«La mecánica del agua» de Silvana Vogt (Entre Ambos)

«La mecánica del agua» es una novela sobre la resistencia que impone la extranjería.



Reseña de «La mecánica del agua» de Silvana Vogt (Entre Ambos)

«Escribimos para recordar lo que hemos perdido». La literatura se encuentra repleta de historias que se apoyan en esta idea y florecen a partir de ella. El recuerdo como punto de partida. Es también la raíz por la sube en La mecánica del agua Silvana Vogt (Entre Ambos), hasta hacernos aterrizar en la copa de un árbol desprendido de la tierra. La vida de Vera, una mujer capaz de mantenerse en pie cuando todo el mundo conocido se desmorona a sus pies es una buena lectura a la que aferrarse, y en la que mirarse, para comprender los límites de la propia resistencia.

«Perdida en las palabras de una canción que escuchará cien veces. Hasta que ya no duela». Las formas de huir cambian con el tiempo pero quien ha entendido que la vida es un escape hacia delante, parece condenado a repetirse. Así le ocurre a Vera, que mientras camina se deja seducir —y guiar— por la música sin perder de vista el horizonte. Este es el punto de amarre de la historia; lo que no cambia. La forma en la que Vogt juega con la música, y con lo que ella significa para Vera me parece destacable: la música como faro, ¡eso mismo!

Otro de los rasgos destacables de La mecánica del agua es el uso de un lenguaje casi afásico, enfocado en lo breve. Vogt sabe trabajar la tensión sin necesidad de explicar demasiado y ésto da lugar a muchas posibilidades que abren el panorama lector: tanto para situarse en la historia como para repensarse. En lo que se refiere a la trama, hay una cierta fragilidad y una ausencia de contexto emocional para captar la profundidad del viaje de Vera. Esto que, si bien en mi reseña publicada en Poemas del Alma señalé que me resultaba un punto negativo de la obra, al releerla he comprendido que detrás de esa decisión quizá radica la verdadera importancia de la novela. Vera vuela, viaja y pierde. El pasado se convierte en un perfecto desconocido para ella; al menos es eso lo que ella desea: que la raíz se seque. No quiere que la conozcan, que la descubran; quiere pasar desapercibida. Habernos dado a nosotros como lectores esa información habría sido romper con esta regla. Así que, que sirva esta relectura como rectificación.

Cuando algo toca «Sopla sobre las cenizas del pasado. Partículas minúsculas, polvo. Evidencias del hecho de que tantas cosas estaban muertas y siempre morirían más. Y más todavía» la vida de Vera cambia. Y estos cambios rotundos siempre vienen teñidos de melancolía —y los que alguna vez perdimos (y todos hemos perdido algo) sabemos lo que duele y lo imposible que es escapar de esa sensación—. Pero Vera no se deja amedrentar; es un personaje que arriesga y que sabe recomponerse. De hecho, arriesgar es la palabra quizá más justa para describir la actitud de la protagonista: siempre hacia delante, pese a todo. Y en cierta medida también ha sido un riesgo la escritura de una novela que hable sobre la crisis económica argentina desde la extranjería. Los que nos fuimos somos traidores, pero para convertirnos en eso hemos tenido que dar algo a cambio. Sobre eso también encontramos caminos de reflexión en esta novela. Silvana se apoya en una narración que se va armando como un puzzle, con los casi monólogos de Vera, con las conversaciones que mantiene con el resto de los personajes y con las imágenes del viaje, Vogt construye un mundo pequeñísimo, en esa extranjería que resulta tan inmensa.

Leer La mecánica del agua es emigrar dos veces. Es recuperar por un lado la ilusión de aquel primer viaje —cuando creíamos que más no podríamos perder— y es repensar el viaje desde un presente que también ha estado marcado de pérdidas; porque, como me dijo alguien una vez, la vida es una constante despedida. Y esos ganchos que le esperaban a Vera, llegaron, y deberá enfrentarse a situaciones que la pondrán entre la espada y la pared: la presión de una burocracia que oprime al extranjero, la sensación de extrañeza constante, el desprecio de los que son como ella, la enfermedad, la muerte, la soledad del desarraigo. Pero hay luz al fondo, y a través de la lectura encontramos a una mujer que intenta entender la vida a través de la filosofía de Kant, de las palabras de sus amigos, de la música del rock psicodélico, y que todo lo que cae sobre ella lo usa para construirse un presente con música y libros.




«Nunca pudo relacionarse con los hombres con la misma naturalidad con la que se relaciona con los perros». Algunos personajes se parecen tanto a nosotras, ¿verdad? Y me he dejado este aspecto de la novela para esta reseña aunque es seguramente el rasgo que más me ha fascinado del libro: los diálogos entre Vera y Kantiano. Quienes vivimos con animales sabemos que aunque no usen un lenguaje articulado similar al nuestro ellas nos conocen y responden, y en ocasiones nos sentimos más conectadas con ellas que con el resto del universo. Pero sobre eso no hablan los libros, porque los humanos siguen esforzándose en demostrar que de las especies inteligentes somos la más estúpida. Vogt lo hace, y la naturalidad de la relación entre Vera y Kantiano me ha fascinado. Es tan realista. Tan creíble. Tan tierna. No sé si había leído antes un diálogo animal tan perfecto como éste. Desde ya, si lo hice, no lo recuerdo. Así que inauguro éste como el primer libro donde se da. Y a esto me refería cuando señalaba los casi monólogos de Vera, porque desde fuera ella habla sola, pero desde dentro es una conversación lúcida y fraternal fabulosa.

Y una cosa más que es importante señalar. El juego de opuestos entre personajes. De un lado tenemos a Vera, de la que ya hemos hablado. En otro plano está Mosul, que también pierde, y pierde. Sin embargo, él es un hombre anclado en el pasado. Eliseo, «con los mecanismos de defensa activados y a pleno rendimiento. Con la coraza puesta. Y la culpa indemne». Vera, siempre hacia delante. Mosul, siempre hacia atrás. Y lo que nace entre ellos, es la confusa aleación de dos planetas que en una lógica normal no deberían tocarse. Y Vogt va un poco más allá: el agua siempre cambia las cosas y tiene la última palabra. Y es seguramente la fuerza de las casualidades lo que vuelve interesante la vida, porque todo lo que controlamos vive en un mundo que no podemos controlar, y tarde o temprano el dique se raja y el agua necesita salir como sea. Y todo ese universo cierto y contenido, de pronto es un alud de pasiones incontrolables. Las cosas caen por su propio peso, lo queramos o no. Y las cosas malas ocurren. Y suceden también las cosas buenas. Y la muerte siempre acecha. Y aquí quizá la pregunta que flota a lo largo de toda la novela y que vale también para nosotros: ¿en qué dirección queremos vivir?

«Escribimos para recordar lo que hemos perdido. Cada palabra es póstuma». Ésa es la frase completa de Anise Koltz que confirma el viaje y la vida que habitan en La mecánica del agua, una novela que nadie debería perderse para recuperar el sentido del viaje, la ilusión del instante.

La mecánica del agua. Silvana Vogt. Entre Ambos, 2019.

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2 Comentarios

  1. ¡Hola!
    Tengo que reconocer que a pesar de no conocer el libro, has despertado mi curiosidad por leerlo. Deber ser una lectura muy profunda y de mucha reflexión. No descarto su lectura más adelante.
    Gracias por la recomendación.
    Un beso.

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    1. ¡Qué bueno, amiga! Sí, es un libro hermoso y que nos deja pensando en muchos temas interesantes. Creo que podría gustarte. Ya me irás contando. Un abrazote.

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