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Introducción
«Había una vez una ciudad quemada y un invierno frío. Saliendo de esa ciudad había una carretera serpenteante con largas cañas de azúcar a los lados». La Carretera de Almería, que conecta Málaga con esa otra ciudad atravesando los municipios de la Axarquía, fue el escenario de uno de los hechos más dramáticos de la historia malagueña, en febrero de 1937. Y todo empieza con un cuento. El cuento que la abuela le contaba a su nieto y que abría en él el deseo de saber más en cada nueva narración. Y que empieza así: 'Había una vez'. Y luego dice: «Y las cañas formaban un pasillo por el que andaban niños extraviados, personas asustadas y heridas». Antonio Soler publica una remembranza novelada de los acontecimientos de la desbandada (La desbandá) en su nuevo libro El día del lobo (Espasa Narrativa). Una novela que tiene mucho de mágico pero que no olvida la crueldad con la que hemos escrito la historia. La memoria de los olvidados adquiere cuerpo a través de la pluma mágica de uno de los mejores novelistas de España.
La carretera de Almería
La literatura de Antonio Soler ha avanzado desde el riesgo. En su nueva novela, El día del lobo (Espasa Narrativa), nos lleva a uno de los hechos más cruciales de la historia malagueña y nos permite ahondar en las preguntas importantes respecto al gris pasado que pisa nuestros talones. La carretera de Almería fue el escenario de una cruel situación en la que miles de personas huyeron hacia la noche, en busca de luz, en una realidad que había sido invadida por el terror. «El cuento que siempre le pedía a mi abuela materna que me contara. Su viaje al infierno», comienza esta historia que combina de forma increíble lo mejor de la memoria familiar y de la memoria histórica. A través de las páginas Soler revive de forma ficcionada uno de los hechos que marcó la historia de su familia. Se percibe en la escritura de esta novela el deseo de poner en palabras el turbio silencio que repta a través de los árboles genealógicos, ese silencio denso que impide avanzar, la herida familiar que trastoca el devenir de sus miembros. El narrador sabe que la familia que conoce pudo ser otra, que los hechos transcurridos durante aquel febrero fueron definitivos y transformaron la psique de los que los experimentaron y también la de los hijos e hijas del futuro: el terror como hecho determinante en el ADN de la familia.
Antonio Soler propone una lectura de los hechos desprendida de todo fanatismo político. Hechos. Situaciones. Los errores de un bando y otro. La piedad de un bando y otro. Los acontecimientos de aquel febrero que hermanaron en la desgracia a personas que no se habían visto jamás pero que compartieron a la fuerza una misma herida. «Personas unidas por idéntica desgracia y al mismo tiempo secretamente aborrecidas por formar parte de esa desgracia. Gente con la que hermanarse y a la que jamás se habría querido ver». Entre los elementos más destacables de la novela habría que señalar la hondura con la que el autor atraviesa la fina piel de los personajes para mostrar el miedo en los ojos, la brutal puñalada del miedo en sus cuerpos, mientras dibuja un mapa preciso del recorrido, el borde de una ruta donde la belleza ha abandonado a quienes la atraviesan. «Huertas con pocos recursos en ese mes de febrero y una carretera formando una serpentina frente al mar. Tierra fértil para una caravana famélica», leemos.
Aunque el relato de la desbandá se ha ido recuperando de muchas maneras distintas en las últimas décadas, nunca se había contado así. La maestría de Soler reside en su gran dominio de la lengua, que le permite llevarnos a los territorios más sórdidos de la experiencia humana con la capacidad de poner luz en ese pozo de oscuridad. El miedo, lo sabemos, es una de las armas más eficientes de las dictaduras; el silencio que produce impone una capa extra de grisura sobre la vida de las personas. A ese silencio se asoma Soler y consigue convertir ese hecho trágico, histórico, dramático, en un acontecimiento literario, donde la belleza le da la mano al horror para transmutar las pérdidas en luz. La magia de la buena literatura.
Una imagen contundente capturada en esos terribles días. //Diario Sur |
El cuento de nunca acabar
La historia de Soler comienza con la ciudad republicana de Málaga tiñéndose de rojo, cuando las tropas franquistas irrumpen impulsadas por la potencia que la derecha está teniendo en toda Europa. ¿De qué nos suena? Queipo de Llano y sus altavoces radiofónicos. Todo un país en llamas. Málaga vaciando las calles al atardecer, para dejar que el lobo desarme la ciudad por las noches. El crimen más terrible de la historia malagueña, cuya víctima fue un gran porcentaje de la sociedad, un número difícil de concretar pero que se estima es superior a las 100.000 personas. Y el farero Anselmo Vilar apagando las luces del faro de Torre del Mar para evitar que los aviones fascistas sigan acribillando al pueblo. Ese pueblo perdido, condenado al desarraigo, con la desesperación de los que luchan por lo único que les queda, sus vidas.
Es éste el cuento de la violencia, que siempre afecta a los más desfavorecidos. Es el cuento de una familia que se ve obligada a mentir, a huir, a sobrevivir de las formas más extrañas. Y es también el cuento que otras veces Soler nos ha contado: su abuela y su hermana Amparo caminando con una bolsa de alubias a cuestas para vender en el estraperlo para mantener a flote a la familia. Imágenes casi fantasiosas que pueblan su literatura desde siempre contribuyendo con el desarrollo de un estilo único que no ha dejado de moverse, de alcanzar nuevas cuotas de excelencia en cada nueva novela. La familia sostenida por las mujeres. Las mujeres en las historias de Soler también ocupan siempre el centro del relato, pero en este cuento, no sólo son personajes sino también voz viva que porta la memoria familiar y la transmite.
Aunque para ofrecer credibilidad la literatura no necesita partir de hechos y datos realistas, puesto que la memoria y la ficción suponen un aparato sólido que se basta por sí mismo si los hilos se tejen con acierto, a veces, ciertos recursos extraídos del centro de la realidad aportan su cuota extra de verdad a los relatos ficcionales. En El día del lobo Soler elige apuntalar su narración con datos extraídos de ensayos, biografías y crónicas de la época. Acude así a las versiones de Gamel Woolsey y Sir Peter Chalmers Mitchell, entre otros cronistas, para que sus testimonios unifiquen el tejido de su propia memoria. Gracias a este cruce de registros la historia narrada por su abuela llega a nosotros con una mayor verosimilitud.
Breve apunte formal
Entre las sorprendentes virtudes de Antonio Soler la obsesión formal se destaca. Cada vez es menos frecuente que los novelistas arriesguen más allá de lo que funciona, por eso cada una de sus novelas es un verdadero y regocijante regalo para quienes observamos con interés la estructura que sostiene un relato. Desde su primera novela, La noche, Soler ha venido ejerciendo con virtuosismo esta facultad, llevándola ya a niveles imposibles en Sur (Galaxia Gutenberg), donde combina una voz coral y múltiples recursos de escritura para meterse en las casas de un grupo variopinto de personas y contar la sorprendente fauna que conforma una ciudad, y en Sacramento (Galaxia Gutenberg), donde el aprovechamiento de diversos recursos estilísticos le sirven para mostrarnos con valentía a un personaje real perverso y herido (porque en Soler todos los personajes tienen una hilacha de drama por donde se filtra la piedad) transparentado por la pátina inolvidable de su escritura.
En El día del lobo retoma esa perspectiva y construye una novela que tiene sus orígenes en la tradición oral, en la forma oral de narrar para volver a la herencia familiar, que es también la herencia de todo un pueblo, y contar su herida. Nunca, sin embargo, Soler se repite o se apoya en las medidas establecidas por el canon para los géneros literarios. Por eso, aquí, el cuento pierde su mandato aleccionador y se convierte en un relato difuso, donde se percibe el auténtico y fascinante estilo de Soler y se nos invita a pensar en la brecha que nos divide, que es también la arboleda que nos une, ese mapa de raíces subterfugios que, de alguna manera, nos acerca a nuestros opuestos. Esa sed de supervivencia, esa rajadura siempre latente que nos puede hacer torcer el camino. De hecho, El día del lobo podría leerse junto a su otra gran novela de los últimos años, Sacramento, para ampliar el relato de aquellos años terribles.
El estilo inclasificable de Soler
Aunque El día del lobo no pretende ser un relato fiel a la memoria familiar sino una visión literaria de la historia escuchada tantas veces, supone uno de los textos realistas más asombrosos de la Guerra Civil y ofrece observaciones y puntualizaciones importantes que hasta ahora no habían sido articulados en la literatura. Por eso esta novela es importante. «No escribo desde las alturas, sino a ras del suelo». Como siempre sucede, Soler no olvida reflexionar sobre el acto de escribir y, sobre todo, sobre el oficio del novelista, para quien la verdad no está enraizada con los acontecimientos sino con las experiencias de unos determinados personajes. Leemos: «Esto es pintura, y está fabricado con el temblor del pulso humano, con la elección de unos colores que no son, ni tampoco quieren ser, los de la paleta de eso que llamamos la realidad». ¡Y cuánta verdad hay en la carne de su escritura!
Las novelas de Soler suponen uno de los hallazgos más fascinantes de la literatura española contemporánea. En gran parte esto se debe al trabajo fabuloso de perfeccionamiento que podemos encontrar en cada nuevo libro. El lenguaje preciso. Las palabras exactas para nombrar lo inexacto, precario y desordenado de la vida. Esta novela no es la excepción. Un cuento real que está impregnado de la magia que ofrece la literatura cuando surge del talento pasional y entregado. La literatura que no quiere aleccionar ni imponer una visión sino extraer de la vibración de la vida ese tono multicolor y diverso que la caracterizan. Soler encara el relato desde los hechos pero sobre todo desde lo que se rompió, aquellos sueños que fueron heridos de muerte y que dejaron una huella imborrable en la memoria familiar. «Qué esconden los sueños que los hace más terribles que la vigilia», se pregunta el narrador. Esta pregunta podría ser la semilla de esta novela. Y esta inquietud: «De qué están hechas esas tinieblas que nos provocan más asfixia y más miedo que el espanto mayor que hayamos visto a la luz del día». La memoria traza su dibujo personal y la realidad particular de la familia se vuelve historia que nos integra y apela a todos los que nos acercamos a la lectura.
«No comieron perdices, pero sobrevivieron. Rabiosamente sobrevivieron». Y esto es lo que importa. En Soler no hay finales felices. Pero la luz no está en el acaramelado desenlace sino en la posibilidad de superar pese a todo las heridas del tiempo. Después de «Vivir sobre la impedimenta de un estigma, con la señal de los derrotados y los desposeídos marcada en sus espaldas», su familia sobrevivió. Y Málaga sobrevivió. Una familia marcada a sangre por la guerra y el terror ya para siempre. Pero superviviente. La memoria que se transmite. La voz del escritor que transmuta en narrador y nos cuenta el relato de una forma increíble, convirtiéndolo en pieza inigualable de la memoria. Que nadie deje de escuchar este cuento.
EL DÍA DEL LOBO
ANTONIO SOLER
ESPASA NARRATIVA
2024
ANTONIO SOLER
ESPASA NARRATIVA
2024
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