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Pocos escritores como Ray Bradbury han comprendido los mecanismos subterráneos que cimentan un buen cuento. La autora del libro Después de la piscina, Mar Carrillo de Albornoz , nos propone una lectura de uno de los cuentos recogidos en sus Crónicas marcianas, que vio la luz en 1950. Aprovechamos para recomendar la publicación en Páginas de Espuma de los Cuentos completos de Bradbury, traducidos por Ce Santiago, prolagados por Laura Fernández y con ilustraciones de Arturo Garrido.
Mar Carrillo de Albornoz
Contenido del artículo
Identidad y memoria
«Los apremió a subir al bote y remontaron el canal en la noche estrellada, Tom tumbado boca arriba con los ojos cerrados; no había forma de saber si estaba dormido o no. El viejo lo miraba fijamente, pensativo. ¿Quién será, pensó, y por qué está tan necesitado de amor como nosotros?»
En «El marciano», Ray Bradbury plantea interesantes preguntas sobre la naturaleza humana y la identidad. Una pareja que perdió a su hijo de catorce años se instala en Marte buscando una vida tranquila. Una noche de lluvia, el viejo La Farge, escucha algo en el patio. Es Tom, que ha vuelto a casa. Es un marciano, que, a lo largo del cuento, toma la forma de una persona en la que se piensa intensamente. ¿En qué momento mi empatía se traslada del viejo La Farge al marciano? Creo que es ahí, cuando está echado en la barca con los ojos cerrados. El marciano se muestra más humano que los humanos, más desvalido que los que han sufrido una pérdida y aceptan a un ser que alivia su dolor. Pero ven sólo lo que necesitan, como una cosa, como un muñeco: «Aquello, a todos los efectos, era Tom».
En la primera escena, La Farge y su mujer en su dormitorio, me recuerdan a otra pareja en su habitación, la del cuento fantástico «La pata de mono», de W. W. Jacobs, publicado en 1902. La luz de una cerilla se apaga y la iluminación por una nueva cerilla en el de Jacobs. En el de Bradbury, es un relámpago en la tormenta el que permite a La Grange ver una figura que se parece a su hijo. En el primero, el señor y la señora White escuchan unos golpes en la puerta, es su hijo Herbert que vuelve. El señor White tiene que encontrar urgentemente la pata de mono antes de que eso entre. La Farge deja abierta la puerta a su hijo Tom marciano. Es su hijo, pero él sabe que no lo es del todo. La identidad del marciano se constituye cuando alguien piensa en él intensamente. Él no quiere cambiar y tiene miedo de que le atrapen. La Farge se pregunta quién es y qué es esa criatura que «por soledad, viene al asentamiento alienígena y adopta la voz y el rostro de un recuerdo para quedarse entre nosotros, aceptado y feliz por fin?».
El marciano es la voz y la cara de un recuerdo. Del recuerdo de otros. No puede vivir la experiencia de unidad y continuidad, característica de la identidad humana, porque los humanos no se lo permiten. Ninguno le deja marchar, todos quieren su recuerdo. Y no se me escapa ahora el carácter material de ese souvenir. Recuerdo de la mente hecho carne marciana.
El marciano es el sueño
Cuando toma la identidad de Lavinia, una chica de dieciocho años ahogada en el pantano, también se siente feliz, «me quieren tanto como vosotros», le dice a La Farge, y cuando este le suplica que vuelva con él: «En esta casa los pensamientos son demasiado fuertes; es como estar encarcelado». Es feliz y prisionero.
Al final todos le persiguen: «La figura fugaz lo era todo para ellos, era todas las identidades, todas las personas, todos los nombres (…) Por todas partes, el perseguido y los perseguidores, la presa y los perros, el perseguido y los perseguidores, el sueño y los soñadores, el sueño y los soñadores, la presa y los perros». El marciano es el sueño. Los perros de presa, los humanos.
«En sus mentes, era cera que se transformaba medio derretida. Gritaron, se apiñaron y avanzaron, suplicando (…) Quedó sobre el empedrado, cera derretida enfriándose, su rostro todos los rostros». Todos se marchan, sólo quedan La Farge y su mujer: «La lluvia caía sobre el rostro vuelto hacia arriba e irreconocible». Hora de morir. La muerte de este marciano lleno de humanidad me entristece y me inquieta.
También yo quisiera el regreso de un amor perdido. Del recuerdo de ese amor perdido. O de uno que se le parezca. Como en el episodio de Black Mirror llamado «Vuelvo enseguida» (Temporada 2, episodio 1). Una chica pierde a su novio y a través de una IA lo reconstruye, primero su voz en conversaciones, y luego su cuerpo (un androide idéntico a él). La diferencia es que a ella sí le importa que no sea del todo él. Los hombres y mujeres que conocieron al marciano sabían lo que era, pero lo aceptaban porque el deseo de que viviera de nuevo con ellos era más fuerte, preferían una imitación a nada.
«El marciano» es uno de esos cuentos que quedan en la memoria después de muchos años. Seguro que es por algo. Qué significa ser humano. Quizá somos menos humanos cuando tratamos al otro como un muñeco. Y a este marciano, que vino de la soledad buscándonos a nosotros, le pedimos demasiado.
Cambios lentos, profundos, silenciosos
Hay una serie de temas, lugares y emociones que se repiten y vuelven a lo largo de los cuentos de Bradbury, entre los que destaco la identidad y la memoria, el cuerpo y sus transformaciones.
En los cuentos de Bradbury, cambia el cuerpo de los personajes, el lenguaje, la memoria. Aparecen nuevos nombres, nuevos recuerdos, nuevas identidades. Aparecen en su memoria y en ellos se reconocen. La memoria humana elabora los recuerdos en función del presente. Nos proporciona la experiencia subjetiva de unidad y de continuidad en el tiempo: nuestra identidad. Hay un momento en que las fronteras humano/extraño/marciano son borrosas. Con frecuencia los personajes no llegan a comprender ese cambio, no saben cómo han llegado a ser lo que son.
La transformación es lenta y silenciosa, pero al final, los yoes humanos de la memoria se pierden en el presente de identidades extrañas. Lo que sucedió queda definitivamente perdido, como el aspecto del cuerpo. Así ocurre en «El picnic milenario». La familia terrícola destruye su cohete y se va a vivir a las antiguas casas marcianas de mármol rosa, ahora desiertas. Ocupan su espacio y, al mirarse en la superficie del agua, descubren que ahora ellos son marcianos.
Bradbury nos habla de un espacio que es también un tiempo. Ciudades desiertas. Fantasmas y recuerdos. Algo hay en ese espacio que te atrapa y te hace suyo, un tiempo, la memoria del planeta. Humanos y marcianos. Lo diferente no parece tan diferente. Nos conmueven unos y otros.
Ray Bradbury nos regala siempre algo que está vivo: imágenes, escenas que tienen un color, un sonido, un sabor, una temperatura. La lectura de Bradbury es un disfrute, ofrece pasión y da lugar y tiempo a la reflexión. Su obra es enorme y he sentido siempre hacia él un gran afecto y admiración como escritora. Espero que esta modesta lectura anime la curiosidad de nuevos terrícolas en busca de belleza.
Mar Carrillo de Albornoz (Almería, 1957) es escritora. Licenciada en Psicología, ha trabajado siempre en el ámbito de familia e infancia. Desde septiembre de 2024 vive junto al mar en Almuñécar (Granada). Ha publicado el libro de cuentos Arcilla azul (2009) y formó parte del volumen colectivo Geografías bárbaras (2023). En 2024 publicó el libro de cuentos Después de la piscina en el sello Tres Hermanas.








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