Ana María Matute en «Miércoles de Cuentos»

Cuento «El mar», de Ana María Matute.




Adolescentes con cara de náufragos. Así veía Ana María Matute a los niños nacidos en los sesenta y setenta. Niños que miraban el mundo con cara de adultos pero con ganas de volver a casa. La fase de la revolución industrial que nos tocó a nosotros tiene como característica la aceptación de un sistema tecnológico que nos convierte en instrumentos de poder. Un sistema cuyas consecuencias, entre otras, es la exposición a una vida frenética donde se ha acortado ese período al que llamamos infancia. Esto supo verlo Ana María Matute, que en sus primeros cuentos ya nos presenta algunos protagonistas que son apartados de su entorno por carecer de la voluntad de adaptarse a la norma vital de la madurez. Niños y niñas náufragos atraviesan toda su literatura y nos permiten creer en la fantasía desde la luz.


En este Miércoles de Cuento vamos a centrarnos en su cuento «El mar», para seguir dentro de la línea marina que nos hemos impuesto en este discurso. Se trata de un cuento muy breve que se publicó en el libro «Los niños tontos» (Destino, 1956) y cuya trama representa esa ruptura de la infancia, con esa mirada tan lúcida que supo dejarnos la Matute. Como se pueden hacer muchas lecturas de este relato, algunas más literales que otras, vamos a centrarnos en dos: la más evidente y otra que deviene del análisis profundo.

En una lectura superficial podríamos decir que trata sobre un niño enfermizo al que los médicos han recomendado un tiempo de descanso en el mar para poder recuperarse. Su deseo de que en el mar esté la cura le lleva a pensar en este lugar con una idealización que la Matute describe gloriosamente. En esta lectura podemos percibir la fascinación y el borde del deseo de un niño que nunca antes ha estado en la playa y que intenta por todos los medios imaginarla, antes de llegar, predisponerse para ser capaz de vivir intensamente esa experiencia. Expresa que llegar al mar será como como meterse en una inmensa caracola, llena de rumores agradables. La búsqueda de un sueño y el color de la posibilidad, ¡qué bien los pinta Ana María Matute en este cuento!

Pero nosotros vamos a quedarnos con una lectura más profunda, intuyendo que quizá debajo de lo que brilla está el sentido de las cosas. «El mar» representa ese adiós al dulce calor de la infancia, que puede simbolizarse perfectamente en el momento en que los sueños rozan la realidad y ya no son tan coloridos. El niño ha visto marcharse a todos hacia el mar —el deseo de crecer y rozar lo que parece tan brillante, la adultez— y entonces también desea llegar a él. Es como si intuyese que al encontrarlo finalmente pudiera llegar a ser como los otros y se aferra a la posibilidad de otra vida —el deseo de vivir con la misma tranquilidad con la que pasan los que le rodean—.

En Miércoles de Cuentos vamos a repasar obras de este género que nos resulten significativas. Escogemos un cuento y damos algunas pautas de interpretación (puede leerse aquí la entrega anterior). «El mar» es uno de los cuentos más hermosos de «Los niños tontos», el inicio de una obra imponente y rotunda, referente ineludible del cuento español, por lo que nadie debería perdérselo. Os invitamos a leerlo con este fragmento.


"El niño se figuró que el mar era como estar dentro de una caracola grandísima, llena de rumores, cánticos, voces que gritaban muy lejos, con un largo eco. Creía que el mar era alto y verde." [Los niños tontos. Ana María Matute. Destino, 1956]

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