«Tatuarse es la mayor fiesta imaginable, una mezcla de voto solemne y treta infantil», escribe Nadal Suau en Curar la piel, el magistral ensayo que ha ganado el Premio Anagrama y que ofrece una mirada reflexiva sobre las pulsiones que llevan a alguien a tatuarse y, al mismo tiempo, una revisión escueta sobre la historia del tatuaje y la absorción que esta práctica milenaria ha sufrido por parte del capitalismo. Un libro que combina una mirada inteligente y antropológica con una escritura visceral y cautivadora. Leer a Nadal Suau siempre es abrirse a la posibilidad de ir más allá de la realidad para animarnos a pensarla desde una perspectiva que, probablemente, nos había pasado desapercibida. La inmanencia de un tatuaje a la piel no tiene tanto que ver con el hecho de que es para siempre como con la potencia de estos símbolos graficados en la epidermis para explicarnos y volver visible algo subterfugio. Ésta y otras ideas quedan flotando en nuestra mente cuando cerramos este libro, a la vez que se renueva el deseo de hacernos por fin ese tatuaje con el que alguna vez soñamos.
Un libro que combina una mirada inteligente y antropológica con una escritura visceral y cautivadora.
«Tatuarse es una fiesta, escribe Nadal Suau y se atreve a construir un argumento en torno a la relación que quienes se tatúan desarrollan con el mundo simbólico y, al mismo tiempo, la forma en la que ese universo simbólico al proyectarse sobre la piel se convierte en algo tangible, que reescribe el paisaje del cuerpo y se convierte en una marca indeleble que sólo puede borrarse mediante mucho dolor. Es éste un libro que confirma el vínculo festivo entre las marcas en el cuerpo y la literatura, los símbolos en la piel y la literatura; un libro sobre la semántica del tatuaje en el que, inteligentemente, el autor de Temporada alta (Sloper), parte del Yo, repasando sus propios tatuajes, para llegar a lo colectivo.
El estudio de Suau intenta responder a la pregunta de por qué nos tatuamos y, para eso, tiene que pasar irremediablemente por el Yo: «El tatuaje apela tanto o más a la inclusión del Yo en lo común que a su reafirmación solitaria», leemos. Encontramos entonces un repaso sobre el vínculo histórico con el tatuaje y las formas en que el mismo ha ido evolucionando, que le sirve al ensayista para plantear preguntas en torno a la apropiación cultural, a la mirada del otro y, en última instancia, a las formas en que quien se tatúa aprende a relacionarse con el mundo a través de esas marcas en el propio cuerpo, seleccionadas con delicadeza y sentido.
Pero más allá de la exploración historicista y antropológica que nos ofrece aquí Nadal Suau, en Curar la piel construye un argumento que podría extrapolarse a la relación que mantenemos con la escritura. Y esto me parece importante porque convierte este ensayo en una reflexión a gran escala sobre el universo simbólico, que sobrepasa el contexto estrictamente de los estudiosos o amantes del tatuaje y hace de esta lectura un regalo para cualquiera que quiera ahondar en los vínculos asombrosos entre realidad y subjetividad. Pensar el tatuaje es aquí pensar la escritura ya que, la relación con la palabra, al igual que la relación con el tatuaje, es física y provoca dolores o sensaciones físicas en el cuerpo. La pulsión que nos lleva a escribir es intensa y viene de un sitio oscuro y luminoso al mismo tiempo, igual que el deseo de tatuarse. Y ambas también, en alguna medida, conducen al fracaso. Leemos: «Pensamos, leemos y escribimos, con la misma voluntad de fijación que nos lleva a tatuarnos, con la misma ansiedad y los mismos resultados decepcionantes; al final, siempre llega la caída».
Un ensayo asombroso sobre piel y escritura |
La escritura de Curar la piel está planteada desde dos líneas que interactúan y crecen juntas, entrelazadas como una enredadera. El autor propone un mapa de su propio cuerpo, los tatuajes de su cuerpo, y los momentos en los que fue decidiendo hacerse cada uno, como punto de anclaje entre lo autobiográfico y lo teórico. Y aquí reside el acierto mayor de este libro: al construir un discurso íntimo y, al mismo tiempo, colectivo, convierte cada párrafo en algo universal; nos enreda con esa difusa mirada intimista y plural y nos invita a pensar en la irrupción de lo personal en lo colectivo. Los tatuajes, como la biografía, como las palabras, permiten dejar constancia de lo vivido, y este libro tiene mucho de eso. Dice Nadal Suau que hay un deseo de alcanzar «una escritura que multiplique la vitalidad del tatuaje». Esa vitalidad es lo primero que nos sacude, porque este libro está vivo y parece escrito con absoluto entusiasmo. La tinta respira en cada párrafo. Las pieles se oscurecen y brillan transformadas.
La mirada es importante. Es un libro en el que todas las miradas importan. La de quien se tatúa y la del mundo que observa el tatuaje. Curar la piel nos remite a la idea de sanar la piel herida después del tatuaje y también de controlar lo que el cuerpo dice de nosotros, el mapa de nuestra piel. Sobre estas acepciones se detiene Nadal Suau y elabora un discurso interesantísimo en torno al lugar que ocupa el cuerpo en nuestro vínculo con el mundo, argumento que extrapolará también a la relación con la escritura. El cuerpo como espacio donde lo simbólico adquiere materialidad. La piel como una segunda memoria para contarnos y para vincularlos con los otros, esos otros que miran. En un mundo que propone olvidarnos de la mirada del otro para pensar aislados, Nadal Suau apuesta por la enorme importancia de tener en cuenta esa mirada para reafirmar la nuestra. «Claro que importa la mirada de los demás. De lo contrario no importaría la tuya», leemos.
Un libro en el que todas las miradas importan.
Cuando hablamos de la piel como una segunda memoria no podemos olvidarnos del gran deseo que subyace a esa memoria: el de inmortalidad, ese gran imposible deseable. Por realistas que seamos siempre se enciende la curiosidad al pensar en una vida más allá de la vida, o en las felices coincidencias que en ésta vivimos y no podemos interpretar con racionalidad. En la abertura de lo incierto reside la inmortalidad y una parte de nosotros siempre aspira al milagro. Y por eso escribimos. Seguramente por eso también mucha gente decide tener hijos en un mundo tan podrido, porque la esperanza de sobrevivir a la piel y al cuerpo también puede estar en un cuerpo que tenga algo de nosotros. Tatuarse también tiene que ver con eso, con volver inmortal un instante, y mantenerse a salvo del olvido. En palabras de Nadal Suau: «No hay solución al dilema entre desear que algo sea eterno y saber que es finito, y tampoco la ofrece el tatuaje. Pero sí que lo registra».
No podemos dejarnos fuera un apunte sobre el tono y el ritmo de este ensayo. Suele suceder que la preocupación de los teóricos está en conseguir un tono divulgativo y, por eso, la mitad de los ensayos que se publican pueden ser fabulosos en contenido pero carecen de la autenticidad que le pedimos a la buena literatura. En Curar la piel el modo importa; es un ensayo sobre el arte del tatuaje que apela a un trabajo artístico de la escritura. En ese sentido, parece un libro construido desde el deseo artesanal en el que un tatuador va transformando el mapa de la epidermis de la persona a la que tatúa; esto hace de este libro una belleza necesaria, donde la verdadera voluntad está en la forma, en la escritura en sí, y el tema podría intercambiarse por otro y seguiría cautivándonos. Esta peculiaridad de la obra de Suau, presente también en sus artículos periodísticos, lo convierten en uno de esos escritores a los que siempre quieres volver. Y ahora estoy pensando que la verdadera magia de la literatura y lo que convierte a una escritora o un escritor en grandes son siempre los juegos subterfugios semánticos y poéticos que son capaces de incorporar en su discurso. Este libro es un buen ejemplo de esa búsqueda estética.
Curar la piel es un ensayo brillante que nos permite adentrarnos en los vínculos entre el arte y la vida, entre las palabras y las imágenes, entre el pasado y el presente. La oscuridad de la piel ilumina una parte de nosotros que nos da miedo pero necesitamos entender y sostener a lo largo del tiempo. Un tatuaje permite sostener la escritura del miedo y el deseo sobre el propio cuerpo, y es un vórtice al que asomarnos para explicarnos mejor. Quien lea este libro y no se haya tatuado, volverá a plantearse el tatuaje; quien aspire a la inmortalidad, sentirá el pinchazo de esa duda constante; quien ame las palabras, se lanzará a escribir, ojalá que con la misma pasión con la que parece haber sido escrito este ensayo. Que nadie se lo pierda.
CURAR LA PIEL
NADAL SUAU
ANAGRAMA
PREMIO ANAGRAMA DE ENSAYO
2023
NADAL SUAU
ANAGRAMA
PREMIO ANAGRAMA DE ENSAYO
2023
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