuestro interior la incertidumbre que provoca siempre el pensamiento en torno a la soledad, al amor y al futuro. Conversamos con el narrador sobre los cimientos y desvíos hermosos de este libro.

P—¿Es la soledad el gran tema de Cadillac Ranch?

R—Es que en el fondo estamos solos, eso es así; por eso la soledad es uno de los temas ineludibles en Cadillac Ranch, aunque no el único, y además es un tema recurrente en mis novelas; quien haya leído Malasanta o Bajamares lo habrá constatado. Estudiar la propia soledad es la única forma que conozco de observarse a sí mismo sin distorsiones. Yo diría que el otro gran tema de Cadillac Ranch es cierta aceptación serena ante la fatalidad. No quisiera ponerme demasiado filosófico ni demasiado oscuro, pero asumir sin dramatismo que la muerte está a la vuelta de la esquina es fundamental para preguntarse qué hacemos en el mundo y cuál es el sentido último de todo, para concluir que no hay un sentido último y que aun así se puede estar cómodo tras esa conclusión.


El otro gran tema de Cadillac Ranch es cierta aceptación serena ante la fatalidad.

P—En este libro encuentro muchos puntos en común con los road trip de la literatura americana, pero también con elementos propios de la brevedad de Cheever y de las vanguardias del cuento americano. ¿En qué estética literaria te gustaría que te incluyeran?

R—Hace unos años, en la presentación de mi novela Bajamares que se hizo por Zoom en plena pandemia y que quedó grabada, el escritor Eloy Tizón —no es ningún secreto que para mí es unos de los mejores exponentes vivos del cuento en castellano— dijo que durante su lectura intentó dilucidar cuáles eran mis referencias literarias, y que llegó a la conclusión o a la sospecha de que «tal vez Antonio Tocornal inventa su propia tradición». Esa es la meta de muchos artistas y me gustaría creer que es verdad. Por supuesto que no lo es; no soy tan vanidoso como para creérmelo. Todos somos el resultado de nuestras lecturas, de nuestras vivencias y de nuestra cultura. Si nuestras fuentes no son demasiado evidentes, sin embargo, ya estamos en un buen punto de partida no solo para movernos por terrenos que estén poco trillados, sino además para gozar de mayor de libertad de movimientos para poder explorar los límites, que es donde seguramente está lo interesante. Hacer equilibrios en los límites con una actitud lúdica; eso es fundamental.

P—La muerte está muy presente en tus cuentos. Y la desesperación. ¿Con cuánta obsesión piensas en ellas?

R—La muerte está presente, es verdad, ya lo hemos comentado, pero creo que la desesperación no tanto; más bien al contrario. En los relatos de Cadillac Ranch, los personajes aceptan con inusual facilidad y con absoluta calma las sorpresas que la vida les depara; ya sea el crecimiento inexplicable de un apartamento, la imposibilidad de salir de un automóvil o la misión inesperada que un sencillo viajante de artículos de ferretería se ve abocado a cumplir en un país extranjero. En ellos no hay desesperación sino aceptación.

P—¿Cómo fue tu descubrimiento de la escritura? ¿Hay alguna anécdota que te guste contar para hablarnos de ese primer flechazo?

R—La mía es una vocación tardía. Empecé a escribir como una necesidad inesperada, con más de cuarenta años y después de haber leído muchísimo durante toda la vida. Por otra parte, tras la publicación de cada libro tengo el convencimiento de que será el último, y no tengo ningún problema en aceptarlo. Por eso, cada vez que descubro que lo que estoy escribiendo podría llegar a ser un libro nuevo es una sorpresa para mí que recibo encantado. Creo que si he esperado tanto para comenzar a escribir ha sido porque no me parecía correcto decir algo hasta que lo que tenía que decir, al menos para mí, fuese de verdad relevante. No me interesan esos escritores que se obsesionan con sus carreras y se repiten durante toda su vida porque una vez dieron con una «fórmula ganadora». Esa idea se desarrolla en uno de los cuentos de Cadillac Ranch que se titula Cara de mujer con tres ojos.


Tras la publicación de cada libro tengo el convencimiento de que será el último.

P—Hay buenos cuentistas en España que son pésimos novelistas, y viceversa; tú consigues trabajar con éxito ambos géneros. ¡Gracias por cuidar con tanto mimo la brevedad! ¿Qué tiene que tener un cuento para no perderse en los decires de otros impulsos narrativos?

R—Te agradezco mucho el cumplido. A pesar de que tengo cuatro novelas publicadas contra un solo libro de cuentos, yo siempre me he percibido como cuentista. Creo que es porque no hago distinciones en cuanto al tratamiento. Intento enfrentarme a las novelas con el mismo respeto por cada párrafo, cada frase e incluso por cada palabra, que cuando escribo un cuento de un par de páginas. Cuando leo novelas de otros autores, me desagrada encontrarme páginas de relleno o extensos elementos de sustentación de la trama en los que el autor no ha considerado necesario cuidar el estilo con el pretexto de que se trata solo de arquitectura o de tramoya para contar la historia; creo que un exceso de importancia en la trama sobre el estilo es tóxico para la literatura, que acaba por ahogarla. Mis novelas no tienen más de doscientas páginas; cuando llego a esa extensión, empiezo a sentirme culpable; soy demasiado respetuoso con el tiempo del lector como para abusar de él contándole detalles redundantes, accesorios o que no necesita saber. Borges decía que aparte del Quijote no le gustaban las novelas porque «de pronto aparecían elementos de relleno como tazas, muebles, sombreros de señora…». El cuento, en cambio, tenía para él tensión, «como una flecha que debe dar en el blanco». Yo busco esa tensión también en la novela; no sé escribir de otra forma.

P—¿Te sientes más feliz escribiendo cuento o novela?

R—Más que felicidad, creo que la sensación de estar escribiendo algo de lo que uno no se avergüence demasiado se parece más a un chute tras un periodo de síndrome de abstinencia. En cuanto a la diferencia entre cuento y novela, ya he comentado que para mí no la hay: es lo mismo. Tal vez en la novela se sostiene más en el tiempo eso que en tu planteamiento llamas «felicidad» pero que yo veo más como un «descanso a la infelicidad natural» o una «tregua a un estado de ansiedad crónica». En el proceso de escribir un cuento, por el contrario, esa sensación es más como un fogonazo; un estado de gracia que nace con la primera idea y sigue con su primera redacción urgente, y que dura aún unos días en los que uno asiste maravillado al milagro de ver cómo crece y se le van perfilando los bordes, hasta que uno contempla incrédulo que ha surgido algo con cierto sentido y comprende con extrañeza que uno ha tenido algo que ver con ese surgimiento aunque le cueste reconocerse como responsable. Lo curioso de todo esto es que lo vivo desde la aceptación de una contradicción que me dibuja una sonrisa involuntaria: el convencimiento de que la humanidad no necesita un nuevo cuento mío, y a pesar de ello, en el momento en que lo estoy escribiendo, para mí es lo más importante del mundo. Le escritura, al igual que la lectura, dota entonces de sentido —aunque sea a ratos— a un mundo que no lo tiene, y eso es maravilloso.

P—¿Cómo debe incorporarse lo extraño en un cuento que aspira a sostenerse en un cierto realismo?

R—Interesante pregunta. Diría que hay que «hacerle la cama» o, mejor aún, «ir haciéndole la cama» desde el principio. El autor puede incluir el elemento insólito cuando sea verosímil, y para ello lo primero que tiene que suceder es que el propio autor se lo crea. No importa lo surrealista o lo fantástico que ese elemento pueda llegar a ser; si se le ha hecho bien la cama, si se le ha construido unos personajes y un escenario a la medida, o si se ha encontrado la voz narradora apropiada, tiene tan buen encaje como cualquier elemento de trama de vocación más realista. Esta teoría puede resultar paradójica cuando ese elemento insólito se introduce desde la primera frase, pero no tiene por qué ser así; hay cuentos en Cadillac Ranch que comienzan con la frase «Mi casa se expande» o «Me ha brotado un pequeño pueblo en la palma de la mano izquierda». Una primera frase que adelanta un hecho insólito puede sentar las bases del contrato entre el autor y el lector y predisponer al lector y que se diga «de acuerdo, te lo compro de momento, pero ahora tienes que convencerme».


Una primera frase que adelanta un hecho insólito puede sentar las bases del contrato entre el autor y el lector

P—El misterio, el giro sorprendente y los finales insospechados son tres elementos que dotan a tus cuentos de un ritmo y una intensidad increíbles. ¿Recibes ayuda de primeros lectores para saber si estás consiguiendo los objetivos esperados?

R—Tengo un gran problema con eso, aunque sé que la culpa es mía. Además de escribir, ayudo a otros autores de narrativa a perfilar sus obras. Hago trabajos de edición y correcciones de estilo, informes de lectura, y asesoro y ayudo a avanzar a autores con sus proyectos de narrativa. Vivo de eso y creo que soy muy metódico en mi trabajo; si acepto un encargo, me involucro mucho. Cuando estoy con un proyecto de un autor, ya sea consagrado o diletante, pongo tanto de mi parte como cuando estoy con uno propio. Además, siempre aconsejo a los autores sobre la importancia de que hagan revisar sus textos por terceros. El problema del que te hablaba es que yo no he encontrado a nadie que me comente mis textos en la forma en que yo comento los textos ajenos; a lo mejor tendría que rebajar mis expectativas. Algunos de los relatos de Cadillac Ranch, sin embargo, habían sido premiados con anterioridad en certámenes del género, por lo que ya habían sido leídos antes por algunas personas.

P—¿Qué desafíos has encontrado en la escritura de Cadillac Ranch?

R—En realidad el desafío no ha sido escribir Cadillac Ranch, porque los relatos no fueron escritos con la idea de que acabaran componiendo un corpus. El verdadero desafío ha sido sentarme frente a los ciento cincuenta relatos que he escrito en la última década y dejar que hablen entre ellos para observar qué diálogo se establece. En elegir finamente quince que se complementan entre sí y que por el hecho de estar en el mismo volumen componen en conjunto otro relato invisible que es el entramado —casi milagroso— de los hilos conductores. He pospuesto la publicación de este libro durante años hasta que he estado convencido de la idoneidad de la selección y de la ordenación. Encontraba que todas las combinaciones que había intentado con anterioridad —y han sido muchas— tenían alguna carencia o algún desequilibrio, por lo que siempre acababa por desecharlas. Espero haber acertado esta vez.

P—En una hipótesis oscura en la que pudieras elegir el último libro de tu vida, ¿con qué libro te encontraría la muerte?

R—Siempre me ha costado responder a preguntas sobre mis preferencias literarias, una cuestión que suele surgir en casi todas las entrevistas, ya que cualquier respuesta incluiría una mentira o al menos una verdad con fecha de caducidad —pues mis gustos evolucionan— y una injusticia —por los maravillosos libros que por fuerza se quedarían sin nombrar—. Sin embargo, como estamos hablando de cuentos y para no contestarte con una evasiva, te diré que El llano en llamas me parece el mejor libro de cuentos que se ha escrito jamás en castellano. Es un libro que releo cada año desde hace décadas y que siempre disfruto.


«Cadillac Ranch», de Antonio Tocornal (Sloper)
CADILLAC RANCH. ANTONIO TOCORNAL. SLOPER. 2023.

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